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Exxon y Chevron: la creación de un gigante que el mercado descarta de antemano
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Exxon y Chevron: la creación de un gigante que el mercado descarta de antemano

Sin apenas reacción en bolsa a las informaciones, los inversores entienden que las posibilidades de que una operación así salga adelante son mínimas, si no nulas

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Exxon Mobile y Chevron se han convertido en protagonistas del mercado esta semana y no sólo porque la una haya presentado las primeras pérdidas anuales de su historia este martes, después de que la segunda hiciera lo propio la semana pasada tras un 2020 que ha sacudido con fuerza al sector petroleo, sino porque este mismo lunes The Wall Street Journal desveló la existencia de conversaciones entre ambas compañías para convertirse en la mayor petrolera del mundo fuera de Arabia Saudí, una fusión que generaría un gigante de 300.000 millones de dólares, solo superada por Aramco.

Sin embargo, a pesar de que podría convertirse no solo la mayor operación del año, sino de la década, los inversores han dado poca o ninguna credibilidad a esta posibilidad, por mucho que desde el rotativo estadounidense aseguren que la propuesta está sobre la mesa. Prueba de ello fue la nula reacción que tuvieron en bolsa nada más conocer una información así, con la cotización prácticamente plana durante toda la jornada del lunes, para terminar subiendo un tímido 1%, aunque el martes comenzaban con avances del 2%. Y cuánto más pasan las horas y se suceden los análisis, más se descarta una fusión de estas características.

En este sentido, nadie cuestiona que las conversaciones entre las dos herederas de la partición en 1911 de Standard Oil a lo largo del año pasado ocurrieran. Lo que era impensable antes de 2020 se tornó no solo verosímil, sino incluso una salida, mejor o peor, pero una salida a un momento excepcional en el mercado. La demanda del crudo se ha desplomado un 30% como consecuencia de la paralización del mundo para frenar la primera ola de la pandemia del covid-19 y la entrada en negativo de los futuros, por increíble que parezca. El exceso de stock y la ausencia de capacidad de almacenamiento llevó a los brokers a pagar hasta 50 dólares para quitarse los barriles del encima.

Sin embargo, el escenario actual es distinto al de entonces. Si al final del primer semestre de 2020 podría tener sentido una operación así, con los precios del petróleo subiendo desde los 9,07 dólares en los que cerró el West Texas el 21 de abril, hasta los 54 dólares que cotiza hoy el barril, y con las acciones de Exxon y Chevron rebotando un 55% y un 66% respectivamente desde mínimos, una fusión ahora se hace difícil de entender. De hecho, la propia recuperación del precio del crudo y los fuertes recortes de costes llevados a cabo en plena crisis pueden, incluso, permitir a Exxon generar suficiente caja como para afrontar el pago del dividendo, algo que ha tenido complicado en los últimos dos años.

Escenario de contracción

Por otro lado, las comparaciones son odiosas y el último periodo de consolidación del sector, a finales de los 90 y principios del 2000, cuando se unieron Exxon y Mobile, dista mucho de parecerse a la situación actual, en la que la pandemia ni ha hecho más que acelerar los problemas que ya arrastraba el sector desde hace tiempo.

En aquel entonces las operaciones de fusiones y adquisiciones se produjeron en un marco de expansión y surgimiento de nuevas oportunidades de perforación en países como Venezuela, Qatar, Angola o Kazajistan, como recuerdan desde Citi en un informe al hilo de la noticia. Ahora, las compañías están haciendo completamente lo contrario: se recortan inversiones y se cierran pozos mientras luchan porque los costes de extracción sean competitivos en los niveles actuales de precio. Y esta contracción del mercado hace que la creación de un gigante no fuera suficiente para crecer como entonces.

A esto hay que sumar el hecho que, aunque realmente quisieran seguir adelante con la operación, el principal escollo es la más que probable oposición del regulador por cuestiones de competencia, que exigirían de importantes desinversiones para su aprobación. Por no hablar del giro en la política energética de Estados Unidos con la llegada de la nueva administración Biden.

Tanto es así que en su camino a la Casa Blanca, comentó la posibilidad de “cortar” las perforaciones en Estados Unidos, dándole prioridad a la llegada de la energía verde. "Sin embargo, tuvo que dar un paso atrás debido al gran lobby que existe detrás del 'fracking' americano, especialmente la banca de inversión americana, que ha refinanciado la deuda a las petroleras (cuya cantidad asciende a los 120 000 millones de dólares). Por ello, se puede deducir que tras los procesos de bancarrota en meses pasados intentarán mitigar los impactos en el sector", asegura Diego Morín, analista de IG Markets.

"Antes del cierre del mes pasado, vimos cómo la administración Biden lanzó un comunicado bloqueando los próximos arrendamientos de petróleo y gas natural de carácter público con el objetivo de restringir las perforaciones, por lo que podría ser un estrategia para impulsar los precios de crudo en el corto plazo", defiende el experto.

Foto: Vista de un oleoducto.

Sea como fuere, lo que es innegable es que "los cambios estructurales que se van a producir en el sector en los próximos años pueden llevar a las compañías a plantearse una gran operación corporativa de estas características", asegura a El Confidencial, Nicolás López, director de análisis de renta variable de Singular Bank.

Y es que el sector petrolero se ha visto afectado por una tormenta perfecta, con un shock de oferta por la irrupción de nuevas técnicas de extracción de crudo, la caída de la demanda en el corto plazo por las restricciones a la movilidad impuestas por la pandemia, y las expectativas de una caída permanente de la demanda a largo plazo por la transición energética.

"En este contexto las compañías petroleras tienen que afrontar medidas tácticas y estratégicas para adaptarse al nuevo escenario y seguir siendo compañías rentables que justifiquen su existencia", continúa el experto. Pero, en general, los planes estratégicos a largo plazo de las compañías se están enfocando hacia un cambio progresivo de su actividad actual hacia las energías renovables. "El problema de este cambio es que implica la pérdida de valor de muchos activos, por lo que exige una gran fortaleza financiera para poder llevarse a cabo. Una gran fusión sin duda generaría importantes sinergias de costes e ingresos que ayudarían a afrontar ese proceso de inversiones y desinversiones necesarias para la transformación de las petroleras a largo plazo", concluye.

Exxon Mobile y Chevron se han convertido en protagonistas del mercado esta semana y no sólo porque la una haya presentado las primeras pérdidas anuales de su historia este martes, después de que la segunda hiciera lo propio la semana pasada tras un 2020 que ha sacudido con fuerza al sector petroleo, sino porque este mismo lunes The Wall Street Journal desveló la existencia de conversaciones entre ambas compañías para convertirse en la mayor petrolera del mundo fuera de Arabia Saudí, una fusión que generaría un gigante de 300.000 millones de dólares, solo superada por Aramco.

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