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Acaba el sueño del vendedor de miel
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Acaba el sueño del vendedor de miel

Se había convertido en uno de los nuestros y la entrevista de hace dos semanas en El País vino a refrendarlo. Ya no había duda: formaba

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Acaba el sueño del vendedor de miel

Se había convertido en uno de los nuestros y la entrevista de hace dos semanas en El País vino a refrendarlo. Ya no había duda: formaba parte de la elite empresarial nacional. Hasta Polanco le dedicaba una página en su diario. Fue el hombre del 2006 y lo seguía siendo de este año. Sin embargo, a decir de quienes le trataban, su perfil siempre ha escondido un trasfondo que nadie llegaba a adivinar.

Raro es el promotor o constructor que al preguntarle por Enrique Bañuelos o por su empresa, Astroc, no hiciera una mueca sospechosa. “No me gusta ese negocio”, decía uno. “No es una inmobiliaria, ni una constructora, no tiene terrenos… No sé, es muy raro todo eso”, decía otro. Mientras tanto, él, nacido en Sagunto hace 41 años, seguía acumulando riqueza a golpe de calentones bursátiles.

Un día era porque había comprado un 5% del Banco Sabadell; otro, porque Caixa Galicia entraba en Astroc con el 5%; al siguiente, porque el todopoderoso Amancio Ortega arrimaba el hombro y adquiría otro 5% de su empresa. Así, hasta alcanzar una revalorización bursátil del 800% y entrar de lleno en la lista Forbes de los hombres más ricos del planeta. Total, que de los 6,77 euros a los que salió a Bolsa en mayo de 2006, llegó a superar los 70 euros hace apenas dos meses, en febrero.

Era lo máximo para un chico que quedó huérfano de padre a los nueve años y, casi al mismo tiempo, veía cómo su localidad sufría una profunda crisis económica por el desmantelamiento de la industria siderúrgica. Fue entonces cuando empezó a agudizar el ingenio y creó una empresa junto a unos amigos que comercializaban miel y productos derivados. Después, a los 25 años, puso la primera piedra del fenómeno Astroc.

Pero aunque la volatilidad de la acción de su compañía ha dejado casi de ser noticia, que Amancio Ortega vaya a poner pies en polvorosa de la empresa es más que significativo. Es posible que Ortega se equivoque una vez y entre en malos negocios, pero no sale de los buenos. Además, hace poco también la inmobiliaria Rayet decidió vender su 5% porque no tenía interés en acudir a la ampliación de capital propuesta por Bañuelos.

Se le acaba el crédito

Este es el aspecto más importante. Quizá lo de menos, aunque se trata de muchos millones de euros, sea que la acción haya bajado un 42%, algo que tumbaría sin duda a cualquier compañía. Lo peor es el hecho de que a Bañuelos se le acaba el crédito. Primero, porque los accionistas se van, no llegan. Y son accionistas tan importantes como el dueño de Zara.

Será difícil que Bañuelos se levante de este golpe, aunque no imposible. Quienes le conocen aseguran que tiene la cabeza muy bien amueblada, que está muy preparado financieramente y que encontrará la manera de salir de esta crisis. De hecho, sus amigos le califican más como “financiero que como promotor”.

Lo que es seguro es que ya nada será igual y que la estrella de Bañuelos parpadea. Su sueño de entrar en el reducido grupo de empresarios que forman el círculo de poder en España se retrasa, quizá definitivamente.

Se había convertido en uno de los nuestros y la entrevista de hace dos semanas en El País vino a refrendarlo. Ya no había duda: formaba parte de la elite empresarial nacional. Hasta Polanco le dedicaba una página en su diario. Fue el hombre del 2006 y lo seguía siendo de este año. Sin embargo, a decir de quienes le trataban, su perfil siempre ha escondido un trasfondo que nadie llegaba a adivinar.

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