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Eva Saldaña, directora de Greenpeace: "La gran batalla es el 'greenwashing"
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Eva Saldaña, directora de Greenpeace: "La gran batalla es el 'greenwashing"

La activista climática concede una entrevista en la que valora los desafíos a los que nos enfrentamos y cómo las asociaciones climáticas de 'toda la vida' tienen que impulsar a las más nuevas

Foto: La directora de Greenpeace España, Eva Saldaña. Foto: EFE/Greenpeace
La directora de Greenpeace España, Eva Saldaña. Foto: EFE/Greenpeace

“Acabar con el poder fósil denunciando el greenwashing” (el lavado de imagen verde) es hoy la "batalla gorda" en la que lucha Greenpeace, tras haberse enfrentado en sus 50 años de historia a la presión de grandes empresas y de gobiernos en sus acciones contra la devastación ecológica y contra los conflictos armados.

Así lo ha asegurado en la directora de Greenpeace España, Eva Saldaña, que, subraya que su organización se centrará sobre todo en "reinventar la economía", en hacer un seguimiento de "a dónde van los fondos de recuperación" tras la pandemia, y en desvelar ante la población el lavado verde de cara de las empresas que establecen en falso compromisos por el planeta, "especialmente en el sector del gas".

En España, Greenpeace cuenta con 143.000 socios y 2.000 voluntarios

Aunque solo ocupa este puesto desde hace siete meses, Saldaña sido activista en la asociación desde el año 2002 y ha podido constatar de primera mano la "persecución invisible" de gobiernos como el español, denuncia, cuando en 2018 los activistas bloquearon un carguero de armas de Arabia Saudí.

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Han pasado ya cinco décadas desde que un grupo de hombres y mujeres pacifistas, algunos a bordo del Phyllis Cormack -barco que luego se rebautizaría como “Greenpeace”- y otros en la retaguardia, lograra detener las pruebas nucleares que se realizaban entonces en la isla de Amchitka, en Alaska.

Desde aquella primera victoria en 1971, la asociación hoy mundialmente conocida ha llevado a cabo centenares de acciones directas no violentas para frenar la caza de ballenas, proteger la Antártida frente a los intereses comerciales, "poner fin a la era del carbón" o evitar el vertido de residuos tóxicos al mar, entre otras misiones. Aunque la desobediencia civil ya se había empleado en otras luchas sociales como la del sufragio femenino o el movimiento contra la segregación racial en Estados Unidos, entre otras, Greenpeace tomó esta fórmula de protesta pacífica como bandera y “la magnificó en el ámbito del ecologismo”, señala Saldaña.

placeholder El famoso barco de Greenpeace, el Rainbow Warrior. (EFE/Mark R. Cristino)
El famoso barco de Greenpeace, el Rainbow Warrior. (EFE/Mark R. Cristino)

Greenpeace llegó a España en 1978, con varias protestas de denuncia sobre la caza de ballenas en las costas de Galicia, y, en 1984, abrió una oficina de la mano de los periodistas Benigno Varillas y Manuel Rivas, unidos al biólogo Xavier Pastor y al delegado internacional de la organización, Remi Parmentier. Hoy la asociación está en el podium de las cinco mayores ONG ecologistas en España, donde cuenta con casi un centenar de personas en plantilla, 143.000 socias y 2.000 voluntarias y maneja un presupuesto anual de unos 16 millones de euros sin el apoyo de subvenciones: se financian exclusivamente a partir de las cuotas de los socios y de donaciones puntuales de particulares.

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Entre los momentos de mayor tensión que han vivido los ecologistas, Saldaña destaca el juicio en Valencia al que se sometieron los 16 activistas de Greenpeace que en 2011 habían protestado dentro de la central nuclear de Cofrentes; un proceso "muy duro" en el que la fiscalía pedía dos años y ocho meses de cárcel para ellos y para el fotoperiodista Pedro Armestre.

Horizontalidad, feminismo y jóvenes por el clima

La verticalidad en la organización ha sido siempre uno de sus puntos más controvertidos a nivel interno, reconoce Saldaña, que aunque valora que ha habido acciones que han tenido éxito gracias a esa jerarquía -que ha permitido tomar "decisiones rápidas que no podrían tomarse de manera asamblearia"-, la asociación está cambiando hacia una cultura cada vez "más inclusiva, más ágil y más segura".

En la nueva ola de ecologismo que en España cogió fuerza en 2019 han surgido nuevos movimientos ecologistas y climáticos más jóvenes, grupos como Fridays for Future o Extinction Rebellion que, a juicio de Saldaña, "deben tener su propia identidad", y por eso reitera que Greenpeace no quiere "ni fagocitarlos ni absorberlos" pero sí aunar fuerzas y "sostenerles si lo necesitan".

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"Haremos todo lo posible para empujar con fuerza en las mismas direcciones porque así vamos a ganar más", arguye Saldaña, que recuerda el "trabajo ingente" que todos deben hacer para alcanzar el objetivo de lograr la "transformación radical" del sistema socioeconómico "para no alcanzar el grado y medio de temperatura, para proteger la biodiversidad y no dejar a nadie atrás".

También la lucha contra el machismo, que la nueva generación de activistas climáticos tiene muy interiorizada, está integrándose en las prioridades de asociaciones más viejas, como Greenpeace, que en su 50 aniversario y gracias al equipo de género que creó la oficina española -la única en el mundo que cuenta con tal departamento- ha rescatado de los archivos a las mujeres fundadoras: Dorothy Stowe, Marie Bohlen, Zoe Hunter y Dorothy Metcalfe.

“Acabar con el poder fósil denunciando el greenwashing” (el lavado de imagen verde) es hoy la "batalla gorda" en la que lucha Greenpeace, tras haberse enfrentado en sus 50 años de historia a la presión de grandes empresas y de gobiernos en sus acciones contra la devastación ecológica y contra los conflictos armados.

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