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La complicada tarea de prescindir del gas fósil en España
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De energía de transición a lastre energético

La complicada tarea de prescindir del gas fósil en España

El sector sigue pidiendo ayudas para mantener un parque de generación sobredimensionado y que supone un gran obstáculo ante los retos climáticos que debemos asumir

Foto: El gas fósil debe dejar paso a las renovables. Reuters
El gas fósil debe dejar paso a las renovables. Reuters

En España seguimos teniendo un problema con el gas fósil. Siendo uno de los gases (metano, CH4) que más contribuyen al incremento del cambio climático, las diferentes políticas y apuestas realizadas en el pasado pueden aletargar su desaparición y, lo que es más preocupante, dejar una factura que pagar por infraestructuras deficitarias que nunca han cumplido su función. Esta es la principal conclusión del informe de Greenpeace y Fundación Renovables “El papel del gas fósil en España”.

Es el segundo combustible fósil que más consume la sociedad española, solo por detrás de los productos derivados del petróleo. En 2019 representó el 16,5% del consumo de energía final, utilizándose, sobre todo, en el sector industrial (60%), en el residencial (21%) y en el comercio, los servicios y las administraciones públicas (16%). Se utiliza de forma muy residual en el transporte (>2%) y en agricultura y pesca (1%).

Infraestructuras a medio gas

Mientras que en nuestro país disponemos de sol y viento, el gas fósil no lo obtenemos en nuestro territorio, sino que el 99% lo importamos desde más de diez países distintos. Para cubrir las necesidades energéticas de generar electricidad-calentar las casas con calderas y cubrir la alta demanda de grandes industrias- contamos con seis puntos de conexión internacional mediante gasoductos, dos con África, uno por Tarifa (Magreb) y otro por Almería (Medgaz), otros dos con Portugal, a través de Badajoz y Tuy (VIP Ibérico) y, por último, dos con Francia, por Irún y Larrau (VIP Pirineos).

El sector gasista pide ayudas para mantener un parque de generación sobredimensionado para nuestras necesidades energéticas

“Y es que disponemos de una malla tupida de 87.699 kilómetros de tuberías, entre gasoductos y redes de distribución, para abastecer con gas a casi 1.800 municipios. Una gran parte pertenece a Enagás (transporte) y se pagan vía factura de los consumidores y comercializadoras. Este sistema gasista contó con un coste reconocido de 2.953 M€ en 2019, provenientes de las retribuciones del Estado al uso de las redes y de la gestión del sistema gasista.”

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Foto: El secretario general de la ONU, António Guterres (EFE)

Además, según analiza el informe, esta estructura de redes se diseñó para cubrir una demanda de gas inflada que nunca ha llegado a alcanzar los niveles previstos. El mejor ejemplo se puede encontrar en la regasificadora de El Musel, en Gijón, cuyo objetivo era reconvertir en gas el metano licuado de los metaneros que llegaban a puerto, pero que es retribuida a Enagás, por valor de 23,6 M€,- por su mantenimiento en hibernación, es decir, por estar totalmente parada. Es más, nunca se ha utilizado.

Entre 2008 y 2018 la capacidad media de uso de todas las regasificadoras fue de un 22%, a pesar de que en 2019 el nivel de regasificación fue un 71% superior a la media de los cinco años anteriores. Según Enagás, la capacidad media de funcionamiento de las plantas fue inferior al 40%.

Ciclos combinados en desuso

Las centrales de ciclo combinado tampoco tienen un mayor uso. De 2002 a 2011 se instalaron 67 ciclos con una potencia instalada de 25.353 MW, la tecnología con mayor capacidad en toda España. En 2005 se llegó a construir más de una central al mes (14).

placeholder Central térmica de ciclo combinado de Arcos de la Frontera. (Iberdrola)
Central térmica de ciclo combinado de Arcos de la Frontera. (Iberdrola)

Actualmente, disponemos de 26 GW de ciclos combinados para la generación de electricidad. En 2030, según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), se mantendrán, pero sin concretar cuál será su función más allá. Sin embargo, su aportación al mix eléctrico es ya casi testimonial, lo que viene ocurriendo desde 2008. Por otro lado, casi ni se mencionan en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética

Por aquel entonces, la participación del gas en la generación de electricidad era del 51%, pero ha ido disminuyendo hasta el 11% en 2018. A día de hoy, apenas cubre el 5% o el 7%, en función del viento que sople o las horas de irradiación solar. A pesar de ello, necesitan estar abiertas y operativas, aunque con las pocas horas de funcionamiento no llegan a cubrir costes, lo que hace que el sector gasista pida ayudas para mantener un parque de generación totalmente sobredimensionado para nuestras necesidades energéticas actuales.

Almacenamiento y electricidad renovable

No todos son deudas y emisiones. Hay alternativas que deben seguir desplegándose en España y que, progresivamente, irán reemplazando al gas fósil. El ritmo depende de la regulación y de los marcos normativos que el Gobierno cree para la implantación de alternativas electrificadas.

En el sistema eléctrico la mejor alternativa tecnológica son las baterías a gran escala (también existen a pequeña, para hogares o comercios), situadas en las plantas y parques de renovables, tanto eólicas como solares, para absorber y almacenar los excedentes en horas de máxima producción y baja demanda, lo que permitirá dotar de gestionabilidad al sistema, papel hasta ahora ocupado por los ciclos combinados.

Foto: Planta de energía de gas natural (EFE)

Para el agua caliente sanitaria (ACS) ya disponemos de acumuladores térmicos eléctricos que, junto con las bombas de calor para la climatización -son hasta 3 veces más eficientes que las calderas de gas-, permitirán dar el salto a equipos eléctricos en el sector residencial y servicios.

A esto se une el hidrógeno verde para la gran industria, lo más cercano posible a su consumo, con acotaciones sectorizadas al tener un uso muy puntual y evaluaciones para evitar que suceda lo mismo que con las infraestructuras gasistas. Para que la historia no se repita, recalcando su preocupación en el informe, es fundamental que no se concedan subvenciones a la adaptación de infraestructuras de gas para el “blending” (mezclado de hidrógeno con gas fósil en las redes). Una vez dicho adiós al carbón, el gas es el siguiente en la lista.

En España seguimos teniendo un problema con el gas fósil. Siendo uno de los gases (metano, CH4) que más contribuyen al incremento del cambio climático, las diferentes políticas y apuestas realizadas en el pasado pueden aletargar su desaparición y, lo que es más preocupante, dejar una factura que pagar por infraestructuras deficitarias que nunca han cumplido su función. Esta es la principal conclusión del informe de Greenpeace y Fundación Renovables “El papel del gas fósil en España”.

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