La cumbre de Egipto renuncia a la acción climática y amenaza con provocar un retroceso

Frustrante, decepcionante, descorazonador: estos son los calificativos con los que se está valorando el borrador de acuerdo de la cumbre del clima de Egipto (COP27), que se encuentra ya en tiempo de prórroga tras superar el calendario oficial.

Conocedor de la decepción que ha causado, en una de sus últimas declaraciones, el presidente de la cumbre, Sameh Shoukry, se ponía la venda antes de la herida al afirmar que "el borrador que se ha dado a conocer debe ser entendido como una propuesta para la negociación, ahora nos aguarda un largo trabajo por delante, por lo que no creo que se deban sacar conclusiones precipitadas".

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EFE

Mucho más explícito y contundente, el secretario general de la ONU, António Guterres, se veía obligado a llamar al orden a los representantes de las casi 200 delegaciones que participan en las negociaciones de última hora espetándoles: “El mundo les está mirando y tiene un mensaje simple: pónganse a trabajar y cumplan con su cometido; les insto a que actúen y lo hagan rápidamente”.

Las dudas recaen en la ambigüedad y falta de valor del documento inicial, cuyo texto señala la necesidad de avanzar hacia una “reducción gradual” (no eliminación) del uso del carbón, pero sigue sin establecer medidas de obligado cumplimiento ni plazos concretos. Tampoco se atreve a pronunciarse sobre los subsidios a los combustibles fósiles ni sobre la reducción, no ya la renuncia, al consumo del gas y del petróleo, tal y como pide la UE.

Tampoco insta explícitamente a los países a ampliar sus objetivos de reducción para lograr recortarlas en un 45% en esta década: “Las emisiones de GEI deben reducirse en un 43 (34–60) por ciento para 2030 en relación con el nivel de 2019”, dice, renunciando así a promover cualquier avance para contener el aumento de temperaturas por debajo de los 1,5 °C y eludir los peores escenarios.

De hecho, lo que se teme ahora es que el acuerdo que surja de Sharm el Sheikh suponga incluso un retroceso en el ámbito de la mitigación y un freno en temas de adaptación respecto a lo acordado en la semifallida cumbre de Glasgow (COP26) del año pasado. Un encuentro al que se alude constantemente en el borrador, pero que, recordemos, también cerró con un acuerdo decepcionante, con el presidente británico de la cumbre, Alok Sharma, pidiendo disculpas al mundo por el pobre resultado alcanzado.

Consciente de ese riesgo, el ministro de Asuntos Exteriores egipcio y presidente de la COP27, Sameh Shoukry, ha hecho un llamamiento a los negociadores para que "podamos proporcionar una decisión final que responda a los intereses de todas las partes y que no suponga ningún tipo de retroceso o renuncia respecto a cualquier compromiso previo".

La reparación de daños, en el aire

El borrador tampoco invita a la esperanza de avanzar en otra de las cuestiones más importantes de la agenda climática internacional: la agilización de los mecanismos de compensación de daños a los países que ya se están viendo afectados por el cambio climático, tal y como exige el G77. El texto señala la urgencia de actuar en este ámbito, pero no establece compromisos financieros concretos ni planes de ejecución. No pone fecha a la puesta en marcha del fondo de compensación de pérdidas y ayudas a la adaptación aprobado en la cumbre de París (COP21) celebrada hace siete años, ni mucho menos alude a la necesidad de ampliarlo (actualmente está dotado con 100.000 millones de dólares al año), como han venido exigiendo a lo largo de las dos semanas de cumbre los países más vulnerables, con Pakistán a la cabeza.

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Las reacciones de las organizaciones ecologistas y los activistas climáticos al primer y segundo borrador (presentado este viernes a las 09:00) o se han hecho esperar. Para Greenpeace el documento presentado a discusión “no tiene en cuenta la petición de muchos países para la eliminación gradual de los combustibles fósiles, principales generadores de la crisis climática” ni “avanza en la acción real para la financiación de la adaptación y las pérdidas y los daños en los países más vulnerables a los impactos del cambio climático”. Lejos de eso, “los borradores que estamos conociendo ceden a los intereses de los combustibles fósiles y de los grupos de presión corporativos en lugar de recoger las necesidades y peticiones de las comunidades más vulnerables”.

Al cierre de este artículo, las discusiones parecen centrarse en definir qué países en desarrollo pueden ser considerados vulnerables a los daños climáticos y, por lo tanto, candidatos a recibir los fondos de compensación por daños. En todo caso el texto sobre el que se está trabajando, de más de 20 páginas, va a seguir evolucionando previsiblemente hasta el sábado por la noche.