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Son los científicos los primeros que deben reducir su huella de carbono
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MENOS CUMBRES PRESENCIALES

Son los científicos los primeros que deben reducir su huella de carbono

Un grupo de investigadores ha lanzado una petición (formada por más de 1.000 científicos de todo el mundo) para dar ejemplo y evitar las emisiones innecesarias del sector

Foto: Las conferencias y congresos científicos tienen una gran huella de carbono. (Unsplash)
Las conferencias y congresos científicos tienen una gran huella de carbono. (Unsplash)

Poca ciencia se lleva hoy en día a cabo tan solo con tiza y una buena pizarra. Los tiempos han cambiado y también lo ha hecho el sector dedicado a descubrirnos lo que no sabemos del mundo (cuya cantidad sigue siendo abrumadora). Ahora es muy difícil llegar a conclusiones que cumplan con el método científico que no necesiten de viajes de avión, horas y horas de computación, de la elaboración de complicados modelos estadísticos, de miles de euros en material de laboratorio o, en su ejemplo más extremo, la construcción de un túnel gigante en el que hacer chocar dos partículas a velocidades próximas a la de la luz.

Los avances científicos que obtenemos tienen un coste, no solo en las horas de trabajo de los investigadores, ni el bolsillo del contribuyente (público o privado), sino también en la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten a la atmósfera (principalmente CO2) como consecuencia de esta actividad. Ahora, un grupo de investigadores liderados por el profesor Teun Bousema del Radboud University Medical Center ha hecho un llamamiento a sus colegas para dar ejemplo y reducir la huella de carbono que la investigación científica tiene a nivel global.

"La pandemia de covid-19 nos ha enseñado que se pueden hacer perfectamente de forma telemática"

Es difícil llevar a cabo la transición ecológica en todos los sectores, desde el automovilístico al científico, eso está claro y, de momento, mientras no existan alternativas, determinadas concesiones deben hacerse. Un ejemplo muy claro es el programa Copernicus de la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés), que se ha convertido en una gran herramienta para la lucha contra el cambio climático (siendo capaz de detectar emisores de GEI que, hasta ahora, estaban ocultos) pero tanto su fabricación como en su puesta en órbita han tenido una considerable huella de carbono.

placeholder Emisiones de metano detectadas vía satélite (Programa Copernicus UE)
Emisiones de metano detectadas vía satélite (Programa Copernicus UE)

Los científicos que firman esta petición son conscientes de eso, por eso han hecho un llamamiento para eliminar las emisiones de GEI completamente prescindibles del sector científico, centrándose principalmente en los viajes de avión a conferencias y congresos que, como los propios investigadores explican: "La pandemia de covid-19 nos ha enseñado que se pueden hacer perfectamente de forma telemática".

La ciencia ha dejado claro, una y otra vez (por mucho que algunos encuentren un inexplicable placer en negarlo, a pesar de la abrumadora evidencia), que la temperatura del planeta no ha parado de aumentar, siendo el principal responsable la ingente emisión de GEI por parte del ser humano, en concreto las actividades industriales, durante los últimos 150 años. Una de esas causas, explican los investigadores, es el uso del avión. Este sector tiene una huella de carbono mayor que la de algunos países como Uganda o Islandia.

Foto: La huella de carbono de nuestro ordenador es menor que la de un viaje a una conferencia. (Unsplash)

La iniciativa, recientemente publicada, ya ha conseguido el apoyo de más de 1.000 miembros de la comunidad científica, y cualquiera que forme parte de este sector puede unirse a esta petición en este enlace.

Los investigadores consideran que son ellos, los que avisan de la increíble importancia de la lucha contra la crisis climática actual, los que deben dar ejemplo y ser los primeros que eliminen todas sus emisiones de gases de efecto invernadero que no sean total y absolutamente prescindibles.

Poca ciencia se lleva hoy en día a cabo tan solo con tiza y una buena pizarra. Los tiempos han cambiado y también lo ha hecho el sector dedicado a descubrirnos lo que no sabemos del mundo (cuya cantidad sigue siendo abrumadora). Ahora es muy difícil llegar a conclusiones que cumplan con el método científico que no necesiten de viajes de avión, horas y horas de computación, de la elaboración de complicados modelos estadísticos, de miles de euros en material de laboratorio o, en su ejemplo más extremo, la construcción de un túnel gigante en el que hacer chocar dos partículas a velocidades próximas a la de la luz.

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