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El desastre medioambiental que hizo que todos seamos un poco más tontos
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65 años de metales pesados

El desastre medioambiental que hizo que todos seamos un poco más tontos

A principios de siglo XX, el carácter explosivo (a veces demasiado) de la gasolina propició los aditivos con plomo. Un siglo después, seguimos sufriendo sus efectos, entre los que se encuentra la pérdida de coeficiente intelectual

Foto: Ethyl, el aditivo que nos costó un siglo de gasolina con plomo. (Ilustración: Irene de Pablo)
Ethyl, el aditivo que nos costó un siglo de gasolina con plomo. (Ilustración: Irene de Pablo)

Cuando hablamos de desastres medioambientales, lo primero que nos viene a la cabeza son cosas como Chernóbil, la gran niebla de Londres de 1952, Fukushima, la quema de los pozos petrolíferos kuwaitíes durante la guerra del Golfo y, en clave más nacional, el hundimiento del Prestige en las costas gallegas o el desastre de Aznalcóllar. Todos y cada uno de estos terribles eventos tuvieron un coste, tanto económico, como medioambiental y de salud pública.

A nadie, sea cual sea nuestra postura frente a la naturaleza, el cambio climático, la ecología o el medioambiente en general, le parecen bien ni le hacen gracia estas catástrofes. Pero hay una, en particular, de la que no se habla demasiado y, aunque hace ya décadas que decidimos remediarla, sus efectos siguen persistiendo hasta nuestros días. Somos nosotros los testigos y los que sufriremos, durante toda nuestra vida (y por desgracia, nuestros hijos también) la avaricia de unos pocos al coste de todos los ciudadanos de este planeta: la gasolina con plomo.

"¿Puedes imaginarte cuánto dinero vamos a hacer con esto? Estamos hablando de 200 millones de dólares"

Pero vamos por partes: ¿por qué demonios a alguien se le ocurrió añadir un metal pesado tóxico a la gasolina? La respuesta corta es "por beneficio económico". La larga es que hay dos métodos principales de provocar la ignición de la mezcla de combustible y aire en el interior de un pistón de un motor de combustión. El primero es con una simple chispa (que produce una bujía). Dicho de otro modo: gasolina+aire+fuego=boom. La otra es comprimiendo lo suficiente esa mezcla como para que ocurra una combustión espontánea. Es este segundo método el que utilizan los motores diésel, mientras que el primero es característico de los motores de gasolina.

placeholder Aviso del contenido de plomo de la gasolina en un surtidor. (iStock)
Aviso del contenido de plomo de la gasolina en un surtidor. (iStock)

Que un combustible (en este caso diferentes tipos de gasolina) explosione o no bajo presión depende de la proporción de distintos tipos de hidrocarburos que tenga —la gasolina no es un compuesto químico 'per se', sino una mezcla de diferentes moléculas diferenciadas—. Algunas de ellas solo entran en ignición cuando una fuente de energía externa (como una chispa) les 'prende fuego'. Este es el caso del isooctano (C8H18). Por otro lado, otros compuestos químicos son muy propensos a explosionar por compresión, como es el caso del heptano (C7H16).

Dependiendo de la proporción de compuestos, una gasolina será más propensa a estallar por compresión que otras, y por esto usamos el índice de octano u octanaje. Cuanto más alto sea el número, más difícil será que explosione sin chispa. Por poner un ejemplo, la gasolina 98 depende más que la 95 de una chispa para hacer ignición (aunque las dos son muy estables), mientras que el diésel, que tiene un octanaje entre los 40 y los 50 octanos. Es por esto que los motores que usan este tipo de gasolina no tienen bujías, sino que solo comprimen la mezcla.

placeholder Thomas Midgley Jr., el creador de la gasolina con plomo. (Picryl)
Thomas Midgley Jr., el creador de la gasolina con plomo. (Picryl)

¿Y el plomo? ¿Qué tiene que ver con todo esto? Aunque larga, la historia tiene una explicación. Cuando Cadillac presentó en 1909 su modelo 30 'The Model Thirty' (que en 1911 se convertiría en el primer coche del mundo con un motor eléctrico para el encendido, lo que eliminó la manivela), el mundo automovilístico se quedó de piedra. Su motor doblaba la potencia del Modelo T de Ford de 1908, pero tenía una gran pega: su ruido.

El problema era que para sacar toda esa potencia (40 caballos) la presión en los pistones era mucho mayor, por lo que esa arcaica gasolina entraba en ignición sin necesidad de bujía. Esto provoca múltiples explosiones en el cilindro, lo que hace vibrar toda la estructura (y la daña). Es por esto que los motores diésel de hoy en día son mucho más pesados y robustos que los de gasolina (y la razón de que no se use diésel en coches deportivos).

placeholder Anuncio de Ethyl de 1933 ('lead' significa liderar y también plomo en inglés).
Anuncio de Ethyl de 1933 ('lead' significa liderar y también plomo en inglés).

Para solucionar este problema, se contrató al ingeniero químico Thomas Midgley Jr. (el malo de esta historia) para desarrollar una nueva gasolina con un mayor octanaje, evitando la combustión por presión. Tras diversas (e inviables) propuestas descubrió que añadiendo una pequeña parte de plomo a la gasolina (en concreto tetraetilo de plomo, abreviado TEL) se podía evitar la detonación involuntaria del hidrocarburo.

Este descubrimiento propició la unión de General Motors, el gigante químico Du Pont y la Standard Oil Company, que empezaron a comercializarlo bajo el nombre 'Ethyl', dando origen a la gasolina con plomo súper de 97 octanos y a la 'normal' de 92 octanos. Estos combustibles fueron prohibidos en España, Italia y Grecia (los últimos que quedaban de la UE) el 1 de agosto de 2001. A día de hoy, solo sigue siendo legal su uso en Irak, Yemen, Myanmar, Corea del Norte y Afganistán. Esto serían 'buenas noticias' si no tenemos en cuenta que el primer país que prohibió la gasolina con plomo fue Japón, que lo hizo en 1986. Eso son 65 años de lanzar plomo a la atmósfera sin control.

¿Tan malo es el plomo?

Sí, sin lugar a dudas. La intoxicación por metales pesados es una enfermedad grave en cualquier caso, pero en el del plomo, más. Según afirma la propia Organización Mundial de la Salud, "no existe un nivel de exposición al plomo por debajo del cual se puede afirmar que no se sufrirán efectos perjudiciales". Lo que convierte a este metal en un riesgo tan enorme es que, por una parte, al inhalarlo, se deposita en nuestros huesos donde actúa como un 'reservorio'. Podemos entrar en contacto puntual con él, pero lo iremos liberando poco a poco a pesar de que la exposición fuera momentánea.

Por otro lado, afecta a las estructuras celulares del cerebro, el hígado, los riñones y el sistema óseo. Esto se debe a que nuestro cuerpo, a pesar de toda su 'sabiduría natural' no es especialmente competente a la hora de diferenciar entre calcio y plomo, por diferentes que nos puedan parecer. Como resultado, sustituye el primero para dar cabida al segundo. Los síntomas más comunes de la intoxicación por este metal pesado son, según la más que reputada Clínica Mayo de EEUU, el retraso en el desarrollo, las dificultades de aprendizaje, la irritabilidad, la pérdida auditiva, la pica (ingestión de cosas que no son comida, como pintura), las convulsiones, la pérdida de memoria o la dificultad para la concentración, la hipertensión arterial, la pérdida de la fertilidad masculina y el aborto espontáneo.

placeholder Acumulación de plomo en una rodilla vista en una radiografía.
Acumulación de plomo en una rodilla vista en una radiografía.

Esto convierte al plomo en un auténtico riesgo para la salud pública, y más si tenemos en cuenta que, durante más de 60 años, se ha estado liberando por los tubos de escape a la atmósfera, alcanzando desde el Ecuador a la Antártida (básicamente, a todos los seres vivos del planeta).

Uno de los primeros que sufrieron en sus propias carnes la intoxicación por el plomo de la gasolina fue, irónicamente, su creador, Thomas Midgley Jr., que en 1923, tras aspirar tetraetilo de plomo en una conferencia para desmentir sus supuestos 'riesgos para la salud', pasó seis meses en Florida recuperándose de una intoxicación por plomo. No fue el único afectado. Durante los primeros años de comercialización del Ethyl, hubo envenenamientos en las plantas de producción.

placeholder El Cadillac Model Thirty, el primer coche con ignición eléctrica.
El Cadillac Model Thirty, el primer coche con ignición eléctrica.

Según se explica en un estudio del Doctor William Kovarik, "tras dos fallecimientos y múltiples casos de envenenamiento por plomo en la planta de producción de Datron, Ohio, en 1924, los niveles de depresión en la fábrica eran tan altos que se plantearon dejar de lado la producción de Ethyl". A esto se le sumó que, como explica el científico, al año siguiente ocho personas relacionadas con la producción de Ethyl murieron en la planta de DuPont de Deepwater, en el estado de Nueva Jersey, por intoxicación por plomo.

El gran mal (pero no único) que ha provocado el uso durante más de 65 años de la gasolina con plomo es la pérdida de inteligencia del ser humano. A pesar del innegable aspecto alarmista y extremo de esta afirmación, la bibliografía científica al respecto la convierte, también, en irrebatible. Son decenas de artículos científicos los que han descrito una reducción de, al menos, dos puntos (de media) del coeficiente intelectual de la población mundial a causa de la inhalación de los subproductos de la combustión de la gasolina con plomo. Además, estos datos son coherentes con la concentración de plomo en los huesos de los individuos más afectados.

Foto: El Teflón, el material antiadherente de las sartenes, se creó gracias al C8. Foto: iStock

Del mismo modo, también existe un consenso científico en cuanto a los efectos directos de la inhalación del plomo expulsado por los tubos de escape en la mortalidad mundial. Esto se debe a que el plomo es un causante de hipertensión arterial (y son las enfermedades cardiovasculares las causantes del mayor número de fallecimientos anuales a nivel mundial). Se calcula que el plomo es responsable de 250.000 muertes anuales en EEUU por enfermedades cardiovasculares.

Y el plomo sigue ahí. Cierto es que sus niveles atmosféricos se han reducido, según apuntan multitud de estudios, en las últimas décadas, pero no se almacena, solo se ha depositado en la tierra, en el agua dulce y en los océanos y, lo que es peor, seguimos teniendo un reservorio en nuestros huesos. ¿Y todo eso para qué? Pues, como le contó Thomas Midgley Jr. a Charles Kettering, un ingeniero de Cadillac y el responsable de la creación del motor de encendido eléctrico del Cadillac Model Thirty y presidente de Ethyl, sobre la gasolina con plomo: "¿Puedes imaginarte cuánto dinero vamos a hacer con esto? Estamos hablando de 200 millones de dólares [de 1921, el equivalente a 3.000 millones de dólares actuales], tal vez más". Todo por dinero.

Cuando hablamos de desastres medioambientales, lo primero que nos viene a la cabeza son cosas como Chernóbil, la gran niebla de Londres de 1952, Fukushima, la quema de los pozos petrolíferos kuwaitíes durante la guerra del Golfo y, en clave más nacional, el hundimiento del Prestige en las costas gallegas o el desastre de Aznalcóllar. Todos y cada uno de estos terribles eventos tuvieron un coste, tanto económico, como medioambiental y de salud pública.

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