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Cuidado con salir al campo a arrancar verde navideño porque nos puede arruinar
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Cuidado con salir al campo a arrancar verde navideño porque nos puede arruinar

La recogida silvestre de acebo, musgo, rusco o tejo para la decoración navideña, aunque sea para consumo particular, está prohibida por ley y puede conllevar multas de hasta 200.000 euros

Foto: El acebo es una especie protegida por la ley. (Jose Luis Gallego)
El acebo es una especie protegida por la ley. (Jose Luis Gallego)

La imagen resulta entrañable y del todo inocente. Una familia sale de excursión por el bosque para cumplir con la tradición de arrancar el musgo con el que montar el belén en casa. Y ya de paso cortan unas ramas de acebo para hacer un centro navideño y unas varillas de rusco, con esas bolas rojas tan grandes y tan decorativas. Y otras de ese árbol tan bonito —parece un abeto— con esos frutos rojos como gominolas: ¡qué bien vamos a decorar la casa de Navidad!

Sin embargo, al regresar al coche con las cestas llenas de musgo y de ramas, una pareja de agentes forestales les da el alto. La policía medioambiental, que entre muchas otras funciones tiene la de velar por el cumplimiento de la legislación que protege la flora silvestre, les pide explicaciones sobre el origen de lo que portan y luego les informa que se trata de especies protegidas y que acaban de cometer una infracción grave. Y en ese momento lo que había empezado como una agradable excursión navideña se convierte en una pesadilla.

Las multas por la recolección de lo que se ha dado en llamar "verde navideño" varían por comunidades, pero en aplicación de la actual Ley de Montes, pueden ascender hasta los 100.000 euros. Y poca broma, porque si además la infracción se ha cometido en un espacio natural protegido, y dependiendo de la especie y la cantidad recolectada, la sanción puede subir al doble: es decir, 200.000 euros.

En el caso de nuestros protagonistas, la Comunidad de Madrid establece unas multas que llegan tan solo hasta los 2.000 euros, pero dado que el expolio se llevó a cabo en el interior del parque nacional de Guadarrama, el delito, más allá de que aleguen desconocimiento, puede enfrentarles al máximo castigo. Pero ¿por qué es tan rigurosa la normativa ambiental con la recolección del verde navideño? ¿Qué mal puede hacerle al bosque que nos llevemos un poco de musgo o unas ramitas de acebo? Vamos a conocer a los protagonistas y la función que cumplen en la naturaleza para llegar a entenderlo.

Mucho más que elementos decorativos

El musgo es una planta briofita muy primitiva, modesta en apariencia, pero que actúa como elemento fundamental para mantener el equilibrio del ecosistema forestal. Las varillas (que no ramitas) que lo forman se hinchan tras la lluvia convirtiéndose en pequeños aljibes naturales, pues están compuestas por unas células hialinas llamadas hidrocitos, que funcionan como la celulosa de los pañales: absorben la humedad del ambiente reteniéndola en sus fibras para ganar volumen. Por eso ofrece un aspecto tan esponjoso estos días.

placeholder El musgo desempeña un papel fundamental en la naturaleza. (Jose Luis Gallego)
El musgo desempeña un papel fundamental en la naturaleza. (Jose Luis Gallego)

Pero el musgo no está en el bosque para decorar las rocas o los troncos caídos, ni mucho menos para esperar a convertirse en base del pesebre navideño. Muy al contrario, su presencia contribuye de manera determinante a mantener el microclima en el interior de la arboleda, actuando como un auténtico humidificador natural: durante el otoño y el invierno retiene el agua en su interior para liberarla cuando comienza el estiaje y la ausencia de lluvias provoca que el ambiente se reseque. Por todo ello, las normas que protegen al musgo están protegiendo al bosque en su conjunto.

Y sí, es cierto que arrancar un poco para montar el belén en casa o llevarse unas ramitas de acebo no supone una falta grave. El problema es que hay muchos que han convertido esa costumbre en negocio y aprovechan estas fechas para hacer su particular agosto.

M refiero a los recolectores furtivos que acuden a los bosques de umbría y se dedican a arrancarlo en placas, depositarlo sobre papel de diario y colocarlo en cajas de madera para venderlo de forma ilegal. Un acto irresponsable que, además de estar penalizado por la legislación vigente, provoca, aquí si, un grave impacto en todo el ecosistema forestal.

placeholder Acebo con bayas maduras. (Jose Luis Gallego)
Acebo con bayas maduras. (Jose Luis Gallego)

El acebo (Ilex aquifolium) es uno de los arbustos más utilizados como ornamento navideño. Sus espinosas hojas de color verde oscuro, con un haz brillante y terso, y las famosas bayas rojas que aparecen junto a ellas lo han convertido en el emblema navideño por excelencia y el ornamento más popular para elaborar los centros de mesa y las coronas de Adviento que colgamos de la puerta.

Sin embargo, esta especie también cumple un papel muy importante en los bosques húmedos del norte peninsular, donde es uno de los pocos arbustos que ofrece sus frutos en pleno invierno, sirviendo de alimento a todo tipo de animales salvajes, algunos tan amenazados como el urogallo.

Además, si lo dejamos crecer puede convertirse en un gran árbol, dando cobijo a muchos otros animales. Por eso, en lugar de salir al bosque para arrancarle unas ramas o comprarlas a vendedores ilegales (siempre debemos comprobarlo), podemos confeccionar un ramillete artificial con un poco de alambre, papel de fieltro verde y unos granos de café que pintaremos de rojo: un divertido taller de reciclaje para toda la familia y un adorno original que podremos guardar de año en año.

Foto: Venta de árboles de Navidad. (EFE/V. Kuypers)

Algo similar ocurre con el rusco o galcerán (Ruscus aculeatus), un arbusto rígido de rama alargada y hojas simétricas, lanceoladas y puntiagudas, de color verde claro, que parecen de plástico, lo que le confiere un cierto aspecto artificial. Con propiedades medicinales, sus características son tan similares a las del acebo que en algunos lugares se conoce como acebo menor o acebillo. También crece en la umbría del bosque y al llegar la Navidad sus bayas, grandes y perfectamente esféricas, maduran hasta alcanzar un llamativo rojo intenso que lo convierte en otro de los adornos de pascua más tradicionales.

placeholder Tejos en un bosque de Cantabria. (EFE/P. Fernández)
Tejos en un bosque de Cantabria. (EFE/P. Fernández)

Ese árbol tan bonito que parecía un abeto con bolitas rojas es en realidad el tejo (Taxus baccata), una especie protegida, en regresión en la Península Ibérica, que durante el otoño desarrolla unos frutos compuestos por una capa carnosa, llamada arilo, de un llamativo color rojo carmesí. Tienen forma de copa, abierta y esférica y su aspecto es tan navideño como el del acebo. Pero mucho cuidado porque aquí, además de enfrentarnos a una sanción, podemos sufrir un percance mucho más serio.

Y es que la parte carnosa de la baya es comestible, pero la semilla que hay en su interior, como el resto del árbol (raíces, corteza y hojas) es altamente tóxica. De hecho, lo más recomendable cuando estamos ante un ejemplar de tejo es admirar su belleza, pero no arrancar ninguno de sus componentes, ni mucho menos llevarlos a casa para usarlos como decoración. La taxina, una sustancia altamente tóxica que se encuentra en todas las partes del árbol, figura entre los venenos más potentes que existen en la naturaleza.

placeholder El muérdago es un parásito del pino. (Jose Luis Gallego)
El muérdago es un parásito del pino. (Jose Luis Gallego)

Por último, y aunque se trata de un caso muy distinto, tenemos el muérdago (Viscum album) con el que se confeccionan los tradicionales ramilletes navideños de la fortuna. Sus bayas son esas bolitas blancas y transparentes de aspecto gelatinoso y tono mate, cuya ingestión resulta muy tóxica para el ser humano. Como en el caso del acebo y el rusco, también maduran por estas fechas y la tradición dice que si las dejamos secar en casa atraerán los mejores augurios para el año nuevo.

En este caso se trata de un parásito del pino que se extiende por su copa, por lo que muchos pensarán que al liberar al árbol de su carga le causamos un beneficio. Y no es así. Para empezar, porque el verdadero problema de la recolección de esta planta navideña es que los furtivos que se dedican a ello no pierden el tiempo encaramándose cuidadosamente a la copa para recolectarlo con unas tijeras y una bolsa, sino que optan por cortar el árbol y arrancarle el muérdago una vez caído al suelo. En algunos lugares la tala de pinos por parte de los furtivos del muérdago llega a ser masiva.

La imagen resulta entrañable y del todo inocente. Una familia sale de excursión por el bosque para cumplir con la tradición de arrancar el musgo con el que montar el belén en casa. Y ya de paso cortan unas ramas de acebo para hacer un centro navideño y unas varillas de rusco, con esas bolas rojas tan grandes y tan decorativas. Y otras de ese árbol tan bonito —parece un abeto— con esos frutos rojos como gominolas: ¡qué bien vamos a decorar la casa de Navidad!

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