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Pradales vs. Otxandiano: el duelo agónico entre dos candidatos intercambiables
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Pradales vs. Otxandiano: el duelo agónico entre dos candidatos intercambiables

El candidato de Bildu resulta el gran triunfador del 21-A. El PNV neutraliza el sorpaso, pero el cálculo en Euskadi es que tarde o temprano terminará llegando

Foto: Otegi abraza a Otxandiano. (Reuters/Vincent West)
Otegi abraza a Otxandiano. (Reuters/Vincent West)
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Dos candidatos más bien grises y con perfiles muy similares. Serios, con un punto soso. El primero tenía la misión este 21-A de mantener las expectativas, empujado por el viento a favor, el segundo, de contener la fuga de votos de su partido y garantizar su victoria. El primero, Pello Otxandiano, cabeza de cartel de Bildu, firmó un resultado histórico, 27 escaños, 341.000 votos, 88.000 más que hace cuatro años. El segundo, Imanol Pradales, el elegido para continuar la estirpe del PNV, aunque con 370.000 votos, sacó los mismos 27 asientos. Ha salvado los muebles, pero sabe a poquísimo. Los dos, se puede decir, han cumplido con su misión, pero el triunfador ha sido Otxandiano. No gobernará, la posibilidad, aunque también se hubiese impuesto en votos, nunca estuvo encima de la mesa por la negativa del PSE de aupar a la Lehendakaritza al candidato de la izquierda radical, pero ahora se abre un escenario inédito en Euskadi.

La euforia entre los dirigentes y simpatizantes de Bildu desbordó ayer el Mercado del Ensanche de Bilbao, donde la coalición siguió el escrutinio de las elecciones. Con gritos de independentzia, independentzia, Otxandiano y Arnaldo Otegi tomaron la palabra. Como ha sucedido a lo largo de la campaña, los dos tuvieron su cuota de protagonismo. Otegi no ha dejado solo al aspirante, a ratos, según algunos analistas, tan “transparente” y tan “pragmático” que el núcleo duro de los electores de la izquierda radical, aquellos que nunca dejaron de votarles, incluso con ETA matando, podrían haberse sentido decepcionados o desubicados.

Lo hecho por Bildu es “histórico”, como se encargó de ensalzar Otxandiano. “La distancia hace cuatro años era de 10 escaños, hoy es de cero”, bramó en referencia a los escaños que en 2020 separaban a la coalición abertzale del PNV (31 frente a 21). Ahora ese margen se ha evaporado y, como sostiene Kepa Aulestia, exdirigente de Euskadiko Ezkerra y analista político, no hubiese sido posible sin el “blanqueamiento” de Bildu. Sin que Pedro Sánchez les hubiese tratado como uno más en el Congreso de los Diputados, homologándolos al resto de fuerzas, aunque el núcleo duro de la coalición, Sortu, la marca heredera de la vieja Batasuna, no haya terminado de romper el cordón que le une a ETA con una condena tajante y desmarcándose de los más de 40 años de terror vividos en Euskadi.

Otxandiano (Otxandio, 1983) procede precisamente de Sortu y está considerado uno de los artífices de la estrategia pragmática de la coalición abertzale. Exresponsable de programas de Bildu, es un fiel ortodoxo de los postulados de la izquierda radical. Ingeniero en Telecomunicaciones, de verbo sosegado y currículum limpio, aunque incapaz de referirse a ETA como una organización terrorista. Este ha sido el único error en la campaña, si es que se puede considerar como tal, porque no ha pasado factura alguna a Bildu. Como tampoco lo hizo la inclusión de siete etarras con delitos de sangre en las listas de las municipales de 2023.

Las polémicas palabras del candidato, en una entrevista en la Cadena SER, una de las pocas concedidas a un medio nacional, provocaron un auténtico terremoto, pero no ha impedido a la izquierda radical superar las 300.000 papeletas, el objetivo que se habían marcado. No era además el primer charco que pisaba el candidato. En otra entrevista llegó a referirse a ETA como un “ciclo político” y en otra defendió que la banda “ya ha asumido toda su responsabilidad política”, algo que no había sucedido con “las del terrorismo de Estado y las de la tortura”.

Nunca el PNV se había enfrentado a una amenaza como la que ha supuesto Bildu estas elecciones. Las primeras encuestas apuntaban a un empate, las últimas, las publicadas hace una semana, pronosticaban un sorpaso, aunque fuese por la mínima de la izquierda radical. Bildu estaba en condiciones de ganar no solo en escaños, como ya hizo en 1986 el PSE, también en votos, y eso para el PNV eran palabras mayores. Otxandiando ha jugado con la fuerza de la marca. Del viento a favor. Porque lo cierto es que un candidato como él difícilmente hubiese funcionado en cualquier otro partido.

La altísima movilización del electorado de la izquierda abertzale permitía al partido tener margen para ir forjando al candidato. Pasase lo que pasase, los votantes iban a responder, y de ahí que Otxandiano, en la primera semana de campaña, pudiese permitirse el lujo de desaparecer durante tres días. En ese tiempo, no estuvo en ninguno de los mítines que celebró Bildu y se centró en preparar el debate en euskera de ETB y en conceder alguna entrevista. Ni rastro del flamante cabeza de cartel en los actos en los que los partidos pueden medir la temperatura de la calle. Tampoco a otros se les hubiese pasado por alto que, en vez de dar cuenta de las medidas concretas, se perdiesen en explicaciones teóricas, o remitiesen al programa colgado en internet ante la pregunta de qué medidas propone para resucitar Osakidetza, el Servicio Vasco de Salud.

Otxandiando siempre ha tenido enfrente a Pradales (Santurtzi, 1975), empeñado en explotar las contradicciones y las propuestas más polémicas de la izquierda abertzale, pero lo cierto es que ambos guardan ciertas similitudes. En un desayuno informativo en Madrid, el candidato jeltzale fue presentado como Pello Otxandiano. Es una anécdota, pero condensa esos puntos comunes. Parecían intercambiables, hasta que, en la campaña, Pradales corrigió el rumbo y desplegó un discurso para aferrar a los votantes de orden, aquellos electores que han dado o podían estar tentados de dar la espalda al partido a modo de castigo por su proximidad con Sánchez en el Congreso.

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La candidatura del jeltzale empezó accidentada. Su elección fue una carrera contra el reloj después de que saltase la noticia de que el PNV prescindía de Iñigo Urkullu para las elecciones. La prensa echó por tierra el proceso de transición de los nacionalistas que, obligados a responder a la contra, anunciaron en un vídeo enviado a los medios de comunicación que Pradales era el elegido. Él mismo contó que solo tuvo unas horas para dar una respuesta al partido. Finalmente fue sí. Pero, al igual que su contrincante, la fuerza de las siglas ha jugado un papel fundamental.

Con un índice muy bajo de conocimiento, también para Otxandiano, aunque en ambos casos haya ido escalando a lo largo de la carrera electoral, los primeros perfiles de Pradales destacaban que venía a ser una versión 2.0 de Urkullu. Un hombre serio, fiable, con experiencia de gestión pública, pero sin cargo de responsabilidad en el Euzkadi Buru Batzar, a diferencia de sus predecesores. También señalaban que sus apellidos no eran vascos, mientras él exhibía con orgullo sus raíces, en Burgos, y ponía como ejemplo vital a sus padres, trabajadores humildes. El PNV hizo una apuesta de altísimo riesgo. Apartó a Urkullu, que, aunque con tres legislaturas a sus espaldas, gozaba de un altísimo reconocimiento, y apostó por un candidato que justo este 21 de abril ha cumplido 49 años.

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No han sido las primeras elecciones autonómicas para Pradales. Doctorado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de Deusto, siempre ha ayudado al partido, cuentan fuentes de su entorno, pero sí, lógicamente, la primera vez que él concurría. Y de ellas, además del esfuerzo por intentar llegar a todo, quedará también la agresión que sufrió a la salida de un mitin en Barakaldo. Un hombre de 49 años le agredió rociándole en la cara espray pimienta. "Un susto muy desagradable", cómo explicó, pero que al menos dejó la imagen del resto de candidatos solidarizándose con él y condenando los hechos.

Su campaña ha sido un maratón. El último día, el viernes, concedió siete entrevistas y se ha esforzado en recorrerse el País Vasco casi a diario. Pero la sensación, aunque ayer proclamase que el PNV era el ganador, es agridulce. El cálculo en Euskadi es que tarde o temprano Bildu conseguirá el ansiado sorpaso y el otrora poderoso PNV se verá relegado a una segunda posición. Es el elefante en Sabin Etxea, que ayer, también con vítores y con aplausos, los dirigentes y militantes se encargaron de esconder. "Daré todo por Euskadi", prometió Pradales, flanqueado por Andoni Ortuzar y Urkullu.

Dos candidatos más bien grises y con perfiles muy similares. Serios, con un punto soso. El primero tenía la misión este 21-A de mantener las expectativas, empujado por el viento a favor, el segundo, de contener la fuga de votos de su partido y garantizar su victoria. El primero, Pello Otxandiano, cabeza de cartel de Bildu, firmó un resultado histórico, 27 escaños, 341.000 votos, 88.000 más que hace cuatro años. El segundo, Imanol Pradales, el elegido para continuar la estirpe del PNV, aunque con 370.000 votos, sacó los mismos 27 asientos. Ha salvado los muebles, pero sabe a poquísimo. Los dos, se puede decir, han cumplido con su misión, pero el triunfador ha sido Otxandiano. No gobernará, la posibilidad, aunque también se hubiese impuesto en votos, nunca estuvo encima de la mesa por la negativa del PSE de aupar a la Lehendakaritza al candidato de la izquierda radical, pero ahora se abre un escenario inédito en Euskadi.

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