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El museo donde puedes encontrar pistolas, la camisa con la que Larra murió y extrañas joyas
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RINCÓN HISTÓRICO

El museo donde puedes encontrar pistolas, la camisa con la que Larra murió y extrañas joyas

Este enclave cultural nació en 1924 de la mano de Benigno de la Vega Inclán. Un siglo después, el Museo Nacional continúa siendo un espacio clave para entender la sociedad del siglo XIX

Foto: Una sala del Museo del Romanticismo de Madrid. (EP/Carlos Luján)
Una sala del Museo del Romanticismo de Madrid. (EP/Carlos Luján)

Carnés de baile en los que las damas apuntaban el nombre de los caballeros que les pedían bailar, una de las primeras fotografías que existen de Madrid, pistolas de duelo del siglo XIX, joyería realizada con pelo humano y, como culmen del Romanticismo, la camisa que llevaba Larra el día que decidió suicidarse. Todo eso y más se puede ver, día tras día, en el Museo Nacional del Romanticismo. Ubicado en el madrileño barrio de Malasaña, este 2024 el enclave cumple un siglo de vida durante el que siempre ha intentado acercar a sus visitantes los usos y costumbres de la sociedad burguesa de la época.

La historia del palacio de estilo neoclásico que alberga en actual Museo Nacional del Romanticismo comenzó en la década de 1770 como un encargo del marqués de Matallana. A pesar de estar ideado como lugar de residencia, apenas ha tenido merodeadores por su interior a lo largo de los siglos. “Lo que ahora vemos es una casa museo que recrea ambientes del siglo XIX, pero eso que podemos apreciar, como el dormitorio o el comedor, son una recreación”, apunta Alegra García, conservadora del Museo.

El mayor punto de inflexión que sufrió dicho enclave se remonta a 1921, momento en el que el palacio se convirtió en la Comisaría Regia de Turismo. Ahí comienza su enlace con el futuro Museo del Romanticismo, ya que el encargado de gestionarlo fue Benigno de la Vega Inclán, segundo marqués de la Vega Inclán. Aquel mismo año, el palacio albergó una pequeña exposición que ocupó tres salas, aunque la oficialidad del Museo del Romanticismo como tal llegaría en 1924. Según la experta, “esta exposición fue el punto de partida, un proyecto personal de De la Vega Inclán en el que expuso obras de su particular colección”.

placeholder El Museo del Romanticismo cumple 100 años. (EP)
El Museo del Romanticismo cumple 100 años. (EP)

“Él quería recuperar el periodo del Romanticismo para recordar a esos artistas que consideraba olvidados a principios del siglo XX”, añade la conservadora y encargada de la difusión del Museo. A día de hoy, un siglo después de sus inicios, resultaría imposible desligar el Museo del Romanticismo del ya citado marqués: “Después de abrir esas primeras tres salas, muchos de sus amigos empezaron a realizar donaciones y la colección va creciendo poco a poco, hasta que en 1924 se inaugura el Museo oficialmente”, reitera García.

Un nuevo nacimiento en 2009

En este siglo de recorrido, el edificio apenas ha sufrido intervenciones y restauraciones. Por ejemplo, en los años 40 se restauró la fachada, y también se amplían las salas de exhibición. Ya en los años 90, una reforma importante rehabilitó los dos patios y el jardín, y se creó la sala de exposiciones temporales. En cambio, la intervención más importante tuvo lugar en el siglo XXI.

En 2001, el hasta entonces llamado Museo del Romanticismo se cerró y remodeló íntegramente, tanto el edificio en sí como las salas. La idea fue cambiar el discurso y actualizarlo a los cambios que había experimentado la disciplina del arte en esos años. Volvió a abrir sus puertas en 2009, y quedó tal y como se puede apreciar en la actualidad, aunque ya con el nombre de Museo Nacional del Romanticismo.

La historia del enclave cultural tuvo un apogeo a partir de los años 40, cuando los directores impulsaron la creación de un auditorio en el que poder realizar actuaciones, conferencias y conciertos. “Se intentó que en esos años, hasta los 60, fuera un centro cultural puntero en la sociedad madrileña de la época”, añade la conservadora. De hecho, se conocen los cambios sufridos en las salas por el importante testimonio gráfico que el propio Museo atesora, ya que en él se rodaron algunas películas, como una versión de “Fortunata y Jacinta”, pero también fotogramas del NO-DO.

Un baile entre la ambientación y los objetos

La experiencia del visitante tiene dos caminos paralelos. Todo está pensando para que el ambiente que se respira, algo abstracto, se concrete en los objetos que se exhiben. Por eso, uno de los recorridos es el ambiental: “De ahí que sea una casa museo y recreemos espacios como dormitorios masculinos, femeninos, el comedor, el salón de baile… Eso nos aporta información de la vida cotidiana de la alta burguesía de la época”, explica García. Importante reseñar que esta ambientación nos habla de una clase social muy concreta del siglo XIX, y también nos permite conocer los roles de género asignados a hombres y mujeres.

El otro recorrido es el temático, en paralelo al ambiental. En este caso, el visitante puede apreciar las salas dedicadas a la literatura y el teatro, al orientalismo o a aspectos de la historia de España, como el reinado de Isabel II.

placeholder Tres mujeres contemplan una obra expuesta en el Museo del Romanticism. (EP)
Tres mujeres contemplan una obra expuesta en el Museo del Romanticism. (EP)

La colección, por otra parte, es muy variada. La recreación es tan precisa que a lo largo de la visita el curioso seguramente escuche alguno de los relojes que pueblan las diferentes estancias. “Hay un maestro relojero que viene todas las semanas a darles cuerda”, apuntilla la especialista. También hay varios pianos distribuidos y un arpa.

Instrumentos de cortejo

Ya en vitrina, ciertos objetos vinculados a los actos sociales de la época indican cómo se socializaba por aquel entonces. Lo más curioso son los carnés de baile: “Se usaban en el contexto de reuniones sociales y servían para que las damas apuntasen el nombre de los caballeros que les pedían bailar”, explica García. Pero hay más: “Dependiendo del material del carné, se obtiene otra información ligado al estado civil de la dama. Si era de azabache significaba que era viuda, si era de marfil, que estaba casada…”.

A ello se suma la curiosa joyería de pelo o sentimental. Es decir, pulseras o medallones realizados con mechones de pelo humano cuyo significado no es únicamente funerario, sino también como una forma de recordar a alguna persona especial. “Hoy en día, todos estos artículos nos causan cierta extrañeza, pero nos aportan mucha información sobre los usos sociales y la manera de relacionarse entre unos y otros”, explicita la conservadora del Museo.

Un Museo más grande en el almacén

Como es habitual, en el almacén atesoran otros tantos elementos que apenas pueden exponerse por cuestiones de conservación. Por ejemplo, un daguerrotipo de en torno a 1840 en el que aparece una vista de Madrid. “Es de las primeras fotografías de las que tenemos noticia porque el daguerrotipo se patenta en 1839, en Francia”, agrega García. Por el mismo motivo de conservación, en el almacén también salvaguardan ropa que perteneció a Mariano José de Larra, tales como una levita, un chaleco y unos tirantes. Lo más sorprendente es que también guardan la camisa que llevaba puesta el mismo día de su suicidio. Esta indumentaria llegó al Museo en 2010, a través de una donación de un descendiente de Larra.

Este Museo, hijo de aquella oleada de espacios culturales abiertos mediante iniciativas individuales, ha ido creciendo a lo largo del siglo gracias a muchas donaciones, sobre todo en los primeros años. La labor de la Asociación de amigos del Museo Nacional del Romanticismo también ha hecho valer su presencia con la adquisición de obras donadas después. A ello se suma las compras por parte del Estado, como una Piedad de Goya, así como un juego de pistolas de duelo de mediados del siglo XIX.

Carnés de baile en los que las damas apuntaban el nombre de los caballeros que les pedían bailar, una de las primeras fotografías que existen de Madrid, pistolas de duelo del siglo XIX, joyería realizada con pelo humano y, como culmen del Romanticismo, la camisa que llevaba Larra el día que decidió suicidarse. Todo eso y más se puede ver, día tras día, en el Museo Nacional del Romanticismo. Ubicado en el madrileño barrio de Malasaña, este 2024 el enclave cumple un siglo de vida durante el que siempre ha intentado acercar a sus visitantes los usos y costumbres de la sociedad burguesa de la época.

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