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Ronda nocturna con los serenos del Madrid canalla que quieren recuperar en Leganés tras el 28-M
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desaparecieron en 1973

Ronda nocturna con los serenos del Madrid canalla que quieren recuperar en Leganés tras el 28-M

Unión por Leganés propone rescatar la figura de los serenos. Su presencia en las calles después de la Guerra Civil se asoció a la dictadura. A finales de los setenta, la irrupción de los porteros automáticos acabó con su labor

Foto: Los serenos en Madrid, imagen del libro 'Por las calles de Madrid'. (Cedida)
Los serenos en Madrid, imagen del libro 'Por las calles de Madrid'. (Cedida)

El último robo de la cuadrilla de Luis Candelas ocurrió en la Calle del Carmen número 32, el 12 de febrero de 1832. El célebre bandolero madrileño pudo esa vez evitar con su cuadrilla de ladrones la ronda nocturna de los serenos. Con sus chuzos y silbatos, velaban desde 1797 las calles de la capital, noche tras noche, hasta nada menos que 1973. Entonces irrumpieron los porteros automáticos, tal y como inmortalizó Luis García Berlanga con el protagonista de La Escopeta Nacional (1978), Jaume Canivell -José Sazatornil-, el arribista y fabricante catalán de porteros electrónicos que se traga la surrealista cacería para conseguir esa subvención del ministro de turno…

Foto: El sereno también acabó siendo farolero. Una ilustración de 1896. (iStock)

Lo sabe bien Sonia Taravilla Gómez autora de la reciente Por las calles de Madrid (Espasa) que explica a El Confidencial, en la desembocadura de la calle de El Carmen, en la Plaza de Sol, centro neurálgico del Madrid del siglo XIX, las andanzas de serenos, modistas, modistillas, fotógrafos pioneros del daguerrotipo además de rotulistas de comercios y cines, dependientas de vaquerías, pregoneros... Personajes castizos que se llevó el tiempo y que en el caso del sereno podrían volver a la Comunidad de Madrid, en Leganés, concretamente, como ya lo hicieran en Gijón en 1999 o en Cornellá.

- Aquí mismo, de hecho, en la Puerta del Sol, bastantes años antes, los madrileños se defienden de las tropas de Napoleón precisamente con los chuzos de los serenos ¿no?- pregunta El Confidencial a Sonia bajo un sol de justicia de mediados de abril sin una sola sombra cerca…

- Sí, el 2 de mayo de 1808 usaron lo que encontraron, lo que tenían a mano, y entre las muchas armas improvisadas para el levantamiento contra el francés usaron esos chuzos. En el Museo Nacional están expuestos. Hay que tener en cuenta que es una profesión muy longeva y van cambiando sus responsabilidades: como llevar las llaves de todos los portales para abrir las puertas a los vecinos, encender los faroles, o mantener el orden, que era su función principal.

El partido ULEG -Unión por Leganés- prepara un proyecto para recuperar en el siglo XXI la figura de estos serenos

Es exactamente lo que pretende ahora el partido ULEG (Unión por Leganés). La formación prepara un proyecto para recuperar en el siglo XXI la figura de estos serenos, que se torna tan antigua, y que, sin embargo, funciona ya en otras ciudades de España.

¿De qué sirven ahora? Pues poco más o menos que ejecutan la función primordial que tenían en el XIX y el XX, vigilar, mantener el orden, avisar de incidencias, mejorar la seguridad por las noches con su ronda... Sus atribuciones son, sin embargo, muy diferentes a las del XIX cuando formaban parte del consistorio de las ciudades, casi como cuerpo policial o mucho más tarde en el franquismo, cuando tenían además unas evidentes laborales de vigilancia y control, no sólo del orden, con tintes de policía secreta represiva. El cuerpo de los serenos fue transformándose a lo largo de los años como explica Sonia durante una ronda diurna por la calle Echegaray, dejando atrás la calle del Carmen y Gran Vía donde estaban las modistas y modistillas.

placeholder Portada de 'Por las calles de Madrid', de Sonia Taravilla Gómez. (Cedida)
Portada de 'Por las calles de Madrid', de Sonia Taravilla Gómez. (Cedida)

Puede que Luis Candelas y su banda no fueran tan peligrosos. Taravilla recoge en su libro una pasaje de Pedro de Répide, cronista de la Villa: “Hay una casa en la calle del Carmen, la que hace esquina a la calle de la Salud, que tiene el recuerdo de haber ocurrido en ella uno de los más audaces y por cierto, el último de los robos de Luis Candelas. Allí en su cuarto principal de la derecha vivía la modista de la reina, doña Vicenta Mormin, que el 12 de febrero de 1837, a las cinco y cuarto de la tarde, vio asaltada su vivienda por la famosa cuadrilla, que mientras se dedicaba a su natural ocupación, abría la puerta a las visitas que llegaban para la señora y, después de recibirlas con amabilidad, las iban atando cuidadosamente, como ya habían hecho con la dueña de la casa. Eran unos ladrones a los que no les faltaba más que llevar unos violines y esbozar un aire de pavana, mientras sus víctimas les entregasen el dinero con reverencia gentil”.

El romanticismo con el que se retrató a la figura de Luis Candelas caló tanto que se llegó a decir que muchas de estas modistas o modistillas dejaban la puerta abierta por la noche esperando un robo… Más allá de la chanza lo cierto es que Vicenta Mormin, como explica Sonia Taravilla, era la modista de la Reina y cuando le atraparon, a Luis Candelas le dieron garrote, una clemencia del Estado para no sufrir más tortura pero que te que quebraba las vértebras con mucho dolor si el verdugo no se esmeraba.

placeholder Imagen del libro 'Por las calles de Madrid'. (Cedida)
Imagen del libro 'Por las calles de Madrid'. (Cedida)

Las funciones y características de los serenos fueron cambiando. “Hasta finales del XIX eran pagados por el Ayuntamiento pero de ahí en adelante, bajo la excusa de que tenían muchas propinas, se dejó de hacer y empezaron a compaginar diferentes trabajos. Los más recientes, a partir de la posguerra y hasta finales de los 70, vivían de las propinas…”, explica explica Sonia, que se propuso ya hace diez años recuperar esta figura en sus cuentas de redes sociales y en el blog del sereno de Madrid.

El impacto de los serenos de Madrid en su época dorada, de mediados del XIX a mediados del XX, fue profundo. Ramón de Mesonero Romanos, cronica de Madrid, coetáneo de Larra y romántico, los incluyó en sus Escenas y tipos Matritenses, con tintes algo menos suaves, mucho más bestias:

El impacto de los serenos de Madrid en su época dorada de mediados del XIX a mediados del XX fue profundo

“Habíamos andado largo trecho, luego que nos quedamos solos, cuando al volver la esquina de una callejuela hirieron simultáneamente nuestros oídos varias voces acongojadas que gritaban ¡favor! ¡ladrones, ladrones! -Redoblamos nuestros pasos; Alfonso suena su pito, y muy luego por todas las bocacalles vemos relumbrar sucesivamente los faroles de sus compañeros que acuden a la señal. Corre la voz de que hay peligro; ocúpanse los desfiladeros, y de allí a un instante se siente una carrera precipitada de uno que escapaba gritando: "A ése, a ése; al ladrón, al ladrón". -Los guardas de la noche no se dejan engañar por este ardid, antes bien enfilan sus lanzones, dirigiéndolos hacia el que corre; éste, viendo ocupadas todas las salidas, intenta volver atrás; pero ya no es tiempo; el círculo de los serenos se estrecha, y se encuentra el malhechor en medio de ellos sufriendo su terrible interrogatorio, y los más terribles reflejos de los faroles, asestados a su semblante, y a cuyo resplandor se revela en él la turbación del crimen, que en vano intenta disimular”.

Asociados a la dictadura

Su presencia en las calles después de la Guerra Civil se asoció obviamente a la dictadura, durante un tiempo aún llevaban las llaves de los portales, cuidaban de los comercios, ayudaban a los vecinos a encontrar sus casas en algunos casos y a llegar a ellas, estaban también al tanto de las actividades e informaban a la policía, los había más queridos que otros y ya no vivían del Ayuntamiento. Además de cantar la hora, en las épocas que no todo el mundo tenía el reloj y dar el parte temporal “Las tres y media y lloviendo”, la seguridad fue primordial.

“Los serenos hasta el final formaron parte de la Policía Judicial, porque así lo estipulaba la Ley de Enjuiciamiento Criminal, aún vigente. Pero ya desde un principio fueron puestos en las calles al objeto de asegurar la quietud, el buen orden, y el alivio del vecindario”, tal y como escribió Antonio Jesús Gemez Montejano en Las doce en punto y sereno (La Librería, 1997). Una de las razones principales de la expansión del portero automático fue que una gran parte de las bajas laborales que sufrían estaban motivadas por agresiones de delincuentes que se resistían a su detención propinándole una paliza al sereno, agrediéndole con arma blanca y a veces liándose a tiros con él. No ha ocurrido todavía con el cuerpo de serenos de mayores de 45 que tiene Gijón aunque hayan tenido sus incidentes.

placeholder Imagen del libro 'Por las calles de Madrid'. (Cedida)
Imagen del libro 'Por las calles de Madrid'. (Cedida)

Según cuenta Montejano: “Un sereno del barrio de Carabanchel sufrió por dos noches consecutivas el tiroteo de unos ladrones. La primera de las noches, cuando les sorprendió merodeando una joyería de la calle del General Ricardos, le soltaron una andanada de plomo mientras escapaban sin que por fortuna ninguna de las balas llegase a alcanzarle. A la noche siguiente, los mismos individuos volvieron a ser sorprendidos por el sereno cuando ya habían accedido al interior de una tienda de electrodomésticos. Antes de que el valiente sereno pudiera defenderse le soltaron un disparo que le hirió gravemente y que le mantuvo alejado de su puesto durante una buena temporada. Pero a pesar de todo, ahí estaban, disuadiendo con su sola presencia a muchos de los que, agazapados tras una esquina, trataban de sorprender al noctámbulo confiado”.

Una de las razones principales de su desaparición fue que una gran parte de las bajas laborales que sufrían por agresiones de ladrones

Sonia Taravilla, que además de retratar en su Por las calles de Madrid (Espasa) a los serenos y el costumbrismo con rigor de lo que era el apasionante Madrid del XIX, y sus distintas profesiones y anécdotas, ha dedicado también mucho estudio hacia la figura del sereno en sí misma. En 2017 entrevistó a un sereno de Arganzuela, Paulino Fernández López, que le explicaba que a finales de los 70, apareció la droga, los yonquis, otros tipo de crímenes y de inseguridad, que llevaron a los serenos a integrarse, si así querían, en dotaciones de la Policía Municipal. Eran años en los que escenas como la de Carabanchel recogida por Montejano, se multiplicaban. Quizás ahora sea más seguro. Veremos que ocurre en Leganés si ese proyecto sale adelante.

El último robo de la cuadrilla de Luis Candelas ocurrió en la Calle del Carmen número 32, el 12 de febrero de 1832. El célebre bandolero madrileño pudo esa vez evitar con su cuadrilla de ladrones la ronda nocturna de los serenos. Con sus chuzos y silbatos, velaban desde 1797 las calles de la capital, noche tras noche, hasta nada menos que 1973. Entonces irrumpieron los porteros automáticos, tal y como inmortalizó Luis García Berlanga con el protagonista de La Escopeta Nacional (1978), Jaume Canivell -José Sazatornil-, el arribista y fabricante catalán de porteros electrónicos que se traga la surrealista cacería para conseguir esa subvención del ministro de turno…

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