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Tres nuevos libreros ocuparán las casetas abandonadas de la Cuesta de Moyano tras años de lucha
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Tres nuevos libreros ocuparán las casetas abandonadas de la Cuesta de Moyano tras años de lucha

Salen a subasta tres casetas en la mítica Feria del Libro de segunda mano. Los libreros consideran que este es un primer paso para el ansiado café literario que quieren que se ubique en la zona para atraer más gente

Foto: Librerías en la Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi)
Librerías en la Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi)

Carolina Méndez, desde hace unos días, está algo más contenta. Ella es la tercera generación de libreros que ocupan la caseta número 30 de la Cuesta de Moyano en Madrid, donde se ubica de forma permanente la Feria del Libro de segunda mano, raro y antiguo. La alegría de Méndez no es baladí: tras más de una década de abandono, el Ayuntamiento de la capital ha sacado a concurso, por diez años sin posibilidad de prórroga, tres de las cuatro casetas que permanecían cerradas. Comienza así una tenue revitalización de una de las zonas más históricas y encantadoras de la capital.

Foto: Las casetas de la Cuesta del Moyano después de la agresión

Esta librera, de 47 años, ha visto de todo desde su caseta, en la que se guarece de las bajas temperaturas del invierno y los calurosos días de verano. Allí, los profesionales del libro abren sus puestos y montan sus tableros para exponer el valioso género que tienen entre manos. Haga frío o calor, ahí están ellos. Eso lo sabían bien literatos, artistas y políticos que siempre se dejaban caer por la Cuesta a ver si encontraban algo que, seguramente, no estaban buscando. El abuelo de Méndez llegó a tener cuatro casetas. Ahora, solo queda ella bajo un gran letrero que advierte a los viandantes: “LIBROS COMPRA-VENTA”.

A eso se dedican ella y las casi tres decenas de compañeros más que ve todas las mañanas pasar por delante de su puesto de trabajo. “Llegamos a pensar que en las casetas libres podían meter tascas, así que las vuelvan a utilizar libreros es una fantástica noticia”, dice Méndez, también presidenta de la Asociación de la Feria del Libro de la Cuesta Moyano. El temor de esta librera no estaba infundado, pues muchos locales comerciales típicos de la ciudad, como los puestos en los mercados de abastos del centro, ya se están convirtiendo en pequeños bares y locales de restauración.

Foto: La Cuesta de Moyano. (EFE/ Diego Fernández) Opinión
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Sea festivo o no, en la Cuesta de Moyano siempre hay alguna librería abierta. Aunque se trata de una profesión y espacio para desarrollarla con encanto, no todo son rosas en esta calle: “Somos libreros, pero a veces la gente no nos trata igual que lo haría a trabajadores de una librería. Nos intentan regatear todo el rato, pero seguramente eso no lo harán en El Corte Inglés”, dice Méndez.

A ello se suma el esfuerzo, quizá invisible, que estos 30 libreros hacen todas las mañanas y atardeceres. “Tenemos que poner las borriquetas, sacar los tableros, poner los libros y luego recoger todo. Parece que no, pero a mí me lleva dos horas hacer todo eso cada día, y tenemos que coger mucho peso a diario”, relata la librera de la caseta 30. Y eso de cara al público. Mucho más invisible es la parte de “compra”, sobre todo cuando tiene que ir a visitar alguna casa, seleccionar los libros, meterlos en cajas y transportarlos. Otras tantas veces, las personas interesadas en vender se acercan al puesto para ver si pueden ganar algo con los libros que un día ocuparon sus estanterías.

Foto: La Cuesta de Moyano en su reapertura el pasado mes de mayo (EFE)

Esta librera, que solo descansa los lunes, llegó a vender un libro firmado por Pío Baroja, nada raro en un lugar como Moyano. Sí le cuesta más hablar de un pop-up antiguo, uno de los primeros hechos en España y que le regaló su abuelo, llamado La calle milagrito. Lo guardaba con ahínco y recelo, pero terminó vendiéndoselo a un señor que lo buscaba. “Me dio mucha pena, pero tengo dos niños y tengo que sacarlos adelante”, relata.

Un café literario, el sueño de ala Cuesta

Lara Sánchez es la directora de la asociación Soy de la Cuesta, agrupación que intenta revitalizar dicha calle desde hace cuatro años y que han acogido con gran entusiasmo la salida a concurso de las tres casetas abandonadas. Ella es nieta de uno de los libreros más míticos de la Cuesta de Moyano, Pepe Berchi, lo que le confiere cierta experiencia en el terreno. “Moyano es un emblema de la memoria de la ciudad y de su vida literaria. Lleva abierta casi 100 años y por ella ha pasado una lista infinita de personalidades en busca de libros y una buena conversación”, sostiene. No se equivoca, figuras como Ramón Gómez de la Serna, Francisco Umbral, Almudena Grandes, Azorín, Pío Baroja o Juan Ramón Jiménez eran reconocidos asiduos de la Cuesta.

placeholder Libros en la Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi Aragon)
Libros en la Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi Aragon)

El centenario de la Feria del Libro de la Cuesta de Moyano, que se cumplirá en 2025, es la fecha que se han marcado desde Soy de la Cuesta para conseguir sus objetivos. Estos pasan, ineludiblemente, por la creación de un café literario en la misma Cuesta, un espacio de encuentro, pero también de disensión en el que se puedan realizar actividades culturales. También reclaman una mejora de la iluminación, sobre todo para las tardes de otoño e invierno.

La señalética es otro de los aspectos que podría mejorar, según esta asociación. Por eso, reclaman la colocación de letreros en las bocas de Metro adyacentes o cerca del Museo Reina Sofía y El Prado que indiquen dónde se encuentra la feria de libros permanente de Madrid. “Y también el estado de las casetas, cuyos frontales de madera están muy deteriorados”, añade Sánchez.

Por lo pronto, la Junta Municipal del Distrito de Retiro ha sacado a licitación la concesión administrativa de las casetas 7, 18 y 23 de la Cuesta de Claudio Moyano no sin algunas condiciones: al menos la mitad de los libros que se vendan deben ser usados y/o antiguos, no podrán cerrar anualmente más de un mes sin la autorización del concejal de Retiro y tendrán que permanecer abiertas ocho horas diarias durante seis días a la semana.

El dinero por encima de la experiencia del librero

Los criterios de adjudicación, por otra parte, han levantado algunas ampollas entre los libreros. La experiencia relacionada con la actividad librera de los que se postulen al concurso será evaluada con hasta 20 puntos como máximo. Diferente ocurre con la oferta económica, que podrá valorarse hasta con 80 puntos, estableciéndose como punto de partida para los solicitantes un canon fijo anual mínimo de 3.208 euros, que deberá actualizarse el 1 de enero de cada año.

Es decir, las casetas se subastan. El mejor postor, el que sea capaz de pagar más dinero cada año al Ayuntamiento de Madrid, se la lleva. “A nosotros nos gustaría que se siguiera otro tipo de fórmula, que se trate de un oficio más protegido por la Administración. Aquí no vendemos huevos, sino cultura”, relata Sánchez.

placeholder Casetas de libros en la Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi)
Casetas de libros en la Cuesta de Moyano. (EFE/Zipi)

Méndez, la librera, es de la misma opinión: “En Moyano buscamos buenos libreros, no gente con mucho dinero. Me parece que los puntos están un poco descompensados. Comprendo que lo que quiere el Ayuntamiento es dinero y pedir lo contrario es soñar con un mundo que no es real, pero debería contar más la experiencia que el capital de cada persona”, explica al teléfono desde su caseta número 30.

El tiempo también pasa por la Cuesta de Moyano y sus protagonistas, que además de los libros son los libreros. “Pronto se jubilarán más e imagino que los trámites serán más rápidos para ocupar sus casetas”, agrega Méndez. La Asociación a la que representa espera que no se repita lo que ha sucedido ahora, ya que un par de casetas han estado más de una década sin ningún uso, y la tercera cerró a finales de 2021.

Más grabados, más libros antiguos

Esta última caseta cerrada hace casi año y medio, la número 7, estuvo regentada por Guillermo Blázquez al principio y, después, por su mujer. Este veterano librero llegó a Moyano en 1965. “Imagínate, he estado ligado a la feria casi 60 años. Antes se vendía solo libro antiguo y los últimos años ha virado hacia libro más moderno, de segunda mano y restos de ediciones. Habría que fomentar más casetas que trabajen el libro antiguo”, opina.

A sus 79 años, este experto bibliófilo se sigue dedicando a la compra-venta de libro antiguo, aunque ahora desde su despacho en la Carrera de San Jerónimo. Por su puesto en la Cuesta de Moyano, no se olvida, han pasado figuras como Julio Caro Baroja, “que vivía en Alfonso XII y pasaba todos los días por la feria”, dice. También Enrique Tierno Galván, impulsor de la regeneración de la Cuesta durante su periodo de alcalde, y artistas como Antonio Mingote.

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Lejos quedaron los grabados originales de Goya, incunables, el Quijote del siglo XVIII y numerosas primeras ediciones del Siglo de Oro que Blázquez llegó a vender en la Cuesta de Moyano. “Yo creo que hace fala hacerla más llamativa, si se vendieran grabados, por ejemplo, sería un atractivo visual para el público”, opina el librero.

Por el momento, solo una caseta, la número 22, continúa sin un librero que la habite. Es Soy de la Cuesta quien la utiliza para sus actividades culturales, a expensas de que se instale el café literario, para que, de una vez por todas, las 30 casetas de Moyano estén ocupadas por libreros.

Blázquez afirma que la idea del café literario que él ya propuso hace años sería una de las mejores cosas que le puede ocurrir a la casi centenaria Feria del Libro de la Cuesta de Moyano. “Parece que el Ayuntamiento tiene idea de hacerlo, así que esperamos que para abril nos presente un proyecto”, concluye Méndez minutos antes de empezar a recoger su caseta un día invernal de febrero, con las manos congeladas y el sol tardando cada vez más en desaparecer.

Carolina Méndez, desde hace unos días, está algo más contenta. Ella es la tercera generación de libreros que ocupan la caseta número 30 de la Cuesta de Moyano en Madrid, donde se ubica de forma permanente la Feria del Libro de segunda mano, raro y antiguo. La alegría de Méndez no es baladí: tras más de una década de abandono, el Ayuntamiento de la capital ha sacado a concurso, por diez años sin posibilidad de prórroga, tres de las cuatro casetas que permanecían cerradas. Comienza así una tenue revitalización de una de las zonas más históricas y encantadoras de la capital.

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