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Madrid descubre su folk: "Identificar la capital con España ha diluido lo madrileño"
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‘CANCIONERO DE GUADARRAMA’

Madrid descubre su folk: "Identificar la capital con España ha diluido lo madrileño"

Todas las regiones de España tenían su retorno a las raíces. ¿Todas? No, todas no: faltaba Madrid. Ruiz Bartolomé acaba de grabar un disco donde investiga las tradiciones musicales de la región

Foto: Ruiz Bartolomé, en el Club Alpino Español, sociedad inaugurada en 1906. (Fernando Lamana)
Ruiz Bartolomé, en el Club Alpino Español, sociedad inaugurada en 1906. (Fernando Lamana)

“Sierra, mi hermosa sierra, desde Cotos hasta la Fuenfría, por valles y barrancas, las tierras que más quería. Se levanta el jornalero, ya vuelven los pastores, vienen y van las gentes con sus risas y sus dolores. Aquí está, aquí está, es la sie-rra de Guaaaaa-da-rra-ma”.

El inconfundible 'parpeo' de unas castañuelas acompaña una guitarra española que sigue el ritmo de una jota castellana, mientras el cantante enumera las glorias y derrotas de las montañas y valles que durante siglos han sido refugio vacacional para los habitantes de la capital. Cuando nadie lo esperaba, aquí está: el primer gran disco de folk madrileño del siglo XXI, que encuentra en la sierra de la comunidad una metáfora de la tensión de ser un pequeño lugar donde la monarquía y la aristocracia se codean con los aldeanos y los turistas. El refugio rural donde tomarse un caldo calentito mientras se tocan canciones de toda la vida para olvidar los sinsabores de la gran ciudad.

"Hay un movimiento en España de vuelta a las raíces, pero en Madrid no había"

La gran pregunta, por lo tanto, es a qué suena Madrid, si es que suena a algo. “La raíz es el folk castellano, al fin y al cabo, no hace tanto tiempo que Madrid es una región independiente”, responde Nacho Ruiz Bartolomé (1980), que firma con sus dos apellidos el ‘Cancionero de Guadarrama’. Nos citamos en una coctelería cercana a su oficina en el barrio de Palos de Moguer, donde suena de fondo bachata y los edificios ocultan toda visión del horizonte. “Dentro de la sierra de Madrid hay instrumentos autóctonos, como la gaita serrana, que no suena como la celta, sino más bien como una trompeta, o la zanfona. Y luego está la carga del chotis, que no es propio de la sierra, pero que es el sonido más tradicional de Madrid”.

A Ruiz Bartolomé le pasa como a tantos otros niños madrileños cuando nos asomábamos por la ventana: que la sierra de Madrid se veía muy bien, incluso desde Ciudad Lineal, el barrio donde se crio. Cuarenta años después, Guadarrama se ha convertido en la principal inspiración para el músico: “Hay un movimiento en España de vuelta e investigación de las raíces y yo pensé que en Madrid no había”, explica a El Confidencial. “De Castilla hay algo más, pero poco en comparación con Andalucía, da la sensación de que las raíces de la música española son andaluzas, por el flamenco. Y en Galicia, Cataluña o el País Vasco hay un movimiento mucho más fuerte que en Castilla y Madrid”.

El músico pretendía realizar un trabajo etnográfico, pero investigó y se documentó antes de escribir este ciclo de 12 canciones, lo que le ha permitido descubrir ciertas particularidades de la música de la meseta. Por ejemplo, que el folclore castellano tiene más que ver con el flamenco de lo que parece, especialmente en sus melodías. Como recuerda, “Madrid también tiene mucho flamenco”. O que las leyendas de un lugar suelen reaparecer en otros. O que aunque la jota se identifique con Aragón y Navarra, también tiene una gran presencia en Castilla.

Es difícil, de todas formas, describir un único sonido madrileño. El músico desliza que tal vez tenga más que ver con el flamenco de Caño Roto que con la archiconocida Movida, que era madrileña, pero “porque la gente salía por Malasaña e iba al Rockola”. “Gabinete Caligari eran una cosa cañí, Sabina cantaba de Madrid, pero no terminaba de quedar claro”. Madrid se empieza a buscar a sí mismo.

Los dos Madrid

“Partiendo de Riofrío, subiendo a Navacerrada, bajando hasta Villalba llegamos de noche cerrada. En las urbanizaciones yo no encuentro el rocío, el verde y la calma que yo ansío”.

Ruiz Bartolomé ha pasado las últimas décadas en la primera línea de la música independiente, como periodista ('El Mundo'), músico (acompañando a Alondra Bentley o como Nine Stories) y montando discográficas o agencias de ‘management’ como Gran Derby Records o Mont Ventoux. ¿Qué hace un músico como él montando un proyecto como este? “El álbum parte de dos ideas”, responde. “Por un lado, hablar de una zona de la que se ha hablado relativamente muy poco, algo sorprendente por su importancia geoestratégica en la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil, y por otro, porque mucha gente en Madrid desconoce esas historias”.

"Esa identificación de Madrid con España crea otra paradoja que es la de diluir lo madrileño"

Los temas del ‘Cancionero’ muestran una tensión que va en la sangre de Madrid. Entre lo rural y lo urbano, el poder y los desposeídos, lo solemne y lo popular, el fascismo y el liberalismo de finales del siglo XIX: “Me gustaba esa idea de la sierra como imán de gente curiosa o extraña, de científicos, del Club Alpino Español, que ahora es fantasmagórico... Aparte del poder político, había gente haciendo cosas”. Como el noruego Birgen Sörensen, el primero que esquió por afición, o Giner de los Ríos, director de la Institución Libre de Enseñanza que en una canción define la sierra “como una cicatriz”. Es un lugar único en Europa, una cadena montañosa muy reconocible apenas a 40 kilómetros de la capital.

La sierra de Madrid aparece como un lugar de descanso y esparcimiento de la vida de la ciudad, pero es también el lugar donde se marcha la gente cuando hace un poco de dinero. El poder se encuentra dirección El Espinar: “Esa presión se ha redoblado con la pandemia, han subido muchísimo los alquileres, ya no te digo solo en zonas de lujo como La Navata, adonde se mudó Pablo Iglesias y que en cierto sentido fue un símbolo de eso. Navacerrada es caro, El Escorial es caro… Collado-Villalba es una locura, una sucesión de centros comerciales con urbanizaciones una detrás de otra”. Ruiz Bartolomé pasó gran parte de los veranos de su infancia en la casa que sus abuelos compraron entre Villalba y El Escorial. Un lugar de recuerdos infantiles, evocador como la nieve que cubre la sierra ya en otoño.

placeholder Antes nevaba más en Madrid. (Fernando Lamana)
Antes nevaba más en Madrid. (Fernando Lamana)

En el ‘Cancionero’ hay composiciones sobre las leyendas paranormales que rodean el monasterio de El Escorial y el misterioso perro del diablo (‘La puerta del infierno’), las batallas que tuvieron lugar en el frío paso de la sierra, que para Napoleón fue su Stalingrado (‘Alto del león’), leyendas populares que se cuentan en Segovia, Madrid o incluso otras comunidades (‘Las leyendas de la mujer muerta’), romances de la Reconquista (‘La cueva de la mora’) y, claro, una referencia al mito que más se conoce sobre la sierra fuera de la comunidad, la Cruz de Cuelgamuros, en ‘Valle de los Caídos’. “Lo que no está tan contado es su construcción, el retruécano de la humillación, cuando el derrotado tiene que construir un monumento a mayor gloria del vencedor”.

Ser madrileño hoy

“Seis millones de personas que vienen, que van, que cogen sus coches hacia Colmenar, que gritan y pitan y sienten temor y tratan cada día de encontrar su rol”.

Estamos en el año de ‘El madrileño’ de C. Tangana, de la supuesta madrileñofobia y de las elecciones madrileñas que escalaron rápidamente hasta convertirse casi en un plebiscito nacional. Ruiz Bartolomé explica que le ha tenido que dar unas vueltas a la cuestión madrileña antes de grabar el disco. “Madrid tiene toda la carga del centralismo, con el que no me identifico, pero al mismo tiempo esa identificación de Madrid con España crea otra paradoja que es la de diluir lo propiamente madrileño”, explica.

"Hay un madrileñismo mal entendido donde se mezclan cosas contradictorias"

Es posible que ahora que Madrid está hasta en la sopa la reacción pueda ser negativa. Sin embargo, la mayoría de respuestas que ha recibido el madrileño son más bien de curiosidad, especialmente entre extranjeros, porque no se ciñe a una visión estereotipada de Madrid. “Hay un madrileñismo mal entendido con dos cosas que son muy contradictorias: por un lado, somos muy madrileños y muy españoles, pero por otro lado, si vienes a vivir, ya te conviertes en madrileño”, recuerda el músico. “Lo que es totalmente nuevo es este nacionalismo madrileño”.

El folk suele ser un campo de batalla. La República recuperó la tradición española desde una perspectiva progresista y tradicional, y el franquismo hizo lo propio con las músicas tradicionales de cada región. Hoy, Vox convierte sus fiestas en una celebración de las tradiciones de España, con canciones, bailes y vestidos tradicionales. “Ahora hay un debate sobre si la vuelta a la vida sencilla de pueblo es reaccionaria o no, pero por parte del poder siempre hay una intención de apoderarse de las formas de expresión culturales”, valora Ruiz Bartolomé. “Una de las estrategias es esa, que Vox utilice las sardanas, intentar aglutinar dentro de los símbolos tradicionales algo que se podría considerar catalanista, usurpar ese poder como respuesta a la voluntad popular”.

placeholder Vista desde el Mirador de los Poetas. (CC/Juan de la Puente)
Vista desde el Mirador de los Poetas. (CC/Juan de la Puente)

Las referencias para Ruiz Bartolomé son otras. Chicho Sánchez Ferlosio o, sobre todo, el folklorista Joaquín Díaz, creador del Centro Etnográfico de Urueña, que rastreó durante décadas las huellas de la música tradicional de la meseta, y un archivero como Alan Lomax. “¡Es nuestro Pete Seeger o Woody Guthrie, pero es muy desconocido! En los años sesenta estaba dando conferencias en Berkeley, es un gran referente a nivel vital”. La otra gran referencia que tenía en mente cuando comenzó a pensar en el disco era anglosajona: el ‘Let England Shake’ de PJ Harvey, aquel disco en el que la cantante de Somerset cantaba sobre episodios de la historia de Inglaterra como la batalla de Galípoli.

El que quiera escuchar estas canciones en directo, quizá tenga que olvidarse del circuito habitual. Si por Nacho fuese, habría que buscarle en el hogar del jubilado de Miraflores o en el centro cultural de algún pueblo de la sierra, “para que se pueda producir un diálogo”. Y anima a los oyentes a grabar su propio cancionero, que él se lo edita. A él le gustaría publicar algún día uno del pueblo de su madre, Corrales del Duero, en el Valle del Cuco en Valladolid, una de esas regiones en peligro de extinción. Pero esa es otra historia. Por ahora, “con que a la gente le dé por escuchar el disco y descubrir otros lugares de Madrid, acercarse al Mirador de los Poetas o subir a Peñalara, me doy por satisfecho”.

“Sierra, mi hermosa sierra, desde Cotos hasta la Fuenfría, por valles y barrancas, las tierras que más quería. Se levanta el jornalero, ya vuelven los pastores, vienen y van las gentes con sus risas y sus dolores. Aquí está, aquí está, es la sie-rra de Guaaaaa-da-rra-ma”.

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