Es noticia
Los chicos malos venden más, los buenos se llevan los Grammy
  1. Cultura
EL NEO FOLK DE MUMFORD & SONS, VENCEDOR

Los chicos malos venden más, los buenos se llevan los Grammy

Los Premios Grammy tienen dos caras. Una, la del glamour, es la que se exhibe en esa alfombra roja plagada de estrellones, vestidos de gala excéntricos

Foto: Los chicos malos venden más, los buenos se llevan los Grammy
Los chicos malos venden más, los buenos se llevan los Grammy

Los Premios Grammy tienen dos caras. Una, la del glamour, es la que se exhibe en esa alfombra roja plagada de estrellones, vestidos de gala excéntricos y rostros bellos. Otra, la de los premios en sí, parece seguir su propio cauce. Ello explica que Mumford & Sons, unos absolutos desconocidos hace apenas tres años, se erigiesen la pasada noche con el premio más importante, el de Mejor Álbum del Año, gracias a Babel (Island/Glassnote). Sobre el escenario del Staples Center, Marcus Mumford mostró su sorpresa ante la victoria. Pero no por haber superado al superventas del momento o al clásico de turno, sino por haber vencido a los rockeros The Black Keys, que hasta ese momento habían arrasado en las categorías de Mejor Álbum de Rock, Mejor Canción Rock y Mejor Interpretación Rock, además de la de Productor del Año, que fue a parar a Dan Auerbach. Si el indie es todo aquello que no es mainstream, quizá se pueda afirma que, efectivamente, ha ganado el indie.

Kanye West, ofendido, no acudió a la ceremoniaHace dos años, Mumford & Sons compartieron escenario y canción con Bob Dylan. Este año abandonan el Staples Center por la puerta grande, acompañados por Black Keys y su «Lonely Boy». ¿Gran sorpresa? No tanto: la promotora española de los ingleses se ha visto obligada a cambiar los recintos de sus conciertos madrileños y barceloneses para dar respuesta a la amplia demanda de entradas recibida. Por su parte, The Black Keys llenaron el Palacio de los Deportes de la capital el pasado mes de noviembre. Son, desde luego, la otra cara de un mainstream donde artistas como Kanye West y Jay-Z aún son capaces de despachar millones de discos y que, sin embargo, mantienen una relación complicada con los grandes premios de la música.

Alfombra roja para las estrellas, premios para los músicos

Como bien se han quejado en repetidas ocasiones los raperos, aunque la presencia de este tipo de artistas en la gala sea frecuente, en raras ocasiones suelen asomar por las categorías más importantes, salvo casos puntuales como Lauryn Hill en 1999 ó Outkast en 2004. Para eso tienen su propia categoría, en la que este año ha ganado Drake, que sucede a Kanye West, Eminem y Lil Wayne. Ni siquiera West se presentó anoche al Staples Center, ya que se encontraba en Brasil con su pareja, Kim Kardashian, después de que en diciembre anunciase que volvería a boicotar los Grammy. Algo que ya hiciera el año pasado al sentirse ofendido después de que My Twisted Dark Fantasy no fuese nominado a Mejor Disco del Año, marginado en la categoría de mejor disco de rap.

En realidad, los Grammy siguen reflejando bastante bien los gustos de la América blanca, mucho más de lo que podríamos sospechar desde Europa. Cómo si no podría la banda sonora de O Brother, Where Art Thou? de los hermanos Coen haber vencido en la categoría de Mejor Disco el año 2002, o las polémicas Dixie Chicks –enemigas declaradas de George W Bush–, en 2007. El country, el blues y el soul han estado presentes de forma recurrente en los grandes premios de la música durante los últimos años. Y, a pesar de que Mumford & Sons se formasen en las frías calles de West London, sus aromas aderezados por banjos y guitarras acústicas recuerdan más a las praderas de Texas que a la campiña inglesa. Una jugada parecida a la del año pasado, en el que la británica garganta llena de soul de Adele venció a estrellas como Lady Gaga o Rihanna.

Un correo electrónico enviado a los invitados ha intentado evitar las polémicas y los lemas políticosEl apartado estético se encuentra en consonancia con el musical. Si en años anteriores tanto la alfombra roja como el escenario del Staples Center eran un festín de carne (femenina), este año, la organización decidió evitar estos excesos a través de un correo electrónico que pedía  moderación al vestir. Ni carne, ni política, ya que también se prohibieron “los lemas en camisetas o chapas relacionadas con cualquier tipo de causas”. ¿Un giro conservador de los Grammy, que se ha hartado de polémicas como la que protagonizó Nicki Minaj en 2012 al acudir vestida de monja y acompañada por un hombre disfrazado de Papa, o una manera de obtener una reputación que le aleje de la frivolidad de las superestrellas y le acerque a la sobriedad de los Oscars?  Quizá, un juego a dos bandas, en el que mientras los focos se centran en la alfombra roja, los críticos aplauden a Mumford & Sons.

El (enésimo) retorno del rock

Quizá The Black Keys, los otros grandes triunfadores de la noche, no encajen en el prototipo de “chicos buenos” tan fácilmente como Mumford & Sons, pero representan un perfil casi inédito en los premios Grammy: los rockeros sucios, barbudos e inspirados por el blues que tocan esa música del diablo que hace quince años habría sido rechazada por demodé. Lo mismo ocurre con Jack White, antiguo cantante de White Stripes, y uno de los competidores de Black Keys y Mumford & Sons. Si era habitual que los clásicos (Bob Dylan, Ray Charles, U2 o Robert Plant) se alzasen con grandes premios, no lo es tanto que bandas de rock relativamente noveles triunfen, como ha ocurrido este año. Una buena pista de hacia dónde se dirige la música, o mejor dicho, su industria.

El triunfo de Arcade Fire en 2011 significó un punto de cambio en los GrammySin embargo, esta evolución  quizá no habría sido posible sin el éxito en 2011 de Arcade Fire, que levantó un gran número de enconadas opiniones en las redes sociales. ¿Quiénes eran estos chicos indies que nadie conocía, se preguntaban los admiradores de Lady Gaga, Katy Perry y Eminem, sus principales adversarios? Si en un pasado era imprescindible ser un superventas con presencia frecuente en los medios de comunicación para alzarse con un Grammy, hoy en día, dada la disolución de la industria musical, basta con gozar de una buena reputación, una credibilidad a prueba de bombas, un buen disco bajo el brazo y, sí, un mínimo de ventas, para triunfar entre tus compañeros de profesión.

El retorno de Whitney Houston

La melodía y el ritmo pegadizos de Gotye y su «Somebody I Used to Know», aplaudida por el propio Prince, se han alzado con el premio a la Mejor Grabación del Año, mientras que FUN, con «We Are Young», han ganado el de Mejor Nuevo Artista y Mejor Canción del Año. Otros de los afortunados de la pasada noche son, en el apartado latino, Juanes y Lila Downs, así como la Claire Fischer Latin Jazz Big Band, ganadora del Mejor Disco de Jazz Latino por Ritmo o Arturo Sandoval, que se llevó el premio al Mejor Álbum de Big Band de jazz por Dear Diz (Every Day I Think of You).  

Al igual que ocurriese con la edición de 2012, una de las grandes protagonistas (ausentes) de la gala ha sido Whitney Houston. En aquella, por su deceso, que se había producido apenas un día antes de la celebración de la ceremonia, y que sirvió para dar pie a un apresurado pero sentido homenaje. En esta, porque se ha utilizado el material gráfico perteneciente a los ensayos de aquella edición para realizar un documental de una hora de duración emitido en la cadena CBS, y en el que aparecieron LL Cool J, Jennifer Hudson y Bruce Springsteen. También el batería de The Band, Levon Helm, ha sido objeto de un pequeño homenaje protagonizado por Elton John y los Alabama Shakes, al igual que Bob Marley, esta vez defendido por Bruno Mars, Sting y Rihanna. Pero Houston encajaba mucho mejor en el concepto clásico de los Grammy. Es decir: baladones, grandes voces, ventas multimillonarias y canciones para todos los públicos. El final de los superventas ha provocado la caída de los dioses.

Los Premios Grammy tienen dos caras. Una, la del glamour, es la que se exhibe en esa alfombra roja plagada de estrellones, vestidos de gala excéntricos y rostros bellos. Otra, la de los premios en sí, parece seguir su propio cauce. Ello explica que Mumford & Sons, unos absolutos desconocidos hace apenas tres años, se erigiesen la pasada noche con el premio más importante, el de Mejor Álbum del Año, gracias a Babel (Island/Glassnote). Sobre el escenario del Staples Center, Marcus Mumford mostró su sorpresa ante la victoria. Pero no por haber superado al superventas del momento o al clásico de turno, sino por haber vencido a los rockeros The Black Keys, que hasta ese momento habían arrasado en las categorías de Mejor Álbum de Rock, Mejor Canción Rock y Mejor Interpretación Rock, además de la de Productor del Año, que fue a parar a Dan Auerbach. Si el indie es todo aquello que no es mainstream, quizá se pueda afirma que, efectivamente, ha ganado el indie.