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La fiesta de Vox empieza como la feria de tu pueblo y termina como una película de terror
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VIVA 21

La fiesta de Vox empieza como la feria de tu pueblo y termina como una película de terror

Viva 21 es la boda de tu primo el del pueblo tras dos horas de barra libre, un intento de mostrar el lado más amable y popular del partido

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Una niña rubia de unos cinco años me tira de la chaqueta y me entrega un papel: "¿quiere?". Se trata de un pasquín de Viva 21, el festival que Vox ha organizado en Ifema este fin de semana, y al cual me referiré a partir de ahora como Voxstock. Voxstock es una fiesta de todas las Españas, y por eso el pasquín me cuenta qué tiene de especial Castellón, que es a la provincia a la que alude: 585.590 habitantes, 135 subdivisiones, una natalidad de 7,2 por mil habitantes y unos resultados electorales de 18,77%. Hay algo en la visita de la niña que me recuerda a algo, pero aún no sé qué.

En Voxstock es fácil olvidarse de que uno está en la feria de Vox y pensar que está en la feria de su pueblo, o en una edición venida a menos del Mad Cool. Ya nos lo venían avisando desde antes de entrar, en una cafetería de Ifema:

—¡No hay café en la fiesta de Vox! —protesta airadamente un viejo nostálgico.

—¡Hay que hacer mucha cola para pedir una cerveza! —añade otro par de jóvenes ataviados con la bandera de los Tercios españoles; la cruz de Borgoña arrasa en Voxstock. No sé si habrían sobrevivido en Flandes.

Voxstock es la boda de tu primo el del pueblo tras dos horas de barra libre

Al entrar, otro pasquín de bienvenida. "Para que veáis nuestras camisetas y os echéis unas risas". Los chistes son como este: "¿Cuál es el principal enemigo del feminismo radical y del comunismo? Los datos".

Afortunadamente, el ambiente dentro es más divertido, pero porque hay cerveza y cualquier sitio con cerveza es más divertido. Voxstock intenta transportar a la gente a un estado mental que podríamos denominar "la boda de tu primo el del pueblo tras dos horas de barra libre". En apariencia, es como cualquier feria de cualquier pueblo de España, pero sustituyendo las casetas de los distintos partidos por el de uno solo, Vox, declinado en cada una de las provincias españolas. A la entrada, uno obtiene una cartilla que va sellando en cada una de las provincias hasta completar todas.

Pongamos por ejemplo la caseta de Navarra, donde se acerca un festivalero engominado.

—¿Ustedes son navarros?

—Sí, claro.

—Para mí son héroes. En Madrid tenemos fácil ser de Vox, pero en Navarra…

A quien felicita es Fernando José Vaquero, autor de libros como 'De Navarra a Nafarroa: la otra conquista' o 'La constelación masónica'. En la caseta me explican que aún hay mucho miedo en Navarra a ser de Vox, y me animan a difundir el mensaje en su comunidad. "Vox es una alternativa" es su eslogan. Voxstock intenta mostrar el supuesto músculo que el partido tiene a lo largo y ancho del país, aunque el interés y la afluencia varíe según la caseta. Una por cada provincia, aunque lo que ofrecen varía desde un puñado de productos típicos hasta alguna que otra armadura o un puñado de folletos. Voxstock recuerda un poco a un mercadillo medieval.

Por esa misma razón, el programa se basa en recuperar canciones y bailes regionales. No es casualidad que después de la aparición de Santiago Abascal, recibido primero a gritos de "¡Santi, Santi!" y más tarde, de "¡presidente, presidente!" (y de "Santiago y cierra España", como aúlla un tipo a mi lado), los festejos de la tarde comiencen con un aurresku de José María Iparraguirre. La selección no es gratuita, y las canciones y costumbres vascas, catalanas, gallegas y valencianas ocupan un lugar especial en el menú. En un rincón, aguarda la falla que cerrará la fiesta de hoy. Voxstock pretende decir "somos España y cualquier parte de España puede ser parte de Vox". Por eso se han fletado autobuses desde varias regiones españolas que han conseguido que la cifra de 15.000 asistentes que proporciona la organización no sea tan inverosímil.

Gigantes y cabezudos, torico de fuego, cubatas a las cinco de la tarde, lo típico

Y por eso intenta mostrar la cara más amable de Vox. Aunque Abascal cita la inutilidad de tener 17 parlamentos diferentes (aplausos), o denuncia la dictadura progre (más aplausos), elude los aspectos más hostiles de su discurso, como los que atañen a la inmigración. Hoy es un día de ser felices, de divertirse, de que todo el mundo salga en las fotos sonriendo. Gigantes y cabezudos, torico de fuego, cubatas a las cinco de la tarde, lo típico de las fiestas del pueblo.

Voxstock es un festival folk, a la manera del franquismo, como lo explicó el historiador Xosé María Núñez Seixas: "El folclore, los bailes y los vestidos regionales, incluyendo la recopilación del patrimonio local por etnógrafos y eruditos, entre otros elementos, se convirtieron en objeto de escenificación e instrumentalización controladas, constituyendo un ingrediente secundario, y en ocasiones muy visible, de los festivales y conmemoraciones dedicadas a la exaltación del concepto de nación española abrigado por los rebeldes". Eso termina propiciando paradojas como que en Voxstock se reivindique a Luis Buñuel.

Pero Voxstock es también un poco macrofestival, con la diferencia de que la gente aplaude cuando escucha "Blas de Lezo", me manda callar silencio cuando suena el himno nacional y los chavales que llevan camisetas de Metallica también portan parches con la cruz de Borgoña.

El 'photocall' de Vox

En realidad, la gente es fiel al espíritu de las fiestas patronales y no hace mucho caso a los bailes regionales y prefiere centrarse en el JB, los bocadillos con fritanga o el 'photocall' (el área recreativa, con piscina de bolas y demás, es básicamente un aparcaniños). El 'photocall' es inenarrable: uno puede fotografiarse con las letras de Vox, como lo hace una familia tras otra o, si lo prefiere, plantarse ante un atril en el que pone "Por España" mientras llueve confeti a su alrededor.

Mientras observo cómo la gente se fotografía sin parar en el 'photocall', un corrillo a mi alrededor discute acerca de la Agenda 2030 con el entusiasmo de un estudiante de primero de Ciencias Políticas, que en su discurso une al Che, a Karl Marx, a Abascal, a Soros y a Peret (sic). Voxstock funciona a dos velocidades: una blanda, la de la gente que simpatiza en mayor o menor grado con el partido y ha acudido a echar la tarde como placebo de un año sin fiestas de su pueblo, y la dura, la más activista que intenta mantener un perfil más bajo.

El súmmum de ese populismo de fiestas patronales son: a) el momento en el que Macarena Olona salta a bailar al foso que separa las primeras filas del escenario al ritmo de, obviamente, 'Macarena' y b) un macro 'Paquito el Chocolatero' que muestra que la verdadera vocación de Voxstock es apropiarse las fiestas de tu pueblo. Porque, ¿a quién no le gustan las fiestas de su pueblo y a quién no le gusta 'Paquito el Chocolatero'? Voxstock es el enésimo intento de establecer un hilo conductor entre las ferias y la extrema derecha.

Es como Eurodisney, pero con Ortega Smith en lugar de Mickey Mouse

Observo que en Voxstock mucha gente se parece a Santiago Abascal. Cuando uno se ha cruzado con varios que podrían ser Abascal pero no lo son, empieza a darse cuenta de que un amplio porcentaje de asistentes imita el 'look' de su ídolo. La barba recortada, las camisas petadas, el peinado. Es un poco como cuando uno va a ver a Bruce Springsteen y se encuentra a tipos con bandana envueltos en banderas americanas, pero en este caso, con tirantes y bandera española. Hay una camiseta que está muy de moda, en la que aparece la cara de Abascal con el lema "El miedo es una reacción, el valor es una decisión". En eso, Voxstock es también un poco macrofestival.

O un poco Eurodisney. Es fácil cruzarse con Ortega Smith o Jorge Buxadé y hacerse una foto con ellos como el que va a Eurodisney y se hace una foto con Mickey o Minnie Mouse.

El sol se pone en el imperio solar

Había morbo por saber qué iba a comentar Sherpa, antiguo integrante de Barón Rojo, al que como suele ocurrir, su cancelación le ha servido para encontrar trabajo. No dijo gran cosa: que estaba orgulloso de tocar ahí, seguido por temas como 'Canción para ellos' ("por Janis, Lennon, Allman, Hendrix, Bolan, Bonham, Brian y Moon") o 'Resistiré'. Tras cuatro canciones, se dirige al público ("seamos demócratas y respetuosos con los compañeros que tienen que tocar") y se marcha.

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Foto: EFE.

Mientras, la falla sigue esperando en un rincón. Se supone que era uno de los platos fuertes de la festividad, ya que no se había anunciado de qué se trataba. En realidad, es muy decepcionante: por un lado, un cocinero y un policía sostienen a un ricachón acompañado por una frase que parece salida de una canción de Mago de Oz ("no es el rico ni el poderoso, ni el gobernante de turno, es el asalariado y el penoso quien soporta el peso del mundo"), por otra un ecologista y por otra un feminista. Uno habría imaginado la efigie de Pedro Sánchez, o la de Soros, pero la idea está clara: no hay que hacer mucho ruido, no hay que crear mal rollo, hoy es un día de sonrisas y diversión. Por eso la idea de Voxstock no es generar ruido hacia el exterior, sino diversión hacia el interior. Que Vox sea el partido que te permite pasártelo bien.

Sin embargo, mientras observo ese tótem que pronto va a arder y suenan los fuegos artificiales, mientras el Correfoc rodeado de diablos lanza fuego y chispas a nuestro alrededor, recuerdo dónde había visto todo esto. En 'El hombre de mimbre', esa película de terror dirigida por Robin Hardy en la que un policía viaja a la isla de Summerisle, donde los lugareños le reciben entre simpáticas canciones folclóricas y bailes tradicionales, antes de ser sacrificado en un altar ritual de mimbre. Voxstock es algo parecido, y bajo la apariencia sonriente, popular y cercana del evento, hay algo que no se termina de nombrar, un trasfondo que hoy no se termina de explicitar. Porque la violencia es hacia el exterior, y hoy es una celebración de nosotros, una fiesta de la bunkerización.

Ni siquiera la reinterpretación del himno de España de Norykko causó mucha emoción

Que el broche de la fiesta de un partido de extrema derecha sea un concierto de heavy metal seguido por dos conciertos de rap quizá sea tensar un poco la cuerda. aunque a la gente le gustó eso de "los perroflautas nuevos fachas nos detestan". Ni G Babe lo remontó con sus letras contra la Agenda 2030: "Hay un gobierno mundial pa' la plebe. / Lo llamaron la pandemia. / El orden mundial ha llegado. / Todo ya estaba en su agenda".

Voxstock se leerá como uno de esos éxitos estratégicos de Vox que la izquierda ya no sabe hacer (aunque lleve años haciéndolo, y aunque cuando lo haga se le acusa de ser perroflauta y populista). Pero es difícil saber si de verdad muestra un verdadero músculo popular de la organización o es un espejismo: he estado en conciertos con más asistentes que no se han merecido ni media columna en la quinta columna del periódico, y en fiestas patronales infinitamente más divertidas.

Una niña rubia de unos cinco años me tira de la chaqueta y me entrega un papel: "¿quiere?". Se trata de un pasquín de Viva 21, el festival que Vox ha organizado en Ifema este fin de semana, y al cual me referiré a partir de ahora como Voxstock. Voxstock es una fiesta de todas las Españas, y por eso el pasquín me cuenta qué tiene de especial Castellón, que es a la provincia a la que alude: 585.590 habitantes, 135 subdivisiones, una natalidad de 7,2 por mil habitantes y unos resultados electorales de 18,77%. Hay algo en la visita de la niña que me recuerda a algo, pero aún no sé qué.

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