La poeta que adora a Bécquer y se ha hecho conocida gracias a las redes sociales

EEn la memoria de Elsa Moreno (Valencia, 1999) no existe el recuerdo de ver caer las Torres Gemelas de Nueva York, ni el del cambio de la peseta al euro. El fin del papado de Juan Pablo II y el derrumbe de la estatua de Sadam Hussein en Bagdad fueron pasajes históricos reconstruidos por el archivo de televisión, y de la catástrofe del sistema financiero mundial la poeta solo atisbó sus posteriores consecuencias a medio plazo. Sin embargo, la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer supuso el origen de su esencia artística: no hay historia identitaria certera anterior al siglo XIX, solo recreaciones lejanas de aquel tiempo hasta hoy.

El poeta decimonónico sevillano fue el primer clásico que leyó Elsa por voluntad propia. “Desde pequeña tuve pulsión por el escenario. Algunas personas tenemos esa tendencia a exponernos públicamente. Soy una exhibicionista emocional sin ningún pudor en mostrar mis creaciones y compartir mis reflexiones”.

A los 13 años se interesó por la danza. Una edad tardía, normalmente son los padres quienes apuntan a sus niñas de cinco o seis años a bailar, a veces en contra de su voluntad, pero Elsa lo decidió como un despertar natural de adolescencia. “Tras el desarrollo en el movimiento y ese desbordamiento emocional típico de la edad, me dio por escribir. Esos dos lenguajes, la danza y la poesía, confluyen en el conservatorio: en la asignatura de composición mi primer solo fue mezclar las rimas de Bécquer con el baile. Vi claro que la palabra y el cuerpo debían estar unidas”, rememora Moreno.

Mucha gente abandona su hobby de juventud para dedicarse a cualquier otra labor, ella no desistió y con los años fue profesionalizando. “Recuerdo el nacimiento de Instagram a mis 14 años y es mi hábitat natural comunicar por redes sociales, pero me forjé en los micros abiertos de Versonalidad en el Espai Llimera y en Kaf Café”, comenta Elsa, “con el público disfruto la experiencia del directo y de ver las caras de los que escuchan y de los que no”.

En 2020, durante la pandemia, se presentó a la convocatoria del Premio Nacional de Poesía Viva pero no fue seleccionada. Un año después llegaría hasta la semifinal en Valencia y el pasado 2023, con un trabajo más depurado, logró acceder a la final nacional y alzarse con el triunfo en el Museo del Prado, sede de la cita. “Estoy en una edad en que soy una esponja. Tengo la capacidad de aprendizaje muy ágil y en tres años he sido muy constante. Soy muy pesada con esto de la poesía escénica y la oralidad, siempre estoy investigando las diferentes maneras que tiene el cuerpo de canalizar la palabra, cómo la voz juega con volúmenes, pausas y entonaciones”, expone la poeta.

En una apuesta por ejercer como creadora, alejando otras ambiciones profesionales e invirtiendo su tiempo casi completo a la poesía, la dedicación fue clave en la evolución. “Cuando te expones, ya sea por redes o en directo, compruebas lo que funciona y lo que no, si eres pudoroso o tímido no puedes tomar la temperatura de tu trabajo”, incide Elsa, “la poesía es un género que se adapta al ritmo de las redes sociales, la brevedad y el impacto encajan en el modelo, pero la poesía que ha intentado adaptarse a las redes ha quedado en un plano superficial, como un producto uniforme de enganche rápido”.

Moreno aprovecha el molde de las redes pero intenta que no afecte a la calidad literaria del texto. Un constante ejercicio de equilibrismo. “La poesía asociada a las redes sociales es discursiva y plana, yo juego a colar otros estilos y el alcance que consigo es por el desconcierto causado ya que no están familiarizados con el lenguaje poético”, argumenta la creadora, “la misión de la poesía es romper el lenguaje y crear nuevos marcos simbólicos, generar confusión cumple ese objetivo”.

La escena poética valenciana es familiar. Todos se conocen. La colaboración, las ganas de recitar y la necesidad comunicativa suplen la falta de profesionalización. Por ahora, es un campo amateur sin pretensión. “En Valencia falta un circuito profesional, se organizan dos festivales muy concretos, como Vociferio y Rimbomba, y eso es todo. En Madrid los espectáculos de poesía escénica son constantes y están integrados en la escena cultural, por eso tengo casi medio cuerpo allí, aunque me abruma un poco la ciudad y su agenda desbordante, a veces sobresaturada”, reconoce Moreno, “de momento quiero echar raíces en Valencia, crecer aquí y disfrutar del potencial y la riqueza de esta ciudad”.

En un lugar limítrofe (La Imprenta, 2023) es el debut literario de la joven autora. En él traza el viaje iniciático y el exilio de una voz poética que tiene una revelación sobre las estructuras de los modelos románticos que conforman la sociedad. “El libro relata la elección entre un deseo de revolución y el peso de la tradición romántica, esas dos puntas atraviesan el cuerpo de la voz poética. Echar atrás la herencia sin saber dónde te arrojas en busca del nuevo modelo”, concluye Elsa.