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En qué punto queda À Punt: balance a la nueva radiotelevisión valenciana
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"No ha conseguido calar"

En qué punto queda À Punt: balance a la nueva radiotelevisión valenciana

Cinco años después de su nacimiento, y tras surgir como alternativa a Canal Nou, permanece en el diván preguntándose qué tipo de ente quiere ser

Foto: Una persona entra en las instalaciones de À Punt. (EFE/Kai Försterling)
Una persona entra en las instalaciones de À Punt. (EFE/Kai Försterling)

Nacida hace algo más de cinco años, el mito fundacional de À Punt —la nueva radiotelevisión pública valenciana— partía de Canal Nou sobre el deseo de hacer tabula rasa respecto a su legado. El viejo ente había sido cerrado por la Administración de Alberto Fabra tras un trayecto que había acabado con el marchamo de quien especula con un edificio de viviendas en un barrio por gentrificar: degradándolo para que, cuando se echa a los vecinos, parezca inevitable.

Ese origen explica en parte el planteamiento de À Punt: su misión era no ser Canal Nou. Pero… ¿qué quería ser? Un lustro después no parece haber respuesta más allá del alegato a los medios públicos. Nació, explica el analista televisivo Borja Terán, en un tiempo que quizá no le correspondía, más propio de la vieja era Canal Nou que de la suya propia: "Uno de los problemas es que lo hizo imitando a una televisión autonómica de los 90, cuando ya no estábamos allí. La estructura de la programación recordaba mucho a esos tiempos: el primer programa infantil remitía a Babalà, cuando los niños ya no ven la televisión así. Debía haber nacido con un espíritu media, entendiendo que hoy hay dos vías de hacer televisión: una vía para la compañía en directo y otra para la producción de contenidos que nos identifican".

Foto: El director general de À Punt Media, Alfred Costa en una presentación de la caden a (EFE.–)

Si venía a derogar las malas prácticas de Canal Nou, su gran debe es que no ha sido capaz de generar hábitos propios. "No ha conseguido calar en la sociedad civil ni ha conseguido que la gente creyera que era un servicio público necesario", opina la analista Mariola Cubells. "Su carencia más grave pasa por no tener un objetivo claro sobre a dónde quiere llegar. Ha intentado ser excesivamente equidistante, excesivamente neutral". Hay cierto consenso en que el director general, Alfred Costa, ha tratado de desempeñar una gestión profesional que, en no pocas ocasiones, se ha topado con el muro del exceso de celo del consejo rector. También se reconoce la independencia de los servicios informativos, con mejores números que los programas.

Su audiencia, en 2022, la situaba como la decimotercera autonómica del país en porcentaje de share. Apenas un 3,1%, cerca de un 0,2% por debajo de 2021. Una diferencia sustancial respecto de TV3 (14,1), TVG (10,5) o Aragón TV (10,5). Durante 2023, obtiene algunas décimas de repunte ligadas especialmente a las coberturas informativas y las retransmisiones festivas. Quizá por ello, uno de sus mejores meses fue el pasado marzo, cuando la coincidencia de las Fallas y la Magdalena elevaron la audiencia hasta el 4,4%. La cobertura de las elecciones autonómicas y municipales del pasado mayo también le permitieron alcanzar un 6,6% en esa jornada.

placeholder Presentación de la programación de la televisión valenciana en 2021. (EFE/Biel Aliño)
Presentación de la programación de la televisión valenciana en 2021. (EFE/Biel Aliño)

En cambio, apenas ningún formato se ha consolidado en el tiempo y figuras reconocibles como Carolina Ferre y Eugeni Alemany quedaron desbancadas inexplicablemente de la centralidad de la cadena. Tampoco se consolidó Bona Vesprada, presentado por Máximo Huerta, ahora de regreso con el formato de entrevistas La vida al Màxim. De manera paradójica, respecto a su deseo original, uno de los contenidos más sostenidos ha sido L'Alqueria Blanca, la serie que sobrevivió a Canal Nou. Una de las últimas incorporaciones es la de Ximo Rovira, rostro habitual en el pasado al frente de Tómbola, su fichaje (presentará el magazine de tarde) pretende reconectar con un público que se quedó por el camino.

Respecto al posicionamiento de sus contenidos, Borja Terán considera que "la televisión es reunión y no hay que tener prejuicios con los presentadores que estaban en el imaginario colectivo (…). À Punt tiene que estar en la calle, pero más allá de los programas dicharacheros de directos, más allá del costumbrismo condescendiente. La televisión es lanzarse a mostrar a la sociedad con sus matices y no con sus tópicos. Más allá de una visión naif, porque la sociedad está llena de claroscuros".

"Creo que tiene comunicadores muy buenos, pero tiene que tomar menos decisiones por prejuicio y más fijándose en el talento televisivo"

Si Cubells plantea que "una de sus principales aportaciones tiene que ver con vertebrar el territorio a través de la lengua valenciana", reconoce al mismo tiempo que ha sido un propósito "fallido". Su propio nombre, añade Terán, tampoco le ha favorecido: "No acabó nunca de entenderse. No se asocia a una televisión, es un juego de palabras que no ayuda a indagar en el canal. No sabes muy bien hacia dónde va".

Debe ser una televisión "más compañera de viaje de los valencianos", sostiene Terán. "Creo que tiene comunicadores muy buenos, pero tiene que tomar menos decisiones por prejuicio y más fijándose en el talento televisivo".

La llegada del PP y de Vox al Gobierno de la Generalitat han azuzado la posibilidad de un cambio brusco en su programación. "Si en tiempos favorables a la televisión pública como los que supuestamente ha habido, no se ha conseguido afianzar, con Vox al frente de la cultura valenciana me temo lo peor", sostiene Cubells. "No respetan nuestra lengua ni nuestras señas de identidad y podemos volver a lo peor de la peor época de Canal Nou. Con un agravante: ahora la sociedad valenciana le ha dado la espalda, no la tiene en cuenta ni siquiera para criticarla".

Nacida hace algo más de cinco años, el mito fundacional de À Punt —la nueva radiotelevisión pública valenciana— partía de Canal Nou sobre el deseo de hacer tabula rasa respecto a su legado. El viejo ente había sido cerrado por la Administración de Alberto Fabra tras un trayecto que había acabado con el marchamo de quien especula con un edificio de viviendas en un barrio por gentrificar: degradándolo para que, cuando se echa a los vecinos, parezca inevitable.

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