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Por qué dan tanto miedo nuestras fallas: innovación frente a 'mainstream'
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TRADICIÓN Y EVOLUCIÓN

Por qué dan tanto miedo nuestras fallas: innovación frente a 'mainstream'

Cómo las Fallas de Valencia representa el enorme duelo artístico entre conservadurismo y vanguardia. Una tensión que inequívocamente acaba en cenizas

Foto: La cabeza de 'la meditadora', falla diseñada por Escif, llega a la plaza del Ayuntamiento de Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
La cabeza de 'la meditadora', falla diseñada por Escif, llega a la plaza del Ayuntamiento de Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

Junto al del fuego, uno de los mitos fundacionales de las fallas pasa por esa tensión permanente entre tradición y evolución. Casi como el pensamiento nietzscheano con el que el artista Alfredo Ruiz —exitoso autor de fallas— decidió ponerse a prueba hasta llevar al límite su creación, y cuya retrospectiva se expone estos días en el IVAM de Valencia, en otra muestra que consolida una dinámica creciente: el emparejamiento entre museos y fiesta fallera. "¡Por qué no haces las fallas que gustan a todo el mundo!", le decían a Ruiz. Y él, explica la expo, contestaba: "Ya sé que eso les gusta, por eso necesito hacer lo que me gusta a mí".

Tal que una saga familiar, es ahora su hija, Anna Ruiz, la que produce fallas contestarias que se salen de los cánones más estériles. En 2022, el monumento de una mujer desnuda en la falla experimental de Lepanto-Guillem de Castro fue mutilado. La misma suerte corrió el hombre desnudo de la Falla Castielfabib.

placeholder 'Hombre desnudo', diseño de Ann Ruiz para la Falla Castielfabib. (Cedida)
'Hombre desnudo', diseño de Ann Ruiz para la Falla Castielfabib. (Cedida)

En una síntesis rápida, a un lado del cuadrilátero estaría el movimiento mainstream en el que abundan las fallas con formas grotescas, preciosistas, a veces trampantojos de la factoría Disney. Al otro lado, en apariencia siempre contra las cuerdas, las fallas innovadoras que plantean un giro, en la forma, en los conceptos, en la manera de relacionarse con el espacio público.

“Las fallas —describe el periodista Fernando Morales, miembro de la Associació d'Estudis Faller— nacieron libres, populares, improvisadas y absolutamente sostenibles (aquello de quemar restos de talleres, cartones, telas rellenas de borumballa). Y pese al establishment que supuso la aparición de la falla artística, hace medio siglo había muchas más líneas plásticas que en la actualidad. Creo que a nivel artístico las fallas tienen una oportunidad estupenda para beber del arte, del diseño, generar sinergias con la cultura contemporánea y propiciar una evolución en el tiempo. Es necesario salir del anacronismo”.

Foto: En 2012 la falla Nou Campanar se hacía con el primer premio, era el séptimo que sumaba en un tiempo récord. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

Haciendo referencia al trabajo de Alfredo Ruiz, desde los años 70, apunta hacia una de sus grandes lecciones: “Lo único que diferencia a las fallas de una escenografía es su función: la crítica, incitar a la reflexión y al pensamiento”.

Hay pocas escenas con una carga de profundidad tan simbólica como la de esa comisión fallera de la calle Lepanto que, al volver de la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados, vio como su falla con un hombre desnudo había sido agredida por un vandalismo censor. Todo un popurrí entre la costumbre, el desafío y el debate en torno a qué es o no tradicional. Puestos a reafirmar la tradición, esa falla artística —en el que el estilo anulaba el mensaje— es precisamente un desaire a los propios genes de la fiesta.

placeholder Varias personas observan el montaje de un falla. (José Bravo)
Varias personas observan el montaje de un falla. (José Bravo)

Con el peligro de encastillarse en su propio nicho, la nueva escena fallera está protagonizada por nombres con una influencia creciente en el ritmo de la ciudad. Como Escif, uno de los principales artistas urbanos españoles que ha pasado de los muros a —también— las fallas. En la edición pandémica, su obra, Esto también pasará, resultó profética: con una meditadora en el centro de la Plaza del Ayuntamiento que, según el artista, invitaba a que “en el epicentro del ruido” se creara “un espacio de silencio”.

Este año, en esa misma ubicación, es la joven creadora Marina Puche quien emplaza un enorme corazón simbolizando el renacer: “Un corazón que ha estado parado y bombea de nuevo” (y que también cuenta con una muestra en el museo, en este caso el Centre del Carmen). Puche lleva inmerso el significado evolutivo de tres generaciones, tras su abuelo y su padre, Julián y Pepe, dos de los artistas más reconocidos desde hace décadas. El lenguaje renovado de Marina Puche es también una demostración de que la capacidad regeneradora de las Fallas.

Foto: El león del Congreso de los Diputados que se quemó el año pasado en la plaza del Ayuntamiento de Valencia.

Después de la meditadora, este domingo Escif verá arder un gran gato negro, su nueva obra ahora para la Falla Corona, una de las comisiones cuyos mensajes están más enraizados con el entorno urbano, cargados de críticas punzantes. Ese gato juega con el dualismo de la mala y la buena suerte; una teorización sobre qué es en realidad la fortuna.

Entre los monumentos con mayor impacto ciudadano, el del artista Raúl Martínez en la comisión García Lorca visualiza las cicatrices de la mastectomía a la que se sometió Cristina Gómez. Por iniciativa propia le pidió al artista fallero que la usara como molde para uno de sus ninots. La falla ha terminado por llamarse Pit (pecho).

placeholder Falla diseñada por Alfredo Ruiz. (Cedida)
Falla diseñada por Alfredo Ruiz. (Cedida)

La creadora textil Reyes Pe ha encontrado en el registro fallero un método de expresión de primer orden. El poder que ofrece que durante casi una semana entera miles de personas reciban un mensaje, le ha hecho plantar monumentos como Violencia, en el que a través de personas sin hogar creó figuras que representaban esa misma condición, emplazados en escenas habituales de los sin techo, provocando una confusión sobre si eran de verdad, a tiempo que una apelación sobre su propia invisibilidad. Este marzo su monumento, para la comisión Castielfabib, se hace valer de tartas de cumpleaños textiles con las que invita a verbalizar cómo cumplir años significa dar la bienvenida pero también pensar en el paso del tiempo.

El arquitecto Miguel Arraiz fue el creador, junto a David Moreno, de una de las mayores rupturas en la historia de las fallas: su falla en 2015 para Nou Campanar rompió con todos los esquemas, con un registro conceptual que nada tenía que ver con el planteamiento grandilocuente y recargado que caracterizaba el momento. Arraiz, ahora, considera que “las fallas siguen devorando a sus creativos. Cuando no sea así y se ponga realmente en valor esta parte de las fallas, el futuro será más interesante que al que nos dirigimos. Pero el interés por la creatividad en las comisiones está en núcleos reducidos, la mayorías las entienden como un evento social”.

placeholder Falla de Reyes Pe. (David Zarzoso)
Falla de Reyes Pe. (David Zarzoso)

Definitivamente puede que no haya nada más fallero como querer subvertir el orden de aquello que, se supone, siempre se ha hecho igual. Esa tensión, que inequívocamente acaba en cenizas, representa el enorme duelo artístico entre conservadurismo y vanguardia.

Junto al del fuego, uno de los mitos fundacionales de las fallas pasa por esa tensión permanente entre tradición y evolución. Casi como el pensamiento nietzscheano con el que el artista Alfredo Ruiz —exitoso autor de fallas— decidió ponerse a prueba hasta llevar al límite su creación, y cuya retrospectiva se expone estos días en el IVAM de Valencia, en otra muestra que consolida una dinámica creciente: el emparejamiento entre museos y fiesta fallera. "¡Por qué no haces las fallas que gustan a todo el mundo!", le decían a Ruiz. Y él, explica la expo, contestaba: "Ya sé que eso les gusta, por eso necesito hacer lo que me gusta a mí".

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