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El país que olvidó a Concha Piquer, la primera artista moderna de su historia
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PRÓXIMA EXPOSICIÓN EN VALENCIA

El país que olvidó a Concha Piquer, la primera artista moderna de su historia

La figura de la artista valenciana transitó del esplendor al estigma, llegando al más absoluto olvido en democracia. Ahora se intenta recuperar su legado

Foto: Concha Piquer. (EFE)
Concha Piquer. (EFE)

Hace ahora 100 años, Conchita Piquer se estaba convirtiendo en la primera artista española moderna de la historia. Sucedió en Manhattan, actuando en una de las flamantes películas sonoras de la historia del cine, e interpretando en inglés la ópera El gato montés, del maestro Penella, en el Park Theater, de la calle 49 de Nueva York.

El 13 de enero de 1958, Concha Piquer dejó de cantar. Durante una actuación en Huelva, la valenciana sufrió una afonía y a los 52 años se retiró a vivir de rentas. No eran pocas. Nació pobre en la calle Ruaya de Valencia y ganó su primer duro en 1917, a los once años, cantando en el teatro Sogueros de la calle Na Jordana. Lo acontecido entre ambas fechas podría ser un guión de Scorsese maltratado por la dirección de Damien Chazelle: cómo matar a un hombre que intentó violarla en La Gran Manzana de los años 20, cómo rodar la primera escena del cine sonoro en castellano o cómo decirle a Franco en El Pardo que no pensaba cantar ante él tras hacerla esperar durante su generalísima merienda. Todo esto con Blasco Ibáñez, Eva Perón, Al Jolson, Rafael de León, Indalecio Prieto, Negrín y la Maredeueta (Virgen de los Desamparados) como estrellas invitadas.

placeholder Concha Piquer, en una imagen de los años 20 del siglo pasado.
Concha Piquer, en una imagen de los años 20 del siglo pasado.

El relato vital de la voz más relevante de nuestro siglo XX parece, en ocasiones, una fábula inventada por la Piquer para ensalzar su leyenda. Y sin embargo, pocos se ocuparon de rescatar semejante celebridad. Primero, la obra impregnada de educación sentimental de Manuel Vázquez Montalbán, después Manuel Vicent, un 17 de octubre de 1981, con aquella pieza maestra del periodismo que supuso El baúl de Concha Piquer (El País), y recientemente con su novela Retrato de una mujer moderna (Alfaguara, 2022). También la ilustradora Carla Berrocal en Doña Concha: la rosa y la espina (Reservoir Gráfica, 2021). El próximo reconocimiento será la exposición Doña Concha, una iniciativa del Ayuntamiento de Valencia, comisariada por Cristina Chumillas.

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Nadie cuestiona el legado de Sinatra o Billie Holiday en los Estados Unidos ni niega a Édith Piaf en Francia, pero en este país, el contexto sociopolítico en el que se desarrolló su trayectoria artística la condenó al olvidó. “La entrevista formaba parte de una serie que realicé en 1981 a artistas, políticos e intelectuales, ya retirados, que por su edad y experiencia podían contar de primera mano su vida sin miedo a hablar. Concha Piquer fue una de esas figuras. No me sorprendió el desparpajo con que explicó los lances insospechados de su biografía. No me interesaba la copla sino su personalidad. Una mujer con arrestos, que había pasado por todo y en el fondo había hecho lo que le había dado la gana”, recuerda el escritor valenciano Manuel Vicent.

La copla fue la expresión particular española de un movimiento cultural, mundial, de recuperación del folclore, dentro del proceso politico de consolidación de todos los nacionalismos europeos, también entre las nuevas nacionalidades sin estado hasta el colapso de las democracias liberales. Hubo copla con Maura, Dato y Primo de Rivera, en la II República, durante la Guerra Civil y en la dictadura, pero esta perspectiva era indescifrable en la urgencia ideológica del antifranquismo.

Foto: Los Pantalones Azules de Víctor Ortiz y Los Milos con Bruno Lomas. (Cedida)

Entre los más intransigentes, aquellos que nunca disfrutaron con ninguna música que no dijera lo que querían oír. Sordos de vocación, el entorno apretaba. Ni Franco consiguió apropiarse de la música de Concha Piquer, ni se puede reprochar, en exceso, que algunos erraran al afirmar que sí lo había logrado. El relato histórico se pule con el tiempo, y la historiografía ayuda a revertir las ideas preconcebidas y los lugares comunes que alguien convirtió en dogmas de fe en 1968. Cuando rebelarse fue prioritario no se salvó ni la música de las madres.

En la novela Retrato de una mujer moderna Manuel Vicent entrelaza datos biográficos reales con espacios fabulados: “Concha Piquer es ella misma un personaje de novela cuya voz durante muchos años sintetizó una pasión colectiva. Sus canciones fueron el paisaje sonoro de la posguerra. Pensé que esta heroína valenciana merecía salir de nuevo a la superficie y en mi novela no he hecho otra cosa que rodear de atmósfera literaria una vida llena de pasiones que estaban entre la gloria y la tragedia”. Las coplas de la Piquer fueron la banda sonora de todos los niños de la posguerra española.

placeholder Museo Concha Piquer de Valencia. (Ayuntamiento de Valencia)
Museo Concha Piquer de Valencia. (Ayuntamiento de Valencia)

Estos se convirtieron en veinteañeros a principios de los años sesenta. Si el contexto histórico es relevante, el factor generacional es imprescindible. Del mismo modo que hoy los chavales escuchan a Rosalía y Bad Bunny, huyendo de los cedés de Madonna y Guns 'n' Roses de sus progenitores, Raimon, Bruno Lomas y aquella generación de valencianos escogió la diversidad musical que ofrecían Brassens, Mina, Elvis Presley o Adriano Celentano en 1961. La modernidad nunca suena en la radio de los padres, y las melodías de la niñez son esas imposiciones a la que volver únicamente cuando la juventud desaparece.

Foto:  Joaquín Prats, de espaldas, con Nino Bravo, Yaco Lara y Bruno Lomas. (Ana Mafé García)

En las deliberaciones del jurado de los Premios Príncipe de Asturias, en 1987, Manuel Vicent, Joan Manuel Serrat, Pilar Miró, Antonio López y Manuel Gutiérrez Aragón intentaron dar un golpe de mano al veredicto incluyendo la candidatura de la cantante valenciana. “Cuando ya el premio estaba fallado y a punto de firmar el acta, nos pusimos de acuerdo para cambiar de candidato en el último momento. Propusimos a Concha Piquer. Creíamos que era una forma de reivindicar la cultura popular. Fue una tormenta en un vaso de agua”, sentencia Vicent. No hubo más intentos. Concha Piquer murió en 1990. Ahora, el legado de la Piquer vuelve a la actualidad valenciana. Nunca es tarde. Orgullosa empresaria y mujer desmedida para los parámetros de su época, ya recibió en vida el reconocimiento de Valencia. El 20 de febrero de 1964, ella misma ungió la vía Conchita Piquer, en el barrio de El Calvari de Campanar. Una calle congelada en el tiempo, tatuada en el debe de la ciudad.

Hace ahora 100 años, Conchita Piquer se estaba convirtiendo en la primera artista española moderna de la historia. Sucedió en Manhattan, actuando en una de las flamantes películas sonoras de la historia del cine, e interpretando en inglés la ópera El gato montés, del maestro Penella, en el Park Theater, de la calle 49 de Nueva York.

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