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Quienes nunca se fueron, jamás pueden regresar: una anomalía del rock valenciano desde 1989
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El grupo Doctor Divago sigue tocando

Quienes nunca se fueron, jamás pueden regresar: una anomalía del rock valenciano desde 1989

Desde su aparición en 1989 hasta hoy, Doctor Divago ha mantenido una trayectoria coherente ligada al pop clásico, tan digna como alejada del éxito masivo

Foto: Concierto de Doctor Divago en Discos Ámsterdam. (Cedida)
Concierto de Doctor Divago en Discos Ámsterdam. (Cedida)

El 24 de marzo de 1995, el grupo de rock valenciano Doctor Divago se encontraba de gira por el norte de España. La noche anterior habían participado en la final del concurso Villa de Bilbao. El Gaztetxe de la localidad de Alsasua los había contratado para acoger la presentación de su segundo disco “Danzas de moda”. El 21 de marzo habían sido localizados en Alicante los cadáveres de Lasa y Zabala, dos miembros de ETA asesinados por los GAL en 1983. La crispación saturaba el ambiente en el pueblo navarro. Al llegar a la prueba de sonido encontraron al encargado del local tapiando las ventanas. “Es para evitar que entren los botes de humo”, fue la premonitoria respuesta que heló a los veinteañeros mediterráneos. Aquella noche, la banda actuó mientras en la calle ardían contenedores y volaban pelotas de goma. La actuación salió adelante, con tan buena aceptación que fueron invitados a repetir la velada el día siguiente.

Que resistir no es vencer, sino sobrevivir, es una realidad que casa mal con el relato mitificador del rock & roll. Y sin embargo, es lo habitual. A lo largo de la historia, llegar al gran público, o al necesario para ser profesional, siempre es la excepción en la música popular contemporánea, y generalmente las iniciativas de solistas y bandas van perdiendo fuelle o se disuelven cuando la vida aprieta y el ímpetu juvenil se desvanece.

Foto: Los Blue Moon, pioneros valencianos de rockability. (Cedida)

En cambio, hay formaciones que permanecen inalterables al contexto. Anomalías inmutables a las modas y los vaivenes de la industria musical, capaces de reconocer su lugar y mantener la constancia para reunir, cada vez que suben al escenario, a doscientos espectadores en una sala de su ciudad. En Valencia, el paradigma de banda de rock, con más de treinta años de trayectoria ininterrumpida, siendo el grupo de la vida de unos cientos, y unos completos desconocidos para la mayoría, se llama Doctor Divago.

Manolo Bertrán comenzó a cantar a los 15 años en Coordenada 0-0. Era 1982 y el de L’Olivereta, junto al diseñador Kike Correcher, engendraban el antecedente necesario de Doctor Divago. “Valencia era una ciudad bastante divertida para un chaval, al ser una época alegal. Tras el franquismo estaba todo por construir y por regular. Un campo abierto y una vida diferente a la actual, sin sobreprotección. A los 16 años te estás construyendo a ti mismo. Hacia 1980 había empezado a tocar la guitarra con mi amigo del colegio Guillermo Escribano, tiempo después cantante del grupo punk Interterror, y escuchábamos a los Beatles, Tequila, etc. Nos compramos las primeras guitarras juntos. Después, llegó mi época de Planta Baja, en la calle San Ramón de El Carmen, donde vi los primeros conciertos de grupos locales como Garage, Inhibidos Quizás?, Sade o Carmina Burana, y eso dejó marca. Florecían las radios libres como Radio Klara y buscaba mi acomodo indagando en músicas más allá de Los 40 Principales, que era el cauce establecido”, rememora el vocalista.

placeholder Doctor Divago en 2023 (Josep Escuin, cedida)
Doctor Divago en 2023 (Josep Escuin, cedida)

Los diversos proyectos de primera juventud se sucedieron a lo largo del grueso de la década hasta que Bertrán alquiló un bajo, convertido en local de ensayo, en la calle Orihuela, del distrito de La Saïdia. “Lo compartíamos con Jorge Lario y Manolo Cascales, después miembros de Revólver, entre otros proyectos. Enfrente se ubicaba la mítica sala de conciertos Gasolinera, gestionada todavía por Manolo Rock, y yo le insistía en que nos diera una oportunidad, pero nos daba largas”, recuerda Manolo, “en 1989, ya como Doctor Divago y con una formación sólida, con Wally a la batería, debutamos en aquel templo. Las opciones de contratación eran elegir entre 8.000 pesetas al contado o grabar una maqueta, y optamos por esta última. La actuación se me pasó como un suspiro”.

La lírica de Bertrán transita del costumbrismo al surrealismo entre sonidos marcados por el rock clásico de los años sesenta y toques de blues, Antonio Chumillas es el único armonicista en un conjunto de rock valenciano, salpicado de psicodelia. “En 1991 registramos nuestros primeros temas en estudio con Vicente Sabater, el productor de Presuntos Implicados y Seguridad Social. Fueron cuatro piezas que se movieron en radios locales y tal, pero no encontramos a nadie aquí que editara el elepé. Un sello hispalense confió en estas canciones y grabamos “Regalos vivos” en Sevilla con José María Sagristá, guitarrista de la última época de Triana y líder de Círculo Vicioso. A partir de entonces comenzamos a girar por todo el país, de Andalucía al País Vasco. Teníamos 25 años y muchas ganas. Por supuesto, queríamos hacer bien las cosas, pero jamás tuvimos un excesivo afán de profesionalización o un calendario a corto plazo con unas metas marcadas con el fin de llegar a algún sitio, y eso ha sido algo que nos ha hecho perdurar”, recalca el músico.

placeholder Doctor Divago en el Gaztetxe en 1995 (Ovidio Piera/cedida).
Doctor Divago en el Gaztetxe en 1995 (Ovidio Piera/cedida).

En 2014, el filólogo y cronista musical Mariano López publicó “En tierra de nadie: 25 años de Doctor Divago”, una biografía minuciosa que relataba la singularidad de la trayectoria del grupo. El libro destacaba la capacidad de los valencianos para transitar por las diversas escenas musicales surgidas desde finales de los años ochenta hasta la década pasada manteniendo una idiosincracia propia. Una visión completada con la película documental “Los tontos buenos tiempos” de Rubén Soler. “Mi intención primera era grabar elepés en condiciones. No tenía ambición por la fama, siempre priorizamos el ideal de crear música para disfrutarla, obviamente pensando en gustar a cuantos más mejor, pero sin que eso nos presionara más de la cuenta” incide Bertrán, “este camino de más de treinta años me ha permitido conocer a mucha gente; pronto se convirtió en un vehículo de socialización y crecimiento como persona. Hoy en día lo sigue siendo”.

Hace unos años, el líder de los Divago decidió crear su propia discográfica junto a Raúl Tamarit, componente de Una Sonrisa Terrible y actualmente en Los Radiadores. “Durante un tiempo nos colgaron ese sambenito de grupo siempre a punto de dar el salto a una primera división, pero nunca lo vi así. La industria y los medios buscaban otras cosas, siempre más digeribles, y cuando el mainstream buscó bandas más cercanas a nuestro estilo, simplemente no nos tocó a nosotros ser los elegidos. Hemos sido un grupo singular, lo que es una virtud y también un contratiempo. En 2006, con “Revuelta elemental” tomamos un nuevo impulso con la entrada de gente joven en la formación e hicimos gestiones para encontrar un sello potente, pero no cuajó, siempre había felicitaciones, pero también un socio a quien no le convencía. Nuestro techo promocional es bajo, así que decidimos autogestionarnos. Así nació Bonavena Música”, cuenta Manolo.

La carrera de Doctor Divago no consiste en aguantar. Hay grupos que se mantienen pero no tocan con asiduidad ni siguen lanzando discos. Tampoco se separaron ni anunciaron después su regreso, como tantos otros. “Somos casi los únicos que no hemos vuelto, porque nunca nos hemos ido. Doctor Divago siempre ha estado ahí. Hemos hecho muchas giras, “La tierra prometida” es nuestro decimotercer elepé y, evidentemente, ahora con nuestra edad no iremos de ruta en las condiciones en las que íbamos hace 20 o 30 años, con lo cual el calendario de conciertos se reduce”, sostiene Manolo, “el circuito de salas ya no se presta a ello, hasta hace un tiempo los grupos cobraban un caché, el nuestro no era elevado pero nos permitía volver sin perder dinero”.

Hace alrededor de quince años los locales de conciertos empezaron a cobrar alquiler a las bandas complicando la posibilidad de girar por todo el país a un gran número de bandas con arraigo local. Probablemente algo tuvo que ver la irrupción masiva de los festivales. “Ensayamos cada semana y seguimos bien engrasados. La última formación, con David en la guitarra, Edu al bajo, Wally a la batería y Chumi con la armónica, se mantiene inalterable desde hace casi veinte años, llevamos toda la vida trabajando. Existe un entendimiento casi telepático. Así que el 31 de marzo, en Loco Club, defenderemos el álbum en Valencia. Esa será la presentación oficial, siempre una gran fiesta, y luego vendrán otros conciertos”, concluye el cantante de la veterana formación.

El 24 de marzo de 1995, el grupo de rock valenciano Doctor Divago se encontraba de gira por el norte de España. La noche anterior habían participado en la final del concurso Villa de Bilbao. El Gaztetxe de la localidad de Alsasua los había contratado para acoger la presentación de su segundo disco “Danzas de moda”. El 21 de marzo habían sido localizados en Alicante los cadáveres de Lasa y Zabala, dos miembros de ETA asesinados por los GAL en 1983. La crispación saturaba el ambiente en el pueblo navarro. Al llegar a la prueba de sonido encontraron al encargado del local tapiando las ventanas. “Es para evitar que entren los botes de humo”, fue la premonitoria respuesta que heló a los veinteañeros mediterráneos. Aquella noche, la banda actuó mientras en la calle ardían contenedores y volaban pelotas de goma. La actuación salió adelante, con tan buena aceptación que fueron invitados a repetir la velada el día siguiente.

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