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Loco Club: cómo una sala valenciana resistió al cierre policial, la pandemia y los festivales
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Loco Club: cómo una sala valenciana resistió al cierre policial, la pandemia y los festivales

La promotora Alta Tensión, germen del Loco Club, cumple 20 años programando conciertos en Valencia, en un contexto de minorización de las salas ante los macrofestivales del territorio valenciano

Foto: Eli Paperboy Reed en Loco Club. (Juan Limousine)
Eli Paperboy Reed en Loco Club. (Juan Limousine)

Eran las cuatro de la madrugada del jueves 16 de octubre de 1997, cuando Romário da Souza cruzaba la puerta de Carioca, un distinguido local valenciano de música latina. Por la mañana, el futbolista había alegado sufrir una faringitis para no entrenar. Y es que, durante su etapa en Mestalla, el jugador de mayor talento puro en la historia del Valencia CF transitó la pista sambera más que la ciudad deportiva de Paterna.

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“¿A las cuatro de la mañana? ¿È vero? ¿È verità?”, se asombraba Claudio Ranieri, entrenador del conjunto ché, en la rueda de prensa. “Ahora que vuelvo a salir de fiesta, las cosas mejorarán. La noche es mi amiga. Si no salgo, no marco”, reconocía el brasileño. Aquel último baile fue el detonante de la marcha definitiva de “O Baixinho Infernal”. El fiestero sector de ocio nocturno alrededor de la calle Juan Llorens siguió atronando a pachanga algún tiempo, pero ya nunca fue el mismo. En 2008, el barrio de Extramuros se convirtió en zona acústicamente saturada (ZAS) mediante normativa del ayuntamiento popular.

En este contexto de suspensión ociosa, en 2009, unos apasionados de los sonidos americanos se hicieron con los mandos del Loco Mateo, un tablao flamenco, para reconvertir uno de los escasos reductos musicales del distrito en algo completamente distinto: un club de rock & roll llamado Loco. La aventura musical de estos empresarios había comenzado tiempo atrás, con la promotora de conciertos Alta Tensión, en 2002.

Lorenzo Melero es uno de los fundadores de Loco Club: “Miguel Miravet y yo somos amigos desde los 14 años. Íbamos al Nou Café Concert en los años ochenta, y a finales de los noventa conocimos a Vicente Maicas que programaba conciertos en la Sala Quatre de la Plaza del Ayuntamiento, bajo el Rialto, hasta que cerraron. En aquel momento decidimos juntarnos para traer a la ciudad a grupos que nos gustaban y no pasaban por aquí. Montamos la asociación Alta Tensión y programamos nuestro primer concierto en la sala Roxy con La Granja, Bronco Bullfrog y Gas. Rascamos una subvención de 3.000€ y vendimos 200 entradas”.

Aquel punto de partida continuó sin un punto fijo donde programar durante siete años. “Empezamos a llevar a los grupos a salas como Wah Wah, Matisse, La Caverna y La Edad de Oro, incluyendo a valencianos como Señor Mostaza, liderados por Luis Prado, o Landy, primer grupo de Miquel Àngel Landete, después Senior i El Cor Brutal. Fuimos a recoger a Quique González, que vino en un Opel Corsa hecho polvo, no sé ni cómo llegó, y reventó Wah Wah con un acústico. A partir de ahí repitió con nosotros cada año en Valencia, en 2008 todo el dinero ganado en su concierto lo perdimos a la semana siguiente en el de Jaime Urrutia, que fue un palmazo. Íbamos sobre la marcha, aprendiendo el negocio y disfrutando de los aciertos, como el de Marah: la gran banda de rock americano del momento”, recuerda Melero.

placeholder Daniel Romano sobre el escenario. (Juan Limousine)
Daniel Romano sobre el escenario. (Juan Limousine)

En 2009, la zona de Juan Llorens ya era zona ZAS. Los negocios musicales fueron menguando y algunos propietarios vendieron sus locales. “Siempre había querido tener una sala. Años antes, llegamos tarde, por quince días, al traspaso del Sonora, que acabo siendo la sala Wah Wah. En verano de 2009 nos informan que El Loco está en venta. Pedían más de 200.000€ y no teníamos un clavel, así que optamos por quedarnos un alquiler en diciembre de 2009. El inicio fue fulgurante, solo en 2010 pasaron allí Teenage Fanclub, The Zombies, Blue Rodeo, Micah P. Hinson, Él Mató A Un Policía Motorizado, Steve Wynn, Mishima, Nueva Vulcano, New York Ska Jazz Ensemble, Josh Rouse, Guadalupe Plata, Eilen Jewell y Osaka Monorail”, explica el promotor. El frenazo en seco estaba al caer.

"Una vecina de la calle Palleter consiguió que clausuraran la sala", apunta Melero

Como sentencia una de las máximas de la filosofía tysoniana: “Todo el mundo tiene un plan hasta que le cae la primera hostia”. Y el croché de derecha sacudió al club, en forma de cierre policial, en diciembre de 2010. “Una vecina de la calle Palleter consiguió que clausuraran la sala. Se gastó un dineral en ingenieros acústicos y abogados. Llamaba a la policía todas las noches, cuando no había concierto, también. Llegué a darle el teléfono de mi casa para que me contactara en caso de exceso de ruido en puerta de la sala, pero se dedicó a llamar anónimamente alarmando a mis hijos sobre accidentes falsos”. Los directos volvieron unos meses después, y el espacio prosiguió el proceso dinamizador de la música en la ciudad durante diez años, en pleno apogeo de los festivales valencianos.

placeholder The Wedding Present. (Juan Limousine)
The Wedding Present. (Juan Limousine)

“¿Prefieres comer una paella en casa con tus amigos, hecha por alguien de tu familia con años de experiencia en la cocina, o tragar una macropaella para miles de asistentes de pie y servida en plato de plástico? Eso son los festivales. Ver aquí a The Jayhawks, Teenage Fanclub, Dover, Nikki Hill, The Posies, Redd Kross, Sharon Van Etten, The Wedding Present, Eli Paperboy Reed o Daniel Romano es un lujo, son nombres para festivales. Es incomparable. A veces buscamos nombres del estilo y la respuesta de la agencia es diáfana: no van a ir a tu sala porque este festival nos paga lo que tú no puedes pagar. Durante la época de festivales, las salas no existimos. Nos quitan toda la visibilidad, aunque trabajemos una programación excelente”, incide el propietario de la sala, ante el crecimiento exponencial de estos grandes eventos.

Foto: Rosalía y Raül Refree en 2017 en la actuación que ofrecieron en el festival Pops Marítims. (Paco Valiente)

Durante la pasada década, Loco Club afianzó su posición como creador de tejido productivo en una parte de la sociedad musical de Valencia. Su robusta programación internacional y nacional se salpicó con la presentación de discos de centenares de grupos locales, que forman parte de su ecosistema tanto arriba como bajo el escenario. Este hervidero intergeneracional ha visto pasar cosechas valencianas de músicos como Señor Mostaza, Senior i El Cor Brutal, Wau y Los Arrrghs!, Tórtel, Badlands, Johnny B. Zero, Maderita, Llum, The Standby Connection, Hank Idory, Emma Get Wild, Ramírez, Invaders, Star Trip, Mad Robot, Wild Ripple o Laverge. Hasta que un viernes 13 de marzo de 2020, el país se fundió a negro.

En los meses duros de pandemia fueron los grupos valencianos quienes sostuvieron la economía de guerra de la sala. “Los grupos nacionales e internacionales tenían las fronteras cerradas. Los músicos de aquí y el público fueron ejemplares, pagaban su entrada para estar sentados sin poder beber y la banda se llevaba su taquilla. Apenas obtuvimos beneficios para pagar al personal de sala y los gastos de apertura, pero lo agradecí porque se me estaba cayendo el alma al suelo”, destaca Melero, que reconoce la angustia del sector en el momento de alerta sanitaria.

Foto: Dos jóvenes debutando en el Kaf Café en el 2022. (Kaf Café)

“Todo el circuito valenciano de salas hubiera muerto en septiembre de 2020 si no es por las ayudas públicas. Los dueños de los bajos querían cobrar, aunque la sala estuviera cerrada o con cien personas sentadas sin consumir. Lo único bueno de la pandemia fue que, por fin, se reconoció a los locales de concierto como centros culturales a proteger. El Instituto Valenciano de Cultura de la Generalitat ha hecho un buen trabajo. También recibimos apoyo económico del INAEM del Gobierno de España y del Ayuntamiento de Valencia”.

El club retomó el pulso, y a lo largo del mes de julio celebra el 20 aniversario de la promotora que lo gestiona, acercando a sus 300 espectadores nombres como Dean Wareham, Barrence Whitfield o Vintage Trouble. Y lo logrará manteniendo los ejes que sustentan la experiencia musical plena: proximidad con el artista, óptimas condiciones de sonido y respeto por el público.

Eran las cuatro de la madrugada del jueves 16 de octubre de 1997, cuando Romário da Souza cruzaba la puerta de Carioca, un distinguido local valenciano de música latina. Por la mañana, el futbolista había alegado sufrir una faringitis para no entrenar. Y es que, durante su etapa en Mestalla, el jugador de mayor talento puro en la historia del Valencia CF transitó la pista sambera más que la ciudad deportiva de Paterna.

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