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Pinza en el secesionismo: la CUP y los críticos aíslan aún más a la presidenta de la ANC
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Pinza en el secesionismo: la CUP y los críticos aíslan aún más a la presidenta de la ANC

Feliu está cada vez más sola en la cúpula de la entidad. Solo cuenta con el apoyo de Puigdemont, pero ese es un detalle que hace que otros sectores independentistas desconfíen y se alejen de ella

Foto: La presidenta de la ANC, Dolors Feliu, el pasado mes de octubre durante una acampada organizada por la ANC en Plaza Catalunya. (EFE/Quique García)
La presidenta de la ANC, Dolors Feliu, el pasado mes de octubre durante una acampada organizada por la ANC en Plaza Catalunya. (EFE/Quique García)

El independentismo catalán atraviesa el invierno más caliente de su historia. La crisis en la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la entidad que ha sido la punta de lanza de todas las grandes manifestaciones de la última década, es cada día más profunda. La presidenta de la organización, Dolors Feliu, está sola en la cúspide del poder. En los despachos del Govern, la ANC ya no es tan bienvenida como en los días de vino y rosas pasados y sus relaciones con Òmnium Cultural, el otro gran agente social soberanista, están en horas bajas. Cuenta con el apoyo de Carles Puigdemont y de su Consell de la República, con el que mantiene excelentes y fluidas relaciones, pero ese es también un detalle que hace que otros sectores secesionistas desconfíen de la entidad y se alejen de ella. Y eso no es todo. Poble Lliure, el partido más potente de la CUP, se ha posicionado en contra del salto de la ANC a la política y reclama que ha de ser un mero instrumento de movilización de masas. Entre los anticapitalistas y los críticos, a Feliu le queda poco margen de maniobra.

El pasado fin de semana, trece miembros del secretariado de la entidad dimitieron, entre ellos el vicepresidente Jordi Pesarrodona. Este jueves, los dirigentes críticos de la entidad, agrupados bajo el paraguas del Colectivo Indesinenter, reclamaron la convocatoria de nuevas elecciones, lo que evidencia cuán profunda es la crisis interna. La intención de este colectivo es forzar una asamblea extraordinaria (necesitan 2.000 firmas para ello) en la que se votaría si se adelantan las elecciones, que se celebrarían en pleno verano.

Foto: Estudiantes durante la ocupación de la UB. (Reuters)

Los críticos aseguran que 25 de los 68 miembros del secretariado (el máximo organismo ejecutivo de la ANC) son miembros de Indesinenter. Dos de ellos dimitieron hace tiempo y diez más continúan en sus puestos para defender los planteamientos de los críticos desde dentro. Contrariamente a lo que se dijo en un primer momento, los motivos de las desavenencias internas no es la posibilidad de que la ANC concurra a las próximas elecciones autonómicas con una “lista cívica propia” para forzar a los partidos independentistas a escorarse hacia posturas más extremistas.

Los motivos hay que buscarlos en el talante de la dirección y la falta de democracia interna. El ordeno, mando y decido de la presidenta y de su círculo más cercano ha hecho mella en sus compañeros de dirección. Desde el Colectivo Desinenter se afirma que “ha habido filtraciones para desviar los motivos reales de la dimisión de los secretarios nacionales”.

Joan Carles Manzanero, uno de los dimitidos, aseguró este jueves que la lista cívica no pinta nada en la crisis, ya que cuenta con el apoyo de la mayoría del secretariado. Lo que ha habido es “una repetida vulneración del reglamento”. Se han tomado decisiones a dedo sin contar con el secretariado, se adoptaron acuerdos en el comité permanente sin tener atribuciones o se determinaron cuestiones que deberían haber pasado por este estamento. Los críticos tienen en su punto de mira a la guardia de corps de Dolors Feliu, materializada en el ex de ERC y ex de SI (Solidaritat Catalana per la Independència), Uriel Bertran, y en el empresario Jordi Domingo, a quien acusan de vetar propuestas críticas en la cúpula. Es más, los críticos relatan no sólo falta de democracia, sino “faltas de respeto e incluso insultos”.

Foto: La presidenta de la ANC, Dolors Feliu. (EFE/Quique García)

Pero a Feliu se le abre otro frente. La CUP le pone la proa por su gestión. En realidad, ha sido Poble Lliure, el mayor de los partidos que componen la formación anticapitalista, el que aprobó un comunicado en el que reclama la vuelta de la ANC a sus orígenes. El documento se titula 'Para volver: nos hace falta la ANC' y subraya que “sin entrar en el funcionamiento interno del secretariado, queremos señalar la desorientación política que padece la organización y poner de manifiesto la necesidad de recuperar la utilidad de la organización civil independentista con más capacidad de movilización de nuestro proyecto político”.

Los anticapitalistas rechazan que la ANC se convierta en otro actor de la escena política. Evidentemente, cuantas más organizaciones independentistas haya en el terreno político, menos votos para cada uno. “Teniendo en cuenta que la función más importante que ha tenido la ANC ha sido condicionar a los otros actores para asumir las demandas de la sociedad civil, es imprescindible repensar la acción política de la ANC para volver a generar este efecto [se refiere al de la movilización en la calle]”.

Un contrapoder

La CUP va más allá y recoge que “con la máxima de que la ANC ha de ser una herramienta de contrapoder contra la ocupación española y contra las tentaciones de los partidos independentistas al retorno a las lógicas autonómicas, convertir a la ANC en un partido político con el reparto de poder y las dinámicas propias de esta clase de estructuras sólo favorece anestesiar la capacidad de presión hacia los partidos. Sin duda, quien más se vería beneficiado con esta apuesta que desactiva la movilización civil son precisamente aquellos sectores que más interés tienen en que el proceso político deje de ser un movimiento activo que obligue a modificar sus tempos”.

En estos planteamientos, los anticapitalistas coinciden con los críticos de la ANC, aunque sus planteamientos llevan a la organización más hacia un posicionamiento social y político más pronunciado. “En definitiva, el independentismo civil ha de recuperar el protagonismo volviendo a situar las demandas del movimiento en la agenda política. La ANC ha de ser un altavoz para sumar más adeptos a nuestro proyecto, una herramienta para generar sinergias entre el independentismo y las preocupaciones económicas y sociales de nuestro país y una estructura de contrapoder para llevar a término acciones de desobediencia civil. Volver a ser un referente y un ejemplo para el mundo de cómo la conciencia, la movilización y la organización política pueden transformar nuestra sociedad”, dice el escrito de Poble Lliure. Sus colegas soberanistas ya han determinado, pues, cuál ha de ser la labor de la entidad en el panorama político y social catalán. En ese espectro no hay espacio para ir por libre.

El independentismo catalán atraviesa el invierno más caliente de su historia. La crisis en la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la entidad que ha sido la punta de lanza de todas las grandes manifestaciones de la última década, es cada día más profunda. La presidenta de la organización, Dolors Feliu, está sola en la cúspide del poder. En los despachos del Govern, la ANC ya no es tan bienvenida como en los días de vino y rosas pasados y sus relaciones con Òmnium Cultural, el otro gran agente social soberanista, están en horas bajas. Cuenta con el apoyo de Carles Puigdemont y de su Consell de la República, con el que mantiene excelentes y fluidas relaciones, pero ese es también un detalle que hace que otros sectores secesionistas desconfíen de la entidad y se alejen de ella. Y eso no es todo. Poble Lliure, el partido más potente de la CUP, se ha posicionado en contra del salto de la ANC a la política y reclama que ha de ser un mero instrumento de movilización de masas. Entre los anticapitalistas y los críticos, a Feliu le queda poco margen de maniobra.

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