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Españolistas en Girona: "Nosotros sí que vivimos en una dictadura"
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EN EL FEUDO DEL SECESIONISMO

Españolistas en Girona: "Nosotros sí que vivimos en una dictadura"

Los partidarios del unionismo viven con crispación con el resto de sus vecinos, la mayoría proindependentistas. Muchos no sacan sus banderas por miedo, pero ya están hartos

Foto: Patricia, una de las manifestantes en Girona. (M. Z.)
Patricia, una de las manifestantes en Girona. (M. Z.)

En Girona, los que no quieren romper con el resto del país lo dicen bajito. Para que no afecte a sus comercios, a sus empleos, a sus clases, a su entorno. Allí, sacar una bandera de España es una osadía, porque en la cuna del secesionismo, los unionistas aseguran que son ellos los que se sienten oprimidos.

Pero este domingo han salido a gritar vivas a España y “Puigdemont a prisión” por las mismas calles que vieron crecer al 'expresident' de la Generalitat. “Estamos hartos, a nosotros también queremos que se nos escuche”, se quejan ataviados con el rojo y amarillo de rojigualdas y señeras. “Somos catalanes y españoles”, reivindican.

La bandera que lleva María José ha tenido que lavarla dos veces. La primera cuando la compró, y la segunda cuando fue a recogerla del tendedero porque estaba impregnada de huevo, cáscaras y papeles que le habían tirado sus vecinos por el patio. “Lo que peor llevo es que el independentismo acapare a las instituciones. A mí, mi enfermera me llamó para recordarme que tenía que votar ‘para hacer país’ y me he salido del gremio de Carpinteros porque nos dijeron que teníamos que poner pegatinas de los presos y de 'Democracia' en nuestros comercios”, asegura esta catalana de Manresa que lleva un negocio de carpintería.

placeholder María José, con la bandera que ha lavado dos veces. (M. Z.)
María José, con la bandera que ha lavado dos veces. (M. Z.)

A Jorge, de La Bisbal d’Empordà, también le han amenazado por tener una bandera española en su balcón, y a Paco le han escupido por llevar la rojigualda como una capa por las calles de Girona. Durante la manifestación la lucen sin miedo, ante la mirada atónita de muchos vecinos, que agitan sus esteladas desde los balcones, les hacen fotos o les increpan diciendo que “no son catalanes”.

A Raquel la llaman “la españolista” en Blanes, en la costa gerundense. “Hoy mismo, cuando hemos entrado a tomar un café antes de venir aquí, nos han mirado con asco, se han levantado y se han ido. Y tú te sientes mal también”, asegura. Raquel ya no se habla con su hermana por el tema, y en el supermercado en el que trabaja los han instando a no hablar de política “ni con los clientes ni entre nosotros”.

placeholder Raquel, de Blanes, con su pareja. (M. Z.)
Raquel, de Blanes, con su pareja. (M. Z.)

Sin representación política

Girona fue la demarcación con más participación en el referéndum del 1 de octubre: un 53% con un 95% de síes. En la capital fue alcalde Puigdemont hasta suceder a Artur Mas al frente de la Generalitat. Pero no todos los vecinos le tienen aprecio: “Estoy indignado de que esté en Bruselas, porque cualquier ciudadano tiene que cumplir la ley y él no”, protesta José mientras sostiene un cartel dedicado al 'expresident' donde le avisa: "Siempre te hemos estimado, pero no te llevaremos tabaco, ni pan con tomate a Soto del Real, sino un kilo de coles, que es más barato". “Lo único bueno de esto es que ya puedes sacar la bandera sin que te llamen facha ni que parezca que estás a favor del Gobierno central”, añade mientras suena 'Amigos para siempre'.

Lo único bueno de esto es que ya puedes sacar la bandera sin que te llamen facha

En el feudo del secesionismo, los unionistas apenas tienen representación. De hecho, la manifestación, organizada por un grupo de amigos de Girona, no ha sido respaldada por ningún partido político, tampoco por Sociedad Civil Catalana porque no podían garantizar su éxito. Creció primero en WhatsApp y, cuando alcanzaron el límite de 250 participantes, se trasladó a Facebook. María Vázquez es una de los organizadores, que resume sus porqués en su discurso en la plaza del ayuntamiento: “Cuando era pequeña y hablaba con mi mejor amiga por teléfono, teníamos que cambiar al catalán si su madre estaba cerca. Luego supe que no le gustaba que fuera su amiga porque yo era ‘castellana”, cuenta a una marea roja y amarilla rodeada de balcones con esteladas y un cartel de 'Libertad presos políticos' que cuelga del consistorio. Ya abajo, esta hija de andaluces confiesa que no se ha sentido catalana hasta ahora: “Siempre nos han hecho sentir como catalanes de segunda, y ya es hora de reivindicarnos”.

placeholder Un manifestante mueve su bandera frente a esteladas y carteles por la independencia. (M. Z.)
Un manifestante mueve su bandera frente a esteladas y carteles por la independencia. (M. Z.)

Muchos de los que están hoy aquí fueron también a las manifestaciones unionistas de Barcelona, aunque aseguran que antes de esto, apenas se habían significado políticamente. Ahora no quieren “lecciones de catalanidad” y salen a la calle porque el 'procés' ha afectado a su entorno. En los últimos dos años, la convivencia es más complicada en zonas donde prevalece el independentismo como esta. “En el trabajo, el porcentaje de los que pensamos así es el mismo que en la calle, lo que pasa es que solo se oye una voz, y la otra acepta”, considera Raúl, que es funcionario de la Generalitat. “No puedes poner ciertas cosas en Instagram porque te increpan”, explica Julia, que aún va al instituto. “En clase, por ejemplo, votamos si hacíamos o no la huelga, y, claro, acabas votando que sí aunque no estés de acuerdo porque si no fastidias al resto de la clase…”, comenta su hermana Laura.

Nadie tiene derecho a quitarme mis ideas, ni mi pensión

Alguno ya se está planteando qué hará si la secesión sigue adelante: “Yo soy catalana y estoy pensando en irme de aquí porque quiero vivir como antes, no me gusta que me señalen y me llamen ‘facha”, explica Antonia. “Nos dicen que nos vayamos de aquí, ¡pero si soy catalán!, ¿adónde me voy a ir?”, se pregunta Jordi. “Llevo 55 años en Cataluña, hablo perfectamente catalán y toda mi familia es de aquí. Nadie tiene derecho a quitarme mis ideas, ni mi pensión”, se queja Juan, que ha acudido a la manifestación con sus nietos: “Esto sí es una dictadura”.

placeholder Juan (izq.) no quiere que nadie decida sobre su pensión. (M. Z.)
Juan (izq.) no quiere que nadie decida sobre su pensión. (M. Z.)

En el Ayuntamiento de Girona, Ciudadanos solo tiene dos concejales, pero aquí muchos cambiarán su voto de cara a las autonómicas del 21-D. “Son los únicos coherentes”, señala Patricia, una socialista que se pasa al partido de Arrimadas. Otros ven el futuro con pesimismo: “Al final, ellos [los partidos por la independencia] se unirán, da igual lo que votemos”, comenta otro manifestante.

Lo cierto es que la mayoría silenciosa carece de la movilización y organización de la que goza el independentismo. Según la organización, han llegado a juntar a 10.000 personas, cifra que la policía municipal reduce a 2.000. Lo cierto es que al final del recorrido solo unos pocos centenares mantienen la fiesta que, lánguidamente, se dispersa para volver a guardar sus banderas de puertas adentro.

En Girona, los que no quieren romper con el resto del país lo dicen bajito. Para que no afecte a sus comercios, a sus empleos, a sus clases, a su entorno. Allí, sacar una bandera de España es una osadía, porque en la cuna del secesionismo, los unionistas aseguran que son ellos los que se sienten oprimidos.

Dictadura Sociedad Civil Catalana
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