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Borrell, el eterno aspirante que planta cara al independentismo: "Está sufriendo mucho"
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Borrell, el eterno aspirante que planta cara al independentismo: "Está sufriendo mucho"

Borrell se ha convertido en la gran esperanza contra el independentismo. El único político que lleva años debatiendo con datos con Oriol Junqueras y con Joan Tardà

Foto: El expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell. (EFE)
El expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell. (EFE)

Cuando en 2004 Josep Borrell fue nombrado presidente del Parlamento Europeo dio un discurso aludiendo a su mezcla de catalán, español y europeo y cómo convivía con las tres identidades sin problema. Al poco, en su pueblo, La Pobla de Segur, 3.000 habitantes en el Pirineo de Lleida, apareció una pintada a modo de respuesta: “Aquí somos catalanes y punto”. “Él entiende que mucha gente de su pueblo es independentista y que es una paradoja, porque muchos payeses dependen de las ayudas de la UE y en una Cataluña independiente no las tendrían, pero eso son sentimientos y emociones contra los que no se puede luchar. Por eso él se dirige a los catalanes que han sido convencidos de las bondades de la independencia, no a los emocionales”, explica un colaborador suyo de hace años.

A sus 70 años, Josep 'Pepe' Borrell se ha convertido en la gran esperanza contra el independentismo. Es prácticamente el único político que lleva años debatiendo con datos con Oriol Junqueras y Joan Tardà, el hombre capaz de robarle el protagonismo a Mario Vargas Llosa en una manifestación contra la independencia y que no tiene problema en subirse a un estrado junto al popular Albiol. Sus enemigos le han perdonado —o al menos han aparcado el tema— su pasado como consejero de la quebrada Abengoa y su mandíbula de cristal cuando en los noventa los militantes socialistas le eligieron como candidato a presidente del Gobierno, puesto en el que aguantó dos asaltos de periódico.

Foto: El exministro socialista Josep Borrell (c), al final de la manifestación convocada por Societat Civil Catalana. (EFE) Opinión
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La Pobla de Segur es uno de esos pueblos del interior de Cataluña que han abrazado el independentismo. A la entrada, una enorme pintada en la carretera pide democracia junto a una estelada y hay carteles a favor del referéndum y otro pidiendo que acabe la represión. El independentismo no es solo cosmético. En las municipales de 2015, ERC obtuvo seis concejales, CiU consiguió cuatro y el PSC solo uno. En la calle Industria sigue la panadería de los padres de Borrell, aunque hace más de 20 años que la familia la traspasó. “Yo no sé de política, pero trabajé en su casa y era muy amable. Aquí le queremos mucho. A veces bajaba él a la panadería y su madre le decía que por qué no me preguntaba a mí y él decía que no quería molestar”, cuenta la señora María, que solo tiene palabras de elogio sobre el ex ministro de Obras Públicas.

Aquí sigue viniendo de vez en cuando a montar en kayak o a hacer senderismo. Una placa a la entrada recuerda la inauguración del paseo junto al río, hoy llamado avenida Josep Borrell i Fontelles. Es un pueblo de calles estrechas. Víctor Orrit, que ha sido alcalde de Tremp, un pueblo a 10 kilómetros de La Pobla, cuenta que conoce a Borrell hace más de 20 años. “Vi el discurso del domingo y me pareció Borrell en estado puro. Apelando con datos y con emoción”.

Orrit explica que la última vez que estuvieron juntos fue este verano, cuando hicieron el recorrido del Congosto de Mont-rebei, una simbólica caminata en el Pirineo entre Aragón y Cataluña. “La gente lo ve frío y a veces lo parece porque utiliza mucho los datos, pero está sufriendo mucho. Él no ha perdido su acento de Lleida y cada vez que puede viene. Le dicen que si se fue a Madrid, pero se siente de aquí y esta tensión la lleva muy mal”, explica este compañero del PSC, que añade: "Aunque a veces parece frío, si sabe que tienes un problema te llama. Ahora puede ser normal, pero cuando estaba en cargos de responsabilidad también lo hacía".

placeholder Una placa recuerda la inauguración del paseo junto al río, hoy avenida Josep Borrell i Fontelles. (R. M.)
Una placa recuerda la inauguración del paseo junto al río, hoy avenida Josep Borrell i Fontelles. (R. M.)

La de la masiva manifestación del domingo fue la última exhibición de Borrell frente al independentismo, pero lleva años llenando la silla vacía que ha dejado el Gobierno en los debates. “Él desmontó el mito de los 16.000 millones de expolio, también que en toda Europa se publicaban las balanzas fiscales, con su experiencia en Europa deja claro que es mentira que la UE vaya a recibir con los brazos abiertos a una Cataluña independiente”, explica Orrit.

Ahora que todo el mundo echa en cara a la Cataluña silenciosa haber callado tanto tiempo, Borrell puede decir que él sí alzó la voz. Cuando el Gobierno ninguneaba a los corresponsales extranjeros que querían hablar de la eventual independencia, Borrell iba a la BBC.

placeholder La Pobla de Segur. (R. M.)
La Pobla de Segur. (R. M.)

Sus críticos le reprochan su altivez y distancia. Cuando en 1998 concurrió a las primarias socialistas con el aparato y Felipe González en contra, los militantes lo adoraban. “Estábamos 300 personas en Vallecas gritando 'presidente, presidente' y él nos echó una bronca para que nos callásemos diciendo que si no le escuchábamos cómo íbamos a saber por qué teníamos que votarle, ese también es Borrell. Se cree más listo que nadie. Como todas las personas listas, solo lo es para algunas cosas. Es demasiado rígido, reglamentista, sin cintura”, opina un socialista. Al final, ganó al candidato del aparato, Joaquín Almunia, que lo llamó “jacobino irredento”, a lo que le contestó con versos de Machado: “Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno”. Duró solo un año como candidato del PSOE. En vez de forzar un congreso para tomar las riendas del partido, cohabitó con Almunia y fue un desastre. “Yo creo que le daba pereza entrar en los bajos fondos de la política”, opina otro.

Jordi Colom, socialista de La Pobla de Segur, es de los que lamentan que no aguantara cuando 'El País' publicó los trapicheos de amigos suyos en la Agencia Tributaria de Barcelona. “Es un valor sólido. Habría sido un buen presidente del Gobierno, pero hay quien dice que tuvo mandíbula de cristal. Siempre ha sido la gran esperanza blanca de los socialistas, no sé por qué no lo utilizan más”.

Foto: Vargas Llosa y Borrell, en la manifestación. (Reuters)

“Eso ya lo ha superado”, dice uno de sus colaboradores. Luego hizo carrera de alto nivel como presidente del Parlamento Europeo y estuvo en la comisión que elaboró la Constitución europea. En 2012, siendo presidente del Instituto Universitario Europeo, con sede en Florencia, aceptó ser miembro del consejo asesor internacional de Abengoa. Él siempre había sido pronuclear, pero abrazó la energía solar. Tuvo que dejar su puesto europeo porque el cargo era incompatible y no lo había notificado, algo que dejó mal sabor en Europa.

Cuando su carrera política parecía ya algo pasado, Borrell amagó con concurrir a las primarias del PSOE de hace un año, pero la sombra de Abengoa abortó rápido la operación —sus colaboradores dicen que nunca se lo planteó seriamente y que solo pretendía sembrar el temor en Susana Díaz—. La publicación en este diario de que había denunciado que le habían estafado 150.000 euros a través de internet apuntilló sus posibilidades -reales o hipotéticas-. Era una situación embarazosa para un catedrático de Económicas e ingeniero aeronáutico. Después apoyó con éxito a Pedro Sánchez y este le ofreció ser presidente del partido, pero no lo aceptó por si el tiempo devolvía el cadáver de Abengoa a su playa. Al final fue su pareja, Cristina Narbona, también muy reconocida en el PSOE y de larga trayectoria, la elegida.

placeholder Pancartas independentistas en La Pobla de Segur. (R. M.)
Pancartas independentistas en La Pobla de Segur. (R. M.)

Los últimos tiempos, Borrell se implicó en combatir el independentismo. Como hizo el escocés Gordon Brown en el Brexit, calló a Junqueras en TV3 y no rehuyó ningún debate. “No habla con el intestino, sino con datos, y eso aquí se lleva poco. Pero eso es lo que convence a la gente. El independentismo ha vendido muchas mentiras que mucha gente no contestaba por comodidad, para que no te señalen, pero él nos representaba”, cuenta Orrit en un café. A unos metros está el local en Tremp de la poderosa ANC, una organización que, como dijo alguien, "debería ser estudiada en ESADE al nivel de Inditex".

Colaborador de hace tiempo de Sociedad Civil Catalana, Borrell aceptó sin dudarlo dar el discurso en la manifestación del domingo contra la independencia. Ahora que la marcha fue un éxito, la decisión parece sencilla, pero como explica Diego Crescente, consultor político en MAS Consulting, tenía riesgos: “Podía haber habido violencia, que rodearan a los 'mossos' o que la copara la extrema derecha”. Pero él no dudó y aceptó subirse al estrado junto a Albiol. “Es un hombre de Estado”, resume otra persona que ha trabajado con él.

Foto: El exministro socialista Josep Borrell, durante la manifestación por la unidad de España (EFE)

Crescente valora el discurso: “La literalidad me gustó. Fue muy bueno, mezcla de emoción e ideas. En tiempos de crisis, la comunicación política busca firmeza y lo tuvo. Me falló un poco el escenario y que estuviera más arropado por el PSOE, no se sabía muy bien en calidad de qué estaba”. Para Crescente, había una bondad que superaba los inconvenientes: “Él se creía lo que estaba diciendo. A los políticos les decimos que se tienen que creer sus discursos y esto era un ejemplo perfecto. Era auténtico”.

Sin leer, Borrell habló en catalán, pero también a veces en castellano, dio pinceladas en inglés y francés y llegó a mandar callar a las decenas de miles de personas que pedían cárcel para Puigdemont. “Eso es muy difícil. El independentismo va cuatro pasos por delante en la imagen. Esto es una guerra fría y el que haga un discurso violento pierde, por eso en cuanto empezaron los escraches a la Guardia Civil, el independentismo mandó parar. Borrell hizo lo mismo”, razona Crescente. Ayer siguió con la gira contra la secesión. Los independentistas lo ven como un hueso duro de roer. Le queda guión en su papel protagonista en esta historia.

Cuando en 2004 Josep Borrell fue nombrado presidente del Parlamento Europeo dio un discurso aludiendo a su mezcla de catalán, español y europeo y cómo convivía con las tres identidades sin problema. Al poco, en su pueblo, La Pobla de Segur, 3.000 habitantes en el Pirineo de Lleida, apareció una pintada a modo de respuesta: “Aquí somos catalanes y punto”. “Él entiende que mucha gente de su pueblo es independentista y que es una paradoja, porque muchos payeses dependen de las ayudas de la UE y en una Cataluña independiente no las tendrían, pero eso son sentimientos y emociones contra los que no se puede luchar. Por eso él se dirige a los catalanes que han sido convencidos de las bondades de la independencia, no a los emocionales”, explica un colaborador suyo de hace años.

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