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Las 'pirañas' del Estrecho: 'canis' con chándal de Dolce & Gabbana embelesados por la cultura narco
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NARCOTRÁFICO

Las 'pirañas' del Estrecho: 'canis' con chándal de Dolce & Gabbana embelesados por la cultura narco

"Son como el Vaquilla de los ochenta subidos a una 'goma", comenta un agente sobre la hornada de veinteañeros para los que convertirse en traficantes es su aspiración. La falta de opciones ya no es excusa. Quieren dinero fácil y rápido

Foto: Puerto de Barbate, donde seis agentes fueron arrollados por una narcolancha que era jaleada por numerosas personas. (EFE/David Arjona)
Puerto de Barbate, donde seis agentes fueron arrollados por una narcolancha que era jaleada por numerosas personas. (EFE/David Arjona)
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En su película Pirañas: los niños de la Camorra, Claudio Giovannesi hacía una revisión de Gomorra, el famoso libro de Roberto Saviano, en la que retrataba las violentas andanzas de un grupo de adolescentes deslumbrado por el dinero, el poder y el miedo que desprenden la mafia. Jóvenes de poco más de 15 años que, como si fueran un enjambre, se desplazaban por las calles de Nápoles en scooters.

Una secuencia habitual en la reciente escena audiovisual italiana que se suma a esa cultura del narco en la que destaca la ropa de marca, los coches de lujo y los reservados con chicas en glamurosas discotecas. Una idealización del tráfico de drogas y el crimen organizado que tiene como lema la famosa frase atribuida a Pablo Escobar: "Plata o plomo".

La comarca del Campo de Gibraltar, en Cádiz, refleja a la perfección un fenómeno que difumina el discurso de la falta de oportunidades como principal acicate de una juventud que se siente atraída por un mundo delictivo que es capaz de cubrir sus expectativas. Estamos ante chavales cuya aspiración es conducir un buen coche tuneado, ir a Marbella a comprar un chándal o una sudadera de Dolce & Gabbana y quemar el dinero ganado alijando una lancha cargada de hachís. No es que no tengan otra opción, es que es su meta.

Redes sociales como TikTok son un claro reflejo de esta construcción casi romántica de un gran problema social. En ellas es fácil encontrar vídeos de jóvenes sobre narcolanchas que no dudan en grabarse transportando toneladas de droga o durante su particular juego del gato y el ratón con las patrulleras o los helicópteros de los cuerpos policiales. "Se creen que están protagonizando El niño".

Foto: Munición de escopeta que impactó en uno de los furgones policiales durante los disturbios. (EC)

Pero detrás de esta imagen endulzada se encuentra "el perfil del delincuente" que va arrastrando delitos desde pronto, como muchos de los detenidos por el ataque en el puerto de Barbate a una zódiac de la Guardia Civil y que dejó dos agentes muertos y un herido de consideración. Son "el Vaquilla o el Torete de los ochenta subidos a una goma", apunta un agente que trabaja en la zona y que completa el retrato de esta nueva hornada de narco canis apuntando que muchos provienen del menudeo y que han decidido escalar "dando el salto a una lancha".

Son "gente muy inestable" a los mandos de embarcaciones que pueden mantener de forma sostenida velocidades de 50 nudos. "Y me remito a los hechos ocurridos el viernes", pues "hicieron lo que hicieron sin reparar en las consecuencias".

Los vídeos de decenas de personas jaleando el ataque a los guardias civiles muestran la normalización de la convivencia con el delito

"¡Estaban matando a personas! ¡Padres de familia!", lamenta esta fuente, que insiste en que "alguien coherente hubiese recapacitado". Esto muestra un cambio en los patrones de las gomas. Del "profesional, el que tiene caché, y siempre evita el incidente", al "quinqui" actual, lo que incrementa las opciones de riesgo, comentaba a este periódico un experto que ha participado en numerosas persecuciones y que acabó en el hospital por una intervención "grave".

Las imágenes del ataque a la embarcación del Instituto Armado muestran un ensañamiento imposible de entender. Como lo son los vítores de ánimo que un grupo numeroso de personas lanzaba a los narcos tras su acto criminal. "¡Le ha dao! ¡Le ha dao!", se escucha gritar a uno entre risas, mientras la voz de otro se impone para chillar a los guardias civiles: "¡Maricones!".

Es el ejemplo, según este miembro de las fuerzas de seguridad, de un "bandolerismo" que ha enraizado en la zona y que se remonta a los tiempos en los que ahora traficantes de droga se dedicaban al contrabando de tabaco. La convivencia con una realidad anómala que algunos asemejan con la penetración social del crimen organizado en ciudades como Sicilia o Nápoles. Una normalización que se transforma en comportamientos corruptos que demuestran la capacidad de persuasión del narco.

Como la secretaria municipal del Ayuntamiento de Jimena de la Frontera que fue detenida por supuestamente blanquear dinero para su novio traficante. O los agentes del puerto de Algeciras arrestados en el mayor golpe al narcotráfico dado en el país.

El efecto arrastre de una industria que tiene a sus principales proveedores en Marruecos, un país vecino, situado a tan solo 14 kilómetros por el Estrecho, y desde donde cada año parten cientos y cientos de toneladas de hachís para entrar en Europa por su puerta sur. Un negocio ilícito, generador de dinero negro y que se adapta a las necesidades del momento. Igual introducen droga, que decenas de inmigrantes y "quién sabe qué más".

Territorio comanche

Este ecosistema favorable obliga a adoptar numerosas medidas de precaución. Arturo Pérez Reverte, que se ha mostrado muy crítico tras lo acontecido en Barbate, describía en su libro Territorio comanche esa sensación en la que "aunque no ves a nadie, sabes que te están mirando". Es la que sentía un investigador de la Policía Nacional dedicado a la lucha de grupos criminales organizados que recuerda las enormes precauciones que adoptaban cada vez que tenían que investigar en el Campo de Gibraltar.

Foto: Dinero encontrado por los agentes durante uno de los registros. (Cedida/Guardia Civil)

"Recuerdo un caso en el que, cuando teníamos que reunirnos con la jueza, siempre lo hacíamos fuera de la comarca y sin que nadie lo supiese", señala, antes de revelar que, en el momento en el que iban a llevar a cabo la operación, los investigados fueron alertados. "Teníamos los teléfonos pinchados y por eso supimos que, media hora antes de la intervención, alguien llamó a uno de ellos y les dijo: 'Van para allá".

Las distintas fuentes consultadas sostuvieron que en esa idealización del mundo narco ha influido lo que definen como un debilitamiento del sistema. "Las malas hierbas han empezado a crecer cuando han visto que en España está decayendo un principio fundamental del derecho que es que el delito no te sea rentable".

Esta juventud seducida por el mundo narco se reafirma en su elección porque "les compensa delinquir": "El sistema se ha debilitado"

"En los últimos 20 o 25 años, les compensa delinquir. Porque un tío que lleva 3.000 kilos de hachís, que valen entre cuatro y cinco millones de euros, y el doble en el Norte de Europa, al final, ¿cuánto va a la cárcel si lo cogen? ¿Tres años? ¿Tres años y medio? Estamos hablando de mucho dinero", comenta un agente, que agrega que "los grupos de La Atunara [barrio de La línea de la Concepción] se hacen fuertes porque la ley no es contundente".

Un policía considera que la sensación de "impunidad" que impera en algunas zonas del Campo de Gibraltar solo se soluciona "dándoles duro". "Poniendo controles de la UIP y el GAR las 24 horas del día, en las entradas y salidas de los puntos calientes, en los puertos… Durante varios meses si es necesario, parando a todos los coches. Y dejándoles claro que vamos a por ellos", señala, aunque se desengaña así mismo: "Pero claro, eso no lo van a permitir los políticos". "Dirán que es molesto, que da mala imagen…". Y seguirá creciendo la mala hierba.

En su película Pirañas: los niños de la Camorra, Claudio Giovannesi hacía una revisión de Gomorra, el famoso libro de Roberto Saviano, en la que retrataba las violentas andanzas de un grupo de adolescentes deslumbrado por el dinero, el poder y el miedo que desprenden la mafia. Jóvenes de poco más de 15 años que, como si fueran un enjambre, se desplazaban por las calles de Nápoles en scooters.

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