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El camión que unos bomberos salvaron del desguace para que apague fuegos en Líbano
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De Marbella a Oriente Medio

El camión que unos bomberos salvaron del desguace para que apague fuegos en Líbano

Estuvieron buscando supervivientes tras la brutal explosión ocurrida en agosto de 2020 y ahora regresan para formar a cadetes en tareas de extinción de incendios

Foto: Bomberos de Marbella preparando el camión que llevarán hasta Líbano. (EC)
Bomberos de Marbella preparando el camión que llevarán hasta Líbano. (EC)

Cuando Jair Pereira puso el pie en Beirut aquel 7 de agosto, difícilmente podía imaginar la destrucción que se iba a mostrar ante sus ojos. Ni la réplica constante de las imágenes que horas antes habían inundado los teléfonos móviles de todo el mundo lograron anestesiarlo. Una ciudad reventada por una gran explosión, causada por productos químicos almacenados en el puerto, y a la que rápidamente algunos trataron de buscar explicación con teorías de la conspiración. Edificios derruidos, tirados como si fuesen fichas de dominó, uno tras otro hasta construir una urbe posapocalíptica. Un cementerio de escombros en los que encontrar a alguien aferrándose a la vida era una utopía.

Ha pasado poco más de un año desde que este bombero de Marbella se trasladara junto a cinco compañeros, y sus perros de rescate, al escenario de uno de los sucesos recientes más brutales. Una experiencia frente a la “devastación máxima” que ahora les ha motivado a impulsar un singular proyecto solidario: llevar hasta Líbano un camión de lucha contra el fuego cuyo destino era convertirse en chatarra de desguace. Una iniciativa que complementarán formando a voluntarios en técnicas de extinción de incendios en lo que espera que sea el primer paso para establecer un nexo que les permita ayudar a corregir las “graves carencias” que tienen en el país para afrontar este tipo de tragedias.

Foto: Uno de los bomberos de la ONG, con uno de los perros adiestrados, en el terremoto de Haití. (Foto cedida)

Jair aún recuerda con nitidez la zona arrasada por la deflagración. “El puerto fue catalogado como zona 0 por la armada libanesa” y los anexos estaban muy afectados. “Al lado había un paseo marítimo y una carretera separaba el lugar de la deflagración de los barrios” en los que trataron de buscar supervivientes una vez las PCR dieron negativas.

“Allí nos encontramos colapsos estructurales de todo tipo”, pero, “lamentablemente, ninguno de los equipos de rescate extranjeros que estábamos desplazados encontramos a gente con vida”. “Las condiciones meteorológicas fueron desfavorables desde el primer momento, ya que hacía mucho calor y eso reduce notablemente que alguien pueda resistir bajo los escombros”, recuerda.

“Esto es lo que le da sentido a esta segunda ayuda que vamos a tratar de prestarles”, precisa este bombero marbellí, quien aún deja traslucir pesar en sus palabras y que espera poder resarcirse de esa mala primera experiencia.

Viajará con él en esta ocasión Manuel Lavigne, un compañero retirado que explica que la previsión es desplazarse en octubre, una vez el camión llegue a Líbano en un barco que parte del puerto de Valencia el jueves 23. “Calculando que la travesía es de unas dos semanas, nosotros nos desplazaríamos a principios del próximo mes”, señala. Junto a ellos llegarán a Líbano otros seis bomberos, cuatro de Marbella y dos de Málaga. El objetivo es “enseñar a cadetes voluntarios que trabajan en zonas rurales a luchar contra el fuego y técnicas de rescate en vertical”.

"Son jóvenes que van a apagar incendios con zapatillas que acaban derretidas"

Los alumnos son jóvenes que hasta el momento “intentaban apagar las llamas con ramas y que se presentaban en un incendio con zapatillas de deporte que acababan derretidas”, relata y añade que la situación de Líbano es tan complicada política y socialmente que únicamente las grandes ciudades como Beirut cuentan con un cuerpo de bomberos medianamente profesionalizado. “En el resto del país, sobre todo en las zonas alejadas de los cascos urbanos, se las apañan como pueden”.

El camión rehabilitado es un Mercedes que se empleaba en la lucha contra los incendios forestales y que había sido apartado del servicio tras 25 años de actividad. Después de conseguir su cesión, Pereira y sus compañeros lo han salvado del desguace, arreglado y equipado, por lo que de nuevo está preparado para hacer kilómetros sobre terrenos complicados.

Aunque no es la única donación que han hecho. Con la intención de “aportar nuestro granito de arena en esa parte del mundo algo desordenada”, han enviado cinco toneladas de alimentos, medicamentos y ropa que han podido recopilar gracias a asociaciones, cofradías, administraciones y negocios, y que ya han partido en un contenedor marino.

placeholder Los bomberos españoles que acudieron a Beirut tras la explosión en el puerto. (EC)
Los bomberos españoles que acudieron a Beirut tras la explosión en el puerto. (EC)

No obstante, en su objetivo de impulsar la creación de brigadas de bomberos forestales es más importante todo el material de protección que también han donado compañeros de Córdoba, Málaga o Mijas, así como la ONG Bomberos Sin Fronteras, y entre el que se incluyen botas, cuerdas, cascos… Porque la principal tarea es enseñar a estos voluntarios diferentes técnicas para poder sofocar un incendio. Una de ellas, explicó Manuel Lavigne, es la ideada por un bombero llamado Pedro Mena y que consiste en un “sistema de progresión que facilita poder transportar la manguera y llegar a la cabeza del fuego” con lo que denominan ‘mochilas sherpas’.

También se les aleccionará en técnicas de rescate vertical para que tengan unas nociones básicas sobre cómo operar en zonas escarpadas, como un primer paso de un ciclo formativo que desearían ir ampliando año tras año, pero que dependerá de la financiación que vayan logrando para cada expedición. Porque, como cuenta Lavigne, desde que sus compañeros estuvieron en esta zona de Oriente Medio, “se creó un vínculo que esperamos mantener” y el objetivo de todos ellos es ayudar en lo que mejor saben hacer: “Apagar incendios y rescatar a personas”.

Cuando Jair Pereira puso el pie en Beirut aquel 7 de agosto, difícilmente podía imaginar la destrucción que se iba a mostrar ante sus ojos. Ni la réplica constante de las imágenes que horas antes habían inundado los teléfonos móviles de todo el mundo lograron anestesiarlo. Una ciudad reventada por una gran explosión, causada por productos químicos almacenados en el puerto, y a la que rápidamente algunos trataron de buscar explicación con teorías de la conspiración. Edificios derruidos, tirados como si fuesen fichas de dominó, uno tras otro hasta construir una urbe posapocalíptica. Un cementerio de escombros en los que encontrar a alguien aferrándose a la vida era una utopía.

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