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Borracheras, ruido y suciedad: la fiesta no para en ‘Malaguf’
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Conflicto enquistado

Borracheras, ruido y suciedad: la fiesta no para en ‘Malaguf’

Los residentes del centro de Málaga vuelven a publicar imágenes de jóvenes descontrolados a altas horas de la madrugada, supuestamente ebrios e impidiendo el descanso

Foto: Fotograma de una de las grabaciones de la madrugada de este lunes. (Asociación de vecinos Centro Antiguo de Málaga)
Fotograma de una de las grabaciones de la madrugada de este lunes. (Asociación de vecinos Centro Antiguo de Málaga)

Una quincena de jóvenes se sienta en el suelo, como si estuviesen colocados en una piragua infinita. Comienzan a tocar las palmas y a jalear a una joven que se sitúa en un extremo. Esta coge un poco de impulso y se lanza sobre los brazos de los primeros, que van pasándosela como si estuviese en una cinta transportadora hasta que las fuerzas de algunos flaquean y pierde el equilibrio. De repente, un chico vestido de negro se aproxima hacia el grupo y empieza a intentar levantarlos rápidamente al mismo tiempo que se intuye que les dice algo. Los improvisados ‘remeros’ se ponen de pie y comienzan a dispersarse con celeridad. Segundos después, pasa un coche policial.

Esta es la secuencia de una de las grabaciones difundidas este lunes por la asociación de vecinos Centro Antiguo de Málaga para denunciar la situación de “dejadez” y “descontrol” que aseguran que viven en esta zona de ocio y que se ha acentuado con el levantamiento del toque de queda y la relajación de las distintas restricciones sanitarias. Un problema que el ayuntamiento asegura que está tratando de minimizar con el denominado Plan Movida, un dispositivo policial que los afectados, que “desde jueves a domingo” no pueden dormir, consideran estéril.

Alfonso Miranda es el presidente de la citada asociación vecinal y afirma con resignación a El Confidencial: “Nos está viniendo lo mejor de cada casa”. Se refiere a grupos de turistas de origen extranjero que, una vez cerradas las discotecas y bares de copas, deciden seguir con la diversión en la vía pública o en los apartamentos turísticos sin tener en cuenta el descanso de los residentes.

“El merdellón [palabra muy local] se está convirtiendo en el motor de Málaga”, advierte, para añadir que “el alcohol es el combustible” de una denominada industria de la noche que considera que es incompatible con el bienestar de unos vecinos que están pensando en arrojar la toalla.

“Una persona que vive cerca de mí ha puesto en venta su piso. Lo compró hace cuatro años, pero ahora le ofrecen la mitad de lo que pagó”, señala Miranda, que declara que lo único que están reclamando es que se cumpla la normativa vigente contra ruidos.

Foto: Cartel colgado por un vecino pidiendo en inglés a los turistas que respeten el descanso. (Asociación de Vecinos Centro Antiguo)

“Aquí sobran los residentes”, porque “el centro se ha convertido en un gran negocio para unos pocos” y avisa de que “se lo están cargando por los cuatro costados”.

Lo captado en las grabaciones difundidas por la asociación de vecinos Centro Antiguo de Málaga se produjo pasadas las dos de la madrugada de este lunes entre la plaza Uncibay y la vía José Denis Belgrano, aunque la citada fuente asegura que se puede reproducir “en cualquier calle” porque es una “constante”. “La cosa va animándose poco a poco”, tal vez porque “se acerca la no feria”.

“No estamos hablando de una anécdota, es algo que se reproduce de jueves a domingo cada madrugada”, reitera Alfonso Miranda, que dice que hay propietarios de viviendas que quieren empezar a realizar protestas más contundentes. “Entonces vendrá la Policía y nos llevará a nosotros”.

Este hombre recalca su hartazgo explicando que viven una situación que “se produce un día tras otro, tras otro, tras otro y tras otro”, para después avisar del peligro sanitario que generan personas que no respetan las mínimas medidas de prevención, que celebran fiestas multitudinarias en pisos y azoteas y que transitan por las zonas comunes y suben al ascensor sin mascarillas.

Sin avances con el ayuntamiento

El presidente de la asociación vecinal señala que, tras la última conversación con este periódico, no se han producido avances con el ayuntamiento para encontrar una solución a esta problemática enquistada. “Hemos optado por no discutir”, manifiesta, aunque asegura que seguirán denunciando “la realidad” que pasa en la almendra histórica, “aunque nos echen en cara que damos mala imagen de la ciudad”.

“Queremos dormir, queremos vivir, queremos que Málaga sea un lugar acogedor”

En las distintas ocasiones que el consistorio malagueño ha sido cuestionado por las posibles vías para dar una respuesta a los residentes de la zona más turística de la ciudad siempre se ha remitido a la puesta en marcha del Plan Movida, un dispositivo policial para tratar de atajar comportamientos molestos para los vecinos. En este contexto han reiterado que el mayor número de quejas se concentra en torno a las dos de la madrugada, la hora en la que tienen que cerrar los locales y que deriva en aglomeraciones a sus puertas.

El Plan Movida, como ha sido denominado, cuenta con un mínimo de 170 agentes y desde que se activó ha sido sancionada más de una veintena de establecimientos, en su mayoría, por no respetar el horario de cierre.

Sobre la ocupación de la vía pública por los negocios, otra de las situaciones sobre las que alerta la asociación de vecinos Centro Antiguo, la concejala de Comercio, Elisa Pérez de Siles, aseguró semanas atrás que el consistorio estaba realizando un intenso control.

Esta respuesta es insuficiente para los residentes, que lanzan su particular SOS: “Queremos dormir, queremos trabajar, queremos vivir, queremos que Málaga sea un lugar acogedor”.

Una quincena de jóvenes se sienta en el suelo, como si estuviesen colocados en una piragua infinita. Comienzan a tocar las palmas y a jalear a una joven que se sitúa en un extremo. Esta coge un poco de impulso y se lanza sobre los brazos de los primeros, que van pasándosela como si estuviese en una cinta transportadora hasta que las fuerzas de algunos flaquean y pierde el equilibrio. De repente, un chico vestido de negro se aproxima hacia el grupo y empieza a intentar levantarlos rápidamente al mismo tiempo que se intuye que les dice algo. Los improvisados ‘remeros’ se ponen de pie y comienzan a dispersarse con celeridad. Segundos después, pasa un coche policial.

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