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La plaza de tu pueblo no es el Rockefeller Center: todas las ciudades se parecen en Navidad
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¿QUIÉN TIENE EL ÁRBOL MÁS GRANDE?

La plaza de tu pueblo no es el Rockefeller Center: todas las ciudades se parecen en Navidad

Londres, Nueva York, Madrid o Palos de la Frontera, todas las ciudades se parecen durante estas fechas, solo que a distinta escala: pistas de hielo, árboles gigantes y mercadillos de madera

Foto: Varias personas patinan sobre hielo en Madrid. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Varias personas patinan sobre hielo en Madrid. (Europa Press/Ricardo Rubio)
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Estas Navidades, un español puede encontrar su pista de hielo local en: Utiel (Valencia), Palos de la Frontera (Huelva), Ontígola (Toledo), Algemesí (Valencia), Cuarte de Huerva (Aragón), Torrelavega (Cantabria) o Don Benito (Badajoz). Por supuesto, también hay unas cuantas repartidas por Madrid, así como en Valencia capital o Bilbao. Hace años, no había ni una pista de hielo en las ciudades españolas. Hoy, no hay localidad que no aspire a instalar una. Son el signo más claro de un efecto imitación entre municipios que ha provocado que todos se parezcan.

Aunque patinar sobre hielo en Navidad es una tradición que se remonta a antes de la época victoriana, hoy evoca el Rockefeller Center de Nueva York, con su gigantesca pista en el corazón de la Gran Manzana, instalada para estimular el consumo durante la Gran Depresión. Hoy, la soleada Palos de la Frontera tiene su Rockefeller Center particular en la Carpa de la Juventud. Si todas las ciudades se parecen cada vez más, en Navidad ese efecto se acentúa, con su mercadillo navideño, sus luces, sus villancicos sonando por la megafonía de la calle y sus abetos electrónicos a cada cual más enorme.

"Cualquier familia sabe que hay unas paradas habituales que utilizan a los niños como herramientas básicas a la hora de estimular la demanda: la pista de hielo, el mercadillo, el belén gigante... es la construcción de un imaginario que tiene que ver con dirigir el espacio público al consumo local y turístico", explica el sociólogo urbano Daniel Sorando, de la Universidad de Zaragoza.

Para estimular ese consumo, es necesario que la ciudad responda punto por punto a unas expectativas concretas. "De igual forma que ese cosmopolitismo de clase media que consiste en encontrar el Starbucks, el McDonald’s o el bar con ladrillos allá donde vayas, la Navidad funciona como otra forma de hacer dinero, atrayendo turismo, que es donde las ciudades compiten por tener el árbol más grande, y excitando el consumo local".

Abel Caballero y Xavier Albiol querían el árbol de Navidad más alto; no lo han conseguido

Que todas las ciudades se parezcan se debe también a razones más prosaicas como que las empresas destinadas a la decoración navideña son pocas y abarcan mucho negocio: la cordobesa Iluminaciones Ximénez, por ejemplo, ha sido la encargada de poner luces en Vigo, Madrid, Barcelona, Valladolid, Córdoba, Bruselas, Londres, Dubái o Denver (EEUU). Las luces de Navidad se han convertido en otro de esos elementos insoslayables en las ciudades de todo el mundo. O, más bien, en el Occidente capitalista.

"En Europa, Norteamérica, Australia y parte de Japón el modelo es el mismo y acaba confluyendo porque las marcas y empresas son las mismas", explica el antropólogo urbano José Mansilla, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona. "La Navidad es un hito porque es el momento máximo del consumo: la paradoja es que el capitalismo debería habernos traído una diferenciación de productos y al final ha producido una homogeneización". Hoy, todos quieren ser Nueva York o Londres, cada uno a su escala.

placeholder Abel Caballero, en Vigo. (Javier Vázquez/ Europa Press)
Abel Caballero, en Vigo. (Javier Vázquez/ Europa Press)

La Navidad, también en su aldea más cercana

Abel Caballero, alcalde de Vigo, y Xavier Albiol, alcalde de Barcelona, se han enzarzado este año en una guerra por tener el árbol de Navidad más alto del mundo. Como John Hammond en Parque jurásico, no han reparado en gastos. La ciudad gallega tiene 293.642 habitantes y un árbol de 44 metros de altura. La catalana, 217.741 y 40 metros de altura. Le superan, no obstante, los árboles de Cartes, en Cantabria (5.778 habitantes, 65 metros) y de Armilla en Granada (23.968 habitantes, 57 metros). Municipios de mediano tamaño que han apostado económicamente por tener la ciudad navideña más grande.

"Hay un punto de patriotismo local: es una forma de generar consenso alrededor de cuestiones en las que todo el mundo está de acuerdo, y que provocan la sensación de que las administraciones locales están haciendo algo, aunque en realidad cada vez hagan menos", valora Sorando, coautor de First We Take Manhattan: la destrucción creativa de las ciudades. "Es una apuesta ganadora para las administraciones, porque pueden lograr adhesiones con menos inversión e incluso contrarrestar el progresivo desaprovisionamiento de servicios públicos como sanidad o educación".

Este año, Santiago de Compostela ha instalado en la plaza del Obradoiro un árbol de 20 metros que palidece con los 44 del de Vigo. Otros municipios del área de la Gran Barcelona, como Sabadell, Rubí o Santa Coloma, han apostado con fuerza por la decoración navideña. Mansilla paseaba recientemente por carrer del Mar, en Badalona, cuando empezó a escuchar una música que le acompañaba a todas partes. Era el hilo musical de la calle: "Forma parte del paisaje: crear esas condiciones que generan comodidad y que te despegan del frío de la ciudad".

La ciudad pastiche

Las ciudades se parecen unas a otras y, concretamente, a un modelo moderno que hoy reconocemos como el epítome de la Navidad: una mezcla entre la Nueva York de Solo en casa 2, los cascos antiguos de las ciudades noreuropeas y las películas de sobremesa de Antena 3. El triángulo de las Bermudas de la representación moderna de la Navidad, que tiene que ver con cierta idea de lo cosy ("acogedor"), lo rural pero hogareño y una paleta cromática roja y verde que se refleja en la selección de películas navideñas del catálogo de Netflix. No es casualidad que Chimenea en tu hogar sea uno de los programas más vistos de la plataforma.

"La primera película que sale cuando pones Disney+ es Solo en casa, así que los padres sabemos bien la importancia que tiene", bromea Sorando. En la película protagonizada por Macaulay Culkin aparecen el citado Rockefeller Plaza con su árbol de Navidad gigante, el parque de Central Park, el bullicio de Times Square o jugueterías como Duncan's Toy Chest. Y Donald Trump. Irónicamente, la mayoría de medios neoyorquinos reconocen la película de Chris Colombus como la película que mejor recoge la Navidad urbana y, por extensión, la de otras ciudades del mundo.

No obstante, el canon navideño es un viaje de ida y vuelta desde Europa a Estados Unidos, como recuerda Mansilla, autor de Los años de la discordia: del Modelo a la Marca Barcelona: "Europa ha conseguido proyectar a lo largo de todo el mundo, con el altavoz estadounidense, que la Navidad es de una determinada manera". El mejor ejemplo de estos símbolos europeos son los árboles de Navidad y las cabañas de madera que proliferan en forma de mercadillo en casi cualquier localidad española.

placeholder Mercado de Navidad en Alcalá de Henares. (Europa Press/Jesús Hellín)
Mercado de Navidad en Alcalá de Henares. (Europa Press/Jesús Hellín)

"Un hito de la ciudad navideña son las casetas de madera que hay en todos los lugares y que parecen imitar a Viena o Copenhague, incluso sirviendo vino caliente, que a nivel urbano supone un uso del espacio público muy concreto", señala Sorando. "No arraigan con ningún tipo de tradición local, sino que trasponen tradiciones que no tienen que ver con nuestros territorios, sobre todo climáticamente". El árbol de Navidad, por ejemplo, es una tradición germánica que los monarcas británicos Albert y Victoria rescataron en el siglo XIX.

El climatológico es uno de los aspectos más controvertidos de la decoración navideña, especialmente en lo que concierne a la instalación de pistas de hielo naturales o una gran cantidad de iluminación artificial que requiere un elevado gasto energético, además de la adopción de construcciones de otras latitudes. "Se constituye una identidad local empleando materiales de otros lugares, siempre del norte de Europa, de alguna forma promovidos por la industria audiovisual", señala el profesor de la Universidad de Zaragoza. "Todos hemos aprendido que la Navidad tiene que ver con culturas no totalmente ajenas, pero tampoco propias, que no arraigan con las tradiciones locales".

La iluminación de la calle Larios de Málaga, por ejemplo, está inspirada por la de la londinense Regent Street, un clásico desde los años cuarenta y que a partir de 2016 presenta unos ángeles de luces semejantes a los que Iluminación Ximénes instala en la capital andaluza. Como se pregunta el investigador Roy Postigo López en un trabajo sobre dicha iluminación, "¿nos hallamos ante una reinterpretación kitsch del modelo foráneo o ante un producto autóctono que plasma el gusto de la ciudad? Quizá una conjunción de ambas sea lo más certero".

Pocas ciudades se han resistido al rodillo Navideño: la Barcelona de Colau es una

Si la Navidad es una de las expresiones más claras de la posmodernidad, la ciudad navideña lo es aún más como una mezcla anacrónica de símbolos que, sobre el papel, deberían resultar incoherentes. "En el fondo, la posmodernidad no deja de ser un pastiche", concluye Mansilla. "Comparten un mismo espacio y tiempo elementos y referencias de distintos espacios y tiempos: comer uvas, beber cava, Papá Noel, que es un referente de la tradición noreuropea con los colores de Coca-Cola, los Reyes, el Caga Tió y el Olentzero, todo a la vez. Da igual, porque lo que importa es generar elementos que conduzcan al consumo".

La venganza asiática

Durante su mandato, el alcalde de Barcelona Xavier Trías proyectó la instalación de una pista de hielo en Plaza Catalunya para el disfrute de los vecinos barceloneses. Una de las medidas más polémica que adoptó Ada Colau al llegar al consistorio fue vetarla, alegando que era un modelo insostenible. No fue hasta 2022, siete años después, cuando se volvió a instalar en el Tibidabo una pista de patinaje en la capital catalana.

"Hay ciudades que apuestan por la Navidad, pero otras no quieren subirse a esa competición", recuerda Mansilla. La Barcelona de Colau es uno de los ejemplos más claros, pero no abundan. Incluso la capital catalana ha dado marcha atrás durante los últimos años, con la instalación de luces en Gràcia, que ha provocado que la policía tenga que intervenir para evitar que los turistas se jueguen la vida para hacer fotos. Por lo general, la tentación lleva a aumentar las apuestas, sobre todo si la capital o el municipio de al lado lo ha hecho. Como recuerda Sorando, al igual que ocurre con los festejos, la decoración navideña es uno de esos elementos vistosos que sirven como legitimación de los consistorios locales.

placeholder Pista de hielo en el Tibidabo. (EFE/Marta Pérez)
Pista de hielo en el Tibidabo. (EFE/Marta Pérez)

La ironía final se encuentra en que la ciudad está adoptando cada vez más elementos que provienen de Asia, especialmente los relacionados con el consumo en épocas determinadas, como el Black Friday. "Desde Oriente nos lo están devolviendo con fiestas basadas en las pautas de consumo originadas en China", concluye Mansilla. "Hay una construcción anual de hitos vinculados a la compra que parten de Europa, pero que los orientales les han dado la vuelta". Pronto, ya solo habrá una Navidad en todo el mundo.

Estas Navidades, un español puede encontrar su pista de hielo local en: Utiel (Valencia), Palos de la Frontera (Huelva), Ontígola (Toledo), Algemesí (Valencia), Cuarte de Huerva (Aragón), Torrelavega (Cantabria) o Don Benito (Badajoz). Por supuesto, también hay unas cuantas repartidas por Madrid, así como en Valencia capital o Bilbao. Hace años, no había ni una pista de hielo en las ciudades españolas. Hoy, no hay localidad que no aspire a instalar una. Son el signo más claro de un efecto imitación entre municipios que ha provocado que todos se parezcan.

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