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La sombra de Puigdemont planeó sobre un Planeta no amnistiado pero sí boicoteado
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SONSOLES ÓNEGA, GANADORA

La sombra de Puigdemont planeó sobre un Planeta no amnistiado pero sí boicoteado

La Generalitat envía a la consejera de Cultura, pero JxCAT y ERC dan la espalda al mayor galardón literario del mundo en lengua castellana

Foto: Sonsoles Ónega recibiendo el premio Planeta. (Europa Press/Lorena Sopêna)
Sonsoles Ónega recibiendo el premio Planeta. (Europa Press/Lorena Sopêna)

En plena negociación por la amnistía, por el referéndum independentista y por la investidura de un presidente español, se celebra en Barcelona la entrega del Premio Planeta, el mayor galardón literario del mundo, superando incluso al Nobel. Un papelón y la prueba del algodón para el Govern de Cataluña, porque se trata de un premio a la literatura en castellano. El president Pere Aragonés amnistió, pero solo un poco, al premio del mayor grupo editorial hispano: esa amnistía a medias es porque este año, en representación del Govern, acudió la consejera de Cultura, Natàlia Garriga. Ya es una proeza, después de años de mandar a cargos de segunda o tercera fila para escenificar el despecho político hacia el galardón.

¿Un síntoma de deshielo? Puede ser, es pronto para decirlo. De todos modos, el mayor premio literario del mundo se merece que el president esté ahí, por responsabilidad institucional. No fue Aragonès, pero sí fue Salvador Illa, el líder del PSC, que entre otras cosas fue el político más votado en las últimas elecciones autonómicas aunque luego la aritmética parlamentaria le birlase el asiento. Illa es uno de los políticos más tímidos de los últimos tiempos. Es casi mudo. Pero sabe departir y compartir. En su mesa, estaba el conde de Godó, propietario del grupo Godó. Pero también estaba Javier García-Carranza, presidente de Merlin Properties y vicepresidente ejecutivo sénior del grupo del Banco Santander. También estaba Javier Bardají, director general de A3Media. Pesos pesados que saben lo que pasa en el mundo.

Ese tête-à-tête entre política y economía siempre da resultados curiosos. La preocupación del capital está repartida en varios sacos. Por un lado, las guerras. “Las guerras pueden ser una cosa muy complicada y afectan a todo el mundo. Por tanto, son una preocupación de primera fila, porque no sabemos lo que va a pasar mañana”, dice una persona de las presentes en el corro de la mesa.

Foto: La periodista, escritora y presentadora Sónsoles Ónega posa con el LXXII Premio Planeta. (Europa Press/Lorena Sopeña)

Pero fue inevitable el otro tema estrella: la investidura. “Hay quien cree que Puigdemont puede hacer tonterías”, vaticinaban en la mesa. Hubo casi un consenso final entre los comensales: existen el 75% de posibilidades de que Puigdemont acabe teniendo sentido político y dé el visto bueno a la investidura de Pedro Sánchez. Pero se reservan un 25% para que haga una locura y vayamos a elecciones. “Se dice que el acuerdo está hecho y firmado, pero nadie pone la mano en el fuego. ¡Es que Puigdemont está muy loco!”.

Un escaparate para ver y ser visto

El Premio Planeta es el lugar idóneo para calibrar el futuro, porque ahí se dan cita los más altos representantes de la economía y de la política. Es un escaparate para ver y ser visto. Pero también es un caleidoscopio a través del cual se observa una realidad diferente a la de las ruedas de prensa. Por el MNAC, lugar de la entrega de los galardones, desfilaron ministros, escritores, influencers y empresarios potentes de los que pueden vaticinar futuros, porque de ellos dependen muchas operaciones financieras.

La vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz fue una de las más entusiasmadas, arreando biquiños a diestro y siniestro. Se deja ver mucho por tierras catalanas desde hace tiempo. Aquí tiene a su alter ego Ada Colau, la activista que juraba que jamás se dedicaría a la política y ahora espera pisar moqueta en la villa y corte: un despachito ministerial desde el que encarrilar una trayectoria vital que se le ha puesto muy cuesta arriba. Es igual que el ministerio sea de Vivienda, de Derechos Sociales o de otro negociado similar. Lo cierto es que, en los últimos meses, todo son reveses para Colau, el último la pérdida de la alcaldía. Ella ya me entiende. Pero también estaba el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y el de Universidades, Joan Subirats, pura cepa catalanes.

No faltó en la mesa presidencial el alcalde, Jaume Collboni, o la teniente de alcalde, Maria Eugènia Gay. Pero brillaban por su ausencia representantes de Junts y de ERC. Los independentistas no amnistían a Planeta, el grupo que cambió la sede tras el 1-O. No le perdonan que sea la primera editorial en español (obvian que también lo es en catalán y que acaba de comprar Bromera, en Valencia). Tampoco entienden que la cultura quiere campo libre y no quiere ataduras. La cultura es indómita. Toni Rovira, que es un showman que ya proviene del siglo XX (y por tanto tiene experiencia en lo que hace), sabe lo que es eso. Su programa Toni Rovira y tú lleva 24 años en antena, transmitiéndose por multitud de cadenas y sin ayudas públicas. 24 años que nos retrotraen al siglo pasado. Y continúa en el candelero. Por él pasan las más rutilantes estrellas latinoamericanas y españolas. Pero no es del establishment.

En Cataluña, se dilapidan millones de euros en programas que apenas nadie ve y que hunden la audiencia media de sus cadenas, pero son producidos y presentados por buenos patriotas. Rovira tuvo que montar un plató con su dinero tras cerrarle el de 25TV, pero no ha recibido ni un euro de ayudas para un programa que es uno de los shows más frescos, rupturistas y sinceros del panorama televisivo. Todo por no hacer su programa en catalán. “¿Pero cómo voy a hacer un programa en catalán si gran parte de la audiencia del programa es de Latinoamérica?”, dice cargado de razón. Es clamar en el desierto: todo lo que huela a castellano está mal visto. Una prueba son las ausencias del Premio Planeta, que hablan por sí solas y son más sinceras que las presencias. Al Grupo Planeta nunca le perdonará el nacionalismo hipócrita su posicionamiento político-social. Tampoco lo necesita, pese a los esfuerzos que hace con las editoriales que controla editando obras en catalán.

“Volvamos a la convivencia”

Esos detalles afloran en acontecimientos magnos como el del Premio Planeta, un ágape de postín. La cena lo atestigua: ensalada de la huerta con langostinos de Sant Carles y velouté de verduras, lomo de lubina y roil de verduras con piñones, albahaca y tomate, chiboust de castaña a la vainilla sobre bizcocho ligero de avellanas y cítricos, café y petits fours. Todo regado con blanco La Poda Albariño 2022 (o sea, Rías Baixas, porque de lo contrario sería portugués); tinto Semon 1962 , de Costers del Segre, y cava Naveran Perles d’Or.

Foto: José Creuheras entra Rosa Regàs (d) y Carmen Posadas (i) en la Rueda de prensa el día previo a la entrega del LXXII Premio Planeta (Europa Press)

Entre la concurrencia, algunos políticos, muchos empresarios y aún más literatos. Allí estaban el presidente del Sabadell, Josep Oliu; el delegado del Gobierno, Carlos Prieto; el presidente de DeA Capital Real Estate Iberia, Josep Maria Xercavins; el presidente de Hotusa, Amancio López Seijas; el joyero de los VIP, Esteban Rabat; o multitud de rostros televisivos (como el sempiterno Boris Izaguirre) y de escritores, algunos de ellos ganadores del Planeta, como Javier Sierra, o bestsellers como la exganadora del Nadal Care Santos. En una mesa compartían mantel dos personajes punteros: el empresario badalonense Enrique Tomás, el de los jamones, y Fernando Carro, CEO del Bayer 04 Leverkusen, el líder de la Bundesliga. Ambos saben mucho de regates, uno en el fútbol y otro en los negocios. Carro se hizo muy amigo del exblaugrana Hansi Krankl hace décadas. Pero el año pasado fichó como entrenador al vasco exjugador del Real Madrid Xabi Alonso. Eso es convivencia.

Pero, al margen de la literatura, la atención del público estaba en la política, por algo vivimos épocas convulsas, tanto nacionales como internacionales. Santi Vila, uno de los políticos más honestos de los últimos tiempos, represaliado por el independentismo, que hipotecó su casa para hacer frente a un pleito que tuvo como conseller, obedeciendo órdenes del president de turno (a todos los demás implicados, les pagaron sus respectivas fianzas), pone un poco de rigurosidad en el análisis de situación. “En estos momentos, el único concepto que vale la pena es que tenemos una oportunidad histórica para pasar de la conllevancia a la convivencia, para que volvamos al proyecto compartido de nuevo. Ya está bien de conllevancia, volvamos a la convivencia”. Ya lo dice el papa Francisco: “La convivencia es un arte. Un arte paciente, un arte hermoso, un arte fascinante”. Hay quienes no se dan por enterados.

placeholder El escritor Alfonso Goizueta con Sonsoles Ónega. (Europa Press/Lorena Sopêna)
El escritor Alfonso Goizueta con Sonsoles Ónega. (Europa Press/Lorena Sopêna)

Vila ha sido rescatado por el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, para presidir el consejo asesor de Infraestructuras del Ayuntamiento de Barcelona. “Yo soy escéptico en el tema de la investidura. Puigdemont es muy suyo y solo él sabe lo que va a hacer. Quizá lo sepan también un muy reducido grupo de amigos, pero nadie más. Solo podemos esperar a ver qué va a hacer”, vaticina. Sí nota en el ambiente político y social catalán menos tensión. “Yo he venido cada año al Planeta y hubo algunas ediciones que fueron muy duras, especialmente las que, al salir de aquí, te encontrabas las calles incendiadas en todo el centro de Barcelona. Ahora ya es otra cosa”, reconoce.

Los mensajes del Planeta

Daniel Sirera, presidente del grupo del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, barre para su casa. Reconoce que uno de los temas estrella de la velada era si Pedro Sánchez será investido presidente o iremos a elecciones. “La investidura es lo que más preocupa a la gente”, dice, al tiempo que reconoce que “hay un poco más de distensión, pero no es por Pedro Sánchez, sino porque el Estado activó todos los mecanismos de defensa con la aplicación del artículo 155. Por eso, los independentistas hacen el ridículo. Yo lo que noto es que la gente prefiere a Feijóo de presidente, aunque lo primordial es que la inmensa mayoría no quiere que Puigdemont mueva los hilos”.

"En Cataluña, hay personas que partieron para huir de algo. La literatura siempre saca los colores a la realidad, solo hay que escucharla"

Los ganadores de la noche, literariamente hablando, fueron Sonsoles Ónega, con su novela Las hijas de la criada (un millón de euros se embolsó), y el finalista Alfonso Consuegra, con su obra La sangre del padre (200.000 euros como premio). Son obras de las que los políticos pueden aprender muchas cosas, porque, en definitiva, los retratan. “Mi novela arranca con una venganza cruel que condiciona a todos los personajes —detalló Ónega—. Es una novela de amor, de desamor y de búsqueda de la verdad”. En otras palabras, podría ser un reflejo de la historia catalana de la última década.

Consuegra explica la historia de Alejandro Magno, “un chico de 23 años que se enfrentó al vacío y que tuvo una enorme transición. Es una novela de ese viaje iniciático y cómo cambia su visión de la política. Esta novela busca al hombre. Alejandro partió de su casa buscándose a sí mismo. En eso estamos todos”. Podría ser una alegoría de los que dejaron atrás su casa para iniciar un periplo personal lejos. En Cataluña, hay personas que partieron en busca de algo, pero no para buscarse a sí mismos, sino para huir de algo. Y ahora negocian volver. La literatura siempre saca los colores a la realidad, solo hay que saber escucharla.

En plena negociación por la amnistía, por el referéndum independentista y por la investidura de un presidente español, se celebra en Barcelona la entrega del Premio Planeta, el mayor galardón literario del mundo, superando incluso al Nobel. Un papelón y la prueba del algodón para el Govern de Cataluña, porque se trata de un premio a la literatura en castellano. El president Pere Aragonés amnistió, pero solo un poco, al premio del mayor grupo editorial hispano: esa amnistía a medias es porque este año, en representación del Govern, acudió la consejera de Cultura, Natàlia Garriga. Ya es una proeza, después de años de mandar a cargos de segunda o tercera fila para escenificar el despecho político hacia el galardón.

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