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'Operación Triunfo’ en Silos: se buscan monjes y cantar gregoriano puntúa
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'Operación Triunfo’ en Silos: se buscan monjes y cantar gregoriano puntúa

El monasterio ha vuelto a colocar el cartel de 'completo' para la nueva edición de su 'experiencia monástica', que acoge la histórica abadía benedictina del 14 al 21 de julio

Foto: Monjes barriendo en el monasterio de Silos. (Cedida)
Monjes barriendo en el monasterio de Silos. (Cedida)
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Aunque no haya audición, como en Operación Triunfo, ni la fila de candidatos da la vuelta a la manzana, como en MasterChef, el monasterio de Silos ha vuelto a colocar el cartel de completo para la nueva edición de su experiencia monástica, que acoge la histórica abadía benedictina del 14 al 21 de julio, un casting especial donde 10 candidatos, de entre 18 y 45 años, empezarán a discernir si realmente están preparados para alejarse del mundanal ruido y comprometerse para siempre con la regla del ora et labora. “Algunos no aguantan el ritmo comunitario y se marchan enseguida”, adelanta uno de los coaches de los candidatos, el padre Juan Javier, un andaluz que enseguida rompe el tópico del monje que solo abre los labios para rezar o entonar gregoriano, lo que —dirá si lee esto— es una redundancia.

“Esta iniciativa no busca tanto vocaciones a la vida monástica como dar a conocer esta vocación en sí, que es una vida muy desconocida. Queremos que vengan y vean, que nos conozcan y se relacionen con nosotros, que experimenten y comprendan lo que es una llamada del Señor y una respuesta generosa, como ha sido siempre la tradición monástica benedictina”, señala el monje.

Foto: Monjes del monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos. (Getty/Cover/Cristina Arias)

A lo largo de sus siete ediciones —todas en el mes de julio—, han recibido centenares de solicitudes de inscripción, más de 80 para la de este año, que revisan y estudian concienzudamente una a una, lo que el padre Juan Javier llama “hacer un sano discernimiento”, desechando categóricamente la palabra selección. Sea como sea, al final, solo una decena de personas durante esos días se alojarán en la hospedería del monasterio, aunque las comidas serán en el refectorio, con los 25 monjes que forman la comunidad de este monasterio, uno de los más antiguos y conocidos de España.

América, África, Asia, las solicitudes llegan desde prácticamente todos los continentes, “aunque privilegiamos las de nuestro país”. “No vienen huyendo de nada, vienen buscando algo, que no saben todavía qué es. Buscan, se interrogan, aunque no saben ni lo que buscan ni lo que quieren, pero buscan, buscan… y por eso vienen”, señala el benedictino, uno de los encargados de orientarles por el laberinto interior de cada uno de los que han querido vivir esta experiencia. Solo les piden que traigan, junto con una Biblia y un cuaderno, “ropa adecuada para la realización de actividades en el monasterio y en la naturaleza, como chándal, zapatillas de deporte o botas, así como útiles de aseo”.

placeholder Juan Javier, el profesor, pasea por el claustro del monasterio. (Foto: cedida)
Juan Javier, el profesor, pasea por el claustro del monasterio. (Foto: cedida)

Cuando llegan al monasterio, importante foco de irradiación cultural desde el siglo X, enclavado en el pequeño valle de Tabladillo, en la burgalesa Sierra de la Demanda, los candidatos apenas cuentan con tiempo para la despresurización del ajetreo extramuros. El discernimiento exige madrugones y a las cinco de la mañana ya hay luz en las celdas de los aspirantes. A las seis comienza el ejercicio espiritual con el rezo de las Vigilias, con el que los monjes reciben el amanecer. Es la primera de las siete horas que dedicarán cada jornada a la oración, que irán salpicando con charlas por la mañana y la tarde sobre la regla benedictina y su fundador, el perfil de lo que significa ser monje, el estudio de la Biblia o la importancia del canto gregoriano y su vínculo con la espiritualidad, aspecto este que lanzó hace tres décadas al estrellato mundial a los monjes con un disco que vendió millones de copias en todo el mundo y fue número uno en 32 países, comercializado como un antídoto contra el estrés de la vida moderna.

“De aquel bombazo del disco ya no queda nada, solo recuerdos”, señala sin atisbo de nostalgia el padre Juan Javier, que parece dar por buena la decisión del entonces abad, Clemente Serna, de alejar de la abadía el estrés que comenzaba a trastocar su vida comunitaria debido a la repercusión planetaria de aquellos cánticos, que recaudaron 70 millones de dólares en ventas. Las multinacionales llamaron repetidamente a las puertas de la abadía, ofreciendo a los benedictinos grabar un segundo disco por más de siete millones de dólares y una gira por los Estados Unidos. En realidad, la tentación de salir de la quietud monacal nunca tuvo visos de cuajar y el abad —por otro lado, muy inquieto culturalmente, consiguiendo llevar, en colaboración con los grandes museos del país, a la sala de exposiciones del monasterio obras de Chillida, Chirino, Tàpies o Barceló, entre otros— decidió que quien quisiera escucharles podría hacerlo y gratis en los oficios que celebran a diario.

Foto: Convento de Santa Clara en Medina de Rioseco. (Cedida)

La jornada de la experiencia monástica, tras el ora, se intercala con el labora, que en el caso de los aspirantes consiste en acompañar a los monjes en las tareas que estos realizan, ya sea en labores de limpieza del monasterio, en la lavandería, cuidando la huerta, en el taller de encuadernación o en el de cultura, atendiendo los 190.000 volúmenes que guarda su biblioteca, así como con salidas al exterior, siempre en compañía de los coaches, con los que van tirando del hilo que les ha llevado hasta allí para tratar de discernir —la palabra mágica para los monjes— la razón que les ha impulsado a enviar su solicitud para la inmersión en un mundo que no ha cambiado en su esencia desde que san Benito fundó la orden en el siglo VI.

No sin mi 'smartphone'

“Alguno entró y persevera en esta vocación monástica”, apunta el fraile andaluz. “Otros, en cambio, no resisten el ritmo comunitario y se marchan en seguida, pero la mayoría acepta nuestro horario, la separación del mundo, el silencio, el horario rígido, los momentos de soledad...”, añade el benedictino, quien sigue sorprendiéndose de que algunos sean incapaces de prescindir del smartphone o de la conexión a internet.

También ha habido casos en los que han sido los propios monjes los que han tenido que convencer a algunos de que no estaban hechos para llevar el hábito. “Cuando decimos que no a la experiencia vivida entre nosotros, lo entienden bien porque insistimos en la capacidad necesaria para llevar esta vida, que no es cómoda ni sencilla”, indica, y se percibe que en esa decisión hay mucha más sutileza que la que acompaña los dictámenes de los coaches —algunos inmisericordes— de los concursos televisivos.

placeholder Un monje en el monasterio de Silos. (Cedida)
Un monje en el monasterio de Silos. (Cedida)

“Por supuesto que la gran mayoría vienen a conocer qué es esto, pero no a quedarse; vienen movidos por la curiosidad o el interés, pero no decididos a tomar una decisión que comprometa su vida. Ahí está el problema. Queremos experiencias pasajeras, pero no compromisos vitales. Un tiempo, sí, pero no el tiempo en sí. Una experiencia, sí, pero no una vivencia total. Yo creo profundamente en la vida monástica. Pero en mi época había más convicciones y menos sentimientos; hoy es al contrario. Por eso los monasterios no están llenos, como lo estuvieron en el pasado”, indica el monje, quien reconoce que “somos minoría y lo seremos cada vez más. Pero los que quedemos, tenemos que ser auténticos. En el mundo, sí, pero sin dejarse atrapar por el mundo”.

Es muy consciente el padre Juan Javier de la falta de vocaciones que hoy pone en jaque a todas las congregaciones religiosas. Pero no se le ve agobiado por ello. Es de los que están convencidos de que están en buenas manos. “Si hay crisis, la hay para todos, pero el monacato es muy antiguo y ha superado crisis a lo largo de los siglos. Subsistirá ciertamente; seremos minoría, pero tendremos sentido”, subraya lleno de convencimiento en su voz.

"Alguno entró y persevera en esta vocación. Otros no resisten el ritmo comunitario y se marchan en seguida", dice el fraile

Una voz que, por otra parte, en esta orden, que privilegia el gregoriano como único canto en la liturgia, también juega su papel. Aunque no es determinante, añade enseguida. “Para ser monje se necesita tener vocación, no buena voz. Con el tiempo, el esfuerzo, las clases… se aprende a cantar y a cantar bien. Ahí está nuestra espiritualidad: en la celebración cantada de la Liturgia de las Horas las siete horas diarias, más la eucaristía. Todo cantado y solemne y en comunidad. ¡Una exigencia grande, pero… ese es nuestro testimonio y nuestro apostolado y nuestra misión!”.

Reconoce que sí, que algunos aspirantes vienen atraídos por el gregoriano. “Pero no son muchos; atrae más la belleza del monasterio, nuestro claustro, el lugar silencioso, la tradición que pesa y exige, nuestro horario…. Todo ayuda, pero lo fundamental es la llamada divina, la vocación y la respuesta que a esa llamada le queramos dar”. En unos días, algunos sabrán qué responder.

Aunque no haya audición, como en Operación Triunfo, ni la fila de candidatos da la vuelta a la manzana, como en MasterChef, el monasterio de Silos ha vuelto a colocar el cartel de completo para la nueva edición de su experiencia monástica, que acoge la histórica abadía benedictina del 14 al 21 de julio, un casting especial donde 10 candidatos, de entre 18 y 45 años, empezarán a discernir si realmente están preparados para alejarse del mundanal ruido y comprometerse para siempre con la regla del ora et labora. “Algunos no aguantan el ritmo comunitario y se marchan enseguida”, adelanta uno de los coaches de los candidatos, el padre Juan Javier, un andaluz que enseguida rompe el tópico del monje que solo abre los labios para rezar o entonar gregoriano, lo que —dirá si lee esto— es una redundancia.

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