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Este es el documental más visto del año y trata sobre monjes y monjas de clausura
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Este es el documental más visto del año y trata sobre monjes y monjas de clausura

Santos Blanco ha recorrido una decena de monasterios para conocer el porqué de optar por una vida encerrada y espartana en un tiempo de ruido y consumismo. Se puede ver en cines

Foto: Uno de los monjes protagonistas del documental 'Libres'. (Bosco Films)
Uno de los monjes protagonistas del documental 'Libres'. (Bosco Films)

"Desde los ocho o nueve años me enganché a libros de esoterismo, brujería y satanismo. También escuchaba rock, heavy metal, bandas de death metal y black metal y todo lo que tuviera que ver con el demonio". Esta podría ser la historia de cualquier fan del metal con melena larga, camiseta negra de Mayhem y muñequera de pinchos. Pero quien lo cuenta es un hombre mexicano de unos cuarenta años, con barba poblada y ataviado con una cogulla blanca. Es un monje de clausura. Se le saltan las lágrimas al recordar "de dónde me ha sacado el Señor". Otro monje, que también luce una barba aún más larga y más blanca, con un ligero acento extranjero, quizás inglés o sueco o noruego, viste una cogulla parda. "Estudié en el 67 Bellas Artes en Londres. De Londres me fui a Nueva York, donde trabajé en un gabinete de arquitectos y en galerías de arte como pintor. Conocí muchos artistas maravillosos en aquella época. Luego me mudé a París, donde me casé con mi mujer, Dominique, que era cantante de ópera. Y tuvimos una hija, que se llama Ana. Ahora tiene 28 años", cuenta. Una mujer mayor, con una toca azulada cubriéndole el pelo cano, explica también que es madre de seis hijos, con los que habla cada cierto tiempo por teléfono.

Es difícil imaginar las vidas anteriores de aquellos monjes y monjas de clausura que habitan más allá de los muros de los monasterios de clausura. Gente con familia, con éxitos laborales, con relaciones sentimentales, que un día escuchan la llamada de Dios y deciden dejarlo todo para consagrarse a una vida de oración, reflexión y silencio. Porque en lo que coinciden todos los testimonios de los protagonistas de Libres, dirigido por Santos Blanco, es en la necesidad de escapar del ruido, la angustia y las distracciones de una forma de vida que no les dejaba ni escucharse ni escuchar a Dios.

Acostumbrados a definirnos por nuestro trabajo, asombra la capacidad de los protagonistas de haber dejado atrás una vida convencional y optar por el aislamiento del exterior, por el contacto tanto con los trabajos más prosaicos —desbrozar el jardín, limpiar las escaleras centenarias— como con lo religioso, y mantenerse con las mínimas comodidades. "Los míticos santos de la Iglesia tuvieron vidas muy ajetreadas: San Pablo mataba cristianos, San Agustín era un borracho y un juergas, San Ignacio era un guerrero. En nuestro día a día nos cuesta ver que hoy eres una cosa y mañana la vida te pega un giro y eres otra cosa". También sorprenden los momentos de asueto de la película, con un grupo de monjas jóvenes jugando al baloncesto con los hábitos puestos.

Todos ellos se fueron acercando a la vida espiritual, primero como espectadores, como curiosos, algunos atraídos por el tesoro artístico que suponen muchos de estos edificios medievales que se yerguen como espacios fuera de su tiempo, resistentes a los embates del consumismo, el individualismo y la inmediatez del mundo exterior. Libres se ha convertido, además, en el documental más visto en España en lo que llevamos de año, con un público de más de 50.000 espectadores, según datos del Ministerio de Cultura. A Blanco, lo que más le ha sorprendido de la recepción de Libres, más allá de la taquilla, es cómo se emociona la gente al terminar, y cómo aplauden en todos los pases.

placeholder Otro momento del documental 'Libres'. (Bosco Films)
Otro momento del documental 'Libres'. (Bosco Films)

Todo empezó cuando a Blanco —que tiene la productora Variopinto Films desde hace 12 años, centrada sobre todo en publicidad y documental—, un amigo le pidió ayuda para sacar adelante una campaña para ayudar a la Fundación de Clausura. "Muchos conventos no tienen ni para comer. Mucho de ellos viven del torno, de las hospederías y de lo que producen. Viven al día. Así que organizamos —Lucía de Bosco Films y nosotros— una campaña para conseguir donativos. Y fue un éxito", explica el director. "Como nunca habían recaudado tanto, cuando ya pudimos salir a la calle, me encargaron una publicidad de un monasterio. Allí ya fuimos físicamente a San Pedro de Cardeña, en Burgos, y me quedé con ellos cinco días. Yo me encontré con gente muy diferente, con una paz muy profunda. Gente que te mira, que de verdad se para a escucharte. Es raro hoy, cuando todos vamos como pollos sin cabeza".

Como cuenta Blanco, la clausura y los monasterios es una tradición muy antigua. "Esto viene de antes de Cristo, pero el primer monasterio creo que es del año 300 después de Cristo. Empecé a leer sobre los monasterios y me encontré una frase del papa que elevaba a los monjes a la figura de faros que iluminan el camino de los hombres". Empezaron a visitar los monasterios, que normalmente se encuentran en enclaves muy fotogénicos —la fotografía de Carlos de la Rosa embellece aún más las localizaciones— y a ganarse la confianza de las distintas órdenes. "Éramos un equipo de ocho fijos. Al principio les costó abrirse. Me pasé mucho tiempo explicándoles qué era el proyecto y qué queríamos hacer. Ellos tenían miedo al curioseo, a buscar los sensacionalismos. Cuando ya cogimos un poco de confianza entendían que lo que quería era que compartiesen su experiencia de dedicar a la espiritualidad las 24 horas, los 365 días del año. Es una bestialidad".

placeholder El equipo de rodaje de 'Libres'. (Bosco Films)
El equipo de rodaje de 'Libres'. (Bosco Films)

Los de la Orden de la Camáldula, por ejemplo, al principio se negaron a que les grabasen, porque su vida es oculta y no querían cámaras. Pero luego fue la comunidad la que pidió que participaran en el documental. Pasamos cinco días con ellos y, al cabo de poco tiempo, me llamaron porque querían una película solo sobre ellos. No pudieron, sin embargo, rodar dentro de Iesu Communio, una congregación que no tendrá más de quince o veinte años de historia y que está compuesta por monjas realmente jóvenes. Al final han sido una decena de monasterios y conventos los visitados por el equipo de la película, entre los que están el Monasterio de Leyre (Navarra), el Monasterio Cistercense Nuestra Señora de Vico (La Rioja) o la Abadía Benedictina de la Santa Cruz del Valle de Los Caídos (Madrid).

Mientras la cámara de Blanco se pasea por los rostros, los pasillos de piedra, los altares y los paisajes agrestes que rodean los monasterios, una sensación de trascendencia y hondura impregna las imágenes. "Cuando ellos renuncian a todo lo material, sienten una liberación muy grande. Y al mismo tiempo encuentran un sentido mucho más hondo. La palabra que más se repite a lo largo de la película es libre", apunta. "Ellos viven en su mundo, apartados, no se meten con nadie e intentan profundizar en la parte espiritual, no moral".

placeholder Algunas de las monjas prtagonistas de 'Libres'. (Bosco Films)
Algunas de las monjas prtagonistas de 'Libres'. (Bosco Films)

"No es un hecho aislado de una persona. Te encuentras historias brutales en todos los lados. Hay una historia de una chica canaria, que al final no ha salido en el documental, que tenía novio, y un día escuchó los cantos de las monjas y empezó a ir a escucharlas. Un día una monja la invitó a un retiro y su novio la animó. Y cuando volvió del retiro lo dejó todo y se metió de lleno", comenta. ¿Y qué les ha supuesto a él y su equipo esta convivencia con la espiritualidad más desnuda? "Todavía es pronto para entender cómo me ha transformado, porque no me ha dado tiempo a pararme, pero sí que es verdad que me he dado cuenta de que hay que pararse un poco. Hay que parar todos los días o te pierdes. Y te permite pensar antes de actuar, porque siempre lo hacemos al revés. Y el encontrarte con alguien y atenderle de verdad, escucharle de verdad".

"Desde los ocho o nueve años me enganché a libros de esoterismo, brujería y satanismo. También escuchaba rock, heavy metal, bandas de death metal y black metal y todo lo que tuviera que ver con el demonio". Esta podría ser la historia de cualquier fan del metal con melena larga, camiseta negra de Mayhem y muñequera de pinchos. Pero quien lo cuenta es un hombre mexicano de unos cuarenta años, con barba poblada y ataviado con una cogulla blanca. Es un monje de clausura. Se le saltan las lágrimas al recordar "de dónde me ha sacado el Señor". Otro monje, que también luce una barba aún más larga y más blanca, con un ligero acento extranjero, quizás inglés o sueco o noruego, viste una cogulla parda. "Estudié en el 67 Bellas Artes en Londres. De Londres me fui a Nueva York, donde trabajé en un gabinete de arquitectos y en galerías de arte como pintor. Conocí muchos artistas maravillosos en aquella época. Luego me mudé a París, donde me casé con mi mujer, Dominique, que era cantante de ópera. Y tuvimos una hija, que se llama Ana. Ahora tiene 28 años", cuenta. Una mujer mayor, con una toca azulada cubriéndole el pelo cano, explica también que es madre de seis hijos, con los que habla cada cierto tiempo por teléfono.

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