Es noticia
Apadrina un convento: SOS de las monjas que pasan de vender dulces a la cola del hambre
  1. España
¿Quieres apadrinar un monasterio?

Apadrina un convento: SOS de las monjas que pasan de vender dulces a la cola del hambre

Desde que tienen que afrontar los pagos a la Seguridad Social, se les ha trastocado la regla del 'ora et labora', viéndose casi obligadas a invertir el orden de los factores

Foto: Religiosas en un convento. (Europa Press/Rafael Martín)
Religiosas en un convento. (Europa Press/Rafael Martín)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

"La situación ha empeorado, claro. Estamos un poco al límite, porque hay menos entradas de dinero y más gastos. Ha subido todo, y los donativos han disminuido, lo que es normal, porque la gente, tal y como están las cosas, necesita también para mantenerse ellos". No hay un atisbo de queja ni pesadumbre en la voz, firme y clara, de la superiora de este monasterio contemplativo que pide que no salga publicado su nombre ni el de la orden a la que pertenece. El suyo es uno de los 700 conventos femeninos de clausura que existen en España y que están viendo cómo, con ellas, está desapareciendo a marchas forzadas un tipo de vida de la cual nuestro país fue potencia principal en siglos pasados. Ahora, cuando por la falta de vocaciones y el envejecimiento de las religiosas se cierra un convento de media al mes, en algunos lugares como Toledo, la ciudad que hace 15 años tenía casi una cuarentena de estos monasterios, no se descarta que no quede ninguno abierto dentro de un cuarto de siglo.

Precisamente desde la ciudad del Tajo, otra comunidad de monjas de clausura, las jerónimas del convento de San Pablo, ha apelado estos días a la caridad pública para poder pagar el tejado que la borrasca Filomena les hundió y que estuvo a punto de matar a dos hermanas. Estuvieron seis meses a la intemperie, con las celdas a cielo abierto y parte del taller con el que bordan ropas litúrgicas para la Semana Santa y el Corpus, su “temporada alta” de trabajo, porque luego están prácticamente a dos velas, teniendo que pagar mensualmente nueve cuotas a la Seguridad Social —haya o no puntada que dar—, solo atenuada por las tres pensiones de 700 euros que reciben.

Foto: Una monja realiza la imposición de las cenizas. (EFE/Nathalia Aguilar)

Cuando la pura necesidad las obligó a acometer el arreglo del tejado, que les presupuestaron en 35.000 euros, se les volvió a helar el ánimo al descubrir que aquel edificio histórico de 3.000 metros cuadros y cuatro siglos de historia a la espalda, tenía todas las vigas podridas y la factura sobrepasaba ahora los 100.000 euros. Y se decidieron a lanzar un desesperado SOS —recogido por Religión Digital— y un número de cuenta (IBAN - ES 44-0049-2604-43-149087-0284 a nombre de Religiosas Jerónimas de San Pablo) para hacer frente a las facturas que ya se les van acumulando. “Estamos apuradas”, reconocen a El Confidencial. “Nos ha llamado alguna gente, muy poca la verdad, esto va muy despacito, nos han dado sesenta euros, pero tenemos esperanza, confiamos en la Providencia”, dice Madre Visitación, que llegó de Kerala, en la India, hace 30 años.

Como también está “al límite” la comunidad de estas otras religiosas que prefieren guardar el anonimato. Sucede a veces que no quieren que los otros conventos de la orden, o las superioras, se enteren de sus penurias. Es verdad que todas ellas tienen voto de pobreza, y la suya es una vida marcada por la austeridad. Sabían dónde se metían. Por eso no hay quejas ni lamentos en sus palabras. “Confiamos en la Providencia”. Y esta puede venir en forma del reparto que prácticamente les hacen todos los meses desde el Banco de Alimentos. No pasan hambre, no. Ni tampoco han pasado frío —aunque residen en uno de los lugares con las temperaturas más bajas de España—, pero es que desde que, como señala la superiora, tienen que afrontar los pagos a la Seguridad Social, se les ha trastocado la regla del ora et labora, viéndose casi obligadas a invertir el orden de los factores. “Es una situación difícil. Muchos meses tenemos números rojos. La ayuda que necesitaríamos sería pagar las cuotas a la Seguridad Social de 11 hermanas, que es una cantidad importante para nosotras (230 euros por cabeza), y solo tenemos las pensiones de cinco hermanas (apenas alcanzan los 700). Esto es lo que más agrava nuestra situación, pero, vamos, que para eso no hay una solución puntual, eso algo continuo”, relata sin dramatismos.

Foto: Salida en procesión del paso de Nuestra Señora del Rosario en Logroño. (EFE/Raquel Manzanares)

Tenemos trabajo, con el que vamos tirando, porque tampoco nuestra actividad principal ha de ser la laboral. Nuestra finalidad es la oración, pero el resto del tiempo sí que hacemos cosas, cosemos ropa para familias, y no nos faltan clientes, pero aun así vamos muy justitas y nos ha pasado como en tantos otros hogares, que los pocos ahorros que había, hemos tenido que tirar de ellos”. La pandemia ha hecho estragos en sus ya precarias economías. Dos años prácticamente sin entradas de dinero y sin un mal ERTE con el que ir tirando…

Las hermanas más jóvenes (la edad media en los monasterios de vida contemplativa es de unos 70 años), además de trabajar en la casa y los encargos que les hacen de ropa, han de atender también a las más mayores, aunque estas tampoco se amilanan y arriman el hombro con lo que pueden. El “Dios proveerá” está omnipresente en la clausura española. Y, además, con una sonrisa.

Peor que hace 10 años

“A nivel económico y material, las comunidades de vida contemplativa están peor que hace 10 años, pero esa es la tónica general en toda la sociedad”, reconoce el sacerdote Juan Carlos Ortega, director de Claune, una institución vaticana creada en 1971 para ayudar a “los claustros necesitados”. “Los monasterios que nos manifiestan una necesidad económica y piden ayuda vienen a ser entre un 5 y un 8% de los 700 existentes, aunque es verdad que muchos logran ir saliendo en el día a día. El problema existe y se ha agudizado, pero no es catastrófico”, subraya, insistiendo en que “estamos como el resto de la sociedad”.

"El problema existe y se ha agudizado", explican desde Claune, una organización vaticana creada para ayudar a "claustros necesitados"

“El del patrimonio inmobiliario es un problema bastante complicado que afrontan, porque el monasterio es una realidad muy grande, habitado por pequeñas comunidades y con monjas ya ancianas en muchos casos, lo que conlleva un gasto considerable”, señala Ortega. A eso añade como parte de los quebraderos de cabeza de las superioras de esos conventos el cómo afrontar la cuestión de las cuotas de la Seguridad Social. “Es otro aspecto muy delicado porque [la obligación de cotizar] se ha implementado recientemente para los miembros de la Vida Religiosa y resulta que los números no dan para afrontar los pagos mensuales”. La explicación es sencilla: como se han incorporado muy tarde al pago de las cotizaciones, son pocas las que reciben pensión, y esta, por fuerza, es exigua. Y como faltan vocaciones en España y se han ‘importado’ jóvenes de otros continentes para dar el relevo, ahora hay más cuotas a pagar cada mes…

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella. (EFE/Pool/Moncloa/Fernando Calvo)

En todo caso, reconoce Ortega que tampoco desde Claune pueden ayudar económicamente como lo hacían hace unos pocos años. La crisis ha llegado también a sus socios y benefactores y los donativos han menguado. Por ello ya no pueden hacer frente a las peticiones de ayuda para pagar reformas en los monasterios o para adecuar y modernizar los lugares de trabajo de las monjas, como obradores, cámaras frigoríficas, máquinas de coser… El esfuerzo de Claune ahora se concentra sobre todo en atender las necesidades personales de las monjas: “Que si un audífono, una silla de ruedas, un ascensor o una rampa para que puedan subir las más mayores, arreglar una celda para una enferma, el taxi para trasladarse al hospital para recibir una terapia...; estas cuestiones las estamos pudiendo cubrir económicamente, junto con cursos de formación”, señala el director de Claune, que deja caer si se pudiera poner el teléfono por si alguien quiere ayudar (91 553 96 71).

Apadrina un monasterio

Conscientes de la grave problemática que afecta a la vida que cobijan en su interior los monasterios españoles (8.436 almas, la inmensa mayoría mujeres, pues los monasterios masculinos rondan la treintena), en los últimos años han surgido iniciativas como Contemplare. Creada por un grupo de laicos para ayudar con la venta online de productos elaborados artesanalmente en los monasterios (algunos auténticas delicatessen, pero ese es otro tema) para ayudar a su sustento económico, han puesto en marcha también una curiosa figura: “los custodios”. Es una especie de apadrinamiento en el que se ofrece “custodiar un monasterio como familia, particular, parroquia, movimiento o colegio” durante dos años, comprometiéndose a tener un contacto periódico con esa comunidad religiosa, visitarla al menos una vez al año, conocer su modo de vida y trabajo y ayudar en sus necesidades. “Es un puente entre la vida contemplativa y el mundo”, señala Alejandra Salinas, presidenta de Contemplare. “Cuando a estas personas les damos a conocer el mundo de las monjas de clausura se quedan perplejos. Ni habían reparado en ellas. ‘¿Pero todavía existen? ¿Y España es el país del mundo que más tiene?’, nos preguntan incrédulos. Nuestro objetivo es que crucen la puerta y entren en la vida de esas comunidades”.

Contemplare ha puesto en marcha una especie de apadrinamiento en el que se ofrece "custodiar un monasterio" durante dos años

Aunque Salinas no puede cuantificar el número de custodios que han conseguido (“no los contamos, solo servimos de puente, los ponemos en contacto”, indica), en su web ofrecen distintas maneras para poder echar una mano al sostenimiento de estas comunidades de vida contemplativa. Por el momento, colaboran con unos 120 monasterios, de los que logran vender más de 100.000 productos al año y han llegado a acuerdos con una cincuentena de empresas gracias a las cuales estas monjas pueden tener una base de ingresos constante a lo largo del año para no tener que tirar tanto de la Providencia.

"La situación ha empeorado, claro. Estamos un poco al límite, porque hay menos entradas de dinero y más gastos. Ha subido todo, y los donativos han disminuido, lo que es normal, porque la gente, tal y como están las cosas, necesita también para mantenerse ellos". No hay un atisbo de queja ni pesadumbre en la voz, firme y clara, de la superiora de este monasterio contemplativo que pide que no salga publicado su nombre ni el de la orden a la que pertenece. El suyo es uno de los 700 conventos femeninos de clausura que existen en España y que están viendo cómo, con ellas, está desapareciendo a marchas forzadas un tipo de vida de la cual nuestro país fue potencia principal en siglos pasados. Ahora, cuando por la falta de vocaciones y el envejecimiento de las religiosas se cierra un convento de media al mes, en algunos lugares como Toledo, la ciudad que hace 15 años tenía casi una cuarentena de estos monasterios, no se descarta que no quede ninguno abierto dentro de un cuarto de siglo.

Religión
El redactor recomienda