Uno de cada tres pobres en España tiene empleo y uno de cada 10, estudios universitarios

La palabra 'pobreza' suena a antiguo, a cosa árida. Uno no se considera pobre jamás, o al menos así lo dice en público, porque está mal visto. Uno cree que eso son los otros. “Y lo antiguo es lo mucho que dura en el tiempo y lo poco que se trabaja para erradicarla”, dice Carlos Susías, presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN). Quizá por eso la sala Clara Campoamor del Congreso de los Diputados estaba con menos de medio aforo esta mañana de viernes. La pobreza es cosa árida, antigua, no apetece, tampoco vende. Aunque nos golpee en la cara.

En las elecciones generales de 2011, Mariano Rajoy Brey obtuvo una abultadísima mayoría absoluta. Consiguió 10,8 millones de votos. Imagine por un momento que todas ellas son pobres. Una barbaridad, pura exageración. Pues los cálculos de EAPN dicen que 13,1 millones de personas acabaron el año pasado en riesgo de pobreza y/o exclusión social. En España. Datos medidos siguiendo los criterios de la Unión Europea que han recogido en el informe ‘El estado de la pobreza. Seguimiento de los indicadores de la Agenda 2030 UE 2015-2021’.

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El informe, presentado por su director técnico, Juan Carlos Llano, demuestra aquello de que el dato mata el relato. También los estereotipos. Porque dice que el 78,9% de los pobres son de nacionalidad española. Porque asegura que aumentan los pobres con nivel educativo medio-alto. Porque revela que los que trabajan también son pobres. “Recuerdo perfectamente una conversación en el año 2000. En Estados Unidos empezaban indicadores de trabajadores pobres y pensé: 'Eso en España no ocurrirá jamás'. Pues ya está ocurriendo”, afirmó.

Una de cada tres personas pobres en España tiene empleo. Porque el paro no define ya a la pobreza ni el sinhogarismo. Y los estudios, eso que nos decían en casa que nos garantizaría un futuro próspero, tampoco. Porque el 16% de las personas pobres tiene estudios universitarios.

Y todo eso contando con el efecto del escudo social lanzado con la llegada de la pandemia. “No se le puede echar la culpa de lo que sucedió porque la pobreza ya estaba ahí. Eso fue un bicho que vino a agravarlo todo, pero sin ese escudo había 1,5 millones más de pobres. Lo cual indica que no siempre el dinero está mejor en los bolsillos de los ciudadanos”, apuntó Llano.

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Hay heridas crónicas que permanecen, como la brecha territorial. En un país en el que las comunidades con menor tasa de pobreza son Navarra, País Vasco y Aragón. Madrid y Cataluña ocupan el sexto y séptimo lugar. En un país en el que los últimos de la cola son Andalucía, Extremadura y Canarias.

También duele que en todos los indicadores analizados las mujeres salgan peor paradas que los hombres. Que en los hogares con un solo progenitor la situación se agudiza. Que más del 30 por ciento de las pensiones están por debajo del umbral de la pobreza.

Y el impacto de la vivienda. Un 2% de los no considerados pobres destinan más del 40% de su gasto en ella. En el caso de los pobres, ese porcentaje llega al 36%. “Detrás de todos estos números y estos porcentajes hay personas”, dijo Juan Carlos Llano. Más incluso de las que votaron a Rajoy en 2011.