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El 13-F sepulta a Podemos y avisa a Yolanda Díaz de que su liderazgo no basta
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La resaca electoral que deja Castilla y León

El 13-F sepulta a Podemos y avisa a Yolanda Díaz de que su liderazgo no basta

Los morados esperaban un mayor tirón en Castilla y León con un "buen candidato", el aumento del SMI y la reforma laboral en el bolsillo. Iglesias señala las debilidades

Foto: Yolanda Díaz y Pablo Fernández, en la campaña. (EFE/Mariam A. Montesinos)
Yolanda Díaz y Pablo Fernández, en la campaña. (EFE/Mariam A. Montesinos)
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Podemos no es a día de hoy, ni de lejos, lo que fue. En los ‘años fantásticos’ de los morados, el partido de Pablo Iglesias llegó a alcanzar 69 diputados (71 sumando a Izquierda Unida) en las generales de 2015, resultado que vino precedido de su gran éxito en las autonómicas de ese año, irrumpiendo en todos los parlamentos regionales con fuerza dispar, pero siendo decisivos en algunos de ellos, y con los ‘gobiernos del cambio’ con Manuela Carmena, Ada Colau o Mónica Oltra. Hoy, casi siete años después, el partido morado está en un momento en mínimos históricos, solo aguanta en Cataluña sostenido por los comunes y en Madrid, donde Pablo Iglesias se inmoló para salvar los muebles el 4-M. El futuro del partido es complicado y pasa por Yolanda Díaz.

Unidas Podemos no capitaliza su presencia en el Gobierno de coalición, todo lo contrario. Ya lo demostraron las elecciones gallegas y vascas de julio de 2020, que lo convirtieron en fuerza extraparlamentaria en Galicia y lo dejaron con la mitad de sus apoyos en el País Vasco. En las elecciones de la Comunidad de Madrid de mayo, lograron incrementar la representación, pero con unos resultados insuficientes que precipitaron la salida de Pablo Iglesias de la política. Ahora, Castilla y León ha venido a certificar que la marca Podemos está amortizada. Que el partido que fundaron los profesores de la Complutense no engancha como lo hizo. Tras ocho años de vida y dos de ellos en el Gobierno del Estado como socio minoritario, tampoco han logrado corregir su deficiente implantación territorial, inmadura y fuente de conflictividad interna, como volvieron a demostrar sus últimas primarias, celebradas en Asturias.

Pese a aprobar una subida del salario mínimo a 1.000 euros a horas de votar y pese a sacar adelante una reforma laboral “histórica”, aunque fuera de rebote, el resultado de UP el domingo fue malo. Lo asumen, aunque estuvieron a unos 600 votos de conseguir un segundo representante por Burgos. No eluden la autocrítica. Aunque hay quien ve escenarios diferentes, y aquí entra en juego la opinión del nuevo Podemos con la visión estratégica de un carismático exlíder, siempre escuchado, Pablo Iglesias.

Podemos viene de acumular varios comicios en clara decadencia. Una de las noches más complicadas para los morados fue la de las autonómicas de 2019, donde el batacazo general empezó a encender las alarmas. Los datos hablan por sí solos: pasaron de tres a cero diputados en Castilla-La Mancha, de 10 a uno en Castilla y León (otro lo logró IU), de seis a cuatro en Extremadura, de nueve a cuatro en Asturias, de seis a dos en Murcia, de 14 a cinco en Aragón, de 10 a seis en Baleares, de tres a cero en Cantabria, de siete a tres en Canarias, de siete a dos Navarra, de 27 a siete en la Comunidad de Madrid y de cuatro a dos en La Rioja. Inevitable hablar de derrota. Podemos nació para asaltar los cielos y ahora su discurso se resume a un simple “resistimos”.

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado (d), y el candidato a la presidencia de la Junta de Castilla y León. (EFE/Nacho Gallego)

La marca ha seguido erosionándose progresivamente. Luego vino la repetición de las generales, donde Podemos consiguió 35 escaños, siete menos que los que sumó el mes de abril y hasta 36 menos que en los anteriores comicios. Gallegas, vascas, catalanas (donde los comunes retuvieron los ocho escaños), madrileñas (donde el propio Iglesias tuvo que abandonar el Gobierno para mejorar el resultado) y ahora Castilla y León. Conclusión: allá donde Podemos era fuerte, en las llamadas periferias, ha desaparecido y sido sustituido por otra marca: en Galicia por el BNG; en Euskadi, por EH Bildu; en Valencia, por Compromís, y en Barcelona se va a jugar el ayuntamiento a cara o cruz con ERC, como ya ocurrió en 2019. Y en Madrid, la joya de la corona, la iniciativa en la izquierda la tiene Más Madrid. Poco es lo que era.

En Izquierda Unida la situación tampoco es como para presumir. Queda comprobado que uno más uno no son dos, y que la coalición conformada por primera vez en Castilla y León no ha logrado movilizar. Tampoco lo ha hecho su líder, Alberto Garzón, protagonista involuntario de la crisis de las macrogranjas. Se puso énfasis en su presencia en la campaña, pero el resultado no ha sido el esperado.

¿Y ahora qué? Autocrítica. El reto para Unidas Podemos en las andaluzas y en las próximas municipales y autonómicas es ingente. Y no hay mucho margen de maniobra. Por eso, en UP este lunes ha habido movimientos. Tres. En primer lugar, de la líder hacia quien se dirigen todas las miradas: Yolanda Díaz. "Toca reflexión profunda", escribía a media tarde la vicepresidenta segunda en su Twitter. “Solamente tenemos que mirar al lugar correcto y estar a su altura”, añadió la líder del espacio confederal en el Gobierno.

Antes, desde Podemos, le ponían deberes: “Es en el Gobierno de España donde tenemos mayor visibilidad” y, por tanto, “donde hay que volcarse en hacer políticas más progresistas, que amplíen derechos”. La portavoz morada Isa Serra abría la puerta a renunciar a sus siglas en el futuro “proyecto de país”. "No creemos que la marca sea lo importante; lo importante es poner a disposición la herramienta y el espacio político", añadía.

Foto: El candidato socialista a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Luis Tudanca (2i); junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (2d); la procuradora en las Cortes, Patricia Gómez Urbán (i), y el alcalde de Valladolid, Óscar Puente (d).

Palabras matizadas, o corregidas, por Pablo Iglesias en un artículo en ‘Ctxt’ y sobre el que volvió a incidir en su programa 'La Base', de Público. El exlíder de Podemos reflejaba negro sobre blanco que “si los partidos de UP simplemente se encomiendan al ‘milagro Yolanda’ y al ‘milagro frente amplio’, no es difícil saber lo que ocurrirá; los partidos deben armarse para la batalla ideológica sin complejos, deben hacer trabajo territorial y deben cuidar sus liderazgos”. Y añadía: “Que todo dependa de una personalidad pone demasiado fácil el disparo del adversario. Lo digo por experiencia”. Su conclusión: “Encomendarse solo al cambio de nombre, a la recomposición del espacio y a un nuevo liderazgo como ingredientes de la salvación futura no parece demasiado prudente”.

Los morados vienen tiempo señalando los riesgos de un proyecto "personalista" para reclamar liderazgos colectivos y que el papel de los actuales dirigentes de Podemos no sea secundario dentro del futuro proyecto de Yolanda Díaz. Tras el fiasco electoral en Castilla y León, la decisión ha sido atrincherarse todavía más en esta lectura, para seguir defendiendo el papel de "nave nodriza" de los morados en la futura plataforma electoral. Una forma de intentar frenar la posibilidad de que Díaz, basándose en el certificado de defunción de los morados en los comicios autonómicos, se vea reforzada para volar en solitario y dejar a Podemos en un plano irrelevante dentro de su futuro proyecto.

Podemos no es a día de hoy, ni de lejos, lo que fue. En los ‘años fantásticos’ de los morados, el partido de Pablo Iglesias llegó a alcanzar 69 diputados (71 sumando a Izquierda Unida) en las generales de 2015, resultado que vino precedido de su gran éxito en las autonómicas de ese año, irrumpiendo en todos los parlamentos regionales con fuerza dispar, pero siendo decisivos en algunos de ellos, y con los ‘gobiernos del cambio’ con Manuela Carmena, Ada Colau o Mónica Oltra. Hoy, casi siete años después, el partido morado está en un momento en mínimos históricos, solo aguanta en Cataluña sostenido por los comunes y en Madrid, donde Pablo Iglesias se inmoló para salvar los muebles el 4-M. El futuro del partido es complicado y pasa por Yolanda Díaz.

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