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Del colegio a la frontera: "Mandaron autobuses, los niños creían que era una excursión"
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Un éxodo a la inversa

Del colegio a la frontera: "Mandaron autobuses, los niños creían que era una excursión"

"Muchos fueron donde iban todos, iban sus amigos y ellos también, para muchos era una fiesta", explica una voluntaria ante el gran número de menores que han cruzado la frontera

Foto: Un soldado ayuda a un inmigrante a salir del agua. (EFE)
Un soldado ayuda a un inmigrante a salir del agua. (EFE)

Tras tres días deambulando por la ciudad autónoma, buscando qué comer y dónde dormir, mirando de reojo por si aparece una de las muchas patrullas policiales que recorren la ciudad, centenares de chavales emprendieron este miércoles el camino de regreso a casa. “Walo Ceuta” (nada en Ceuta), asume Said, veinteañero, mientras camina por el paseo marítimo de la playa de La Ribera rumbo al Tarajal. Un éxodo a la inversa que seguía este jueves.

Como Said, entraron miles desde el lunes, pero no todos con la misma motivación, ni siquiera todos con el mismo conocimiento de causa. “Muchos fueron donde iban todos, iban sus amigos y ellos también, para muchos era una fiesta”, explica una voluntaria. Otros, como bien saben los ceutíes desde hace muchos años, sabían a lo que venían: a hacer 'risky', esto es, tratar de colarse en uno de los ferris que cruzan a la península. Son los que ahora deambulan por el puerto, una escena tristemente habitual en Ceuta, aunque estos días multiplicada a la enésima potencia. Pero no todos venían con ganas de juerga o para buscar una vida mejor

Los engañados

Hay un tercer perfil en esta gran evasión de chavales de Castillejos: los que vinieron empujados, casi podría decirse que captados a la puerta del colegio. Una posibilidad, que, de ser cierta, supondría que Marruecos no solo incitó y facilitó la entrada masiva de sus nacionales en territorio español, sino que llegó a empujar y engañar a algunos de esos chavales para sumarse a la marabunta. Un dato que da un matiz aún más truculento a la maniobra de Marruecos para presionar a España desestabilizando Ceuta.

Es el caso de una vecina de Castillejos, una de los miles de empleadas de hogar transfronterizas que perdió su empleo con el cierre de la frontera por la pandemia, que desde la mañana del martes buscaba desesperada a su hija, desaparecida el lunes. La llamada de auxilio llegó hasta una voluntaria a la que aún le cuesta dormir, “con las imágenes de esa noche todavía en la cabeza”, y prefiere mantenerse en el anonimato y ahorrarse posibles problemas. “Llamó diciendo que a su hija se la han traído a Ceuta desde el colegio, pedía ayuda para tratar de localizarla, envió fotos y copia del pasaporte”, explica, "Contaba que han mandado autobuses a los colegios en Marruecos, los niños pensaban que iban de excursión". En este caso la historia acabó en final feliz. La vecina de Castillejos volvió a llamar en la noche del miércoles. La niña había vuelto a casa, la había llevado la policía marroquí después de que cruzara ella sola de vuelta como tantos otros.

Una historia que corrobora Saida, 58 años, vecina de Castillejos: muchos de los que cruzaron el lunes y el martes pusieron rumbo a Ceuta al salir de clase. Directos desde el colegio al espigón del Tarajal “en autobús”. Ella es empleada de hogar transfronteriza, una de las que optó por quedarse en Ceuta cuando se cerró la frontera por la pandemia. Saida, cuyos hijos viven en Tetuán, ha pasado dos días en vilo. A su hija pequeña la tenía localizada, ella no se había sumado a la aventura, pero su hijo mayor no daba señales de vida después de salir del colegio. También en este caso la historia tuvo final feliz, su primogénito había vuelto a casa, fue uno de los que se subió a uno de esos autobuses a la puerta del colegio durante la jornada del martes, pero llegó tarde y se encontró ya con la Legión a pie de espigón y se dio la vuelta. “Es listo”, dice orgullosa. No es el caso de la que era vecina de Saida en Castillejos, llamada también Saida. “Me llamó llorando, que no encontraba a su hijo, que lo buscara por favor, pero no lo hemos encontrado, no sabemos nada. Su hijo es ya grande, no es un niño chico, pero no sabemos nada, allí estará”, dice señalando hacia el puerto.

En estos dos últimos días, son muchas las familias de las localidades marroquíes de la frontera que se han puesto en contacto con ceutíes para tratar de localizar a sus hijos. Tanto es así que el Área de Menores de la Ciudad ha habilitado un número de teléfono (956 51 24 13) para que las familias marroquíes que se encuentren buscando a sus hijos, ante la posibilidad de que hubieran cruzado a Ceuta desde el pasado lunes, puedan ponerse en contacto con el Servicio de Protección a la Infancia de la Ciudad para que, una vez que los menores sean filiados y se inicie el correspondiente expediente de acogida temporal, pueda producirse el reagrupamiento familiar.

"Me llamó llorando, que no encontraba a su hijo, que lo buscara por favor, pero no lo hemos encontrado"

Mientras, el éxodo a la inversa sigue este jueves y poco a poco vuelve la normalidad a la frontera y a las calles de Ceuta. “Buenos días. Noche sin incidencias. No se han producido entradas”, reportaba a las 8.30 horas de la mañana la Delegación de Gobierno en Ceuta. Solo tres vehículos blindados, los imponentes BMR del Tercio Duque de Alba 2º de la Legión, vigilan ya el espigón, primer indicio de que la marea ha bajado. El otro indicio de que la marea va bajando poco a poco está en la N-352, la flamante carretera nacional remodelada y ampliada en 2020 para mejorar los accesos a la frontera y por la que ahora regresan en goteo los chavales marroquíes que, tras tres días buscándose la vida en Ceuta regresan a su casa, convencidos al fin de que poco más pueden hacer en Ceuta. “No hace falta echarles, se van ellos solos aburridos”, comenta jocoso un agente de la Policía Local, que aún conserva el sentido del humor pese a llevar demasiadas horas de trabajo a la espalda desde que el lunes una avalancha de marroquíes pusiera la ciudad patas arriba.

El problema está ahora a solo unos metros del espigón fronterizo, en las naves del polígono industrial del Tarajal, antaño un hervidero de porteadores y que ahora se utiliza en parte para acoger a los migrantes marroquíes en proceso de devolución. Allí han trasladado también a los más de 750 menores que tienen identificados, de los que al menos 250 han sido ya trasladados al albergue provisional de Piniers, formado por unos 30 módulos prefabricados con capacidad para 180 plazas.

Foto: Migrantes en Ceuta. (EFE)

Ni la nave industrial ni el albergue provisional reúnen las mínimas condiciones para acoger a estos menores, que han pasado días en el suelo tapados con una manta de Cruz Roja, custodiados por la Legión. Las comunidades autónomas acogerán a los 200 menores extranjeros no acompañados que Ceuta tenía ya en sus centros de acogida antes de la avalancha para hacer sitio a los recién llegados, el verdadero problema. Así lo anunció la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, al término del Consejo Interterritorial. Pero en Ceuta queda por delante una labor compleja que pasa por identificar a los menores que no están documentados e iniciar los complicados trámites para verificar la identidad de las familias que los reclaman y proceder a la reagrupación con la dificultad añadida de que el paso del Tarajal está cerrado desde marzo de 2020.

Desde el lunes han llegado a Ceuta entre 1.500 y 2.000 menores, una cifra difícil de precisar por dos motivos. Uno, la dificultad de verificar la mayoría o no de edad en el límite de los 16-18 años. El otro motivo es que nadie en Ceuta es capaz de dar una cifra de las personas que realmente accedieron a Ceuta desde el lunes, menos aún concretar cuántos eran menores. Las cifras oficiales hablan de más de 8.000 personas. Las escenas vividas en la frontera —donde se llegó a registrar un flujo de entrada de hasta 90 personas por minuto— y la estampa de la ciudad autónoma durante estos tres días invitan a pensar que esa cifra puede haber sido muy superior, muy por encima de los 12.000.

Foto: La ministra de Defensa, Margarita Robles. (EFE)

Pocos de esos quedan ya en la ciudad autónoma, que ya este miércoles recuperaba el pulso de la cotidianidad. Aunque esta avalancha de chavales ha saltado a las portadas de medio mundo, la noticia no es nueva en Ceuta, que antes del inicio de la pandemia acogía ya a casi 600 niños migrantes, en su mayoría marroquíes, una cifra muy por encima de la capacidad y que no incluye a las decenas, en ocasiones centenares, de chavales que están en situación de calle. Y ese problema sigue ahí. Y estaba ya antes de la gran evasión.

Tras tres días deambulando por la ciudad autónoma, buscando qué comer y dónde dormir, mirando de reojo por si aparece una de las muchas patrullas policiales que recorren la ciudad, centenares de chavales emprendieron este miércoles el camino de regreso a casa. “Walo Ceuta” (nada en Ceuta), asume Said, veinteañero, mientras camina por el paseo marítimo de la playa de La Ribera rumbo al Tarajal. Un éxodo a la inversa que seguía este jueves.

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