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Del último agricultor vivo al hotel de lujo: estos son los pueblos con un solo habitante
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UN SÍNTOMA MÁS DE LA DESPOBLACIÓN

Del último agricultor vivo al hotel de lujo: estos son los pueblos con un solo habitante

En España hay más de 1.800 núcleos con un único habitante censado. Muchos son pueblos agonizantes a punto de desaparecer, pero también hay hoteles y casas de alto nivel

Foto: Otero de Sariegos, en Zamora, tiene un habitante censado. (D.B.)
Otero de Sariegos, en Zamora, tiene un habitante censado. (D.B.)

Otero de Sariegos, en Zamora, aparece ante el visitante como uno de tantos pueblos abandonados de nuestra geografía. Entre las casas derruidas se intuye que hace un tiempo, tal vez unas pocas décadas, este lugar gozaba de buena salud. Se ubica en una colina junto a la laguna mayor de Villafáfila, tierra fértil, y muestra de su identidad es la iglesia de San Martín de Tours. Otero de Sariegos parece abandonado, pero no es del todo cierto. En el padrón de Villafáfila, municipio al que pertenece, consta un habitante. No es un caso excepcional. En España hay más de 1.800 pueblos, pedanías, parroquias y diseminados donde hay un único morador. Vivir aislado sí es posible, aunque eso suponga un dolor de cabeza para los ayuntamientos y un síntoma más de la agonía rural.

“Tenemos ayuntamientos con más de 50 núcleos de población, quien lo sufre más es Galicia, pero también ocurre en el Pirineo”, explica Miguel Gracia, presidente de la diputación de Huesca y alcalde de Arén. “A medida que estos núcleos se van despoblando nos encontramos con el fenómeno del último habitante. Es la progresión que vemos desde hace años: la gente emigra, cierran los comercios, cierra la escuela, y al final solo queda una persona como paso previo a la desaparición. Pero esto va más allá de la despoblación, también vemos muchos casos de pueblos recuperados, solo en Huesca tenemos más de 30”.

Galicia y Asturias son, con mucho, las comunidades donde hay más poblaciones con un solo habitante. Se trata de parroquias principalmente, pequeños núcleos rurales que históricamente han dependido de entidades (concejos) mayores. Donde antes vivían 20 personas dependientes de la agricultura o el ganado en minifundios de cinco casas, hoy vive un último habitante de edad muy avanzada o un último labriego que heredó la explotación y decidió seguir con ella.

Los pueblos de un habitante son rarezas que no se explican solo por la despoblación. Por un lado tenemos el ejemplo clásico de Otero de Sariegos: un pueblo con todas las letras que sí es víctima del abandono. Pero, por el otro, existen centenares de pequeños núcleos de viviendas, a veces una sola casa señorial, que tuvieron su historia, gozaron de reconocimiento por parte de la administración local, y no tienen necesariamente que ser víctimas de la despoblación. Es el caso de los diseminados. Muchos de ellos se han reconvertido en 'hoteles-boutique' rurales o en centros para deportes de aventura o recreo al aire libre, o sencillamente en viviendas de alto nivel.

Para los ayuntamientos, los pueblos de un habitante son un dolor de cabeza. Hay que mantener servicios mínimos para ese último morador

Para los ayuntamientos, los pueblos de un habitante son un dolor de cabeza. Hay que mantener unas infraestructuras y servicios mínimos para ese último morador: llevarle el alumbrado, el alcantarillado, mantener en condiciones la carretera de acceso, darle servicio de basuras, o de autobús escolar dado el caso. A los ayuntamientos, pues, les interesaría sobre el papel que ese padrón desapareciera. Pero entonces aparecería otro problema: ¿quién mantiene en condiciones el lugar?

placeholder Los pueblos con un habitante son el paso previo a la desaparición. (EFE)
Los pueblos con un habitante son el paso previo a la desaparición. (EFE)

“Mantener un pueblo disperso puede ser caro para un ayuntamiento, pero también esa persona le da vida al patrimonio que hay allí, te hace de guardés del lugar y mantiene el equilibrio de los ecosistemas y la vigilancia”, afirma Luis Antonio Sáez, investigador asociado del Centro de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales (CEDDAR) y profesor de Economía aplicada en la Universidad de Zaragoza. “Hay municipios en la UVI que nunca desaparecen, tienen 50 o 10 habitantes y llevan así 40 años. Lo mismo pasa con los núcleos de un solo censado, lo vemos en las parroquias de Galicia y Asturias, pero también en Aragón y en Cataluña en las famosas masadas, que tienen su historia, algunas incluso están fortificadas para protegerse de los ladrones en aquella época, y que en las estadísticas resisten como núcleo autónomo. Muchas de estas torres se han gentrificado por familias con dinero. En cambio, en lugares como Ciudad Real o Andalucía es más raro encontrar estos núcleos debido a los latifundios. En el sur de España suele coincidir un núcleo de población con un ayuntamiento”.

Salvarlos mientras se pueda

El teletrabajo, impulsado por la pandemia, puede salvar de la muerte a estos pueblos de un habitante. Mientras haya un morador, los accesos y los servicios se siguen prestando aunque sea de forma precaria. A la que desaparecen, volver a arrancar es más complicado. “Vamos cambiando la mirada sobre los espacios rurales. En algunos lugares como el Pirineo aragonés el metro cuadrado ya alcanza precios parecidos a Zaragoza. En otros entornos menos turísticos costará más, pero ya estamos viendo núcleos que resucitan debido a este cambio de mentalidad”, indica Sáez.

Foto: Una mujer camina por la carretera de Navacepedilla de Corneja. (David Brunat)

“Pretender que los pueblos vuelvan a ser lo que eran es imposible, pero sí debemos aspirar a que haya gente en el territorio que lleve a cabo una actividad económica”, apunta el presidente de la diputación de Huesca. “A medida que bajan los censos en las zonas rurales, la lógica es que donde queda solo un habitante desaparezca dentro de poco tiempo y ese mismo pueblo salga en la estadística como núcleo deshabitado”, indica Gracia. "Pero tenemos casos de empresas de turismo activo en pueblos de 15 habitantes que con dos o tres trabajadores permiten que ese pueblo siga vivo. Nuestra aspiración es mantener cuantos más núcleos abiertos mejor".

Con el fin de preservar los núcleos al borde del abandono, muchos ayuntamientos financian reformas en casas antiguas y dan facilidades de todo tipo a los nuevos pobladores. El acceso a una buena conexión a internet continúa siendo el mayor escollo para atraer a familias y emprendedores.

Otero de Sariegos, en Zamora, aparece ante el visitante como uno de tantos pueblos abandonados de nuestra geografía. Entre las casas derruidas se intuye que hace un tiempo, tal vez unas pocas décadas, este lugar gozaba de buena salud. Se ubica en una colina junto a la laguna mayor de Villafáfila, tierra fértil, y muestra de su identidad es la iglesia de San Martín de Tours. Otero de Sariegos parece abandonado, pero no es del todo cierto. En el padrón de Villafáfila, municipio al que pertenece, consta un habitante. No es un caso excepcional. En España hay más de 1.800 pueblos, pedanías, parroquias y diseminados donde hay un único morador. Vivir aislado sí es posible, aunque eso suponga un dolor de cabeza para los ayuntamientos y un síntoma más de la agonía rural.

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