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Las víctimas olvidadas del atentado de la Rambla
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Fuera de las indemnizaciones

Las víctimas olvidadas del atentado de la Rambla

El juicio del 17-A evidencia las heridas mentales de decenas de afectados por los ataques terroristas que no son considerados víctimas

Foto: Velas en el punto donde se detuvo la furgoneta del atropello masivo. (EFE)
Velas en el punto donde se detuvo la furgoneta del atropello masivo. (EFE)

No ha vuelto a La Rambla. Nuria Suara llevaba una vida entera en la arteria más vital de Barcelona. Su kiosco de flores, uno de los muchos que adornan la calle, quedó destrozado por el impacto de la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub el 17 de agosto de 2017. Tras matar a 15 personas y atropellar a cientos, el choque detuvo el vehículo a unos metros del puesto, frente al mosaico de Miró. Nuria vio la última parte de los atropellos. Gente golpeada, arrastrada bajo la furgoneta. No ha vuelto a su calle. No ha vuelto a trabajar. No ha sido reconocida como víctima por el Ministerio del Interior.

Nuria es una más de la decena de afectados por los atentados yihadistas que se juzga en estos días en la Audiencia Nacional. La declaración la pasada semana de la 'mosso' que abatió a cuatro terroristas en la localidad de Cambrils puso cara y voz a las otras víctimas de los atentados, las que no sufrieron heridas físicas pero sí en el alma. La mayoría han quedado incapacitadas para trabajar, pero no han sido reconocidas como afectados por el terrorismo. Su daño se ha acreditado por peritos y las acusaciones particulares que las representan cada jornada en la vista oral luchan para que se les conceda ese estatus. Esperan un guiño de la Fiscalía. Un asidero en la futura sentencia que les abra la puerta a un reconocimiento que hasta el momento se les ha negado.

En los cinco escenarios de la masacre yihadista hay casos como estos. Personas que no han logrado recuperarse de lo sucedido en aquellas horas del verano en La Rambla, pero también en Alcanar, en los puntos del rastro de destrucción que fue dejando Abouyaaqoub en su huida y en Cambrils. Tres años de incapacidad que no se ha visto ni indemnizada ni reconocida. Entre las identidades, muchos policías identificados por un número que esconde a personas destrozadas como el kiosco de Nuria.

Foto: Barcelona homenajea a las víctimas del 17A en 2019 (EFE)

Desde La Rambla y el puesto de flores saltamos a Alcanar. Los 'mossos' 4539, 9960 y 16866 se encontraban en la casa que la célula yihadista utilizó para almacenar y preparar explosivos para el que era su primer plan. El horror de agosto fue solo la opción B. Los preparativos del chalet se centraban en una masacre aún mayor. La célula manejaba en el interior peróxido de acetona, un explosivo conocido por las siglas TATP. En la casa se amontonaban, además, 104 bombonas de butano. La noche del 16 de agosto, aquello reventó. Dos terroristas murieron. Un tercero resultó herido.

Unas horas más tarde, una excavadora trabajaba entres los escombros, con la teoría errónea de que lo que había bajo los cascotes era un laboratorio de droga. La pala tocó una zona sensible y se produjo una nueva explosión. Veintiún heridos. Ninguno de los tres agentes que se encontraba en el lugar —los mencionados 4539, 9960 y 16866— y que salieron físicamente ilesos ha sido reconocido como víctima del terrorismo.

De vuelta en La Rambla. El atropello masivo no acabó con la vida del principal autor material de los atentados. Abouyaaqoub abandonó la furgoneta que había usado como arma y emprendió una huida que le llevaría a decenas de kilómetros del escenario principal del atentado, hasta la localidad de Subirats en el Alt Penedés. Para escapar acuchilló al estudiante Pau Pérez y robó su coche. El cierre de la ciudad ya estaba entonces en marcha y en uno de los controles, varios 'mossos' fueron embestidos en la huida. El 5520 salta cuando viene hacia él y no le atropella, consigue avisar a su compañera, pero no logra que evite el impacto. Puede observar antes del impacto como el conductor sonríe mientras trata de atropellarles. No se le considera víctima.

Abouyaaqoub abandonó la furgoneta que había usado como arma y emprendió una huida que le llevaría a decenas de kilómetros

El mismo control. El agente 17388 disparó sin éxito. Vio como atropellaban a su compañera y la llevó al hospital. La sargento atropellada es la única reconocida como víctima en ese escenario. "Vi a un Ford blanco haciendo una maniobra extraña. Oí una fuerte aceleración y pude ver la cara del joven. Se reía mientras embestía a mis compañeros. Vi claro que quería hacer daño. Saqué mi arma y disparé", explicó ante el tribunal de la Audiencia Nacional.

Subirats y Cambrils

A los anteriores se suman dos escenarios más. De forma paralela a los acontecimientos de La Rambla, la célula yihadista lanza un ataque suicida en Cambrils. Armados con cuchillos, un hacha y falsos chalecos explosivos. Tres agentes se cruzan en su camino cerca del Club Náutico de la localidad. Un número más de una víctima no reconocida. El agente 11888. Tiene sueños recurrentes en los que una persona armada y que amenaza con volarse al grito de "Alá es grande" se le abalanza. Trastorno postraumático, el diagnóstico de todos los afectados.

El último coletazo de los atentados deja otros afectados más en este listado que no incluye a todos los que quedaron fuera. Los agentes que acudieron a Subirats —11359 y 11992— tras recibir una llamada de un vecino que decía haber visto al terrorista entre unos viñedos. Era 21 de agosto. Cuando recorrían la zona a pie, lo vieron. "Se subió las gafas, me miró fijamente y desapareció por un matorral", explicó ante el tribunal uno de ellos. Cuando finalmente Younes salió tras varios avisos, se dirigió hacia ellos con el brazo izquierdo en alto como si sujetara un escudo imaginario y la otra mano haciendo el gesto de presionar un dispositivo imaginario.

Foto: Un grupo de personas deposita flores en el mosaico de Miró en las Ramblas en recuerdo de las víctimas de los atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils. (EFE)

Le ordenaron que desistiera, pero el terrorista seguía andando hacia ellos con lo que parecía una clara intención de accionar un cinturón de explosivos e inmolarse para acabar con su vida. "Como no desistía en su ataque, empezamos a dispararle, pero siguió corriendo hacia nosotros y a unos diez metros cayó al suelo, hice un cambio de cargador, se reincorporó de nuevo, volvió a dirigirse hacia nosotros y le disparamos dos o tres veces más hasta que cayó de nuevo", indicó uno de los 'mossos' en su declaración.

Después de aquello, los agentes se derrumbaron. Meses de baja. Quedaron de rodillas apuntando a un terrorista con lo que él creía explosivos, no podían moverse, no podían guardar la pistola. Tuvieron que ayudarles a guardarlas. Tuvieron que levantarles. No son víctimas, no han sido indemnizados, no han sido condecorados, no duermen.

No ha vuelto a La Rambla. Nuria Suara llevaba una vida entera en la arteria más vital de Barcelona. Su kiosco de flores, uno de los muchos que adornan la calle, quedó destrozado por el impacto de la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub el 17 de agosto de 2017. Tras matar a 15 personas y atropellar a cientos, el choque detuvo el vehículo a unos metros del puesto, frente al mosaico de Miró. Nuria vio la última parte de los atropellos. Gente golpeada, arrastrada bajo la furgoneta. No ha vuelto a su calle. No ha vuelto a trabajar. No ha sido reconocida como víctima por el Ministerio del Interior.

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