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Los narcos albaneses han convertido el Prepirineo en montañas de marihuana
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"grupos internacionales organizados"

Los narcos albaneses han convertido el Prepirineo en montañas de marihuana

Son la versión española de los Humboldt (California). Primero fueron los locales y unos pocos ‘hippies’ quienes se aventuraron a ocultar cannabis en el bosques

Foto: Plantación de marihuana. (Policía Nacional)
Plantación de marihuana. (Policía Nacional)

Existen dos cuestiones que asemejan toda la extensa franja de tierra catalano-aragonesa conocida como Prepirineos al condado californiano de Humboldt. La primera es su aislamiento geográfico y su baja —casi sahariana— densidad demográfica, y la segunda, que ambas han sido utilizadas para cultivar marihuana a escala industrial. Por insólito que resulte, los grandes traficantes albaneses se las han ingeniado para producir enormes cantidades de cannabis en las profundidades del despoblado, agreste y montaraz territorio de tránsito que anticipa del lado español las grandes cumbres pirenaicas y que se extiende de este a oeste, a lo largo de 425 kilómetros, a través de comarcas como la Hoya de Huesca, el Pallars Jussà (Lleida) o el viejo condado de la Ribagorza.

Los tradicionales cultivos locales de guerrilla conviven en la actualidad con enormes plantaciones, a menudo vigiladas por hombres armados a quienes se recluta entre antiguos militares del Este de Europa. Ahora, el narco se ha mudado al Pirineo y ha convertido el trapicheo de antaño en un negocio más serio y potencialmente más peligroso. Y todo apunta a que no van a detenerse, a pesar de que ya sienten el aliento de la policía tras la nuca.

Ahora, el narco se ha mudado al Pirineo y ha convertido el trapicheo en un negocio más serio y potencialmente más peligroso

Desde el pasado año, la Brigada de Estupefacientes de Huesca ha conseguido tumbarles cuatro plantaciones en Aragón y algunas más han caído en Cataluña, y todas se hallaban sobre la misma franja del Prepirineo, casi en la misma latitud. Los responsables de la investigación tienen bastante claro que existe un patrón que se repite y que consolida la idea de que los narcos pretender servirse de esas montañas para ampliar el negocio. Jamás se había encontrado una plantación de una superficie siquiera cercana a la descubierta recientemente en Agüero (Huesca).

“Pero no te confundas: lo de la hierba aquí no es algo nuevo”, nos dice un antiguo cultivador con el que conversamos en un recóndito paraje montaraz, situado a caballo de las riberas del Isábena y el Noguera Ribagorza, no muy lejos de la población oscense de Pont de Montanyana. “Hace años que se ven rondar por aquí los helicópteros de la Policía. Al principio, durante los setenta, eran los ‘hippies’ o algunas personas de la zona quienes cultivaban algunas plantas germinadas a partir de semillas de pésima calidad. Básicamente, era cáñamo”.

A no mucho tardar, desde los ochenta y en adelante, aquellas primeras tentativas de cultivo se fueron perfeccionando con semillas de cannabis traídas desde Holanda con mayor contenido en TCH y con ellas, se aumentó la escala del negocio, que aún estaba, sin embargo, a años luz, de lo que sucede actualmente. “En las tierras más bajas, se disimulaban entre los campos de maíz o los frutales. Los propios agricultores despistaban algunos metros para 'la maría'”, añade. “La hierba se distribuía casi siempre en circuitos comerciales de proximidad: los amigos, los del pueblo o algún contacto en la ciudad”.

placeholder Agentes de la Policía Nacional de Huesca hallan cuatro grandes plantaciones en el Prepirineo. (Policía Nacional)
Agentes de la Policía Nacional de Huesca hallan cuatro grandes plantaciones en el Prepirineo. (Policía Nacional)

Fue también por esas mismas fechas —coincidiendo con la llegada de cientos de neorurales a los pueblos despoblados del Prepirineo y a las aldeas expropiadas tras la construcción de los embalses de Franco— cuando aquellas serranías comenzaron a proporcionar una magnífica pantalla para esas plantaciones. Cuanto necesitaban era agua, luz en abundancia y unas semillas adaptadas a los suelos y la altitud de esos parajes. Nada que no sea posible hallar sin dificultades.

Al igual que ocurre en Humboldt, uno puede circular más de tres horas por las pistas de tierra que cruzan los montes del Sobrarbe, la Ribagorza o el Pallars sin ver a un solo ser humano o sin toparse en su camino con un núcleo habitado o un senderista. Hay pocos lugares en España más salvajes, vírgenes y escasamente frecuentados por humanos, así que era solo cuestión de tiempo que los narcos se apercibieran de ello. Ya lo han hecho y según confiesa la propia Policía, no va a ser fácil desenredar toda la madeja que han urdido porque las mafias acostumbran a ir siempre un paso por delante.

Si han conseguido que funcione este negocio es gracias a su discreción, una sofisticada infraestructura y una organización de inspiración militar que ya habían ensayado mucho antes en lugares como la propia Albania o en el sur de Italia. La aislada orografía y, eventualmente, la colaboración de algún local, hacen el resto.

Durante los setenta, eran los ‘hippies’ o personas de la zona quienes cultivaban algunas plantas a partir de semillas de pésima calidad

“Sin ningún género de duda se ha producido un cambio cualitativo y cuantitativo en el tipo de cultivos”, nos dice un responsable de la Brigada de Estupefacientes de la capital altoaragonesa. “Marihuana aquí la habido siempre. Y no hablamos solo de los ‘hippies’. En cualquier aldea de alrededor de Huesca te encuentras con algunas plantas ocultas entre los maízales. Pero a lo que nos enfrentamos ahora es a grupos internacionales organizados”.

Durante los últimos meses, se han producido operativos policiales en cascada que han ayudado a completar el puzzle y entender cómo operan, pero el gran reto sigue siendo rastrear sus ramificaciones y llegar hasta la cúspide de las organizaciones. El primero de los grandes hallazgos realizados por la Policía Nacional en el Alto Aragón tuvo lugar en los pinares de Agüero y Murillo de Gállego el pasado mes de noviembre. Setenta agentes llegaron a intervenir en el operativo, cuyo resultado fue la incautación de 16.000 plantas de cannabis. Las pesquisas policiales permitieron vincular a los cultivadores arrestados con un grupo de origen albanés a los que la Guardia Civil también investigaba desde el pasado mes de abril, y a quienes se atribuían varios robos con fuerza.

placeholder La Guardia Civil halló ya una plantación en la Hoya de Huesca, en 2018. (Policía Nacional)
La Guardia Civil halló ya una plantación en la Hoya de Huesca, en 2018. (Policía Nacional)

La plantación de marihuana —la mayor nunca hallada hasta este momento en el país— se encontraba en un calvero que habían despejado, talando los pinos de una zona boscosa de complicado acceso, a su vez dotada de unas complejas instalaciones. Utilizaban bombas y mangueras para regar las plantas y habían levantado campamentos donde pernoctaban los vigilantes y los recolectores. “Date cuenta que el dinero, que pueden sacar con plantaciones como estas, es incalculable, pero también deben invertir grandes cantidades. Tienen que alquilar vehículos, levantar infraestructuras y mantener cinco o seis meses en el monte a un puñado de personas”, explica el investigador de la Brigada de Estupefacientes de Huesca.

Sitúan a los empleados de la organización en el monte a partir de marzo, que es cuando termina la temporada de caza y se despeja el área de intrusos indeseados. Se aseguran, además, de que no sean zonas de ‘trekking’. “Suelen plantar dos variedades de semillas, una de ellas es la sátiva. De modo que pueden cosechar prácticamente desde julio hasta octubre, que es cuando trasladan la producción a interiores. Dependiendo de la época del año o de las necesidades de los vigilantes que dejan al cargo de los campamentos, pueden enviarles a un tipo desde Madrid a Ayerbe (Huesca) para que les lleve la comida a algún punto pactado. Y esa misma gente puede ir tres días después a abastecer un campamento en Balaguer o mandar aquí o allá media docena de personas para ayudarles con algún trabajo que se requiera con las plantas”, precisa el responsable de la investigación.

Foto: Así quedó la cocina del piso. (EC)

Hace ahora un mes, la Policía Nacional de Huesca, Lleida y Barcelona llevó a cabo una nueva operación conjunta contra un grupo de albaneses que operaban en un chalet de Lleida —utilizado como centro de operaciones—, un edificio de Monzón (Huesca) y un paraje aislado próximo al río Noguera Ribagorzana, en la frontera administrativa de Aragón y Cataluña. Una vez más, se repetía el patrón y se confirmaba la teoría de que las mafias del Este habían elegido el Prepirineo para diversificar los lugares de producción de marihuana. En esta ocasión, se detuvieron a cuatro miembros de la organización y se incautaron de 7.870 plantas —cinco toneladas y media, en bruto, y 107 kilos de cogollos.

Solo unos días antes, la Guardia Civil había arrestado un albanés de 32 años como presunto responsable de una plantación de 2.427 plantas de marihuana, situada en el margen derecho del embalse de Santa Ana, en Os de Balaguer (Lleida). El ‘modus operandi’ del que se habían servido para ocultar y mantener esos cultivos era esencialmente el mismo. Le habían ganado algún terreno a una zona forestal, oculta entre árboles y arbustos, y proveían de agua a las plantas que bombeaban desde barrancos o, en este último caso, desde el propio pantano.

placeholder La Policía inspecciona una plantación. (Policía Nacional)
La Policía inspecciona una plantación. (Policía Nacional)

Se especula incluso con la posibilidad de que pudieran servirse de los fiordos de algunos de los embalses del Prepirineo para ocultar mejor las plantaciones o impedir su acceso por la vía terrestre. Tanto en el Sobrarbe, como en la Ribagorza o el Pallars hay recodos de los pantanos a los que solo puede llegarse en lancha y que quedarían fuera de la visión de los ganaderos o de las pocas personas que habitan o frecuentan esta zona despoblada.

El último de los hallazgos efectuados hasta la fecha se realizó nuevamente a principios de este mes, también en los pinares de Agüero (Huesca), en las proximidades de Ayerbe, no muy lejos del lugar donde se halló en noviembre otra macroplantación. En esta ocasión, se descubrieron 7.828 plantas y se detuvieron a dos de los vigilantes del cultivo, al tiempo que se identificaba a cinco más de los trabajadores reclutados por una mafia albanesa en la Europa del Este para ocuparse del negocio ‘in situ’.

Parece obvio que estos y otros hallazgos se hallan interconectados. Un trabajador de una plantación detenido en el sur de España, y vinculado a alguna de estas mafias albanesas, puede reaparecer 40 días después en algún recóndito paraje del Prepirineo, 1.200 kilómetros al norte. Las coincidencias casi siempre iluminan un camino. En este caso, el de los narcotraficantes y las plantas de cannabis.

Hablamos de paramilitares. Pueden hacer un agujero de un metro para ocultar la bomba bajo una trampilla e ir subiendo el agua

“Hemos llegado a encontrar hasta ocho tiendas de campaña en un solo campamento. Hablamos de paramilitares. Pueden hacer incluso un agujero de un metro para ocultar la bomba bajo una trampilla e ir subiendo el agua poco a poco, desde los barrancos hasta los cultivos”, dice el jefe de la investigación. “A menudo, bloquean las sendas, ya de por sí escasa o nulamente transitados, interponiendo piedras u obstáculos y tratando de simular que se encuentran cortadas. Los vigilantes suelen tener armas blancas, como hachas, siempre a mano, incluso cuando duermen. No solo deben preocuparse de la Policía, sino también de los robos. No nos sorprendería nada que llegaran a estar en posesión de armas de fuego. Nosotros encontramos en el campamento a dos individuos, pero sabemos que en época de más faena, pueden traerse a cuatro o cinco más desde Barcelona para ayudarles con lo que sea necesario”.

A imitación de lo que los narcos ya ensayaron en Albania, los campamentos desmantelados por la policía habían sido creados para albergar a sus trabajadores durante largas temporadas. Para ello se les provee con grandes cantidades de víveres no perecederos. “Claro que la cuestión es tirar de la madeja hacia arriba”, dice el responsable de la investigación. “El hombre que cultiva las plantas es el menos malo de los detenidos y nosotros somos ambiciosos. Sabemos, por ejemplo, que parte de esta producción puede ser finalmente intercambiada por cocaína con otros grupos criminales colombianos, con base en Holanda. Y nos consta, también, que trabajan en toda la Península porque la demanda de marihuana, las calidades que producen es cada vez más fuerte”.

placeholder Campamento de la mafia albanesa, en una de las plantaciones de Agüero. (Policía Nacional)
Campamento de la mafia albanesa, en una de las plantaciones de Agüero. (Policía Nacional)

¿Cómo logran arreglárselas para transportar los miles de kilos de 'maría' que produciría la cosecha de un cultivo de 16.000 plantas como el de Agüero? En realidad, no obtienen una, sino varias cosechas, desde julio hasta octubre, que es cuando trasladan las plantaciones a los invernaderos. De manera que las podan poco a poco y las sacan progresivamente en cargas de poco más de ochenta kilos.

Las cuatro últimas operaciones llevadas a cabo por la Policía Nacional de Huesca tenían algo en común: la implicación de mafias organizadas con ramificaciones europeas. En algunos lugares como Cuenca o Extremadura se han hallado también recientemente cultivos al cargo de individuos con un ‘modus operandi’ semejante, lo que sugiere que las mafias no desdeñan usar otras zonas de la Península que reúnan parecidas características al Prepirineo de Huesca y de Lleida.

“En realidad, ya lo han hecho otras veces. Mientras la marihuana siga ilegalizada y haya gente que viva en la precariedad, existirán personas dispuestas a asumir riesgos de este tipo, sea transportando fardos a Algeciras o custodiando plantaciones en algún lugar remoto”, nos dice el doctor Kush, uno de los responsables de un negocio digital —y alegal—, de venta de semillas conocido como Humboldt Seeds, con sede en San Sebastián. “Existen pueblos de las Alpujarras donde la mayoría de sus residentes tomaban parte en el cultivo o algunas zonas de Andalucía donde los holandeses han intentado producir a gran escala. Pero las actividades de esas mafias nada tienen que ver con nuestra empresa ni con la naturaleza de nuestras actividades comerciales y abiertas. Nosotros vendemos únicamente semillas producidas en su mayoría por amas de casa; pagamos impuestos; creamos empleo y somos gente normal a quienes podrías confiar tu hijo”.

“El fenómeno que mencionas conecta con una parte mucho más oscura del negocio que parece ser que están tratando de exportar. Hablamos de mafias albanesas y de un país con una cultura de la ilegalidad y de la corrupción muy arraigada, donde se están produciendo grandes cantidades de marihuana bajo protección policial”, concluye el doctor Kush.

Existen dos cuestiones que asemejan toda la extensa franja de tierra catalano-aragonesa conocida como Prepirineos al condado californiano de Humboldt. La primera es su aislamiento geográfico y su baja —casi sahariana— densidad demográfica, y la segunda, que ambas han sido utilizadas para cultivar marihuana a escala industrial. Por insólito que resulte, los grandes traficantes albaneses se las han ingeniado para producir enormes cantidades de cannabis en las profundidades del despoblado, agreste y montaraz territorio de tránsito que anticipa del lado español las grandes cumbres pirenaicas y que se extiende de este a oeste, a lo largo de 425 kilómetros, a través de comarcas como la Hoya de Huesca, el Pallars Jussà (Lleida) o el viejo condado de la Ribagorza.

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