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Nocturnidad, lealtades y amenazas: el papel de la directora más opaca de la Guardia Civil
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se puso al frente de la institución en enero

Nocturnidad, lealtades y amenazas: el papel de la directora más opaca de la Guardia Civil

Los mandos del cuerpo se quejan de que María Gámez no ha salido a defenderles en momentos clave; conforma un trío político muy unido junto a Marlaska y Rafael Pérez

Foto: La directora general de la Guardia Civil, María Gámez, en un acto. (EFE)
La directora general de la Guardia Civil, María Gámez, en un acto. (EFE)

La directora general de la Guardia Civil, María Gámez, ha mantenido un perfil bajo desde que el pasado enero se puso al frente de la institución. Venía con un buen cartel. La delegación malagueña de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), mayoritaria en el cuerpo, aplaudió el nombramiento. Los agentes habían tenido buena relación con Gámez durante la época en que esta había ejercido como subdelegada del Gobierno en Málaga y señalaron que estaba "a la altura para afrontar el reto". Sin embargo, conforme han ido pasando los días, se ha ido alejando paulatinamente de esa imagen cercana y positiva para llegar a situarse justo en el extremo contrario.

La nueva máxima responsable del cuerpo ha ido perdiendo credibilidad entre sus subordinados, que la han acusado hasta de estar desaparecida, de no acudir a reuniones con los representantes sindicales ni dar la cara por los uniformados. El pasado 23 de abril, por ejemplo, cuatro asociaciones, entre las que también estaba AUGC, firmaron un escrito conjunto en el que criticaban a Gámez por su "persistente obstinación de no mantener una necesaria interlocución" con ellas "pese a las reiteradas tentativas de comunicación llevadas a cabo desde que comenzó la crisis sanitaria que tan graves consecuencias está teniendo" para los funcionarios del instituto armado.

Crisis en la cúpula de la Guardia Civil por las renovaciones de Grande-Marlaska

La directora no respondió siquiera a estas críticas. Se enrocó en una discreción impropia de su cargo que ha mantenido incluso durante la crisis más importante que ha vivido la institución desde el caso Luis Roldán. La Asociación Pro Guardia Civil (APROGC), que aglutina a un gran número de mandos del cuerpo, asegura que hubiera sido deseable que Gámez hubiera hecho acto de presencia en algún momento durante las ruedas de prensa posteriores a las mesas técnicas de seguimiento de la crisis sanitaria a las que asistían en representación del instituto armado el director adjunto operativo, Laurentino Ceña, o el jefe del Estado Mayor, José Manuel Santiago.

Ni siquiera cuando este último provocó una enorme polémica al asegurar que la Guardia Civil monitoriza las redes para minimizar el ambiente de crítica contra el Gobierno ha salido a defender a su gente. "Hubiera sido un buen gesto que fuera la directora general quien explicara las declaraciones, pero dejó solos a sus subordinados", reflexionan desde APROGC. Sí salió a la palestra el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que ha sido la única cara visible ante la crisis institucional. El asunto, justifican fuentes del ministerio, es que existe una "evidente sintonía" entre la directora, el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez, y el ministro. Aunque fuera este último el que saliera, añaden, los que han 'capeado' el temporal han sido los tres como si fueran una sola persona.

Foto: María Gámez, con Fernando Grande-Marlaska, el pasado mes de marzo. (EFE)

La realidad es que Gámez ha jugado un papel esencial en esta última crisis de la historia del instituto armado. Ella fue la que dio origen a la polémica al telefonear personalmente el pasado domingo por la noche al coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid, Diego Pérez de los Cobos, para destituirle. Previamente, el alto cargo había recibido la llamada de otros dos tenientes generales para hablar sobre la investigación que el grupo de Policía Judicial que dirigía llevaba en el Juzgado 51 de Madrid que apuntaba a un posible delito de prevaricación cometido por el director del Centro de Emergencias, Fernando Simón, y por el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, por autorizar la convocatoria de manifestaciones.

Gámez, además, influyó en la posterior decisión de nombrar al general de división Félix Blázquez nuevo Mando de Operaciones en sustitución del teniente general Fernando Santafé, cesado por Marlaska tras la dimisión del director adjunto operativo, el teniente general Laurentino Ceña, en protesta por la destitución de Pérez de los Cobos. Marlaska designó al general de división jefe de los Servicios de Información, Pablo Salas, para reemplazar a Ceña porque el juez en excedencia le conocía de su época de la Audiencia Nacional, y al mencionado Blázquez, por consejo de la directora general, para sustituir a Santafé porque Gámez le había tratado en su periodo andaluz como candidata a la alcaldía de Málaga y subdelegada del Gobierno en esa provincia.

Foto: Fernando Grande-Marlaska, ayer, en el Congreso. (EFE)

Fueron estas dos designaciones las que multiplicaron la crisis que ya se había abierto tras la destitución de Pérez de los Cobos. Se trataba de dos nombramientos contra natura en el seno de la Guardia Civil, que iban contra los criterios de antigüedad y escalafón que permiten que los miembros del instituto armado promocionen de forma natural, sin ningún tipo de injerencia política, por estricto orden de cumplimiento de los citados principios. La elección de Salas, número siete en el escalafón, y de Blázquez, número nueve, como nuevos números uno y dos operativos generó un terremoto, pues era la primera vez que un ministro intervenía en la escala de mando de la institución.

Gámez, además, pegó ayer un puñetazo sobre la mesa de su despacho para zanjar de una vez por todas la crisis de los generales. La noche anterior se multiplicaron los rumores de que los tenientes generales Francisco Díaz Alcantud y Rafael Galán, números tres y cuatro del escalafón operativo tras el dimitido Ceña y el cesado Santafé, tenían la intención de renunciar a sus puestos de jefes de los mandos de Personal y de Apoyo respectivamente. El ruido fue aumentando conforme pasaban las horas y la directora decidió llamarlos a capítulo, ya que la salida de ambos provocaría una ruptura total de la cúpula, puesto que no quedaría teniente general alguno en la misma.

Foto: Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior. (EFE)

Gámez les dio un ultimátum, según fuentes conocedoras del encuentro. Les dijo claramente que quería saber esa misma mañana si podía contar con ambos para seguir al frente de sus responsabilidades. Añadió que, si ellos no respondían, entonces sería ella la que les destituiría, pero no los enviaría a una salida digna como la que Gámez había buscado para el teniente general Santafé, a quien mandó a dirigir la Universidad de la Guardia Civil, sino que les enviaría a su casa, ya que no hay puestos operativos del nivel más allá de los que ocupan en la actualidad y cualquier cosa es una considerable degradación. Ambos mandos hablaron entonces entre ellos y decidieron aguantar.

En ese contexto es en el que APROGC califica la gestión de la crisis llevada a cabo por Gámez como "lamentable". "Es necesario y urgente que dé explicaciones públicas y detalladas y que no olvide que los guardias civiles llevamos mucho más tiempo que ella y que el ministro", aseguran a El Confidencial. "Conocemos muy bien la institución por dentro, sus procedimientos, los trámites necesarios para la toma de decisiones importantes", añaden desde la asociación, que pide a su directora que "no intente colar teatrillos de reestructuraciones o excusas similares". "Las reestructuraciones de unidades no se hacen un domingo por la tarde", sentencia la agrupación.

La directora general de la Guardia Civil, María Gámez, ha mantenido un perfil bajo desde que el pasado enero se puso al frente de la institución. Venía con un buen cartel. La delegación malagueña de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), mayoritaria en el cuerpo, aplaudió el nombramiento. Los agentes habían tenido buena relación con Gámez durante la época en que esta había ejercido como subdelegada del Gobierno en Málaga y señalaron que estaba "a la altura para afrontar el reto". Sin embargo, conforme han ido pasando los días, se ha ido alejando paulatinamente de esa imagen cercana y positiva para llegar a situarse justo en el extremo contrario.

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