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Los obispos eligen nuevo presidente y Omella parte como favorito... del Gobierno
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Los obispos eligen nuevo presidente y Omella parte como favorito... del Gobierno

Desde hace unas semanas, circula el rumor del respaldo del Gobierno al arzobispo de Barcelona. Una maniobra en la que Moncloa se considera portavoz oficioso de la Santa Sede

Foto: Juan José Omella preside una eucaristía en la Basílica de la Sagrada Familia. (EFE)
Juan José Omella preside una eucaristía en la Basílica de la Sagrada Familia. (EFE)

Sin candidaturas oficiales ni ningún tipo de campaña pública, las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal son, cuanto menos, singulares. Los obispos nunca se postulan para ningún cargo y los auténticos candidatos los conoceremos apenas un día antes de que sean elegidos, después de la votación de sondeo que harán el lunes 2 de marzo por la tarde y que señalará a los prelados con más opciones. Pero esa aparente discreción no está exenta de rumores, quinielas y presiones. Algunas son internas, pero las más poderosas suelen venir desde fuera de la Iglesia. A ellas se ha sumado la Moncloa en esta ocasión, que ha dado a conocer por diversos cauces informales su favoritismo por Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, como candidato a presidirla, de cara a las elecciones que los obispos celebrarán en su asamblea plenaria, que se desarrollará en Madrid del 2 al 6 de marzo.

Foto: La vicepresidenta Carmen calvo se reúne con el secretario de Esatdo del Vaticano, Pietro Parolin. (EFE)

Desde hace unas semanas, circula en ambientes eclesiales el rumor del respaldo del Gobierno al arzobispo de Barcelona. Una maniobra en la que, además, el Ejecutivo se ha autoproclamado portavoz oficioso de la Santa Sede, pues ha intentado reforzar su preferencia con la coletilla de que Omella es también el candidato del papa Francisco. Un rumor aceptado de mal grado por buena parte de los obispos y que diversos medios se han encargado de airear, unos con ánimo laudatorio y otros con la esperanza de que su difusión pueda quemar por completo las posibilidades de Omella.

El currículo con que se presenta al primado de Barcelona es, en apariencia, ejemplar. Es el más 'joven' —cumplirá 74 años en abril— de los cardenales en activo en la Conferencia Episcopal. Se destaca también su espíritu conciliador, al recordar su intento, junto con el arzobispo de Madrid, de mediar entre Rajoy y Puigdemont días antes del 1-O, una maniobra que en realidad fue frenada en seco por el Vaticano. Se le considera también el hombre de confianza del papa Francisco en España y su principal informante a la hora de promover sacerdotes al episcopado. Razones que le aúpan como el representante del sector progresista, aunque los obispos abominan de estas clasificaciones. Con estos elementos, en apariencia, pasaría por ser un candidato de consenso.

A Omella le ocurre lo que a muchos candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, que sus apoyos están más fuera que dentro

Pero la forma de obrar de los obispos no suele funcionar con esta lógica ordinaria. “Mi reino no es de este mundo”, contestó Jesucristo a Pilatos durante su interrogatorio, y esa es la máxima que parece imperar en el episcopado cuando se enfrenta a estos temas. Además, a Omella le ocurre lo que a muchos candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, que sus apoyos están más fuera que dentro. Y es que el arzobispo de Barcelona no ha contado nunca con el respaldo de sus iguales. En las anteriores elecciones a la presidencia no obtuvo ningún voto, y hace seis años, tan solo uno. La mayor parte de aquellos obispos siguen siendo electores. Por otra parte, su neutralidad frente al 'procés' tampoco es bien vista entre un episcopado que aprobaba hace 14 años una instrucción en la que proclamaba que la unidad de España “es un bien moral”. Con el frente independentista abierto, y las afinidades que encuentra en una parte de la Iglesia catalana, el hecho de que por primera vez en su historia la Conferencia Episcopal Española estuviera presidida por un arzobispo de Barcelona podría ser un encaje de bolillos harto complicado.

Si finalmente la realidad descarta a Omella, los candidatos habría que buscarlos entre la otra sensibilidad eclesial, la más cercana a los postulados clásicos y que se sentía más cómoda con papas como Juan Pablo II o Benedicto XVI. De entre ellos, el cardenal Antonio Cañizares ha sido el eterno candidato. Tuvo un gran protagonismo en el trienio 2005-2008, cuando desde la vicepresidencia eclipsó por completo al presidente, Blázquez. Fue entonces, siendo arzobispo de Toledo, cuando convirtió el Tajo en su particular Rubicón y se plantó a las puertas de Madrid en una lucha sorda por la cabeza de la Iglesia católica española con el entonces arzobispo de la capital, el cardenal Antonio Mª Rouco Varela. Aquella batalla de los Antonios se saldó con un retorno triunfante de Rouco a la presidencia de la conferencia, que impidió que Blázquez renovara mandato, como había sido habitual hasta ese momento. Y con la retirada de Cañizares de la escena eclesial española con su promoción a un ministerio vaticano.

placeholder El arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares. (EFE)
El arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares. (EFE)

Aquel desaire de Rouco a Blázquez fue el que, precisamente, sustentó la vuelta de Blázquez a la presidencia cuando el entonces arzobispo de Madrid se retiró por razones de edad. “Se lo debemos” era la frase con la que algunos obispos justificaban la elección, de nuevo, de Blázquez como presidente, ya que su gestión en su etapa anterior había sido prácticamente nula. El resultado de estos seis últimos años al frente de la conferencia ha sido que Blázquez ha llevado el episcopado a su perfil más bajo.

Y precisamente ese 'se lo debemos' podría ser la principal razón que aupara a Cañizares a la presidencia la próxima semana. En su contra, juegan su edad y su estado de salud. El primero puede ser un impedimento soslayable. Apenas unos meses mayor que Omella —cumplirá 75 años en octubre, la edad en que los obispos están obligados a presentar su renuncia al Papa—, podría ser elegido presidente a la espera de que Francisco prorrogara su mandato, como suele ser habitual, al frente de la diócesis de Valencia. No sería extraño. Blázquez va a dejar la presidencia con casi 78 años, la misma edad que tenía Rouco cuando fue relevado en Madrid.

Si finalmente su candidatura no prosperara, el sector cercano a Cañizares tiene en su punto de mira al arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes

Pero la principal circunstancia en contra de su candidatura son sus problemas de salud. Hace unos años, en una visita a misioneros valencianos en varios países hispanoamericanos, contrajo una enfermedad que le debilitó hasta el extremo. Tuvo que suspender todos los actos de su agenda y su voz se tornó frágil, apenas audible. Ahora, desde la diócesis de Valencia sostienen que se encuentra totalmente recuperado y con fuerzas para afrontar una responsabilidad de este tipo. Pero su hablar entrecortado, y en ocasiones errático, no parece confirmar esa mejoría.

Aun así, quienes le conocen bien sostienen que en su ánimo está asumir la presidencia si los obispos confían en él y que, en todo caso, no se autodescartará hasta conocer los resultados de la votación de sondeo del próximo lunes. Si finalmente su candidatura no prosperara, el sector cercano a Cañizares tiene en su punto de mira al arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes. Es el más joven de los actuales miembros del ejecutivo episcopal (si exceptuamos al secretario, que no puede ser elegido presidente), y con 65 años recién cumplidos tendría la posibilidad de agotar los dos mandatos consecutivos que fijan los estatutos de la conferencia.

placeholder Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo. (EFE)
Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo. (EFE)

Sus más cercanos destacan su espiritualidad, su verbo fácil y la capacidad de gestión. También señalan su conocimiento del mundo laico, pues antes de ingresar en los estudios eclesiásticos estuvo trabajando en el sector bancario, y destacan su sensibilidad por las causas sociales, como cuando propició el encierro en la catedral de unos trabajadores afectados por el cierre de una siderúrgica. Por el contrario, su elección podría acabar con ese 'statu quo' de no intervención de los obispos en la vida pública, que parece imperar ahora en la conferencia. Sanz Montes no ha silenciado su opinión en temas controvertidos con el actual Gobierno y ha manifestado su frontal oposición al aborto y la eutanasia o su defensa de la escuela concertada católica.

Sin ir más lejos, el pasado 8 de enero, el día en que Sánchez era investido presidente del Gobierno, Sanz Montes publicaba en su cuenta de Twitter que la “incertidumbre dibuja hoy el horizonte”, a la par que manifestaba que “tras las nubes y tormentas, el sol amanece devolviendo el color a cuanto la torpeza, la mentira y la vanidad nos había secuestrado”. Y pedía a Dios que “alumbre nuestro camino” y a la "Santina, sálvanos y salva España".

Descartados otros candidatos, como Carlos Osoro, que presumiblemente pasará a la historia por ser el primer arzobispo de Madrid que no ocupa la presidencia de la Conferencia Episcopal, y salvo sorpresas de última hora, los obispos tienen por delante una semana para acabar de concretar su decisión. En sus manos está dilucidar si atienden a las presiones externas y optan por un candidato que agrade a 'este mundo', aun a riesgo de mantener ese perfil bajo que les ha caracterizado estos últimos años. O si, por el contrario, eligen reivindican su particular 'reino' y un presidente con voz propia que reclame su posición en el diálogo con el Gobierno y la sociedad.

Sin candidaturas oficiales ni ningún tipo de campaña pública, las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal son, cuanto menos, singulares. Los obispos nunca se postulan para ningún cargo y los auténticos candidatos los conoceremos apenas un día antes de que sean elegidos, después de la votación de sondeo que harán el lunes 2 de marzo por la tarde y que señalará a los prelados con más opciones. Pero esa aparente discreción no está exenta de rumores, quinielas y presiones. Algunas son internas, pero las más poderosas suelen venir desde fuera de la Iglesia. A ellas se ha sumado la Moncloa en esta ocasión, que ha dado a conocer por diversos cauces informales su favoritismo por Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, como candidato a presidirla, de cara a las elecciones que los obispos celebrarán en su asamblea plenaria, que se desarrollará en Madrid del 2 al 6 de marzo.

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