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Santamaría y Cospedal, muy lejos de la sucesión, pero dentro de la batalla
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Santamaría y Cospedal, muy lejos de la sucesión, pero dentro de la batalla

La rivalidad entre las números dos del PP y del anterior Gobierno son el primer germen de batalla interna para la sucesión y ambas suscitan rechazo en sectores del partido

Foto: Mariano Rajoy con Dolores de Cospedal, junto a Soraya Sáenz de Santamaría, Rafael Hernando, Fernando Martínez-Maillo y José Antonio Bermúdez de Castro, en el Congreso. (EFE)
Mariano Rajoy con Dolores de Cospedal, junto a Soraya Sáenz de Santamaría, Rafael Hernando, Fernando Martínez-Maillo y José Antonio Bermúdez de Castro, en el Congreso. (EFE)

Siempre quedará la duda de qué tipo de sucesión quería Mariano Rajoy para el momento en que decidiera apartarse de la política desde La Moncloa, justo antes de las elecciones. No se sabrá qué planes exactos tenía. Sí está claro que en menos de un mes se le han caído todas las previsiones, de las que solo dejó ver que quería evitar dar imagen de “pato cojo”, es decir, de presidente de retirada, que no quería promocionar a ningún delfín y que no quería la foto de su dedo posándose caprichosamente sobre alguien.

Es decir, justo quería no repetir lo que José María Aznar hizo con él en septiembre de 2003. El entonces presidente del Gobierno tuvo casi un año a Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y a Rajoy danzando a su alrededor para merecer que se posara en uno de ellos el dedo de la sucesión. No pudo gestionar su llegada al PP, perdió unas elecciones con la estrategia de Aznar, aguantó una legislatura en la oposición a un ritmo y con un discurso que no eran los suyos y solo en 2008, tras la segunda derrota, pudo cumplir la tradición necesaria de 'matar al padre'.

Pistoletazo de salida a la sucesión de Rajoy

Rajoy no lo quiso así y sus números dos en el Gobierno y en el partido, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, respectivamente, nunca recibieron signos visibles de ser las preferidas como posibles sucesoras. Las dos ahora están alejadas de la competición por la carrera de la sucesión, según diferentes fuentes del PP, y ellas mismas, según sus entornos, no dan muestras de querer competir. Las dos tienen enemigos declarados en el partido y, por tanto, no reúnen el consenso para una sucesión pacífica.

No pudo evitar el ya expresidente del Gobierno que hubiera una batalla atronadora entre ambas, pero es como si hubiera preferido mirar hacia otro lado pensando que esa rivalidad no hacía daño y hasta favorecía una cierta competencia, que él sobrevolaba. Y equilibraba entre ambas las pocas veces en que afrontaba nombramientos. La última referencia de Rajoy que se recuerda a esa pelea es de cuando recientemente tachó de "machistas" las informaciones sobre sus dos números dos.

Foto: Mariano Rajoy (c) es aplaudido por sus compañeros tras anunciar, ante el comité ejecutivo nacional del partido, que dejará la presidencia de la formación. (EFE)

Ahora, con Rajoy de salida, también lo están muchos de los que han formado parte de sus equipos y es probable que ahí, precisamente, esté la batalla que viene: no tanto en el liderazgo como en la permanencia o la salida y el futuro de los que se van. En el camino para la sucesión de Rajoy, es posible que no se presente batalla para, por ejemplo, poner en cuestión a Alberto Núñez Feijóo, pero sí tiene un embrión de aguas revueltas procedente de esa rivalidad reconocida.

Una vez perdido el poder del Gobierno, la situación de Cospedal y Sáenz de Santamaría es desigual. La exvicepresidenta, que era la mujer más poderosa de la historia democrática, ha perdido el BOE, el CNI, la presidencia de comisiones ministeriales, la preparación del Consejo de Ministros y, en general, todos los resortes de poder institucional. Pasa a ser diputada de a pie del PP, a la espera de que la dirección del Grupo Popular le asigne a alguna de las comisiones del Congreso. Obviamente, sus adversarios están en la sede de Génova y también en una parte del grupo parlamentario, como lo prueban las duras declaraciones del exministro José Manuel García-Margallo. Sirven esas palabras para mostrar que hay quien está dispuesto a hacer público su rechazo, porque su adversión es muy profunda y sus agravios son muy numerosos.

García-Margallo: ''Sería absurdo que yo creyese que Soraya es la mejor candidata''

No tiene más despacho que el de diputada que le corresponde como al resto de 349 parlamentarios. La ex número dos del Gobierno, que llama a Rajoy "el jefe", siempre ha rechazado cualquier opción de ser candidata en municipales y autonómicas en Madrid. Ahora todo cambia y su futuro depende de quién sea el nuevo líder del PP tras el congreso extraordinario inmediato. "No hay que cenar antes de merendar", se limitó a decir hace una semana, con una de sus frases más recurrentes, cuando se le preguntaba en el pasillo del Congreso sobre su futuro fuera de La Moncloa.

Cospedal, además de ser diputada, tiene el despacho de número dos del partido en Génova, aunque con cambios tras la salida del Gobierno. Con Rajoy en La Moncloa y Cospedal en Defensa, Fernando Martínez-Maillo actuaba como máximo responsable de la sede, como el amo de llaves en ausencia de los demás, y como activo y eficaz brazo del aún líder del PP para hacer frente a todo tipo de incendios. Ahora, los tres poderes se superponen.

Además, sigue siendo la presidenta del PP de Castilla-La Mancha, comunidad que presidió entre 2011 y 2015. Y en la mano del sucesor de Rajoy queda pedirle que sea candidata en las elecciones autonómicas o, incluso, en las europeas de 2019. Hace pocas semanas, antes del tsunami de la sentencia Gürtel y la moción de censura, no era partidaria de aceptar, pero ahora todo cambia. Entonces preparaba un viaje a Irak que quedó cancelado tras el éxito de la moción de censura y su abrupta salida del Gobierno.

Foto: El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la sede del PP en Génova. (EFE)

La exministra de Defensa asumió gran parte del peso de la defensa del partido ante los casos de corrupción, especialmente Gürtel, de donde salió abrasada. De hecho, sus partidarios reprochan a Sáenz de Santamaría que se pusiera de perfil ante esos casos. Ahora, a las órdenes de Rajoy, debe poner en marcha el congreso extraordinario y su fortaleza es, precisamente, el control del aparato del PP.

A Sáenz de Santamaría le ha dañado la gestión del conflicto en Cataluña. Primero la de la llamada 'operación diálogo', luego los sucesos del 1-O y no haber podido detectar las urnas. Tiene en su haber el ser imprescindible en la estrategia legal en Cataluña y, en general, para el resto de cuestiones que precisaran gestión jurídica, recursos o interpetaciones legales. Por ejemplo, cuando se produjo la abdicación de Juan Carlos I, la entonces vicepresidenta tuvo una activa y decisiva participación.

Foto: El líder del PP, Mariano Rajoy, durante la reunión del comité nacional del partido. (EFE) Opinión
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Las dos han hecho carrera con Rajoy y son prolongación del hasta ahora presidente del Gobierno. Especialmente, Sáenz de Santamaría, que se incorporó al equipo de Rajoy de la mano del fallecido Francisco Villar, cuando era muy joven, y con él ascendió con una sorprendente entrada en su momento en la dirección del partido. Cospedal fue ascendida en el partido por Rajoy en el congreso de Valencia de 2008, pero ya tenía una trayectoria propia previa en cargos públicos.

Si todo hubiera ido según lo previsto, las quinielas en el PP incluían a Ana Pastor, por su cercanía y similitudes con Rajoy, por su aceptación en el partido y porque hubiera podido ser la única mujer al frente de una candidatura de los grandes partidos. Ahora eso es imposible por su cargo institucional y porque no reúne el requisito indispensable para una renovación: ser de una generación más reciente.

Siempre quedará la duda de qué tipo de sucesión quería Mariano Rajoy para el momento en que decidiera apartarse de la política desde La Moncloa, justo antes de las elecciones. No se sabrá qué planes exactos tenía. Sí está claro que en menos de un mes se le han caído todas las previsiones, de las que solo dejó ver que quería evitar dar imagen de “pato cojo”, es decir, de presidente de retirada, que no quería promocionar a ningún delfín y que no quería la foto de su dedo posándose caprichosamente sobre alguien.

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