Rajoy tutelará la unidad del PP y su sucesión en un congreso exprés en julio
El expresidente del Ejecutivo acepta y aplica el principio de que cuando un Gobierno pierde el poder, su miembros pasan a las órdenes del partido
Mariano Rajoy se va rompiendo los esquemas de la caricatura que sus adversarios, incluidos los promotores de la ‘operación Rivera’, habían creado sobre su presunto 'inmovilismo'. Renuncia de verdad, para no volver, después de mostrarse orgulloso de no haberse movido cuando le exigían el rescate económico ni cuando le sugerían negociar con ETA. Y cuando todos los sectores del partido esperaban una retirada gradual y a medio plazo para una transición tranquila, confirma una tutela “con prudencia”, pero un proceso rápido, despachado en julio y sin ventajas para nadie; sin nada que ver con el sistema que José María Aznar empleó en su propio beneficio.
El expresidente del Ejecutivo acepta y aplica el principio de que cuando un Gobierno pierde el poder, sus miembros pasan a las órdenes del partido y empieza un nuevo ciclo. El mensaje más claro de Rajoy ante las primeras pugnas internas es el anuncio de que renuncia a cambiar nada hasta que llegue su sucesor al cargo de presidente del PP. Rajoy no planteará relevos en el Grupo Popular del Congreso, lo que quiere decir que la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría no recupera su antiguo cargo de los tiempos de oposición y se queda como diputada rasa en el escaño que obtuvo como número dos en la lista por Madrid.
El manejo de los tiempos de Rajoy consiste ahora en la apuesta por la celeridad. Como no iba a ejercer de jefe de la oposición ni se iba a presentar a las próximas elecciones, aunque se diera por hecho lo contrario (la caricatura), adelanta todos los plazos: junta directiva el próximo lunes para convocar un congreso extraordinario en un mes, por ser de urgencia, y con el reglamento del anterior ordinario: que se presente quien reúna las firmas de militantes requeridas y que los compromisarios decidan con su voto en última instancia.
Rajoy rompe con José María Aznar en todo. Por primera vez, admite sutilmente que en el cerco por los casos de la corrupción ha cargado con sus responsabilidades y con las heredadas. También se compromete a ser leal y ponerse en primer tiempo de saludo al servicio de quien el partido elija como su sucesor.
El expresidente del Gobierno, fuera de La Moncloa y con el PP metido otra vez en faena de oposición, no está en condiciones de señalar a nadie directamente como candidato y tendrán que ser los dirigentes regionales, el aparato de Génova y hasta las bases quienes acuerden el nombre del nuevo presidente. Tampoco el proceso es tan novedoso, es lo que ocurrió cuando logró ese consenso en el seno del partido mientras Manuel Fraga, de salida, ejercía la tutela sobre el cambio, con autoridad pero sin señalar con el dedo al heredero.
“Rajoy no dimite”, destacan los marianistas más fieles, para recalcar que se va porque quiere y cuando quiere sin que nadie se lo pida en el partido. Cuando más bien querían que siguiera hasta las próximas elecciones generales. Aunque en la dirección del PP insistían en que la tutela anunciada por Rajoy será sobre “la unidad del partido”, también es evidente que el influyente clan gallego de la organización lleva tiempo pendiente de Alberto Núñez Feijóo como recambio “del partido” frente a las legítimas aspiraciones de Soraya Saénz de Santamaría o María Dolores de Cospedal.
En el comité ejecutivo de la despedida de Rajoy hablaron los principales dirigentes del partido, los veteranos, y también la exvicepresidenta en nombre de los ministros salientes. Todos tomaron la palabra para colmar de elogios y agradecimientos a su presidente, y ninguno para apuntar cómo se resolverá la carrera de la sucesión.
Mariano Rajoy se va rompiendo los esquemas de la caricatura que sus adversarios, incluidos los promotores de la ‘operación Rivera’, habían creado sobre su presunto 'inmovilismo'. Renuncia de verdad, para no volver, después de mostrarse orgulloso de no haberse movido cuando le exigían el rescate económico ni cuando le sugerían negociar con ETA. Y cuando todos los sectores del partido esperaban una retirada gradual y a medio plazo para una transición tranquila, confirma una tutela “con prudencia”, pero un proceso rápido, despachado en julio y sin ventajas para nadie; sin nada que ver con el sistema que José María Aznar empleó en su propio beneficio.