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Contra el ‘establishment’: de qué hablamos cuando hablamos de populismo
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¿Quién es el pueblo?

Contra el ‘establishment’: de qué hablamos cuando hablamos de populismo

No existe una definición exacta y consensuada sobre el término pero, desde este viernes, 'Populismo' se ha convertido en la palabra del año según la Fundéu

Foto: Vista de un cartel electoral del partido Alternativa para Alemania (AfD) en el suelo en Vierchen, Alemania. (EFE)
Vista de un cartel electoral del partido Alternativa para Alemania (AfD) en el suelo en Vierchen, Alemania. (EFE)

Pocas palabras se han repetido más en los últimos años a un lado y otro del Atlántico. El populismo se ha convertido en uno de los términos más utilizados por la clase política, ora como crítica a un discurso, ora como un ataque a determinados regímenes. Aunque no hay una definición exacta, la mayoría de la literatura académica coincide en señalar una serie de características: es transversal -no es patrimonio de la izquierda ni de la derecha-, ofrece soluciones simples a problemas complejos, requiere líderes carismáticos, divide entre 'el pueblo' y las oligarquías y germina en terrenos abonados por el hastío con el 'establishment'.

Precisamente, es la capitalización política de ese descontento la que permite a los movimientos populistas obtener réditos electorales que a la postre les abren las puertas de las instituciones. Según el estudio 'Los movimientos populistas' publicado por el Instituto Juan de Mariana, "cuando coexistan un sistema democrático y amplio descontento en la sociedad, el peligro está servido".

Un abanico de causas algo más amplio es el que ofrece el Real Instituto ElCano. En un reciente informe titulado 'Causas del rechazo a la globalización: más allá de la desigualdad y la xenofobia', los autores coinciden en que, además del desencanto, otros catalizadores del populismo han sido el declive económico de las clases medias, la xenofobia, la revolución tecnológica y la crisis del Estado del bienestar.

El estudio del Juan de Mariana, publicado a principios diciembre, desgrana a lo largo de 57 páginas la idiosincrasia de este término y cómo ha cristalizado en partidos políticos tanto dentro como fuera de las fronteras europeas. Bajo el interrogante '¿Es realmente el populismo la solución a las crisis de las democracias occidentales?', el 'think tank' liberal glosa las cinco realidades que, a su juicio, son inherentes al populismo: surge en sistemas democráticos, responde a los intereses de una minoría política, construye partidos, es un fenómeno global y encuentra acomodo tanto a la derecha como a la izquierda.

La capitalización política del descontento es el que permite a los populismos obtener réditos electorales que les abren las puertas de las instituciones

Además de ofrecer un marco teórico que bebe de la obra de autores como Ernesto Laclau -uno de los referentes de Podemos-, el texto aborda la evolución del populismo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX tanto en Latinoamérica como en Europa.

El pasado mes de octubre, Pablo Iglesias afirmó que "el debate que tenemos [en el seno del partido] es si Podemos tiene que seguir siendo populista o no. Si nosotros gobernáramos yo sería partidario de decir: se acabó el populismo". La frase, pronunciada durante la presentación de un libro, remite a la diferencia que el Juan de Mariana hace de la estrategia retórica populista frente al régimen populista.

Presentación del libro de Jorge Alemán: Horizontes neoliberales en la subjetividad

Para el instituto, la estrategia retórica "es un recurso al que se suma hoy casi todo partido político, cualquiera que sea el espectro en el que se mueva". En la práctica, esto se traduce en cualquier estrategia discursiva encaminada a convencer y obtener un rédito electoral. "Por ello, practica habitualmente la demagogia", apostilla.

Otra cuestión es el régimen populista, lo que en román paladino supone pasar de las palabras a los hechos y que el Juan de Mariana tilda de "tragedia" para la sociedad: "Ocurre cuando el populista demagogo edifica un régimen populista propiamente dicho. En estos casos, se logra erigir un sistema híbrido, a medio camino entre una democracia y un sistema político autoritario".

Esa diferencia entre decir y hacer es uno de los temas que el periodista norteamericano John B. Judis aborda en su libro 'La explosión populista': "Si los partidos populistas abandonan sus promesas o hacen cesiones [al llegar al poder] es posible que comiencen a disiparse o muten en un partido normal", explica.

Para Judis, estas "crisis de identidad" son lugares comunes tanto en la política europea como norteamericana: "Los partidos populistas crecen cuando están en la oposición".

Nosotros contra ellos

Una de las características que vertebran el populismo es la dicotomía entre el pueblo y los que no son el pueblo. Cas Mudde, politólogo holandés, docente universitario y uno de los mayores expertos en la materia, afirma que el populismo es una "ideología" que divide a la sociedad en dos grupos antagónicos: por un lado, "la gente pura" y, por otro, "las élites corruptas". Para Judis, el crecimiento que está experimentando a nivel mundial es una señal de que el sistema está fallando.

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"Los determinantes que explican el apoyo a las formaciones populistas en Europa tienen que ver con la tensión generada en las sociedades fruto de los flujos migratorios y con el frenazo económico que muchos países han sufrido en los últimos años", señala el Juan de Mariana. "El descontento y la ineficacia e ineficiencia de los actores tradicionales a la hora de proponer e introducir soluciones a la crisis de 2008 abrió la ventana de oportunidad para que nuevos actores ingresasen en el juego de la competición política".

A renglón seguido parece oportuno plantear la siguiente pregunta: ¿Quién es la gente, el pueblo? Un concepto "abstracto" para el Juan de Mariana y difícil de definir para Judis.

Foto: Un granjero en una zona aislada del sur de Francia (Reuters)

Javier Franzé, profesor de Teoría Política de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene una tesis similar en torno a la dificultad que entraña definir ese tipo de conceptos: "El populismo es intolerante porque decide quién es parte del pueblo y quién no", explicó en un artículo para el diario 'Público'. "No hay una voluntad general, sino una suma de intereses sectoriales contrapuestos".

"Dependiendo de la fórmula que subyazca en cada partido, el pueblo serán unos u otros", añade Pablo Simón, politólogo y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid. "Por ejemplo, para el Frente Nacional en Francia el pueblo son los franceses nacidos en el país". A su juicio, el caso de España es mucho más complejo dada la realidad nacional del país: "En España no hay una sola idea de patria y eso hace muy difícil definir quién es el pueblo".

La otra cara del populismo

Pese a todo, hay quien sostiene que la emergencia de estas opciones políticas puede resultar beneficiosa. Para Mudde, un punto a favor de los populismos es que pueden servir de acicate para incluir en la agenda política asuntos que interesan al electorado pero que muchas veces se esquivan por su carácter controvertido tales como la inmigración o la austeridad.

Sobre este asunto, Simón se remite a lo expuesto por Mudde en sus investigaciones: "El populismo puede permitir la participación de gente que antes estaba excluida y no tenía voz", señala al tiempo que cita el ejemplo de los indígenas en Latinoamérica. "También puede servir para la remoralización de la vida pública. Hasta hace unos años nadie decía nada cuando había imputados en las listas electorales. Ahora eso ha cambiado".

Del Brexit a la caída de Renzi

Cuando el pasado mes de junio Reino Unido dijo 'sí' a la salida de la Unión Europea con una exigua diferencia de votos, algo se tambaleó en el Viejo Continente. Pese a que la gran mayoría de encuestas apuntaban a una victoria de la permanencia, al final el 52% de los electores optó por abandonar el club comunitario. El proyecto común comenzó a resquebrajarse.

De forma paralela, el auge de partidos políticos como el Frente Nacional (Francia), Amanecer Dorado (Grecia), Jobbik (Hungría), Zukunft Österrich (Austria), Liga Norte o el Movimiento 5 Estrellas (Italia) son señalados como ejemplos de cómo los llamados 'perdedores de la globalización' han encontrado cobijo en formaciones que, a priori, prometen satisfacer sus demandas.

Foto: Varias máscaras con la cara de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos. (Reuters)

El Brexit, el fallido referéndum de Matteo Renzi o la escalada en las encuestas de estos partidos son, para muchos, los primeros efectos de ese sentimiento ‘anti-establishment’ que comienza a asentarse a lo largo de todos los países occidentales.

Para Miguel Otero y Federico Steinberg, investigadores de Elcano y autores del citado estudio, "la deriva nacionalista, proteccionista, xenófoba y autoritaria de los nuevos planteamientos de muchos de los partidos 'anti-establishment' debería ser combatida atendiendo a las causas que las originan". Y advierten: "Mirar para otro lado esperando que capeara el temporal, como se ha venido haciendo en los últimos años, es una receta para el fracaso".

Pocas palabras se han repetido más en los últimos años a un lado y otro del Atlántico. El populismo se ha convertido en uno de los términos más utilizados por la clase política, ora como crítica a un discurso, ora como un ataque a determinados regímenes. Aunque no hay una definición exacta, la mayoría de la literatura académica coincide en señalar una serie de características: es transversal -no es patrimonio de la izquierda ni de la derecha-, ofrece soluciones simples a problemas complejos, requiere líderes carismáticos, divide entre 'el pueblo' y las oligarquías y germina en terrenos abonados por el hastío con el 'establishment'.

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