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Los Villar Mir, la liquidación por derribo de un imperio y una reputación
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LA RUINA DE UNA FAMILIA CON MUCHO PODER

Los Villar Mir, la liquidación por derribo de un imperio y una reputación

Con la mala venta de OHL, la familia culmina una carrera desesperada por hacer liquidez y pagar una montaña de deuda personal para evitar ser ejecutada por un fondo buitre

Foto: Juan Villar-Mir de Fuentes, a la derecha, en una junta de accionistas de OHL. (EFE)
Juan Villar-Mir de Fuentes, a la derecha, en una junta de accionistas de OHL. (EFE)
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Cuando la economía española hacía aguas en 2013, tras pedir un rescate a la Unión Europea, la mayoría de las constructoras españolas y sus propietarios estaban al borde del colapso. Las Koplowitz perdieron FCC; Florentino Pérez salía muy herido de su batalla por Iberdrola; Sacyr boqueaba entre las aguas del Canal de Panamá y el crudo negro de Repsol; mientras Ferrovial y Acciona, menos dependientes directamente del ladrillo, reducían sus dividendos y se apretaban el cinturón. En esa tormenta de la anterior crisis financiera, OHL era la envidia. No se había metido en aventuras energéticas fallidas, no había invertido mucho en inmobiliario y andaba bien de deuda.

La reputación de la familia era tal que Juan Miguel Villar Mir se paseaba por Moncloa, con indiferencia de quién residiese en cada momento, como uno más de la familia. Y lo mismo por la Zarzuela. Además de ser nombrado marqués por el rey Juan Carlos, Emilio Botín le nombró consejero del Santander, del que se convirtió en su segundo accionista, se compró un buen trozo de Abertis, que ACS vendía para hacer frente a sus elevadas deudas, y entraba poco después en Inmobiliaria Colonial como primer accionista. Inversiones multimillonarias financiadas la mayoría con préstamos cuyas garantías eran las propias acciones adquiridas. El ingeniero, con ya más de 70 años por aquel entonces, quiso ocupar el espacio de poder que sus colegas habían abandonado por tener roto el bolsillo.

Foto: El presidente de OHL, Juan Villar-Mir de Fuentes

La operación 'Aquí estamos los Villar Mir, es nuestro momento', incluía la transición generacional, el traspaso de las relaciones diplomáticas a su hijo Juan y a su yerno, Javier López Madrid, íntimo del entonces príncipe Felipe, y de muchos políticos que emergían en el renovado Partido Popular de Mariano Rajoy. Una apuesta que tenía su cimiento en la inversión que la familia había hecho en Bankia —20 millones de su bolsillo— para financiar la entidad de las cajas controladas por el PP, con puesto magno en el consejo de administración.

Pero la intervención de Bankia y su posterior penitencia en los tribunales en busca de los responsables de la mayor intervención estatal de la historia de España, fue el inicio de la tragedia de los Villar Mir, cuyo rey absoluto jamás pensó que la banca y los poderes del Estado le dieran la espalda. El apellido empezó a vincularse con las obras de corrupción de los casos Púnica y Lezo mientras OHL, el brazo constructor, intentaba llevar a Oriente Medio y Latinoamérica el método 'made in Spain': contratamos por tanto y después te paso los sobrecostes por tantos millones más.

El 'holding' familiar, con más de 5.000 millones de facturación, llegó a acumular más de 3.000 millones de deuda, un volcán del que López Madrid, el más vilipendiado desde el punto de vista mediático por sus escarceos personales, fue el único que avisó. El yerno, el más preparado técnicamente de la familia, licenciado en ICADE, reiteró en varios consejos de administración al marqués, ya con los 80 años cumplidos, que la familia se arruinaría si no empezaban a vender a la carrera un imperio comprado a base de créditos.

placeholder Javier López Madrid, en una imagen de archivo. (EFE)
Javier López Madrid, en una imagen de archivo. (EFE)

Lejos de escucharle, el patrón, con el silencio cómplice de su hijo Juan, miró para otro lado y decidió huir hacía adelante. Se sentía fuerte pese a un susto de salud del verano de 2016. E Incluso, tras el fiasco de Bankia, invirtió en el Banco Popular, donde también lo perdió todo, con cargo a los accionistas de OHL: A la hora por designar sucesor definitivo, se decantó por el vástago, que en tres años de gestión como presidente de OHL ha acumulado tres consejeros delegados, despedidos con indemnizaciones millonarias. El yerno fue sacrificado.

Entre paseíllos por la Audiencia Nacional para responder de numerosas acusaciones, Villar Mir, haciendo oídos sordos a los mensajes del marido de su hija Silvia, dejó escapar la venta de OHL a HNA y de China State, dos grupos que estaban dispuestos a pagar 1.000 millones por OHL.

El susto fue mayor cuando la banca le empezó a requerir que pagaran los créditos porque la nueva regulación del Banco Central Europeo (BCE) ya no les permitía meter bajo la alfombra créditos de amigos, por muy consejeros y hombres de Estado que fueran. Santander, Deutsche Bank, Credit Agricole y Société Générale le recordaron sus obligaciones. Los grandes bancos le dieron la espalda y la familia tuvo que recurrir en 2018 a Tyrus Capital, un fondo de Mónaco, especialistas en enfermos terminales, que le cobra más del 12% por mantener las cenizas del imperio, y que ya en 2016 le había ayudado a superar sus primeros apuros.

placeholder El rey Felipe VI saluda a Juan Miguel Villar Mir, en un acto. (EFE)
El rey Felipe VI saluda a Juan Miguel Villar Mir, en un acto. (EFE)

Esta semana, la familia aceptó cobrar 80 millones por el paquete del 25% en OHL que aún les quedaba de la constructora (llegaron a tener el 62% en 2015), tras haberse quitado de encima Ferroatlántica, Fertiberia y haber puesto a la venta su filial inmobiliaria y Ferroglobe, su cotizada en Wall Street. Liquidación por derribo para pagar la ruina, sin importarles los daños colaterales.

Porque la familia ha traspasado su paquete de OHL sin que haya entrado un euro en la compañía, dejando a los accionistas minoritarios al albur de los acreedores, cuando, en un hecho incomprensible en una sociedad cotizada, los Villar Mir deben 120 millones a la constructora que deberían pagar en septiembre. Todo un desatino difícil de explicar desde el más mínimo sentido común de una estirpe que dejó de ser una grande de España y que ya no la dejaban entrar ni en la Zarzuela ni en el consejo del Santander.

Cuando la economía española hacía aguas en 2013, tras pedir un rescate a la Unión Europea, la mayoría de las constructoras españolas y sus propietarios estaban al borde del colapso. Las Koplowitz perdieron FCC; Florentino Pérez salía muy herido de su batalla por Iberdrola; Sacyr boqueaba entre las aguas del Canal de Panamá y el crudo negro de Repsol; mientras Ferrovial y Acciona, menos dependientes directamente del ladrillo, reducían sus dividendos y se apretaban el cinturón. En esa tormenta de la anterior crisis financiera, OHL era la envidia. No se había metido en aventuras energéticas fallidas, no había invertido mucho en inmobiliario y andaba bien de deuda.

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