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Pasodobles y paellas gigantes en Central Park: 10 años de la fiesta más loca del ladrillo
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UN HITO DE LA BURBUJA INMOBILIARIA

Pasodobles y paellas gigantes en Central Park: 10 años de la fiesta más loca del ladrillo

Cien paellas, 20.000 comensales, Nueva York, Enrique Bañuelos, Astroc, Juan Cotino, Francisco, trajes regionales. Se cumplen diez años de la cúspide del delirio inmobiliario español

Foto:  Mosaico del histórico evento. (EC)
Mosaico del histórico evento. (EC)

"A mí me dejan desnudo en Central Park y en 24 horas estoy paseándome por la Quinta Avenida en una limusina".

La frase la dejó Enrique Bañuelos para la posteridad y se convirtió en un clásico instantáneo. No es para menos: aquella bravuconada del empresario funciona a la perfección como síntesis de una época, la década en la que España entró pisando fuerte en el nuevo milenio, los años locos del ladrillo, un tiempo en el que por el litoral mediterráneo brotaban grandes carteles con la cara de Fiti el de 'Los Serrano' y el eslogan "Mayormente, esta va a ser tu casa".

La burbuja inmobiliaria española se ha ganado el derecho a entrar en los libros de Historia y, como todo periodo histórico, tiene sus hitos. Fechas señaladas, actos simbólicos, acontecimientos que reflejan una época y se conmemoran de generación en generación.

En la década de los años 2000 en España, ese hito es el 24 deseptiembre de 2006, del que este sábado se cumplen diez años exactos. El lugar es el Rumsey Playfield de Central Park y el evento es el Paella Festival organizado por la Fundación Astroc. Si los españoles no lo recordamos más a menudo es porque nos lo impide algún mecanismo de defensa colectivo (probablemente la negación). Pero hagamos memoria. Ya se ven venir por el Upper East Side calesas con chicas vestidas de huertanas. Ya suenan la 'dolçaina' y el 'tabalet'. Ya se alzan copas de vino y se escuchan los primeros brindis de los esforzados operarios: "¡Por Astroc! ¡Por Astroc!". Ahí están los vídeos. Recordemos. Nuestra magdalena de Proust es una ración de paella servida en una caja de plástico.

Vídeo: Paellas Velarte

Astroc era un anagrama de Castro, el apellido de la madre de Enrique Bañuelos. Astroc era también una compañía dedicada a la gestión integral de la actividad inmobiliaria, que supo sacar el máximo rendimiento de los Planes de Actuación Integrada, jugada maestra de la legislación urbanística valenciana. Su fundador y presidente recibía créditos de Bancaja, de Caixa Galicia y de toda entidad que se preciara. En su accionariado llegaron a figurar Carmen Godia (Abertis), Félix Abánades (Rayet), la familia Nozaleda (Nozar) y, cuidado, Amancio Ortega. En aquellos días, Bañuelos era el tercer hombre más rico de España. Su patrimonio de 7.700 millones de dólares le colocaba en un lugar privilegiado de la lista Forbes, desde donde tenía que mirar hacia abajo para atisbar a otras fortunas inferiores a la suya, como Emilio Botín, las hermanas Koplowitz o Florentino Pérez. Fue uno de los cinco empresarios españoles que asistieron junto al príncipe Felipe a una cena ofrecida por el presidente George W. Bush. Presumía de que su avión privado tenía detector antimisiles.

En vísperas del Paella Festival, las crónicas de la época explicaban en páginas salmón que un equipo de 50 paelleros comandados por el cocinero Manuel Velarte se enfrentaría a la titánica tarea de alimentar a 20.000 comensales. Para salir victorioso de esta hazaña folclórico-culinaria, Bañuelos había fletado diversas megaestructuras por mar y aire que transportaron los ingredientes desde Valencia hasta Nueva York. La lista de viandas que cruzaron el Atlántico es la que sigue: 1.520 kilos de arroz, 1.000 kilos de judías, 247 litros de aceite de oliva, 270 kilos de tomate triturado, 240 kilos de garrofón, 70 kilos de sal, 5 kilos y medio de pimentón (dulce) y 430 gramos de azafrán. El agua también era valenciana: 4.143 litros que recorrieron 6.000 kilómetros. Incluso la leña para hacer fuego, que hubo de ser fumigada para poder pasar la aduana. Solo el pollo era estadounidense, por exigencias sanitarias de las autoridades. El presupuesto de semejante despliegue nunca se supo.

Pero Bañuelos sabía que, por mucho que se coma y se beba, para celebrar una gran fiesta española al aire libre es imprescindible tener una charanga en condiciones. Y así se hizo. Para amenizar la jornada, al escenario de verano del Rumsey Playfield se subieron 25 músicos perfectamente uniformados, unos cuantos bailarines de jotas valencianas y, al frente de todo el tinglado, el carismático cantante Francisco.

Francisco ensayando el día antes del evento, con camisa rosa, jersey anudado sobre los hombros y sonrisa seductora. Francisco durante el festival, vestido enteramente de negro, ejerciendo de 'crooner' celtibérico ante la despistada audiencia neoyorquina a ritmo de pasodoble. "Suena el clarín y sale el toro / ¡Olé!, gritan a coro / Y el matador, tabaco y oro / mira al burel como un tesoro / y sin dudar se va pa él". Francisco (viril melena, torrente de voz, puño cerrado, brazos abiertos) saca pecho y eleva la cabeza hacia el cielo gris de la Gran Manzana para cantar el himno de la Comunidad y ofrendar nuevas glorias a España. "¡Pas a la Regió / que avança en marxa triomfal!".

Una burbuja del diámetro de una paellera

El Paella Festival fue sin duda la cumbre de la Fundación Astroc, pero eso no quiere decir que el resto de su actividad no merezca atención. Porque la fundación, que tenía su oficina de Nueva York en las torres de TimeWarner, funcionaba como sólido vértice entre la Consellería valenciana de Territorio y el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM). O lo que es lo mismo, el ya mítico matrimonio formado por el 'exconseller'Rafael Blasco y su esposa y exdirectora del IVAM, Consuelo Císcar. Mientras Blasco convertía extensiones de naranjos en urbanizaciones de adosados, Bañuelos apoyaba con verdadero fervor las actividades del IVAM, ya fuera cediendo sus numerosas sedes para actos y exposiciones o patrocinando los premios Woman Together, en una gala celebrada en Nueva York donde Císcar fue galardonada junto a Hillary Clinton, Rania de Jordania y Angelina Jolie. A todo esto, la directora de Astroc (Concepción Castillo) era la hija de la secretaria autonómica de Cultura (Concha Gómez), la consejería de la que dependía el IVAM.

Foto: Consuelo Císcar, gestora cultural Opinión

Porque no todo eran pícnics en el parque. De hecho, la noche antes del gran festival paellero se celebró una cena de gala en el hotel Park Lane donde los camareros lucieron trajes regionales valencianos. El indumentarista Enrique Marzal voló junto a los empleados de la Fundación Astroc en un avión fletado para la ocasión desde el aeropuerto de Manises con 75 trajes de diferentes épocas, según contaba la prensa local. "Será impactante", aseguraba Marzal antes del evento. "Hemos seleccionado los de torrentí, saragüells, negrilla, junto a los de valenciana de los siglos XVIII y XIX completos. Creo que los invitados quedarán impresionados ante los estilos y colorido de las telas”.

Lo cierto es que la cena fue un éxito y el festival también. Y no solo de público, también de repercusión mediática, que era de lo que se trataba al presentarse con tan peculiar tarjeta de visita en la ciudad. Había que salir en la tele, aunque fuera como nota de color cerrando los telediarios, y vaya si se consiguió. De entrada Canal 9 le dedicó varios minutos, con especial protagonismo para el conseller de Agricultura desplazado, Juan Cotino.El exdirector general de la Policía y futuro presidente de Les Corts resaltaba ante las cámaras que era "muy importante para todos los valencianos" que hubiera empresas con iniciativa.

A nivel nacional, Antena 3 cubría el acto con su histórico corresponsal José Ángel Abad, en una pieza que incluía una de las mayores pesadillas de cualquier español medio: meterse en una conversación con un valenciano sobre lo que es paella y lo que es "arroz con cosas". Por su parte, LaSexta, que había arrancado sus emisiones hacíaescasos meses, tampoco se quiso perder la fiesta.

Pero no se vayan, que aún hubo más: la cadena estadounidense Fox News realizó varias conexiones en directo de ese "great event at Central Park" en el que "some people are making 20,000 servings of 'pallella'". "What? Nice!", reían los presentadores mientras los rótulos de la parte inferior de la pantalla informaban de que el servicio secreto saudí pensaba que Bin Laden había muerto de fiebres tifoideas. En la siguiente intervención del reportero sobre el terreno festivo, los rótulos recogían una manifestación por la independencia en San Sebastián y recordaban que ETA había declarado un alto el fuego en marzo. El Gobierno de Zapatero se encontraba en plena negociación de los 'acuerdos de Loyola'.

Mientras tanto, las acciones de Astroc (que había salido a bolsa cuatro meses antes), seguían ascendiendo con una alegría pirotécnica propia de la Nit del Foc: entre mayo de 2006 y abril de 2007, el valor de las acciones de la inmobiliaria pasó de 6,4 euros por título a 73. La compañía llegó a valer casi el triple que Iberia.

Esa primavera llegó el primer susto: una brusca caída del 30%. Pese a todo, Bañuelos no perdía su buen ánimo: en una entrevista en 'El País' bosquejaba su proyecto para levantar en Estados Unidos la Spain Tower y avanzaba planes de expansión en México, Brasil, Europa del Este y el norte de África. Eso sí, en un arrebato de prudencia matizaba que India y China quedaban para una etapa posterior. Francisco seguía cantando versiones de Nino Bravo, la alambrada solo era un trozo de metal y no había nada que pudiera detener las ansias de volar del empresario levantino.

Fue en esas semanas cuando 'Forbes' publicó un artículo titulado precisamente 'Paella Party', en el que advertía de que la burbuja española se sustentaba en los fondos de cohesión de la Unión Europea (que pronto debían menguar por la incorporación de nuevos países como Polonia) y que podía reventar en cualquier momento. España crecía entonces al 3,8% y el Ibex había subido un 36% en el último año.

El invento no duró mucho más. En una semana la acción se desplomó de 45 euros a 15. En total, cayó de 75 euros a 10 en pocos meses. 'Catastroc', titularon los periódicos. Los inversores minoritarios presentaron una querella contra Bañuelos por un supuesto delito de maquinación para alterar el precio de las cosas, pero el veredicto del juez Garzón fue claro: "El querellante debería haber examinado mejor los riesgos de su inversión”.

Los antiguos empleados de la Fundación Astroc contactados por este diario prefieren no recordar los días de vino y paella junto a la Quinta Avenida. "Uy, eso fue hace mucho ya, eran otros tiempos";"No, pero yo no organicé casi nada... y además, ¿por qué quieres hablar de aquello a estas alturas?";"Sí, sí, yo estuve... pero me pillas muy liado ahora, déjame tu número y te llamo mañana".

Ya nada es lo que era.

El Instituto Valenciano de la Paella promovido por la Fundación Astroc está en ruinas una década después. Apenas llegó a celebrar un par de actos antes del descalabro.

Juan Cotino dimitió como presidente de Les Corts y abandonó la política, salpicado por los casos Gürtel, Brugal, y con su imagen pública muy deteriorada por su actuación en el caso del accidente del metro de Valencia.

Rafael Blasco cumple una condena de seis años y medio de cárcel por apropiarse de varios millones de euros de fondos públicos destinados a países en vías de desarrollo. El llamado 'caso Cooperación' dejó para el recuerdo la declaración de intenciones de uno de los socios de Blasco en conversación telefónica: "Hay que dar prioridad a lo nuestro antes que a lo de los negratas".

Consuelo Císcar y su imposible cardado rojo están imputados por hacer compras de obras con sobreprecios de hasta el 1.500% en el IVAM, algunas de ellas al chino Gao Ping.

El cantante Francisco ha perdido su sintonía con las máximas autoridades de la Generalitat valenciana. Este verano, el melódico galán mostraba su disconformidad con Mónica Oltra mediante un mensaje de Facebook en el que la tachaba de "descerebrada, inculta, malnacida, incómoda de ver" y "escoria". Además, el cantante le sugería a la vicepresidenta que necesitaba una dosis de "pollardón y pichicilina".

Enrique Bañuelos, por su parte, sigue en la brecha. Perdió mucho dinero con Astroc, pero supo guardar lo bastante como para renacer en Brasil. Quizá porque, a diferencia del resto de 'señores del ladrillo', él no era un constructor sino un intermediario mucho más versátil. En los últimos tiempos su nombre vuelve a aparecer en los medios, ya sea promoviendo el inexistente Barcelona World como respuesta al inexistente Eurovegas o embolsándose millonarias plusvalías con la venta de su parte de la Fórmula E tras romper con su amigo Alejandro Agag.

Mientras tanto, hay quien dice que si en las últimas tardes de verano pasas cerca del Rumsey Playfield y prestas atención, aún puede oírse el eco de un viejo pasodoble:

"El torito aquel, pisa el redondel y es un león

Sale a correr con alegría

Sueña: la plaza es mía..."

"A mí me dejan desnudo en Central Park y en 24 horas estoy paseándome por la Quinta Avenida en una limusina".

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