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Bañuelos, el chico de barrio que jugaba al monopoly
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Bañuelos, el chico de barrio que jugaba al monopoly

De vendedor de miel a millonario con letra mayúscula, de los que aparecen en la lista de Forbes. Enrique Bañuelos de Castro es, a sus 43

De vendedor de miel a millonario con letra mayúscula, de los que aparecen en la lista de Forbes. Enrique Bañuelos de Castro es, a sus 43 años, uno de los doce privilegiados españoles que, pese a la crisis, todavía sobrevive dentro del famoso ranking, para el que es necesaria una fortuna mínima de 1.000 millones de dólares. En 2007 entraba por primera vez en él y lo hacía por la puerta grande, en el puesto 95 y con 7.700 millones de dólares bajo el brazo.

Entonces, según la publicación, Bañuelos podía presumir de ser la tercera fortuna de España, sólo por detrás de Amancio Ortega y el fallecido Rafael del Pino, y por delante de nombres como las hermanas Koplowitz, Jesús de Polanco, Emilio Botín o Florentino Pérez. Era la edad dorada del sector inmobiliario y del propio Bañuelos.

Ahora, su fortuna es algo más modesta: 1.000 millones de dólares, según la revista. Suficientes, no obstante, para aparecer en el ranking de los mil millonarios del que se han caído seis españoles, algunos de ellos muy vinculados al ladrillo como Juan Abelló, Luis Portillo, Luis del Rivero o José Manuel Loureda. La compra de una constructora en Brasil, el último ranking de Forbes y los juzgados -acaba de ser exculpado de utilizar información privilegiada durante la OPA de Martinsa sobre Fadesa en septiembre de 2006- han sacado al empresario valenciano del ostracismo y lo han devuelto, por unos días, a la actualidad financiera nacional.

Oriundo de Sagunto, el joven valenciano se convirtió en un auténtico fenómeno mediático en el cénit de la burbuja inmobiliaria con la creación y salida a bolsa, en 2006, del Imperio Astroc –en la actualidad Afirma-. Sólo en los primeros meses de 2007, hasta que dimitió como presidente de la inmobiliaria, se escribieron más de 5.000 informaciones sobre él. Pese a ello, quienes le rodean aseguran que nunca se ha sentido acosado por los medios de comunicación, sino sorprendido por el exceso de atención que se prestaba a su persona.

Entre la élite empresarial española

Fue la imagen de la fiesta del ladrillo y, después, de la resaca final. Astroc fue su creación, su criatura, la misma que lo devoró y que hoy lo ha traído de vuelta del anonimato. Enrique Bañuelos se convirtió en la sensación empresarial entre 2006 y 2007. Raro era el día en el que él o su compañía, entonces Astroc Mediterráneo, no inundaban las páginas de los periódicos, ya fuera por las subidas estratosféricas del valor en bolsa, por su incursión en Banco Sabadell como primer accionista individual, o por la presentación en la sociedad neoyorquina de la Fundación Astroc en pleno Central Park, con paella para 20.000 invitados incluida.

Eran tiempos en los que el joven empresario se codeaba con las grandes fortunas, comía en los mejores restaurantes y viajaba en avión privado de una ciudad a otra. Tan pronto estaba en Nueva York, en Valencia o Madrid, como acompañaba, junto a otros empresarios, al Príncipe Felipe a la Casa Blanca con George Bush.

Sin embargo, llegar a la cima no fue un camino fácil. Bañuelos es un hombre hecho a sí mismo, como en más de una ocasión han recogido las historias que se han escrito en torno a su figura. Fortune: Self made, reza la ficha de Forbes sobre su trayectoria.

Sus orígenes son humildes. Huérfano de padre a los nueve años, Bañuelos agudizó su ingenio cuando la industria siderúrgica en la que trabajaba su progenitor, en Sagunto, fue desmantelada. Aprovechó las ayudas que entonces daba el gobierno local para fomentar nuevos negocios y montó junto a varios amigos 'Miel de Luna', una compañía que comercializaba miel y productos derivados. Eran sólo los primeros pasos hacia el camino del éxito y todo a base de duro trabajo.

Con la licenciatura de Derecho bajo el brazo y con apenas 25 años, Bañuelos empezó a levantar lo que hoy se conoce como Grupo Astroc. Para ello se sirvió de la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística de la Comunidad Valenciana, hoy derogada. Esta ley permitía la figura del promotor de proyectos urbanísticos sin necesidad de ser el dueño del suelo. Bastaba con presentar un proyecto para un determinado terreno, normalmente rústico, y que lo aprobara la Comunidad.

Eran los comienzos de la ‘era Astroc’: 5.000 viviendas en la localidad de Canet d’En Berenguer a las que siguieron numerosas promociones por toda la Comunidad Valenciana, primero, y por el resto de España, después. Su aventura inmobiliaria estaba en marcha y alcanzaba su máximo apogeo con la salida a bolsa en mayo de 2006. La compañía protagonizó una escalada meteórica. Debutó a 6,77 euros y en nueve meses, los títulos rozaron los 75 euros. La criatura de Bañuelos crecía: compraba la inmobiliaria Lanscape para crecer en Cataluña y el 60% de Rayet Inmobiliaria, para operar en Madrid. 

Fin de un sueño

Sin embargo, en febrero de 2007 comenzó la pesadilla, la debacle bursátil de Astroc y el principio del fin de Bañuelos al frente de la misma. En apenas dos meses, la inmobiliaria se hundió en bolsa. Los ‘cortos’ tumbaron el valor. Mientras muchos inversores seguían apostando por la inmobiliaria valenciana, cuyas acciones no paraban de subir y día a día marcaban máximos históricos, varios fondos compraron casi dos millones de títulos prestados y apostaron con fuerza porque el valor caería con fuerza gracias al préstamo de acciones.

El sueño de Bañuelos quedaba reducido a pedazos y él, condenado al olvido. En julio de 2007 abandonaba la presidencia de la inmobiliaria, aunque todavía sigue vinculado a ella con el 3,3% del capital. Quienes le conocen, aseguran que fue una experiencia muy dura, aunque ha seguido adelante. Seguiré trabajando que es lo que he hecho toda mi vida, respondía a quienes le preguntaban sobre su futuro. Salió del Banco Sabadell y se dedicó en cuerpo y alma a gestionar las inversiones de su sociedad CV Capital, sin dejar de lado el negocio inmobiliario.

Brasil ha sido, en esta ocasión, el destino elegido para sus proyectos. A través de la empresa brasileña Veremonte, en la que participan otros inversores, compró hace unas semanas una inmobiliaria local, Abyara, por 13 millones de euros, con una importante cartera de suelo en Sao Paulo. La operación no ha sido en solitario, sino con la constructora brasileña Agra, una de las grandes firmas del negocio residencial local. Bañuelos vuelve a la carga. Ha desempolvado el tablero del monopoly, ha lanzado los dados y ha movido ficha.

De vendedor de miel a millonario con letra mayúscula, de los que aparecen en la lista de Forbes. Enrique Bañuelos de Castro es, a sus 43 años, uno de los doce privilegiados españoles que, pese a la crisis, todavía sobrevive dentro del famoso ranking, para el que es necesaria una fortuna mínima de 1.000 millones de dólares. En 2007 entraba por primera vez en él y lo hacía por la puerta grande, en el puesto 95 y con 7.700 millones de dólares bajo el brazo.

Enrique Bañuelos