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El catedrático que desmonta el 'boom' de los cruceros: no son tan rentables para las ciudades
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Un debate controvertido

El catedrático que desmonta el 'boom' de los cruceros: no son tan rentables para las ciudades

La llegada de viajeros por esta vía supone una inyección económica, con una demanda enfocada en restaurantes y tiendas, pero lo hacen desplazando a un turista de mayor calidad

Foto: El turismo de cruceros genera un gran debate. (EFE/ Puertos del Estado)
El turismo de cruceros genera un gran debate. (EFE/ Puertos del Estado)
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El boom de los cruceros en algunas de las ciudades más turísticas de España ha generado un importante malestar social en los últimos años (con la excepción evidente de la pandemia). España tiene dos de las tres ciudades que más cruceros reciben al año del Mediterráneo: Barcelona y Palma. Pero esta incomodidad para los habitantes y la contaminación que generan las emisiones de estos grandes barcos son toleradas por el beneficio económico que dejan en las ciudades. Sin embargo, la rentabilidad económica de esta industria podría no ser tal: habitualmente, se contabiliza el efecto económico que genera en términos de facturación, pero no se descuenta el coste de oportunidad de esa industria. Esto es, los negocios o turistas diferentes que podrían ocupar ese lugar y que podrían ser más rentables.

Esta es la hipótesis que defiende el catedrático de Empresa de la Universidad de las Islas Baleares Aleix Calveras en este artículo, publicado en el blog especializado Nada es Gratis. Calveras sostiene que el cálculo de los beneficios que genera en Palma "sobreestima en mucho los supuestos efectos económicos positivos del turismo de cruceros". El resultado es que se está considerando el sector como estratégico en la ciudad, cuando su impacto económico no sería tal.

Foto: Foto: Getty/Joe Raedle.

El motivo es que cuando se estima el impacto que generan los cruceros en la ciudad, se utilizan metodologías incompletas que sobrestiman su impacto económico. Los estudios que hace el propio sector solo tienen en cuenta la facturación generada, sin descontar el coste de los insumos, que muchos son importados, denuncia el catedrático. Otros utilizan la metodología input-output para calcular el valor añadido por el propio sector, esto es, la resta entre lo que factura y el coste de los insumos. Con esta metodología se estima que el gasto medio de los cruceristas era de 72 euros por persona en los casos en los que la ciudad era punto de tránsito y de 155 euros para los cruceristas con inicio o final de viaje en la ciudad, porque ellos pueden prolongar su estancia.

Esta metodología de cálculo es técnicamente más correcta que la que utilizan habitualmente las empresas del sector, pero aun así tiene una deficiencia: no incorpora el coste de oportunidad. Esto es, no se descuenta la oportunidad perdida de destinar los recursos de mano de obra y capital a otras actividades turísticas potencialmente más rentables para la ciudad. Calveras profundiza en el escenario de Palma, pero sus conclusiones son extrapolables a Barcelona, Málaga o Valencia.

Para empezar, estas ciudades cuentan con una gran demanda turística, por lo que no necesitan que lleguen miles de viajeros en crucero para llenar la ciudad. Pero, además, son destinos en los que el turismo ha crecido tanto que existen problemas de mano de obra y de disponibilidad de capital físico (edificios) en los cascos antiguos para establecer nuevos negocios. Esto significa que la industria de los cruceros detrae una parte de esos recursos que son utilizados en actividades cuya rentabilidad es inferior, como son las tiendas de souvenirs o los restaurantes. "El turismo de cruceros generará un impacto económico positivo solamente si los recursos que pasa a utilizar estaban previamente desocupados o provenían de un sector menos productivo que el del turismo de cruceros", explica el catedrático. Por ejemplo, según los datos del INE, el gasto por turista en Baleares fue en 2015 de unos 1.000 euros, cifra que llega a multiplicar hasta por diez el gasto medio de cada crucerista.

"El modelo de crecimiento balear no genera un excedente de recursos infrautilizados"

En Palma, así como ocurre en toda la isla de Mallorca, la mano de obra es un recurso muy escaso, y también el capital. "El modelo de crecimiento balear de estas últimas décadas no presenta un excedente de recursos infrautilizados: el crecimiento ha sido intensivo en capital privado y público (entorno natural inclusive), y en trabajo", señala Calveras. Eso significa que los recursos que se destinan a satisfacer las demandas del turismo de cruceros se detraen de otras actividades que podrían ofrecer un retorno superior, ya sea en términos económicos, sociales o de menor contaminación.

En estudios sociológicos realizados sobre el interés en los destinos turísticos, la masificación es señalada como uno de los puntos que afectan de forma negativa. Y estas ciudades tienen un gran atractivo para sustituir a los viajeros de los cruceros por otros visitantes que pueden dejar más dinero. "Hay evidencia de que la masificación (congestión) turística es valorada negativamente por los mismos turistas", escribe el catedrático. En ese caso, “una probable consecuencia de una excesiva presencia de cruceristas podría ser la expulsión de otro tipo de turismo de mayor interés para la ciudad”.

Foto: Crucero en el puerto de Barcelona, este pasado abril. (EFE/Enric Fontcuberta)
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Pero en los últimos años se ha desarrollado toda una industria para satisfacer la demanda de los turistas de crucero. En especial realizan su consumo en tiendas de souvenirs y en bares y restaurantes. Eso significa que cualquier decisión por parte de las autoridades orientada a limitar la llegada de cruceros obligaría a una reconversión del sector. Estos costes de transición también desincentivan el cambio, sobre todo porque generaría rechazo de una parte de la población. Un sector que genera cerca de 300 millones de euros de valor añadido solo en la ciudad de Palma sostiene a muchas familias y empresas. Sobre todo, porque la pérdida de estos ingresos no se va a sustituir de forma inmediata por el turismo de pernoctaciones.

De ahí que cualquier cambio en la normativa para buscar mayor equilibrio en el turismo de cruceros sea complicada. Su motivación difícilmente puede ser la económica, por estos costes de transición que implica, ni siquiera aunque los beneficios potenciales en un futuro puedan ser mayores. Hasta ahora, el único incentivo que han tenido los dirigentes políticos para regular este turismo ha sido el malestar generado a los ciudadanos por la saturación de las ciudades (turismofobia). O, incluso, por la contaminación que generan estos grandes barcos.

El boom de los cruceros en algunas de las ciudades más turísticas de España ha generado un importante malestar social en los últimos años (con la excepción evidente de la pandemia). España tiene dos de las tres ciudades que más cruceros reciben al año del Mediterráneo: Barcelona y Palma. Pero esta incomodidad para los habitantes y la contaminación que generan las emisiones de estos grandes barcos son toleradas por el beneficio económico que dejan en las ciudades. Sin embargo, la rentabilidad económica de esta industria podría no ser tal: habitualmente, se contabiliza el efecto económico que genera en términos de facturación, pero no se descuenta el coste de oportunidad de esa industria. Esto es, los negocios o turistas diferentes que podrían ocupar ese lugar y que podrían ser más rentables.

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