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El peso de las renovables retrocede en España durante el primer año de la crisis energética
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TRANSPORTE Y CALDERAS, LOS RESPONSABLES

El peso de las renovables retrocede en España durante el primer año de la crisis energética

La energía procedente de fuentes limpias solo representó la quinta parte del consumo total en 2021, medio punto menos que en 2020 y uno por debajo de la media europea

Foto: Parque eólico de Iberdrola en Cuenca. (Sergio Beleña)
Parque eólico de Iberdrola en Cuenca. (Sergio Beleña)
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La historia nunca es lineal, y la de la transición ecológica, tampoco. Si la pandemia del coronavirus imprimió un acelerón sin precedentes al uso de las renovables, la reapertura de la economía tras lo peor del covid y la irrupción de la crisis energética han supuesto el mayor paso atrás en una década. Según Eurostat, la energía procedente de fuentes limpias apenas supera la quinta parte del consumo final en España, tras caer medio punto en 2021. Pese al discurso oficial, que sitúa la Península a la vanguardia continental de las energías verdes, nuestro país está por debajo de la media europea y muy lejos de los objetivos comprometidos para 2030.

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El diablo se esconde en los términos. A menudo se habla del mix energético como sinónimo de las diferentes fuentes que se emplean para producir electricidad. En esa clasificación, España se encuentra en una posición privilegiada. Durante los últimos años, ha sabido aprovechar su potencial solar y eólico con fortísimas inversiones hasta lograr que las renovables representen en torno a la mitad de la tarta.

Sin embargo, el mix energético que ofrece una verdadera imagen de conjunto sobre la situación real es aquel que incluye todas las fuentes (gas, petróleo, nuclear, hidráulica, etc.), y no solo las que se usan para la generación eléctrica. Eurostat emplea este concepto para desentrañar qué porcentaje de la energía final consumida por cada país tiene un origen renovable. España, que sufre una dependencia casi total del exterior para el abastecimiento de combustibles fósiles, ya no sale tan bien parada en esta clasificación: con un 20,7% de uso de energías limpias, se sitúa un punto por debajo de la media europea. En otras palabras: no tenemos petróleo, y apenas lo utilizamos para producir electricidad, pero nuestros coches funcionan con gasolina.

Precisamente son los coches, además de las calderas, los grandes responsables del paso atrás que se produjo en 2021. La oficina estadística de la Comisión Europea divide el uso final de la energía en tres grupos: el consumo de electricidad propiamente dicho, el transporte y la climatización.

Para el primero, los datos siguen siendo muy positivos, en paralelo al gran despliegue de las renovables para la generación de luz que abastece a los hogares y las empresas. De hecho, roza ya el 46%, tres puntos más que en 2020 y 13 por encima de 2012, cuando empezó la serie histórica. En esta clasificación, España no solo parte con ventaja respecto al resto de Europa, sino que la amplió en 2021.

A diferencia de otras capitales, que se lanzaron a quemar carbón y gas para producir electricidad desde el inicio de la crisis energética, Madrid mantuvo siempre su política a favor de las renovables, mucho más baratas. La estrategia del Gobierno solo empezaría a hacer aguas el año pasado, ante la necesidad de tirar de los ciclos combinados de gas, mucho más caros, para colmar la demanda. Pero no tanto la nuestra como la de nuestros vecinos, especialmente ante el parón de la nuclear en Francia y la entrada en vigor de la excepción ibérica.

Mientras que en Suecia el 30% de la energía consumida en el transporte procede de fuentes limpias, en España solo llega al 9,2%

En la climatización, en cambio, el impacto del encarecimiento de la luz se notó mucho antes. Aunque es el ámbito en que más lentamente están creciendo (solo cuatro puntos en la última década), el empleo de energías limpias para la calefacción y el aire acondicionado mantenía hasta 2020 una tendencia alcista. La bomba de frío/calor, que utiliza electricidad, se estaba popularizando poco a poco, en detrimento de las calderas de gas natural. Pero 2021 truncó ese avance, con una caída de seis décimas que deja el uso de fuentes verdes para este ámbito en un 17,4%. La subida del recibo, que empezó a batir récords durante la segunda mitad del año, pudo ser una de las causas, según el experto en energía Roberto Gómez-Calvet.

El profesor de la Universidad Europea apunta que el encarecimiento de la electricidad también podría estar detrás del otro retroceso de 2021, el del transporte, debido al retraso en la implantación del coche eléctrico. Los datos europeos hablan por sí mismos: mientras que en Suecia el 30% de la energía consumida en esta actividad es limpia, o más del 20% en Finlandia, en España solo llega al 9,2%, tres décimas menos que el año anterior. Sin embargo, se encuentra por encima de la media comunitaria, que retrocede aún más.

El propio informe de Eurostat apunta a que la causa principal podría deberse a la reactivación de la economía tras la pandemia, que potenció el regreso al uso diario del automóvil —y esto, en la mayoría de los países, es sinónimo de energías sucias—, en muchos casos en detrimento del transporte público, por el temor a contagiarse. La introducción de un cambio metodológico en el cómputo de algunos biocombustibles como renovables también ha podido influir, según reconoce la oficina estadística europea.

Las tendencias de España y el conjunto de la Unión no son diferentes: en ambas se aprecia un paso atrás en el peso de la energía de origen limpio, aunque en el caso español resulta más acusado (medio punto menos, frente a las dos décimas menos de la media comunitaria). Las cifras reflejan hasta qué punto la crisis energética puede impactar en el desarrollo de la transición ecológica, como alertaba el último número de Panorama Social, la revista de la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas). Un dato: el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima prevé que el 42% del consumo final en 2030 provenga de fuentes limpias, en línea con los objetivos europeos. Esto significa que la participación de las renovables en el mix se debe doblar durante la próxima década, lo que no casa muy bien con el retroceso de 2021.

Sin embargo, Gómez-Calvet recuerda que los datos de ese año conviene tomarlos con cautela, debido al efecto distorsionador que tuvo el cierre y la posterior reapertura de la economía por el coronavirus. De momento, la tendencia de fondo es buena: el peso de las energías renovables ha aumentado 6,5 puntos desde 2012, a mayor velocidad que la media comunitaria. Los guarismos de 2022 dirán si el bache pandémico fue un hecho coyuntural, como tantas estadísticas alteradas por el covid, o un preocupante paso atrás ante la crisis energética que asola Europa.

La historia nunca es lineal, y la de la transición ecológica, tampoco. Si la pandemia del coronavirus imprimió un acelerón sin precedentes al uso de las renovables, la reapertura de la economía tras lo peor del covid y la irrupción de la crisis energética han supuesto el mayor paso atrás en una década. Según Eurostat, la energía procedente de fuentes limpias apenas supera la quinta parte del consumo final en España, tras caer medio punto en 2021. Pese al discurso oficial, que sitúa la Península a la vanguardia continental de las energías verdes, nuestro país está por debajo de la media europea y muy lejos de los objetivos comprometidos para 2030.

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