Los líderes europeos juegan con sus líneas rojas, pensiones y reforma laboral incluidas
Los jefes de Estado y de Gobierno han pasado toda la primera jornada tocando alguno de los puntos más polémicos que demuestran lo separadas que están las posiciones
Una idea ha quedado clara tras el primer día de la gran cumbre tras la pandemia: nadie quiere ser el primero en ceder. Los Veintisiete entraban este viernes al edificio en el que se celebra el Consejo Europeo con dos sensaciones: la de que no era una cumbre normal debido a las restricciones por el covid-19, y que probablemente no sería la última vez que viajen a Bruselas durante las próximas semanas si se confirmaban las profundas diferencias en sus posturas. Y las primeras horas del encuentro demuestran ambas cosas: es una situación extraña, sin apretones de mano ni la liturgia habitual, y las posturas son muy distantes, tanto que parece difícil construir un acuerdo en la segunda jornada que está previsto que se celebre este sábado. La primera jornada, tras más de doce horas de discusión, ha finalizado sobre las once y media de la noche sin que se hayan producido avances.
Los líderes han celebrado una sesión que ha durado desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde en la que, una vez han despachado otros asuntos de la agenda como las relaciones con Turquía, se han centrado fundamentalmente en medir sus diferencias en aspectos cruciales sobre los presupuestos plurianuales de la Unión y el Fondo de Reconstrucción con el que la UE quiere reactivar la economía europea tras el 'shock' del coronavirus. Tras un parón para encuentros bilaterales los líderes han vuelto a reunirse para cenar y finalizar la primera jornada a una hora que no es común en las cumbres europeas. Retomarán las negociaciones este sábado a las once de la mañana.
Los jefes de Estado y de Gobierno tienen sobre la mesa la propuesta hecha la semana pasada por Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, que ya ajusta el cinturón a las anteriores ideas: recorta el MFP hasta los 1,074 billones de euros y deja el Fondo en 750.000 millones pero con cambios en la gobernanza, dando más poder a las capitales para intentar contentar a los más escépticos, y en la clave de reparto.
Diferencias profundas
Los llamados 'frugales', un grupo liderado por Países Bajos y en el que también se enmarcan Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia, han chocado en la mayoría de los aspectos con el bloque de España, Italia, Francia y Alemania. Hay muchos asuntos en los que hay desacuerdo: el tamaño total del Fondo de Reconstrucción, el equilibrio entre transferencias y créditos, y la gobernanza del sistema.
Estos dos últimos aspectos han sido los principales puntos de conflicto. Los frugales siguen insistiendo en que el Fondo debe verse reducido, especialmente en lo que se refiere a transferencias no reembolsables. Además, piden que en la gobernanza los Estados miembros tengan un mayor poder a la hora de aprobar los planes para recibir dinero desde el Fondo, aunque en este punto el bloque de los halcones se divide.
Este fue uno de los asuntos que Michel modificó en su propuesta: hizo que la aprobación de los Planes Nacionales de Reforma pasara de estar en manos de la Comisión Europea a en manos del Consejo con una mayoría cualificada, eso significa que para aprobarlos hacen falta 55% de los Estados miembros con el 65% de la población de la Unión. En otras palabras: los frugales solos no sumarían suficientes votos para bloquear las aprobaciones.
Por eso Mark Rutte, primer ministro de Países Bajos, insiste en que esta aprobación tenga que producirse por unanimidad. "Está solo", asegura una fuente diplomática española, que explica que "el resto de los frugales no lo apoyan". "Tiene que ser ágil y eficiente", explican. Y es algo en lo que muchos están de acuerdo. Una fuente diplomática advierte sobre la excesiva politización del proceso. Además un proceso demasiado largo y obstruido pondría en riesgo la ejecución de los fondos.
España o Italia prefieren que todo quede en manos de la Comisión Europea, pero están dispuestas a recorrer el camino que separa su postura actual de la mayoría cualificada que propuso la última semana el presidente del Consejo.
En cuanto al equilibrio entre transferencias y créditos los frugales siguen confiando que haya un recorte del número de ayudas directas no reembolsables. El objetivo de los sureños consiste en realidad en proteger el medio billón de euros en transferencias que propusieron París y Berlín a mediados de mayo, por lo que pueden estar dispuestos a meterle la tijera a los 250.000 millones en créditos que incluye el Fondo.
Los otros objetivos
Todo el mundo mantiene sus líneas rojas calculando el "efecto derrape". Prefieren mantenerse firmes en sus exigencias para tener que ceder lo mínimo posible. Los frugales por ejemplo prestan mucha atención a los rebates del marco financiero, que Michel incluyó en su última propuesta para contentar a los que más se oponen al Fondo.
"Nos parecen regresivos e injustos", explica una fuente española, que explica que los frugales han exigido que estos sean todavía más grandes. Madrid, como Roma o París, impulsaron una campaña para acabar con los rebates tras la salida del Reino Unido de la UE, pero saben que en esta negociación los nórdicos van a usar sus exigencias sobre el fondo para obtener concesiones tanto en los rebates como en el tamaño y las prioridades del Marco Financiero Plurianual.
Todo el mundo quiere hacer ver que sus exigencias son irrenunciables con el objetivo de que el resto parpadee primero. Pero por el momento nadie parpadea, nadie mueve un solo músculo a pesar de que todo el mundo es consciente de que al final todos tendrán que mover sus líneas rojas si quiere alcanzarse un acuerdo. Y la convicción de la enorme mayoría de los miembros del Consejo Europeo consideran que no hay otra opción que alcanzar un pacto, y pronto.
En la primera jornada del encuentro las posiciones no se han movido ni un solo centímetro. Cada líder se aferra a sus líneas rojas y condiciones para asegurarse tener una buena mano negociadora. Rutte, por ejemplo, ha llegado al encuentro exigiendo reformas en el campo laboral y de pensiones, mensajes difíciles de digerir para España o Italia. "Es razonable que pidamos claros compromisos de reformas", ha explicado el primer ministro holandés, explicando que "los países que se han quedado atrás en pensiones o mercado laboral tienen que dar pasos adelante". Sebastian Kurz, canciller austriaco, que mantenía un perfil relativamente bajo en los últimos días, ha ido endureciendo el tono respecto al tamaño de transferencias directas que incluye el Fondo.
Sánchez o su homólogo italiano Giuseppe Conte apuestan por la condicionalidad que se reflejó en las primeras propuestas: el seguimiento de las recomendaciones que la Comisión Europea hace en el marco del Semestre Europeo, como una mayor inversión en la educación o enfocarse en la transición ecológica y digital. Para la imposición de las condiciones es clave la gobernanza, y es por eso que los líderes van a chocar todavía durante muchas horas en este campo. Quien controla la aprobación de los Planes Nacionales de Reforma controla las condiciones que se establecen para su luz verde.
Una idea ha quedado clara tras el primer día de la gran cumbre tras la pandemia: nadie quiere ser el primero en ceder. Los Veintisiete entraban este viernes al edificio en el que se celebra el Consejo Europeo con dos sensaciones: la de que no era una cumbre normal debido a las restricciones por el covid-19, y que probablemente no sería la última vez que viajen a Bruselas durante las próximas semanas si se confirmaban las profundas diferencias en sus posturas. Y las primeras horas del encuentro demuestran ambas cosas: es una situación extraña, sin apretones de mano ni la liturgia habitual, y las posturas son muy distantes, tanto que parece difícil construir un acuerdo en la segunda jornada que está previsto que se celebre este sábado. La primera jornada, tras más de doce horas de discusión, ha finalizado sobre las once y media de la noche sin que se hayan producido avances.
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