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Mascarillas, regalos y distancia social: la cumbre europea más extraña
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Nada de los tradicionales choques de mano

Mascarillas, regalos y distancia social: la cumbre europea más extraña

Los líderes europeos han tenido que adaptar su liturgia a la pandemia. Ha coincidido con varios cumpleaños y la primera ministra danesa ha tenido que aplazar su boda

Foto: Angela Merkel, canciller alemana, recibe un regalo del primer ministro portugués. (Reuters)
Angela Merkel, canciller alemana, recibe un regalo del primer ministro portugués. (Reuters)
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Una de las cosas más extrañas e incómodas tras la expansión del covid-19 es el saludar a conocidos. Es un ejercicio extraño y difícil de ejecutar. Pero los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete han tenido que poner a prueba sus dotes en la cumbre europea que ha comenzado este viernes. Nada de los tradicionales choques de mano, ni rastro de los besos en las mejillas: solo el choque de codos.

Los líderes europeos han llegado a Bruselas por primera vez desde febrero para celebrar un encuentro presencial. No habrían viajado de no ser completamente necesario: fuentes diplomáticas y europeas insistían, desde hacía meses, en que no sería posible alcanzar un acuerdo si no eran capaces de meter a todos los jefes de Estado y de Gobierno en una sola sala. La llamada "diplomacia del Zoom" tenía demasiadas limitaciones: los líderes no pueden mantener encuentros bilaterales para desbloquear las conversaciones o charlar en los límites del encuentro. Sus asesores no pueden hablar entre ellos buscando aumentar el espacio de maniobra. Y sobre todo, el presidente del Consejo Europeo no puede forzarlos a seguir negociando sin dejarles salir de la sala de reuniones.

Foto: Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. (Reuters)

Y lo que hay en juego requería una negociación en condiciones. Los líderes buscan llegar a un acuerdo sobre los presupuestos plurianuales del periodo 2021 – 2027 y sobre el Fondo de Reconstrucción de 750.000 millones de euros para reactivar la economía europea tras el 'shock' sin precedentes que ha sufrido por el covid-19. Los Veintisiete están muy divididos en muchos aspectos de la negociación, desde el tamaño del Fondo, a su arquitectura y gobernanza, con un grupo, los llamados "Frugales", opuestos a la visión que defienden España, Italia, Francia o Alemania.

Las grandes diferencias y las limitaciones de la diplomacia por videoconferencia han hecho necesario un encuentro físico. Pero no ha sido una vuelta a la normalidad. Los líderes han llegado con mascarillas y en un sepulcral silencio que contrasta mucho con el tradicional bullicio que provocan los corresponsales buscando declaraciones y que, en esta ocasión, no han tenido permitido cubrir el encuentro de manera presencial. Los líderes también han llegado algo menos acompañados al haberse visto reducida la cohorte de asesores y diplomáticos que pueden acompañar a cada uno: normalmente pueden contar con casi una veintena de colaboradores que en esta ocasión se ha visto reducida a seis personas por delegación.

El Consejo ha utilizado la sala de reuniones más grande con la que cuenta el Edificio Europa, una habitación que normalmente tiene capacidad para unas 300 personas pero que en esta ocasión solo alberga a una treintena. Al llegar a la sala los líderes, siempre con mascarilla, han saludado a los que iban entrando con un movimiento de codos, un levantamiento de cejas o una pequeña reverencia, pero ni rastro de los grandes apretones, abrazos o besos. Eso sí, no todos han entendido todavía cómo se utilizan las mascarillas, y Angela Merkel, canciller alemana, ha tenido que explicarle a Boiko Borissov, primer ministro búlgaro, que esta también debe cubrirle la nariz.

Angela Merkel ha tenido que explicarle a Boiko Borissov, primer ministro búlgaro, que la mascarilla también debe cubrir la nariz

Merkel ha sido una de las protagonistas de los primeros compases del encuentro y no solo porque Alemania haya estrenado hace medio mes la presidencia rotatoria del Consejo: este 17 de julio era el cumpleaños de la canciller. Pero no estaba sola: también era el cumpleaños del primer ministro portugués Antonio Costa. Se han intercambiado regalos: el líder luso ha entregado a la alemana 'Ensayo sobre la ceguera' de José Saramago, y la germana ha regalado a Costa 'Novos Mundos' de Neue Welten. El primer ministro portugués también ha ofrecido al resto de líderes una caja con distintas mascarillas confeccionadas en Portugal.

Costa y Merkel no son los únicos que tenían planes para este fin de semana antes de que Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, convocara la cumbre. Mette Frederiksen, primera ministra danesa, tenía pensado casarse este sábado 18 de julio, pero se ha visto obligada a retrasar la ceremonia.

Al sentarse en la sala de reuniones los líderes han podido encontrar desinfectante para manos. Y, sobre todo, soledad. A diferencia de en otros encuentros esta vez no tendrán a su mano derecha cerca, y tendrán que demostrar que se saben bien el temario y los asuntos que están en juego. En la sala solo estarán los jefes de Estado y de Gobierno, los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo y algunos altos funcionarios más. El presidente del Parlamento Europeo participó, como suele hacer, en una primera sesión antes de abandonar el encuentro.

En cada pausa los líderes han abandonado la sala principal y unos trabajadores del Consejo han procedido a limpiar a fondo la estancia. Las delegaciones se tienen que mover por el edificio siguiendo indicaciones, zonas restringidas y mucha seguridad. Eso sí, fuentes europeas explicaron que tenían pensado utilizar todo el edificio, completamente vacío por ausencias como la de los más de mil corresponsales que normalmente cubren las cumbres, para poder garantizar la distancia social en reuniones bilaterales y otros encuentros que se producen en los límites del encuentro principal.

Una de las cosas más extrañas e incómodas tras la expansión del covid-19 es el saludar a conocidos. Es un ejercicio extraño y difícil de ejecutar. Pero los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete han tenido que poner a prueba sus dotes en la cumbre europea que ha comenzado este viernes. Nada de los tradicionales choques de mano, ni rastro de los besos en las mejillas: solo el choque de codos.

Los líderes europeos han llegado a Bruselas por primera vez desde febrero para celebrar un encuentro presencial. No habrían viajado de no ser completamente necesario: fuentes diplomáticas y europeas insistían, desde hacía meses, en que no sería posible alcanzar un acuerdo si no eran capaces de meter a todos los jefes de Estado y de Gobierno en una sola sala. La llamada "diplomacia del Zoom" tenía demasiadas limitaciones: los líderes no pueden mantener encuentros bilaterales para desbloquear las conversaciones o charlar en los límites del encuentro. Sus asesores no pueden hablar entre ellos buscando aumentar el espacio de maniobra. Y sobre todo, el presidente del Consejo Europeo no puede forzarlos a seguir negociando sin dejarles salir de la sala de reuniones.

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